Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos” del 29/11/20 emitido en dúplex por AM580 y la FM88.5 ambas de Radio Universidad Nacional de Córdoba.
Resonante impacto mundial
MARADONA, SU MUERTE JOVEN Y LAS
CONSECUENCIAS DEMASIADO VIEJAS
“La vida es corta. Viviendo
todo falta y muriendo todo sobra”, fue
una genialidad de Ruben Darío, aplicable a la casi turbulenta vida de un ícono
universal como lo fue -y no ha dejado ni dejará de serlo- Diego Armando
“Pelusa” Maradona.
Atrás quedaron todas las alegrías que nos brindara, el gol antológico a los ingleses e incluso la sorpresa del otro gol, el de la pícara y argentina mano de Dios.
Quedaron por un tiempo adormecidos sus problemas con la droga, la idolatría napolitana, la impresentable corte de adulones que lo acompañaba a sol y a sombra, su casamiento de película y sus “divorcios” de folletín, el cariño por sus nenas, su devoción por el Papá y por doña Tota, su separación de Coppola y toda una serie de hechos, trascendentes o no, que jalonaron la vida pública de Diego Armando Maradona.
Es cierto que para la inmensa mayoría fue el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos.
Es cierto que no siempre cayeron simpáticas, "urbiet orbe" sus amistades políticas como Fidel Castro, Hugo Chávez o el presidente iraní.
La palabra de Diego Maradona llegó a ser una especie de compendio bíblico, indiscutible para sus seguidores, hasta el punto que no faltó el delirante que creara la iglesia maradoniana, que tiene su catedral, su altar y sus acólitos.
Es necesario reconocer, con hidalguía, que seguirán siendo inolvidables los momentos futbolísticos que nos brindó. Que nadie tendrá la magia de su habilidad, ni ese eterno romance con la pelota, ese cuero inflado “que no se mancha” pero que alguna vez ensució con su adicción.
Nadie será, jugando al fútbol, mejor que él.
No puedo hablar sólo lindezas de quien supo hacernos llorar de emoción por su virtuosismo deportivo, y al poco tiempo mostrarnos el rostro desencajado de una drogadependencia y el alcoholismo que pudo haber evitado o con el tiempo superado, lo que es parte de las dudas nacionales.
Quiero evitar las palabras que ya se dijeron y como en el caso de los muertos queridos, prefiero llevarme cuando me toque ser pasajero del último viaje y atesorados en el recuerdo, los irrepetibles momentos que me hiciera vivir como a muchos otros miles de argentinos.
Maradona, alguna vez y creo que durante el reinado de Carlos Saúl I de Anillaco, fue el símbolo en un programa estatal de lucha contra la droga y jamás se llegó a comprender cómo lo ponían a él, un lobo en el corral de los corderos.
Un tipo que embaraza y se olvida, o que es padre y lo niega, no se hace acreedor a esa tácita y humana distinción que suele ser el respeto.
Maradona, el de la gambeta mágica en una baldosa y los esquives prodigiosos, dejó al mundo boquiabierto con la pelota “atada” a sus pies haciendo honor a la acertada comparación con un barrilete cósmico que le tatuara un relator radial tras el histórico gol (legal) a los británicos.
Era Maradona un jugador iluminado, único, magistral, irrepetible, venerado, adulado por presidentes y reyes, aunque en su incursión como técnico no logró superar la mediocridad. Fue al principio el prototipo del humilde villero de Villa Fiorito que conquista a la alta burguesía, a los encumbrados políticos y a los más conspicuos exponentes del universal y privilegiado mundo financiero.
Su íntima conducta y entre ellas por su condición de “padre serial” fue imperdonable, porque no existió la redención, reemplazada por una aversión a quienes osaron criticarlo.
Ni es cuestión de negarle a nadie su libertad de expresarse.
Pero si, es de buen ciudadano no caer en ofensas que inexorablemente se vuelven en contra de quien las perpetra salvo que, como en este caso a Dieguito le hicieron creer que era Dios, merecedor de la más absoluta y loca impunidad.
