Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su
programa “Síganme los buenos” del 28-12-14, emitido por AM580 Radio
Universdidad de Córdoba.
ULTIMO PROGRAMA DE ESTE
AÑO
¿Tanta es la diferencia
existente en el enfoque de la realidad nacional, según sea quien lo haga?
Desde el poder se declama sobre transformación, crecimiento, bienestar, menor desocupación, estabilidad económica, óptima recaudación, incremento de las reservas, desendeudamiento; de una corrupción que dicen que no existe, del dólar azul que baja, del éxito de Aerolineas Argentinas y el suceso de Y.P.F.; de la producción de Fadea, del fortalecimiento de la línea de mando y de otros temas del terreno político que a muchos desorientan por configurar un agravio a la inteligencia.
La gente, por cansancio, ya no acepta ciertas imposiciones y eslógans y menos aún el intento de cambiar la historia no con hechos, sino tergiversando la realidad porque entramos a un año clave, donde algunos se juegan el futuro político y no pocos su prontuario y la libertad.
Nadie en su sano juicio ni en ejercicio de un criterio básico, puede negar que convivimos -entre otros males- con una inflación superior a la que dibuja el Indec, y con los precios cuidados, lo único que abunda es la escasez.
Otro tanto acontece con la desocupación, siempre que la tomemos como tal y no busquemos maquillarla con cualquiera de las variadas expresiones del asistencialismo y la avalancha de planes que desalientan la ocupación y otras parecidas alternativas.
Se elaboran las estadísticas como si cada beneficiario subsidiado fuera un laburante, cuando precisamente se ha detectado que muchos de los que gozan de planes de ayuda, renunciaron a sus trabajos, porque les resulta más saludable y con menor sacrificio la limosna que el esfuerzo.
Y dejo para el final de esta reducida mirada al país, el tema de la seguridad, o mejor dicho de la inseguridad, porque debemos hablar de lo que tenemos, y de sobra.
Me intentan vender cifras mentirosas, macaneos semánticos o excusas, que nadie que vive la realidad se las puede creer.
También apelar a cualquier argumento, incluyendo las inútiles comparaciones con Acapulco, Río de Janeiro, Colombia, Los Ángeles, Washington o Caracas.
Pero nosotros, los que vivimos aquí y poco nos importan los números de otras ciudades, vemos que cada día que pasa estamos más jaqueados por la delincuencia, fortalecida por el tráfico de drogas al amparo de la impunidad reinante.
Esto de ninguna manera es un canto a la desesperanza, equivalente a bajar los brazos y entregarse.
Es en verdad un grito; un desesperado pedido de auxilio, en nombre de la sociedad, para que alguna vez el poder tome la seguridad como cuestión de estado, y no como campo para la experimentación de remiendos e improvisaciones que de nada sirven.
Pueden agregar millones de policías, que serán inútiles sin una conducción que los oriente, con la mira puesta en el bienestar de la gente y en la protección de sus bienes.
Pueden promulgar leyes y leyes contra el narcotráfico en un afán enfermizo por impresionarnos, en una repetida acción que fracasa antes de nacer porque la autoridad bien sabe de dónde viene la droga, como entra, quiénes la estiran, los personajes que la distribuyen y el lugar donde la venden al menudeo.
Lo único que falta es romper la cadena de complicidades, ocultamientos y “protecciones” para interrumpir nuestra sostenida marcha hacia la cartelización, como la padece México y lentamente la viene superando Colombia.
Y terminar con ese percudido concepto que las fuerzas de seguridad sean solo para los bancos que igual los asaltan, para los espectáculos deportivos donde siempre hay violencia, ni para las calles no tan solo de la periferia sino de toda la ciudad, incluyendo los ocultados hechos que suceden en los barrios cerrados, lugares donde no deja de actuar el hampa.
Si algo de todo esto es mentira o pura imaginación alentada por un espíritu apocalíptico, humildemente me veré en la patriótica obligación de pedir disculpas.
