Desgrabación de los
comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos”
del 31-08-14 emitido por AM580 Radio Universidad de Córdoba
¿LA CAMPAÑA O
LA GESTION?
El ciudadano común, el que está ensimismado
en su trabajo y acosado por las obligaciones cotidianas, no presta tanta atención
al devenir político en ningún nivel, salvo por la natural curiosidad que se
estimula ante la proximidad de alguna elección.
Lo que quiere el común de la gente es que el
Estado le brinde atención de la salud, educación, seguridad, justicia y algún
otro servicio, como para sentirse respetado en su condición de contribuyente.
Sin embargo en los últimos tiempos asistimos
a una notable indefinición por parte de quienes ocupan cargos relevantes dentro
del esquema de poder, y la vez son dirigentes sectoriales de corrientes de
pensamiento.
Tienen la manija en sus manos y no la
sueltan para pelear por su permanencia o por su ascenso a ligas mayores.
Y en esa preocupación donde la ambición
juega su papel, muchas veces cae en el olvido la gestión por la simple razón
que el día tiene solo 24 horas y es absurdo pretender algo distinto.
Lo ideal y ético sería que los candidatos
apenas se perfilen como tales, dejen la tarea por la cual cobran y abracen sin
goce de sueldo la campaña proselitista sin defraudar expectativas de nadie.
Por allí uno se pregunta si los políticos
abrazaron esa actividad con auténtica y genuina vocación de ser útiles al
prójimo, como distracción para su ocio o como profesión para el buen vivir.
Y como son las cosas, la duda está servida.
MENDIOLAZA, UN MUNDO APARTE
En las viejas películas ambientadas en el
bravío oeste americano solíamos ver la autoridad excluyente del sherif, ese
primer actor que con un Colt de seis balas podía matar a 15 malhechores,
voltear una diligencia y ajusticiar a diez indios, todo esto sin despeinarse.
Eran los tiempos de las exageraciones
llevadas al celuloide y a la pantalla grande de los cines, cuando la televisión
amenazaba con imponerse desde adentro de los hogares.
El sherif que recuerdo era el muchachito, el
que se quedaba con la rubia desabrida o con la morocha voluptuosa.
Pero nunca perdía e imponía su ley y le
importaba tres pitos que en el pueblo vecino pensaran distinto.
Ahora
y muy cerca de nosotros, se ha planteado una situación que bien merece un
destino de celuloide, porque en Mendiolaza, según me comentaron, se dio un caso
que no es de indios ni de cowboys de chueco caminar sino de inspectores
municipales, sus autoridades y un joven de 17 años.
Relata la historia que documentadamente
tengo en mi poder, que el mozo a lo mejor por desconocer el pueblo se metió de
contramano en una calle conduciendo una Fiorino.
Un proceder violatorio de las disposiciones
en materia de tránsito, pero que de ninguna manera justifica el proceder
posterior de los dueños de la ley en Mendiolaza.
Al muchacho de 17 años, con licencia de
conductor expedida legalmente por la Municipalidad de Córdoba, lo tuvieron retenido
por más de dos horas acusándolo de
documento trucho que carecía de
valor en esa población, cuando está habilitado para ser utilizado en todo el
país.
Se la hago corta: por falta de carnet le
aplicaron una multa de poco más de 500 pesos que pagó voluntariamente acogiéndose
a un descuento.
Allí hubiera terminado este sainete que creo
incluye una privación ilegal de la libertad, pero faltaba el moñito de la
situación: mediante un acta, le devuelven el carnet que según el sherif no
tenía, y por escrito le advierten que la próxima vez que se le ocurra pasar por
Mendiolaza, se lo quitarán para devolverlo a quien lo otorgara.
Y eso que Néstor Daniel Salibi, sherif de
Mendiolaza, es del mismo palo que Ramoncito Mestre, en definitiva el
responsable del otorgamiento de esa licencia para conducir, absolutamente legal y vigente.
¿No será que la víctima de esta gansada fue
tomada como rehén de alguna interna?
En el terreno político, todo es posible,
incluyendo el más ridículo de los absurdos.
LAPA: CONSAGRACION DE LA INJUSTICIA
Debe ser doloroso, indignante y generador de
impotencia que la injusticia te niegue el derecho a elaborar el duelo, a
enterrar imágenes, a ir bajando desde el negro hacia el gris en el camino de
encontrar la blanca aunque inútil transparencia de la resignación.