Sufrió, se retiró, volvió, le esquivó varias veces a la parca, superó al Ave Fénix y empecinado como siempre lo fue no bajó los brazos, aunque aquietara sus piernas cargadas de magia y de sorpresas.
Su muerte que pese a las seis décadas del astro fue prematura aunque no tanto inesperada, puso en movimiento tanto la pasión que generaba desde el fútbol, como las miserias que permanecían en estado latente entre todos aquellos -y varias aquellas- que de alguna manera vivìan, viven y pretenden seguir viviendo de su fama y de su bolsillo.
Será Maradona otro de los curiosos casos de sobrevida más allá del alejamiento físico y definitivo, que se prolonga en los estrados judiciales, en los reclamos de quienes creen ser descendientes y en los bancos tanto como en la humana memoria colectiva.
Nada de eso, nada, impedirá que sea inmortal.
El eminente ruso Sacha Guitry estuvo genial cuando comentó que la diferencia entre un hombre inteligente y un tonto, radica en que aquél se repone fácilmente de sus fracasos, mientras el tonto nunca consigue reponerse de sus éxitos.
Lo bien que le hubiera hecho al sacralizado ídolo de multitudes Diego Armando “Pelusa” Maradona, entre los que deportivamente me contaba y aún me cuento, mimado por la fama y el dinero que nunca le alcanzó, tener la humildad de leer a Guitry.
Nadie puede negar que Diego era una leyenda viva.
Ni que las leyendas superan a los tiempos.
MARADONA, SU MUERTE JOVEN Y LAS
CONSECUENCIAS DEMASIADO VIEJAS
Atrás quedaron todas las alegrías que nos brindara, el gol antológico a los ingleses e incluso la sorpresa del otro gol, el de la pícara y argentina mano de Dios.
Quedaron por un tiempo adormecidos sus problemas con la droga, la idolatría napolitana, la impresentable corte de adulones que lo acompañaba a sol y a sombra, su casamiento de película y sus “divorcios” de folletín, el cariño por sus nenas, su devoción por el Papá y por doña Tota, su separación de Coppola y toda una serie de hechos, trascendentes o no, que jalonaron la vida pública de Diego Armando Maradona.
Es cierto que para la inmensa mayoría fue el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos.
Es cierto que no siempre cayeron simpáticas, "urbiet orbe" sus amistades políticas como Fidel Castro, Hugo Chávez o el presidente iraní.
La palabra de Diego Maradona llegó a ser una especie de compendio bíblico, indiscutible para sus seguidores, hasta el punto que no faltó el delirante que creara la iglesia maradoniana, que tiene su catedral, su altar y sus acólitos.
Es necesario reconocer, con hidalguía, que seguirán siendo inolvidables los momentos futbolísticos que nos brindó. Que nadie tendrá la magia de su habilidad, ni ese eterno romance con la pelota, ese cuero inflado “que no se mancha” pero que alguna vez ensució con su adicción.
Nadie será, jugando al fútbol, mejor que él.
No puedo hablar sólo lindezas de quien supo hacernos llorar de emoción por su virtuosismo deportivo, y al poco tiempo mostrarnos el rostro desencajado de una drogadependencia y el alcoholismo que pudo haber evitado o con el tiempo superado, lo que es parte de las dudas nacionales.
Quiero evitar las palabras que ya se dijeron y como en el caso de los muertos queridos, prefiero llevarme cuando me toque ser pasajero del último viaje y atesorados en el recuerdo, los irrepetibles momentos que me hiciera vivir como a muchos otros miles de argentinos.
Maradona, alguna vez y creo que durante el reinado de Carlos Saúl I de Anillaco, fue el símbolo en un programa estatal de lucha contra la droga y jamás se llegó a comprender cómo lo ponían a él, un lobo en el corral de los corderos.
Un tipo que embaraza y se olvida, o que es padre y lo niega, no se hace acreedor a esa tácita y humana distinción que suele ser el respeto.