Desde el poder se declama sobre transformación, crecimiento, bienestar, menor desocupación, estabilidad económica, óptima recaudación, incremento de las reservas, desendeudamiento; de una corrupción que dicen que no existe, del dólar azul que baja, del éxito de Aerolineas Argentinas y el suceso de Y.P.F.; de la producción de Fadea, del fortalecimiento de la línea de mando y de otros temas del terreno político que a muchos desorientan por configurar un agravio a la inteligencia.
La gente, por cansancio, ya no acepta ciertas imposiciones y eslógans y menos aún el intento de cambiar la historia no con hechos, sino tergiversando la realidad porque entramos a un año clave, donde algunos se juegan el futuro político y no pocos su prontuario y la libertad.
Nadie en su sano juicio ni en ejercicio de un criterio básico, puede negar que convivimos -entre otros males- con una inflación superior a la que dibuja el Indec, y con los precios cuidados, lo único que abunda es la escasez.
Otro tanto acontece con la desocupación, siempre que la tomemos como tal y no busquemos maquillarla con cualquiera de las variadas expresiones del asistencialismo y la avalancha de planes que desalientan la ocupación y otras parecidas alternativas.
Se elaboran las estadísticas como si cada beneficiario subsidiado fuera un laburante, cuando precisamente se ha detectado que muchos de los que gozan de planes de ayuda, renunciaron a sus trabajos, porque les resulta más saludable y con menor sacrificio la limosna que el esfuerzo.
Y dejo para el final de esta reducida mirada al país, el tema de la seguridad, o mejor dicho de la inseguridad, porque debemos hablar de lo que tenemos, y de sobra.
Me intentan vender cifras mentirosas, macaneos semánticos o excusas, que nadie que vive la realidad se las puede creer.
También apelar a cualquier argumento, incluyendo las inútiles comparaciones con Acapulco, Río de Janeiro, Colombia, Los Ángeles, Washington o Caracas.
Pero nosotros, los que vivimos aquí y poco nos importan los números de otras ciudades, vemos que cada día que pasa estamos más jaqueados por la delincuencia, fortalecida por el tráfico de drogas al amparo de la impunidad reinante.
Esto de ninguna manera es un canto a la desesperanza, equivalente a bajar los brazos y entregarse.
Es en verdad un grito; un desesperado pedido de auxilio, en nombre de la sociedad, para que alguna vez el poder tome la seguridad como cuestión de estado, y no como campo para la experimentación de remiendos e improvisaciones que de nada sirven.
Pueden agregar millones de policías, que serán inútiles sin una conducción que los oriente, con la mira puesta en el bienestar de la gente y en la protección de sus bienes.
Pueden promulgar leyes y leyes contra el narcotráfico en un afán enfermizo por impresionarnos, en una repetida acción que fracasa antes de nacer porque la autoridad bien sabe de dónde viene la droga, como entra, quiénes la estiran, los personajes que la distribuyen y el lugar donde la venden al menudeo.
Lo único que falta es romper la cadena de complicidades, ocultamientos y “protecciones” para interrumpir nuestra sostenida marcha hacia la cartelización, como la padece México y lentamente la viene superando Colombia.
Y terminar con ese percudido concepto que las fuerzas de seguridad sean solo para los bancos que igual los asaltan, para los espectáculos deportivos donde siempre hay violencia, ni para las calles no tan solo de la periferia sino de toda la ciudad, incluyendo los ocultados hechos que suceden en los barrios cerrados, lugares donde no deja de actuar el hampa.
Si algo de todo esto es mentira o pura imaginación alentada por un espíritu apocalíptico, humildemente me veré en la patriótica obligación de pedir disculpas.
LAS
JOYAS, EL LUJO Y EL PODER
Pecaríamos de ilusos y de
casi lelos, si pensáramos que el poder es solo el poder en sí; la certeza de
sentirse poderoso e imbatible en cualquier terreno y frente a las más aciagas
circunstancias.
Es por eso que muchas
culturas -a lo mejor la nuestra es una de ellas- hacen sinónimos entre poder y
omnipotencia, que suele ser uno de los disfraces más comunes de la impunidad.