Pero se hace imposible acatar una realidad
cuando se advierte que será necesario aguardar el juicio del Supremo, se llame
como le quieran llamar, para reencontrarse con la paz que precisamente aporta
la aplicación de la justicia terrena.
Esa justicia terrena, más que tal, fue una
legal manera de consagrar la impunidad de quienes jamás asumieron su
culpabilidad por omisión ni hubo quien los castigara por ello.
Es probable que jurídicamente sea correcta
toda chicana tendiente a dilatar los tiempos, a destruir pruebas, a
desmemorizar testimonios, a sumir en el olvido ciertas espantosas vivencias.
Pero los muertos inocentes y el dolor de sus
familiares, clamaron por una justicia que no tuvo tiempo de expedirse
razonablemente en más de una década y media de pachorra tribunalicia, misturada
con otros elementos tales como las influencias, los compromisos, el dinero y el
poder.
El vuelo Lapa 3142 fue sin regreso, y no
quiero ser brujo, pero estoy seguro que varios de los que le esquivaron a la Justicia, por lo menos
sospechaban que así sería.
Lo más indignante de todo, es el desperdicio
de tantos valores humanos incinerados no tan solo entre los restos del avión
con sus víctimas, sino en los estrados desde donde debió partir la consagración
del duelo.
Un luto eterno, sin atenuantes ni consuelos.
Ni siquiera con justicia.
IMPORTANCIA DE VACA MUERTA
Los argentinos tenemos una arraigada
vocación triunfalista no tan solo en lo deportivo sino en todos los órdenes de
la vida, a partir de aquello que Dios es argentino, que perdimos pero somos
campeones morales, que una buena cosecha nos salva, que el que apuesta al dólar
pierde y otros arquetipos nacionales.
Pero de allí a suponer que la explotación
del yacimiento de Vaca Muerta nos transformará en Arabia Saudita, está
demasiado aproximado al deliriums tremens de la última etapa de los
alcohólicos, antes del llamado “estado chancho”.
A lo mejor las reservas son cuantiosas y no
es casual que sean varios los interesados en explotarlas, como también llama la
atención que en una población de medio millón de habitantes a 100 kilómetros de
allí, ya existan cinco grandes cadenas de supermercados y otras expansiones, lo
que hace pensar que están aguardando el crecimiento.
Solo hay que esperar a los inversores, que
sean de adentro o de afuera, como es lo más probable, si no olvidamos a
Chevrón.
Pero mientras tanto, bueno sería que los
funcionarios se ubicaran en la realidad y gobernaran para superarla antes que
soñarla tan venturosa.
Después de todo, la analogía con Arabia
Saudita es como si se me ocurriera compararme con Lázaro Baez, solo por ser
ahorrativo y emprendedor.
La verdad, estamos por lo menos a un Sahara
de diferencia.
LA MEGACAUSA Y KAFKA
En la obra “El proceso” el escritor Franz
Kafka relata las desventuras de un hombre trabajador que una mañana es
arrestado y sometido a un juicio por un delito desconocido, a partir de lo cual
comienza un largo peregrinar judicial en el que se defiende vehementemente, aunque
nunca sabemos de qué se lo acusa.
A lo largo de la obra, escrita en 1914, el
protagonista atraviesa diversas situaciones de injusticia como la pérdida de la
libertad sin que se le explique la causa, la culpabilidad preestablecida
con la consiguiente pérdida del principio de inocencia, un proceso penal
secreto y en manos de una comisión especial y la certeza de un proceso del que
no podrá salir inocente, en el que una doncella le advierte que la única
forma de escapar al Tribunal es reconociendo su culpa, y un asesor
conocedor de los jueces le reconoce que el Tribunal nunca llega a absolver
del todo a un acusado manifestándole que “El Tribunal se pierde entre
muchas sutilezas y al final, extrae de cualquier parte, donde no había antes
nada, una gran culpa”.
Hasta aquí, la novela de Kafka.
El 29 de
este mes se celebró el Día del Abogado en conmemoración a Juan Bautista
Alberdi, quien sentara las bases de nuestra Constitución Nacional y es
precisamente nuestra Constitución sancionada en el año 1853, la que establece
para todos los que habitamos este suelo el derecho a la libertad, a la
presunción de inocencia, a no ser penado sin juicio previo, ni juzgado por
comisiones especiales y a que se respete el debido proceso y el derecho a
defensa en juicio.
Además, en todo el mundo, los sistemas
procesales han cambiado en los últimos años, reconociéndose las
garantías judiciales que hacen al debido proceso.