Maradona, el de la gambeta mágica en una baldosa y los esquives prodigiosos, dejó al mundo boquiabierto con la pelota “atada” a sus pies haciendo honor a la acertada comparación con un barrilete cósmico que le tatuara un relator radial tras el histórico gol (legal) a los británicos.
Era Maradona un jugador iluminado, único, magistral, irrepetible, venerado, adulado por presidentes y reyes, aunque en su incursión como técnico no logró superar la mediocridad. Fue al principio el prototipo del humilde villero de Villa Fiorito que conquista a la alta burguesía, a los encumbrados políticos y a los más conspicuos exponentes del universal y privilegiado mundo financiero.
Su íntima conducta y entre ellas por su condición de “padre serial” fue imperdonable, porque no existió la redención, reemplazada por una aversión a quienes osaron criticarlo.
Ni es cuestión de negarle a nadie su libertad de expresarse.
Pero si, es de buen ciudadano no caer en ofensas que inexorablemente se vuelven en contra de quien las perpetra salvo que, como en este caso a Dieguito le hicieron creer que era Dios, merecedor de la más absoluta y loca impunidad.
Sufrió, se retiró, volvió, le esquivó varias veces a la parca, superó al Ave Fénix y empecinado como siempre lo fue no bajó los brazos, aunque aquietara sus piernas cargadas de magia y de sorpresas.
Su muerte que pese a las seis décadas del astro fue prematura aunque no tanto inesperada, puso en movimiento tanto la pasión que generaba desde el fútbol, como las miserias que permanecían en estado latente entre todos aquellos -y varias aquellas- que de alguna manera vivìan, viven y pretenden seguir viviendo de su fama y de su bolsillo.
Será Maradona otro de los curiosos casos de sobrevida más allá del alejamiento físico y definitivo, que se prolonga en los estrados judiciales, en los reclamos de quienes creen ser descendientes y en los bancos tanto como en la humana memoria colectiva.
Nada de eso, nada, impedirá que sea inmortal.
El eminente ruso Sacha Guitry estuvo genial cuando comentó que la diferencia entre un hombre inteligente y un tonto, radica en que aquél se repone fácilmente de sus fracasos, mientras el tonto nunca consigue reponerse de sus éxitos.
Lo bien que le hubiera hecho al sacralizado ídolo de multitudes Diego Armando “Pelusa” Maradona, entre los que deportivamente me contaba y aún me cuento, mimado por la fama y el dinero que nunca le alcanzó, tener la humildad de leer a Guitry.
Nadie puede negar que Diego era una leyenda viva.
Ni que las leyendas superan a los tiempos.
EN CÓRDOBA LA OLA DELICTIVA
SE HA TORNADO YA IMPARABLE
Y la otra, institucionalmente más trascendente, es la persistencia de la malsana como equivocada costumbre oficial de no informar todos, quiero que me lo escuchen bien: todos los hechos delictivos, omisiòn en la que han coincidido tanto la policía como la Justicia, como si la gente fuera tonta y llegara a creer que los hechos no existen porque no se los divulga.
Por desgracia, la consecuencia de reincidir en el escondrijo donde depositan esa realidad que nos abruma, es lo que aumenta la vulnerabilidad del ciudadano que baja los brazos porque le están vendiendo una seguridad que no existe, aunque de vez en cuando los patrulleros, las motos o las bicicletas, más los agentes que se les denomina “de infante” recorran barrios o estén
apostados en ciertos lugares de la ciudad incluyendo al centro.
Es como si por desesperación y vocación por recuperar su perdida imagen hubieran salido a mostrarse naturalmente para ser vistos, pero que alguien me explique por qué en los precintos las respuestas no siempre son las que corresponden ante llamados por situaciones anormales o que la flota de patrulleros deba restringir el uso de sus vehículos porque el combustible no abunda.
Cuando hablamos de prevención es para que los efectivos se movilicen y si es posible más que los delincuentes, porque quedarse en los puentes no sirve de nada salvo para ser vistos en su equivocada función de inspectores municipales.