Llama la atención
entonces y mueve inexorablemente a la humana curiosidad, advertir que se
critican y censuran actitudes mundanas, banales y virtualmente intrascendentes
en un escenario de crisis como lo es la realidad para muchos argentinos.
Por la importancia de su
cargo; por una investidura obligada a mostrarse en los más sofisticados
escenarios de la alta política mundial, es casi un imperativo de circunstancias
que la Sra. Presidente
luzca esplendorosa en cualquier lugar del mundo.
Si miramos poco más de
medio siglo hacia atrás, no podemos obviar el recuerdo de la
Sra. Eva Perón, cuando lucía en Europa
magníficas joyas, exquisitos atuendos y pieles únicas.
Descalificar el sentido
de la oportunidad de nuestra presidenta es negarse a una realidad, como el
derecho que le asiste a comprarse las joyas que más le gusten y mejor le
sienten, sin que eso suponga una inmoralidad.
La coquetería femenina y
la inclinación por el ahorro están por encima de cualquier especulación
ideológica: una abogada exitosa, reencarnación de una arquitecta egipcia o algo
parecido, lo merece ampliamente.
Después de todo, Eduardo
Duhalde tenía razón: en nuestro país, no te perdonan el éxito.
ACERCA DE LA
INOCENCIA
Distantes ahora de los
sangrientos tiempos de Herodes, la historia en incontables circunstancias ha
dado muestras cabales de alguna inocencia patentizada en las actitudes de los
seres humanos.
La inocencia de pensar que con una guerra se
asegura la paz, que con la riqueza de pocos se garantiza la comida de los
hambrientos, que la tolerancia de los inteligentes puede terminar con la
agresividad de los salvajes o que la paciencia triunfa por encima de la
ansiedad.
La verdad es que la guerra no deja de ser un
negocio, los más ricos hambrean aún más a los famélicos, los salvajes se comen
a los inteligentes y la ansiedad acelera los relojes para derrotar a la más
milenaria de las paciencias.
Y en nuestra doméstica inocencia de cabotaje
también sucumbimos de mil maneras cada día, creyendo entre otras cosas que
todos los gobernantes son buenos, que no hay comerciantes deshonestos, que no
existen los deportistas tramposos o que la fidelidad absoluta es un distintivo
de la raza humana.
Pese a todo seguimos pecando de inocencia,
creemos en las promesas, nos alimentamos de la demagogia y tenemos la infinita
paciencia de esperar tiempos mejores, un deporte arraigado en la vida de los
argentinos, que cuando nos tocaron momentos de esplendor, fugaces y a plazo
fijo, creímos haber ingresado al Paraíso del que nadie nos iba a desalojar,
para terminar casi sin darnos cuenta, aplastados por nuestra propia inocencia.
¿Será por eso, que casi no se hacen más bromas,
en el día de los inocentes?
DE “BATUQUE” AL TIRAMISÚ
Una cosa es la campaña y otro asunto es la
atención del cargo para el que un candidato fue electo.
Y esto más se nota cuando se procura tañir
las campanas y estar en la procesión.
Penosas actitudes abandónicas no se olvidan
y lo que todos recordamos como uno de los ejemplos más patéticos y lamentables,
es el vacío de autoridad emergente del
acuartelamiento policial y todo lo que sufrimos con los saqueos de diciembre
del ‘13.
Es probable que el genio manipulador de la
campaña presidencial del inventor del cordobesismo, coincida con uno de los
principios públicamente conocidos de una “star” como lo es doña Mirtha Legrand.
La “Chiquita” sostiene que así sea bien o
mal, que hablen de ella pero que no la olviden.
En tal sentido nuestro gobernador,
promisorio político desde apenas terminada su adolescencia, guitarrero, cantor,
contador de cuentos, esposo serial, no debe preocuparse.
¡Hay tanto para recordarlo!
