Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su
programa “Síganme los buenos” del 30-03-14 emitido por AM580 Radio Universidad
de Córdoba.
¡CUIDEN
LOS PRECIOS!
Pasado mañana, las naftas aumentan el 5,4
por ciento y viva la pepa, calladitos la boca, nadie proteste porque en
realidad no se trata de un aumento, sino que es un maquillaje para facilitar el
redondeo.
Ya dirán que este nuevo valor de los
combustibles no generará otros incrementos, y tendremos la obligación de
engullir eso que ya dejó de ser reiterada mentira y ahora es macaneo.
Alguien debe decirles a los intelectuales de
los números, desde Kicillof para abajo, para arriba y para los costados, que
algunos se le han sublevado al discurso oficial: los combustibles ya le ganaron
a la inflación prevista, el gas y el agua aumentarán entre el 284 y el 406 por
ciento al retirárseles los subsidios y el boleto de ómnibus se fue a las nubes.
Como van las cosas, ni Mongo se animaría a
seguir machacando con eso de los precios cuidados.
Mejor digamos cuidado con los precios, que
nos están aplastando y sin ninguna misericordia.
NO
ERA UN TARIFAZO, PERO LO FUE
¡Es tan simple!
Es tan simple pensar mal, si se nos ocurre
la malicia de suponer que la desesperación por la sostenida caída de reservas
los llevó a buscar monedas para pagar deudas millonarias.
Sería como romper el chanchito para levantar
la hipoteca de la casa en un country.
No es eso. No es por la falta de reservas,
ya que solo aportarían a las arcas del Banco Central menos de un 10 por ciento
-dicen los entendidos- de lo que venimos dilapidando en otros “emprendimientos
sociales”, patético eufemismo que se empeña en reemplazar al verdadero fin que
es la compra de votos.
Chau subsidios a las facturas del gas que
consume la gente, justo ahora para que padezca sin chistar el frío del crudo
invierno que se viene y el consecuente tarifazo por la incidencia de los nuevos
valores en el transporte, fletes, etc.
Ni se les ocurra imponer también en ese
rubro los “precios cuidados”, porque habría que ir pensando en la creación de
un Ministerio de la
Carcajada para atender al aluvión de afectados.
Habrá que ver también de qué manera, con
quiénes (eso es lo peligroso) y a qué precio sobrellevan el lógico y previsible
malestar social, enmarcado en un escenario que ya es crítico por la presión
impositiva, la inflación que todo lo devora, los salarios que antes de ser
otorgados ya perdieron buena parte de su valor y un desempleo que crece ante la
ceguera oficial por reconocerlo.
El gas residencial se pagará más caro, pero
esto no afectará a las empresas, esas corporaciones que generosamente
contribuyen a las campañas proselitistas.
Pero no es un tarifazo.
No. De ninguna manera.
Y quien así lo piense, es un cipayo
vendepatria, destituyente, enemigo del modelo nacional y popular y de su década
ganada.
Quien mencione la palabra “tarifazo”
adquiere el rango de traidor a la
Patria.
Se puede hablar de ajuste, trato, convenio,
arreglo, pacto, acuerdo, contrato, tasa, arancel, costa, precio, valor, importe
y toda la sarta de sinónimos que aporta nuestra Real Academia del idioma.
Pero los argentinos, acostumbrados a recibir
golpes bajos no solo ahora sino desde siempre y en nombre de la ley y la Patria, sabemos que aunque
no figuren, para casos como estos tenemos nuestros propios sinónimos paridos
por la necesidad y la angustia.
Indiferencia, incoherencia, insensibilidad,
desorientación, imprevisión, desesperación, ineptitud …
Hay para elegir.
Medio año atrás y la matemática es
infalible, el oficialismo perdió más de 4 millones de votos aunque siga
sosteniendo ser la fuerza mayoritaria.
Veremos en su momento cuál es el costo de la
fogata que encendieron en las urnas a futuro, porque la calidad de vida del
pueblo no es de amianto.
Un pueblo al que le están robando el calor.
Cuando el frío llegue arriba, verán que no
siempre es posible sobrevivir a la hipotermia.
Roguemos que el predicado calor de madre los
abrigue.
EL PARO YA TIENE FECHA
No deben existir en el escenario de la
política no tan solo nuestra sino universal, personajes más controvertidos,
algunos risueños y otros patéticos que los arrepentidos, a quienes tildan de
cruzadores de veredas, saltadores de charcos y otros motes más agresivos.