No quiero abundar en lo que ya
me cansé de señalar: la policía debe ser un organismo movilizado y no estático
por una razón más que simple: el hampa cuenta con vehículos, comunicaciones,
armamento, dinero efectivo e inteligencia como para competir contra la
legalidad, entonces no es lo mejor seguir dándole ventajas.
Porque eso es, penosamente, lo
que vemos que viene ocurriendo y no me vengan con que están limitados por las
leyes, porque cuando quieren, los policías las aplican.CASI 9 MESES DE SACRIFICIO QUE ROGUEMOS
NO SE HAYAN MALOGRADO POR IMPRUDENCIA
La cuestión es que cuando creíamos, por aquello de la distancia con China que esgrimió casi como gratuita vacuna el científico Ginés González García, abreviado desde entonces y sin connotaciones risueñas como GGG, que nuestros cuidados se reducirían a un par de semanas o en el más prolongado de los casos, a que hiciéramos honor literal a eso de una “cuarentena” que suponía la exageración de más de un mes, jamás se nos cruzó por la cabeza que el encierro, el aislamiento, la separación familiar y otras secuelas llevarían tanto tiempo.
Fuimos respetuosos mayoritariamente de las indicaciones que nos impartían, engordamos varios kilos por inactividad, aprendimos a saludar de lejos, dejamos que el barbijo fuera primer actor y nos abroquelamos tras el paso de los meses, en esa cofradía casi universal que espera la vacuna que nos regrese a una normalidad que vemos literalmente perdida y complicada de recuperar.
Cada semana desde la cúpula del poder en lugar de alimentarnos con esperanzas, nos metieron el miedo hasta en el alma justificando de esa horrible manera y con tan bajo argumento, la necesidad que siguiéramos aislados, transformándonos en récord mundial en tal sentido: en algo corríamos primeros.
Mientras, la economía se derrumbaba…
Ya viene la meseta, ya se acerca la curva descendente, estamos próximos al relajamiento de las limitaciones y poco a poco y por hartazgo, muchos se fueron soltando solos y rebelàndose frente a lo que no es descabellado calificar como autoritarismo, que nos mantenía aislados desmembrando familias, aniquilando ritos y costumbres basadas en el cariño y la proximidad y hasta nos prohibieron dar el último adiós a seres queridos que partían al infinito llevados por la peste.
Éramos una especie de prisioneros de nosotros mismos, de los temores que nos encajaron, de todo lo que se exageró para contenernos, pero los números no mostraron que fuera la política más indicada.
Se transformó al país en una cárcel con màs de 40 millones de habitantes y como en cualquier cárcel, con privilegiados para libre circulación, otros con salidas transitorias y los más encumbrados, con vía libre para viajar al exterior sin cumplir de salida como de regreso, con los protocolos más recitados que aplicados.
Todo este panorama hasta el infausto momento de la muerte de un ídolo deportivo y desde el poder se cometió la enorme imprudencia -para tiempos de pandemia- de disponer la Casa Rosada para que fuera sede del velatorio, anunciándose oficialmente que concurriría más de un millón de personas a la despedida póstuma del genial futbolista.
Como suele suceder en circunstancias parecidas que se confunden las intenciones, todo se desmadró, fueron violentos los enfrentamientos entre los llamémosle dolientes y la policía, se entrecruzaron cargos acerca de las responsabilidades y se decidió, tras muchos detenidos, heridos y policías afectados, que la fiesta popular se terminaba y como si no se hubieran dado cuenta desde arriba que no había barbijos, distancia social ni otras de las limitaciones corrientes, pero desde todo el mundo nos estaban observando.
Quedaban en la memoria y en la indignación colectiva los casos de injurias a padres que no podían hacer atender a sus hijos, de hijos a los que se les impidió despedir a sus padres, a algún ahogado por intentar un cruce de río para visitar a los suyos después de varios meses y otras situaciones desagradables y repudiables.