Por las buenas cosas que hizo, lo dejemos de
lado porque solo cumplió con su deber, que para eso lo votaron y llegó a donde
está.
Y si es por estar en la memoria de los
cordobeses, que el arquitecto intelectual de su campaña se quede tranquilo: los
jubilados se acuerdan y seguirán acordándose de él; las víctimas urbanas de un
año atrás cuando se mandó a mudar mientras hervían la policía y los
saqueadores, también.
La inseguridad tanto urbana como en las
rutas, el increíble y desmesurado crecimiento del narcotráfico, la injuriosa
vigencia de las escuelas en contenedores, los olvidos regionales hacia el
norte, el sur, el este y el oeste, la costumbre de sus ausencias, la
sobreprotección a sus allegados bajo sospecha y otras actitudes imperdonables.
Porque todas esas posturas jamás se olvidan,
aunque De la Sota
acaricie a un perro de tres patas, se muestra con delantal de cocina o nos
convide con el más rico tiramisú del mundo.
LA VIOLENCIA
URBANA
Basta con un solo detalle para derrumbar el
mentiroso optimismo de las autoridades, que sostienen que los índices de
violencia están disminuyendo y es todo lo contrario.
Con seguridad intentarán descalificar esta
apreciación sosteniendo que son datos puntuales, elevados por la circunstancia
que fueron obtenidos en las últimas dos semanas del año, cuando abundan las
reuniones, las libaciones y los motivos de fricción entre la gente.
Hasta el tránsito está loco, todo el mundo
está apurado, en cualquier semáforo los automovilistas, los motoqueros y los
transeúntes se quieren boxear por pavadas.
Y a los vecinos les molestan el perro, la
música, los gritos, los brindis y los “cuetes”
que les invaden la intimidad de su casa y su pretendido silencio.
Ese es el panorama urbano, donde hemos visto
trágicas balaceras, arrebatos, salideras, patoteadas, agresiones con armas
blancas y todo tipo de peleas, tanto individuales como grupales.
El mejor indicativo superior a las mañosas
estadísticas que suelen surgir de los “cráneos” de la política, está en el
funcionamiento del Hospital Municipal de Urgencias.
Esos datos son los que se debieran tomar en
cuenta a la hora de diseñar programas de prevención que nunca se plantean, o
siempre fracasan por basarse en datos imprecisos.
Es allí, en el Hospital de Urgencias con su
saturación, donde mueren las mentiras.
MEGACAUSA Y LIBERTAD
El
diccionario de la Real
Academia Española la define como la facultad que tiene el
hombre de obrar de una manera u otra, y como el estado de quien no
es esclavo, preso, ni sujeto a la voluntad de otros.
También, como el albedrío que se disfruta en
las naciones bien gobernadas de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes
ni a las buenas costumbres, con todo lo cual me estoy refiriendo a la
difícilmente conquistada y no siempre tan gozada libertad.
La filosofía la señala como
inherente al ser humano, como el don más valioso, que permite al hombre
alcanzar su máxima grandeza, o también su mayor degradación y no se concibe que
se pueda ser verdaderamente humano sin ser libre de verdad.
El 10 de diciembre de 1948 la Organización de las
Naciones Unidas promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que
en todos sus artículos consagra el derecho fundamental, sagrado e
imprescriptible a la libertad de todos los hombres, y que también está
protegido en nuestra Constitución, pero sin embargo, a 58 años de esta
publicación, la libertad todavía es una difícil conquista.
La prisión preventiva, definida por antiguos
pensadores como acto hostil, daño contra la ley de la naturaleza,
atrocidad, barbarie, injusticia, inmoralidad y como un secuestro y asalto de
bandoleros, viola el derecho a la presunción de inocencia y atenta gravemente
contra este inalienable derecho a la libertad.
En la causa del Registro de la Propiedad, que se
ventila en los tribunales cordobeses, el uso patológico de la prisión
preventiva ha ocasionado daños irreparables en la libertad de quienes fueron
sus rehenes.