Estos muchachos Moyano y Barrionuevo que
supieron ser oficialistas, motorizan ahora una protesta que es más política que
sindical, al amparo del nivel de convocatoria que cada uno de ellos puede
exhibir.
El camionero bien sabe que con chasquear los
dedos y cruzar 50 camiones en puntos estratégicos de la geografía nacional,
puede paralizar el país.
El gastronómico por su parte es probable que
piense en llevar a la práctica aquello que no supo hacer cuando se engolosinaba
con las mieles del menemismo, y muy suelto de cuerpo y como desde un púlpito,
aconsejaba a los políticos dejar de robar por dos años.
Este problema entra a un curioso laberinto
de intereses, cuando advertimos que tanto ellos como la CGT oficialista se declaran
fervorosamente peronistas, lo que nos obliga a pensar que la verdadera
intención de todos ellos, está en dirimir una sorda y despiadada lucha interna.
Así han caído a la regresión, hacia aquellos
tiempos que si no eras peronista no eras trabajador.
Los viejos postulados del movimiento obrero organizado
pasaron a ser una utopía porque fragmenta al sector productivo; al mundo de los
trabajadores a quienes les puede interesar o no la política, pero su sacrificio está en el bienestar de la
familia, más que en su proyección al inestable y desacreditado mundillo del
partidismo.
En cuanto al acatamiento del paro, por el
solo hecho que no habrá transporte, es probable que sea un éxito.
Pero de por sí ya es un fracaso porque nada
se conseguirá dejando de trabajar, en un país que necesita, con desesperación,
que la producción supere a la vagancia.
LO IMPORTANTE, QUE TRABAJEN
Que son más de mil nuevos, que no es así
porque ya estaban, que en realidad los nuevos son menos de 500, es lo que se
escucha en esta pelea de números que están sosteniendo el oficialismo y parte
de la oposición, en el gobierno de la ciudad.
La única verdad es la realidad y ésta nos
indica que la planta de empleados municipales ya superó los once mil agentes,
pero hay servicios que deben tercerizarse porque no hay quien los cumpla.
Una situación ridícula y absurda, porque de
todo lo que recauda la comuna, más del 60 por ciento se va para los elevados
sueldos de sus empleados y un porcentaje que desconozco, afectado al pago de
servicios con los que no cumple ese personal tan bien pago.
No es poco un sueldo promedio de 20 mil
pesos para trabajar de lunes a viernes siete horas cuando las trabajan, y en
esto es necesario sincerar situaciones de faltas crónicas que nadie sabe por
qué se justifican y se toleran.
No es para escandalizarse si incorporan mil,
dos mil o más empleados nuevos a la planta de la Municipalidad de
Córdoba si es para que trabajen, y no tan solo para rendir culto a su majestad
el criollito o a paseos por el shopping.
No habrá recaudación que alcance y menos aún
la concreción de obras públicas necesarias, si se persiste en esta malsana
costumbre de incorporar empleados para que no trabajen, y haya que contratar
mano de obra externa.
Con la intención de encontrar explicaciones,
por más que ahondemos, no encontramos otra que el pago de favores políticos,
amiguismo y prácticas de punterismo practicado en los comités.
Lo mismo se hizo desde las unidades básicas
y desde el juecismo, así que no nos hagamos los sorprendidos porque en ese
sentido, todos los dirigentes son iguales.
Lo malo, que el contribuyente es quien debe
padecer la falta de servicios que los paga dobles, mientras la ciudad sigue
creciendo más cerca del caos que del progreso.
AMENAZAS
A UN ALUMNO
Días pasados tomó estado público, nueve
meses después de haber sucedido, una situación en la que una docente dirige
amenazas de actuar con mayor rigor, a uno de sus alumnos en una escuela
secundaria.
No vienen al caso detalles de lugar, edades
ni otros datos de los protagonistas de este desagradable episodio, pero sí
caben algunas consideraciones.
Todo indica que la relación docente-alumno
se ha deteriorado, en mucha medida por ese desubicado afán de igualar hacia
abajo, colocando tanto al maestro como al niño en un nivel de complicidad,
porque el educador se ha transformado en compinche de quien recibe la formación
y las enseñanzas.
En otras palabras, se ha operado una especie
de quiebre en la relación y lejos ha quedado aquel tiempo -muchos me dirán que
es una antigüedad discriminadora- en que la maestra o el profesor estaban en
una tarima y no se cometían las agresiones que ahora vemos con alarmante
frecuencia.
