6 de septiembre de 2023

Felina historia de amor

“LA ESPERANZA ES EL SUEÑO DEL
HOMBRE DESPIERTO” Y ES CIERTO
 
   Debo confesar que tal genialidad de Aristóteles es un fiel reflejo de lo que me toca vivir, aunque muchos piensen que es exagerado albergar tristezas que son algo así como una anestesia para el alma, nada más que por sentir la ausencia de un ser irracional como lo es un gato.
   El sábado 12 de agosto pasado el mediodía Vera con menos de dos añitos,  terminó de relamerse sus bigotazos blancos, gozando los últimos sabores de su alimento sólido y natural de pescado -no es bueno abusar de los balanceados- y tras estirarse como expresión de su propio relax enfiló hacia la tapia de la terraza, miró hacia atrás, hizo escuchar la cariñosa brevedad de un tímido maullido y allá fue, a su reino de techos y paredes ajenas como siempre lo hacía como un rito, tras lo cual se dedicaba a espantar palomas que le invadían territorio y reiteraba su costumbre de hacer ladrar a uno o dos pichichos que inútilmente se quejaban por ese alguien que pacíficamente los miraba desde su altura.
   Y también todos los días era puntual para regresar a la hora de la cena con las primeras sombras que regala el invierno, para apoltronarse entre mis brazos o frente al televisor y seguir los movimientos de quienes la entretenían desde la pantalla.
   Pero aquel sábado fue distinto.
   Muy distinto porque no volvió, pese a que era el único gato que moraba en la manzana comprendida por Fragueiro, Baigorrí, Urquiza y Antonio del Viso, en el corazón de Alta Córdoba y doy fe que muchos vecinos agradecían su presencia y los “patrullajes” porque había conseguido el casi milagro de librar de ratones a ese pedacito de ciudad.
   Dicen los relatos y los libros que los gatos siempre vuelven y mi Fellini -negrísimo gato pantera que me acompañó ¡por 21 años!- fue un ejemplo de “desaparición forzada” porque quedó encerrado dos meses en una obra en construcción abandonada, donde por fortuna sobrevivió porque habían dejado una canilla goteando  agua y consiguió salir pese a que consumió su propia masa muscular pero en poco tiempo se recuperó.
   Sigo alentando la esperanza de volver a tener a Vera (ya vacunada, operada y medicada) por lo que vuelvo a rogar si alguien se enamoró de su silenciosa belleza, que mantenemos entre nosotros como es de suponer  un tácito compromiso de felicidad y fidelidad que pago con su bienestar y ella me devuelve con generosos y entrañables ronroneos.
   Y aunque por su irracionalidad no habrá de enterarse, me encantaría hacerle entender la coincidencia de mi cariño con unas dulces palabras que supiera pronunciar un tal Francis James: “Señor, cuando me muera, ¿querrás prestarme un rinconcito de cielo para mi gata?”.
   No es que piense ni pretenda, en lo personal, gozar del Paraíso pero seguramente ella me llevaría allí con todo su cariño.

Gonio Ferrari

  

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