Todo eso pasò y habrá que esperar las inevitables consecuencias de haber violado con el beneplácito oficial, tantas estrictas reglas de supervivencia.
Por allì me atropellan los recuerdos y no faltarán los que supongan que en mi caso tienen ropaje partidario, pero no puedo olvidar del regreso de nuestra selección nacional de fútbol luciendo su condición de campeona mundial, lograda en México, allá por 1986.
Cuando todo el equipo fue a la Casa de Gobierno a saludar al Presidente y a otras autoridades, Maradona como capitán, antes de salir al balcón le dijo al Dr. Raúl Alfonsín: -¿Viene con nosotros, Presidente?
-No muchachos, contestó Alfonsín. Hoy el balcón es sólo de ustedes…
A VECES EL ARTE CULINARIO SUELE
METERSE DE LLENO EN LA JUSTICIA
Vamos con los ingredientes: se necesitan cientos de imputados, decenas de años de investigación, algún problema de inmuebles, una comisión especial, tres años de prisión preventiva, infinitas causas, millones de hojas de expedientes, interminables juicios, mucha imaginación, bastante íntima convicción y excesiva publicidad.
Para la elaboración: reúna a los imputados poniendo especial cuidado en la cantidad, ya que de ello dependerá el éxito del plato. No mezquine, busque variedad y no tema agregar vecinos, amigos, parientes, conocidos o contactos telefónicos, pues a mayor número resultará más creíble y sustancioso.
Nombre una comisión especial, la misma para todo el proceso y no demore en asegurar la prisión preventiva para todos los imputados, comience con dos años y extienda hasta tres y verá qué bien funciona como elemento extorsivo.
Dele rienda suelta a la imaginación y escriba abundantemente, compruebe que el expediente pese y abulte, lo que dificultará la lectura y muchos detalles pasarán desapercibidos. Inicie y repita juicios que con pequeñas variantes, lo comprobará usted, cada caso parecerá uno nuevo y casi nadie notará la diferencia.
No tema ni vacile ante la falta de pruebas a la hora de condenar, ya que bastante íntima convicción le posibilitará lograr idénticos resultados. Publicite con energía en páginas enteras y consagrará así el éxito de la causa.
En la práctica, esta receta funciona de maravillas pero lo que nadie ha logrado conocer ni saber, es quiénes se benefician con esta sabrosa comilona que para muchos de sus comensales suena a manjar de dioses.
EL PAPA FRANCISCO ENTRE SUS CONVICCIONES
CRISTIANAS Y LA CERCANÍA VATICANA AL PODER
Pero siempre suelen existir cortocircuitos que arruinan la iluminación y la música de la mejor de las fiestas y el tema del aborto fue un detonante como para indicar que no todos los patitos estaban en fila ni los soldaditos respondìan a sus mandos naturales, como tristemente se solía anunciar, con militar acatamiento.
Verdes abortistas y celestes amantes de las dos vidas tuvieron enfrentamientos ideológicos, algunas pocas escaramuzas presenciales pero quedó la sociedad dividida entre abortistas y no abortistas mientras que la Iglesia Católica fiel a sus principios, se inclinó por quienes se identificaban con el color celeste.
Llegó el momento del tratamiento del proyecto de ley que autorizaba el aborto en condiciones pre especificadas, los verdes festejaron la victoria ante la media sanción en la Cámara de Diputados pero el 9 de agosto del 2018 el proyecto fue rechazado por el Senado Nacional.
Las acciones de tranquilizaron aunque no decayó el ritmo del adoctrinamiento por una u otra corriente, hasta que como imperio de circunstancias pre electorales, otra vez el aborto fue una de las banderas izadas en este caso por la fórmula Fernández & Fernández en sus aspiraciones presidenciales que lograron alcanzar en elecciones libres y limpias.
Pero ahora el Papa Francisco recientemente se manifestó en su postura original jugándose por el eslogan de “salvemos las dos vidas” mientras que el Sr. Presidente seguramente después de arduas negociaciones con los legisladores y gobernadores de su signo, se aventurò a asegurar que el aborto sería ley en esta segunda tentativa por legalizarlo, que tendrá inicio en el curso de esta semana.