Si el docente pretende restaurar la
disciplina sancionando a quien lo agrede, suelen ocurrir dos cosas: que la
clase se solidariza con el descarriado y que sus familiares concurren a la
escuela, no a interiorizarse de lo sucedido, sino para amenazar o golpear al
maestro.
Hay que estar en el lugar de quien enseña y
recibir agravios propios de los tiempos irrespetuosos que vivimos, ya que para
ciertas personas es más fácil insultar que aceptar advertencias o correctivos.
De todas maneras y a primera vista, no fue
correcta la actitud de la docente, y sin caer en eso de que “algo habrá hecho”
no es prudente tampoco condenar al alumno.
Será la autoridad educacional la que ponga
en orden estas cosas, aunque el deterioro en la relación, que antes apuntaba,
no se cicatriza tan fácilmente.
Y menos, de un día para otro.
LOS ARBOLES Y LA
COHERENCIA
Una campaña iniciada por vecinos y
comerciantes de la Avenida Núñez
procura evitar el sacrificio de decenas de árboles que ha encarado la Municipalidad de
Córdoba, para dar espacio a la implementación de uno de los aspectos del nuevo
transporte urbano de pasajeros.
Incluyendo presentaciones judiciales, el
conflicto tiene, a mi modo de ver las cosas y sin que signifique palabra santa,
un componente de hipocresía a dos puntas.
Las autoridades comunales colocaron tiempo
atrás carteles donde se aconseja cuidar los árboles, pero esos carteles
debieron ser retirados cuando las cuadrillas comenzaron la tala o el retiro de
viejos palos borrachos.
También es hipocresía la postura de algunos
comerciantes ahora devenidos en defensores de los árboles, cuando tiempo atrás
los talaron o prescindieron de ellos para evitar que taparan el frente de sus
negocios.
Si fuera posible superar esa controversia y
terminar con los entredichos, a la vez de rogar por el éxito del nuevo sistema,
todos ganaríamos siempre y cuando entendamos también que el progreso, por lo
general, tiene su precio.
Las arboledas son hermosas, atractivas,
conforman un paisaje urbano de verdor o de ocres, un regalo para los ojos y los
pulmones verdes, artífices del aire puro, deben ser respetados.
Pero de nada sirve ese bonito paisaje si por
encima de lo estético no colocamos la calidad de vida que merecen los vecinos
que se movilizan con el transporte público.
Sería oportuno, ya que estamos, arborizar en
cantidad y calidad de ejemplares las veredas de la Avenida Rafael Núñez, siempre y
cuando los comerciantes no se opongan a ello.
Todos felices y contentos, coherentemente,
habrán derrotado a las hipocresías.
SUOEM:
EL ETERNO CONFLICTO
Ya tienen el aumento que les eleva el haber
mensual a cifras envidiables para los trabajadores en general, y es cuando se
me ocurre recordarles que desde tiempo atrás vengo sosteniendo que la cúpula
del sindicato municipal, ha instaurado para desgracia ciudadana, la maldita modalidad
del conflicto permanente.
También supe comentar que la mejora salarial
de ninguna manera suponía el cese de la beligerancia ni que terminarían los
paros itinerantes, que hoy se dan en un sector, aprietan y se soluciona, pero
mañana surge en otro, ocurre lo mismo y después es otra la dependencia que se
niega a trabajar aduciendo el curioso ‘estado de asamblea’.
Reaccionan incluso intentando defender a
quienes han sido sorprendidos en faltas tan evidentes como reiteradas, porque
son decenas los que están incursos en idénticas modalidades, dejando por mi
parte a salvo los casos existentes en cuanto a responsabilidad, dedicación,
contracción al trabajo y compromiso con la comunidad.
Los vagos son siempre los mismos pero
parecen intocables, o son delegados, o son dirigentes, los que han confundido
sus cargos con becas a la ociosidad y la holgazanería cuando debieran ser
ejemplos para sus representados.
Esos paros saltarines que desarticulan
cualquier buena intención por gestionar, de alguna manera tienen que terminarse
solo con la aplicación de la ley, sin excepciones, acomodos ni amiguismos, como
expresión más que nada de respeto.
Un respeto que merecen los contribuyentes
que pagan y pagan y cuando necesitan realizar un trámite, se encuentran con el
capricho sindical hecho asamblea.
Poco se le puede pedir a la dirigencia, que
creció con esa modalidad porque no hubo espalda política para enfrentarla e
imponer la fuerza de la lógica.
Ser obediente de las leyes no es ser sumiso,
sino responsable y correcto servidor.