Por eso, el deseo para la Navidad que
aún perdura y para el Año Nuevo que se acerca, es que no renunciemos a la búsqueda
implacable de Libertad y como dijera Don Quijote “La libertad Sancho, es
uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no
pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad,
así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida.”
DESAGRAVIO HEPÁTICO
Lo ideal en los primeros días de cada enero
sería sacarse el hígado, enviarlo vía correo láser al Instituto Garrahan, a la Dakota University o a cualquier
otro centro científico especializado, para que lo sometan a un sérvice y evitar
así la fatiga de material.
Aparte del bolsillo y su hambre permanente,
se me ocurre que el hígado es la víscera con mayores padecimientos en dos
instancias claves del calendario: en el cumpleaños y a partir de mediados de
diciembre, dejando de lado las consecuencias menores de salidas nocturnas,
comilonas con los compañeros de trabajo y otras maneras de socializar
intoxicándonos a través de abundantes y etílicas ingestas.
Cuidemos al hígado tomándolo como el mejor
compañero de nuestras diversiones y andanzas; como el benefactor de todo el
organismo, más importante que el propio corazón, porque el hígado es un
laburante que se mueve en un ambiente grasiento y con vahos alcohólicos
mientras el cuore masculino es una movediza y palpitante masa sensiblera que se
encoge a veces frente a una flor, un paisaje, unos ojazos, un escote o un
bonito par de piernas.
El de ellas suele ser la dinámica línea de
órdenes hacia el accionar de los lagrimales, a veces con pasmosa liviandad,
aunque también cierra sus puertas frente a los imbéciles, acosadores, enemigos
del desodorante, financieramente interesados o poco románticos que se le
insinúan.
El hígado, en cambio, es asexuado.
Si vamos a establecer diferencias existe una
fundamental, emparentada con el fervor por el trabajo: el corazón no puede
dejar de hacerlo, mientras que el hígado suele tomarse prolongados descansos,
trabaja a media máquina cuando así se le impone o se coloca en un apacible
“stand by”.
¿Quiénes cuidan al corazón más que al
hígado?
Únicamente los obesos, los fumadores
empedernidos esos que tienen los dedos de la mano derecha amarillos de nicotina
y el bigote marrón, o los que han sido víctimas de un julepe, sobresalto mayor,
cama de terapia intensiva, colocación de “stend”, extremaunción o pacientes de
cardiólogos.
Al hígado sólo se lo maltrata, se lo
tortura, se lo somete a horas extras en horarios imprudentes, se le exige el
milagro del rápido retorno al estado de bienestar y pocas veces se le agradece
por los servicios prestados, salvo con una Buscapina o un económico té de boldo
o de yerba de sapo.
Por eso, ha surgido una corriente de
pensamiento dirigida a instituir algún tipo de desagravio nacional y popular a
favor de la víscera hepática: la Comisión
Argentina Contra el Uso Cruel del Hígado (COMACUCHI) cuya
primera medida será imponer una semana de reparación para terminar con los
ataques que se perpetran contra el hígado.
Será entre el 24 de diciembre y el 1 de
enero, a perpetuidad.
¡Dios nos ampare si hay que respetarla!
SALZANO PARTIÓ
Sin dudas ha significado un caso poco
frecuente que un periodista, en lugar de máquina de escribir, tuviera una
máquina de pintar.
Si… de pintar, con pinceles en lugar de
teclas.
Tal el ejemplo de Daniel Salzano, esposo de la Dra. Cristina y papá del ahora
Dr. León, a quien un par de veces este periodista alzara en brazos en su Madrid
adoptivo, allá en el pìso veintitantos frente a una plaza céntrica, donde
Daniel solía entretenerse observando desde la ventana a la gente, con un
telescopio que era para pispiar la luna.
Salzano se fue un día de la piecita donde
trabajábamos en La Voz,
allí donde yo creía escribir y él comenzaba a pintar paisajes cordobeses, con
el calendario del recuerdo dándole besitos en la nuca.