Sea como fuere y respetando las posturas antagónicas como homenaje a la Democracia y a la humana convivencia, debo sostener a título personal que por màs que escuche todos los argumentos, justificaciones, alternativas y todo lo que rodea a un tema de tamaña trascendencia y complejidad científica, ideológica y religiosa, abrigo la íntima convicción seguramente simplista y reduccionista pero respetuosa, que todos los que opinan a favor o en contra del aborto, pueden hacerlo a sus anchas por el simple y milagroso hecho de haber nacido.
Sostengo, sencillamente, que es un argumento con peso propio.
CIRCULAN ALGUNAS DUDAS SOBRE EL PAGO
DEL MEDIO AGUINALDO Y MES DE DICIEMBRE
Pese a la displicencia reforzada con una malsana demagogia con la que se otorgaban beneficios a cientos de personas que nunca habían aportado ni un mísero peso, los números de la Caja más los aportes nacionales permitían cumplir mensualmente con las obligaciones, sumadas a la de los dos medios aguinaldos.
Ya con la pandemia entre nosotros las cosas cambiaron, los pagos fueron dilatando sus fechas y aquello de cobrar masivamente en el último día hábil de cada mes, pasó a la historia con los consabidos daños a la economía familiar que conllevan las demoras, en tiempos de inflación desatada y virtualmente incontrolable.
Ahora, hay jubilados que cobran al final de la primera semana del mes siguiente y la luz de alarma se enciende como consecuencia de ellos, màs ahora que se juntarán dos obligaciones provinciales que nunca fueron postergadas salvo en tiempos de la cuasi moneda con la que se cobraba.
Habrá que ver si de alguna manera la Provincia está en condiciones de pedirle ayuda a la Nación, a cambio de qué votos en el Congreso o qué nivel de sumisión se exigirá desde el poder nacional como “factura” a pagar.
Habrá que ver asimismo cuándo se anuncian las fechas tanto para el pago del medio aguinaldo, que solía rondar por mediados de diciembre y la mensualidad, que se acostumbraba a percibir a lo sumo entre la Navidad y el final del año.
Bueno sería conocer con anticipación las fechas de cobro…
Por eso de los regalitos a los nietos, ¿se dan cuenta?
¿SEGUIRÁ EL SAINETE CON EL PAGO DEL IMPUESTO
A LA RIQUEZA QUE “AYUDE A SUPERAR LA CRISIS”?
Después de todo y sin pretender aventurarme a la quimera de arriesgar un resultado de la tenida que habrá en el Congreso Nacional, es para pensar en aquello que de cada situación, hay que extraer sus costados positivos para adornarlas con alguna justificación.
Y en tal sentido viene al caso, porque es motivo de arduas peleas, discusiones, enojos, desavenencias, broncas y otras expresiones del desencanto o de la esperanza para otros, que si llega a imponerse una nómina de los seres humanos argentinos más emparentados con el éxito en las finanzas, sería para las mujeres en especial como abrir una revista de modas y enterarse cuáles son las prendas que vestirán las mundanas estrellas del cine, la TV, el arte y otros quehaceres en la temporada actual y en la que se avecina.
Porque en verdad, para quienes reclamamos y admiramos la honradez de los funcionarios y dirigentes políticos y sindicales, es a veces imprescindible no tanto conocer cuánto atesora cada uno, sino con qué argumentos o esfuerzo lo pudo lograr, siempre y cuando la ley que impusiera ese tributo obligara a declarar el origen de cada riqueza.
Dentro de todo lo que se escuchara en las reuniones previas, es digna de rescate esta breve alocución del diputado Fernando Iglesias, que en honor a la verdad, se me pasó por alto averiguar a qué bancada pertenece. Lo escuchemos…
El audio, de fuerte contenido político y con una duración que no llega a un minuto, puede ser consultado en el espacio respectivo ubicado en la parte superior de la columna derecha de este blog.