Sin embargo en Córdoba, 161 años después de
sancionada la
Constitución y en franca violación a lo allí establecido y
como si el tiempo no hubiera transcurrido, los imputados en la causa Registro
deben vivir las mismas peripecias que el personaje de Kafka de hace 100 años.
Y esto, en un Estado de Derecho, resulta
bastante difícil de entender y menos aún de digerir.
INFLACION, ASESINA SILENCIOSA
Decirlo una vez más es caer a lo repetitivo
que ya de por sí es inconducente, nada soluciona y en cambio estimula el
malestar que producen las úlceras de bolsillos.
Es como ir al médico, mentirle los síntomas,
negarse a realizarse estudios profundos y pretender que nos cure.
Lo mismo sucede con la inflación que se la
niega o en el mejor de los casos se la dibuja o se la maquilla, pero para el
poder se trata de una sensación como la inseguridad o la desocupación.
La inflación es como el monóxido de carbono
que silenciosamente mata.
Cuando el gobierno entre otras cosas
adquiera la seriedad que merecemos los ciudadanos, reconocerá que los números
se le escaparon, que los precios cuidados o no son incontrolables, y que han
fracasado todas las medidas que se adoptaron para retornar a una normalidad que
ahora vemos cada día más lejana.
¿Es que la sinceridad con el pueblo no es
redituable?
¿Es que conociendo la verdad también
conoceremos el rostro real de cada uno de los que nos gobiernan?
Es para pedir encarecidamente que nos dejen
de ventilar el alma y los bolsillos, con monóxido de carbono.
Porque la inflación, por los síntomas que se
agravan con el paso de las horas, nos está matando lentamente.
A LA CIUDAD HAY
QUE AMARLA
Por allí cuando recorremos la ciudad, más
allá de lo bueno que se hace por ella, nuestra mirada negativa nos regala
imágenes de abandono en las calles, en las plazas, en la peatonal, en el
tránsito caótico, en la mugre que sectorialmente se acumula para el diario
festival mundial de la mosca.
Es cuando a lo mejor hacemos un alto y en
una especie de análisis de culpas, nos obligamos a preguntarnos qué hacemos
nosotros, los cordobeses, por nuestra ciudad, más allá de protestar.
Somos desaprensivos en todo, sumamente
descuidados en el tránsito, enemigos de arrojar la basura en los recipientes o
llevarla a los contenedores.
Los malos vecinos rompen las plazas de
juegos a donde sus propios niños suelen ir a entretenerse; rompen los teléfonos
con los que alguna vez solicitaron auxilio: ensucian las paredes, arrojan aguas
servidas, queman desperdicios a cielo abierto y contaminan de otras mil
maneras.
Y después reclaman limpieza, aseo y orden.
Alguna vez entenderemos que ese orden
comienza en nosotros y que la autoridad es solo un órgano de aplicación de las
grandes políticas urbanas.
Pero de la mugre, de la ruptura de la
convivencia por el daño, los únicos responsables son los malos cordobeses.
Alguna vez, también, entenderemos de las
molestas desventajas de hacer pis contra el viento.
CORRUPCION POLICIAL
Hora más, hora menos, cumple un año el
narcoescándalo que colocó en incómoda posición a la cúpula policial y al
gobierno de la provincia, por las estrepitosas implicancias del asunto.
Y bien sabemos que cuando hay que acallar a
la opinión pública, el poder acude en cantidades industriales al deporte de la
promesa que en los últimos tiempos está más devaluada que nuestro raquítico
peso.
Pasó un año.
¿Algo cambió?
La droga sigue creciendo en su desenfrenado
comercio mayorista y al menudeo, los asaltos son cada vez más numerosos, el
debut en el delito muestra mayor precocidad y violencia, y seguimos en la
infantil tarea de controlar los puentes por donde los ladrones evitan circular.
Hubo cambios de cúpulas, compra de
elementos, equipos de comunicaciones sofisticados, armamento, vehículos, pero
la delincuencia no retrocede.
Los patrulleros se amuchan a las puertas de
los precintos como para un desfile y en la periferia encontrar policías está
más cercano al bingo que a la necesidad.
La conclusión es simple: todavía no fue
diseñada y por ende tampoco aplicada, una política integral de seguridad que
termine o al menos atempere la situación que vivimos los cordobeses.
Mientras prevalezca la ley del remiendo,
nada bueno podemos esperar.