La íntima memoria, que es lógica e
íntimamente insobornable, me lleva a la despedida que le hicimos, en un bar de
medio pelo que estaba junto al diario, y no me dejarán mentir los asistentes a
esa comilona, acerca de los regalos que le hicimos para que se llevara de
viaje.
Pero aquella vez como ahora, tampoco se fue
porque nos dejó muy bellas impresiones en el papel carbónico del recuerdo, que
es el umbral que se pisa con nostalgias antes de extrañar a alguien.
Como dicen los sabihondos, solo se adelantó
en el camino que todos vamos a transitar, antes o después, donde no caben el
jamás ni el nunca.
Pero es bueno que Daniel sepa que a lo mejor
sin demostrarlo, sin ventilarlo o sin llorarlo, lo sentíamos y lo sentimos con
nosotros aunque se fuera, desde que dijo -me lo dijo- que en Córdoba ya no se
podía vivir en aquellos años duros después del ’76.
Sin dramatizar ni comparar, no es tanto lo
que ha cambiado.
Pero te seguimos extrañando.
¡BIENVENIDO
EL 2015!
Nunca es bueno, positivo, aconsejable ni
elegante negar una realidad que por lo menos, nos sorprende cada día para bien
o para mal.
Y si no detallo una lista de las buenas
acciones nacidas del gobierno y en beneficio del pueblo, que no faltaron, no es
por ceguera cívica ni por especulación periodística: lo hago porque simplemente
el gobierno tiene la obligación de hacer las cosas bien y si las concreta, no
hace otra cosa que honrar el mandato que le prestamos, a plazo fijo y
renovable, si democráticamente la mayoría así lo decide.
Los partidos políticos, persisten en una
curiosa retirada hacia adentro, como si continuaran con su histórico
canibalismo que los impulsa a devorarse entre los que enarbolan las mismas
banderas.
Se buscó acrecentar el poder individual de
la dirigencia sindical, para lo cual el piquete, la amenaza y la prepotencia
fueron los métodos que nosotros los argentinos debimos soportar, transformados
en gratuitos rehenes.
En el aspecto deportivo, más allá de los
logros alcanzados, especialmente en el fútbol -adentro y más que nada afuera
-la violencia sigue creciendo, como si las leyes no existieran, o no existiera
quien las aplique.
La cultura masiva de la TV en general, comercialmente
digitada, no ha encontrado oposición a su sostenido crecimiento, demostrando
así que el modelo chismoso, cholulo, gatero y prostibulario es lo que consume
la mayoría.
Y si analizamos a la TV estatal, positiva cuando se
ocupa de aspectos salientes al aportar algo de cultura documental, pero en
otros dedicándose con menos convicción por intermedio de ese curioso,
antiprofesional aunque muy bien pago “periodismo militante”, a desacreditar al
prójimo sin evaluar el costo del rechazo que provoca, y en esto las mediciones
son insobornables.
La dirigencia política no entendió una
verdad que a lo largo de la historia pocos respetaron: son medios del estado
-que somos usted y yo- y no del
gobierno, aunque sin embargo y entre
nosotros ocurra todo lo contrario.
Estamos en los umbrales de un nuevo
año.
Lo
recibimos con la esperanza de días venturosos que marquen el
reencuentro, y no que incrementen las distancias en el seno de la sociedad,
porque no es justo que las diferencias se transformen en abismos.
Y cuando miremos hacia atrás, lo hagamos
buscando y respetando la historia total, y despreciemos la memoria selectiva,
que no deja de ser una mentira.
Que se genere más trabajo digno y genuino,
como para terminar con el clientelismo, la dádiva y la vagancia.
Los argentinos vivimos ansiosos por ser felices …
Lo necesitamos imperiosamente.
Creo que se hace necesario valorar el
sacrificio de todos los argentinos que aún no han sido tocados por la varita
mágica de la despreocupación y la recuperación de la dignidad.
Por los otros; por los que están y los que
se fueron; por los que nos sentimos libres y los que están presos; por los que
no sufren y por los enfermos, por todos y todas… ¡Salud!