Desgrabación de los comentarios del
periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos” que emitieron en
dúplex AM580 y la FM88.5 ambas de Radio Universidad Nacional de Córdoba y este
material corresponde a la edición n° 623 del 31/05/20,
Hay que amar y respetar la vida
LA “SETENTENA” NECESARIA QUE
MUCHOS SE
EMPEÑAN EN VIOLAR: SUICIDAS
POTENCIALES
Por allí uno entra en la dudas
y se empieza a preguntar, con fundamentos que diariamente se van consolidando,
si la desgracia nos desperdiga como sociedad o nos une en eso de compartir sin
diferencias eso del instinto de conservación, porque estamos en esta dura y
prolongada lucha por la supervivencia.
A veces se esgrime como
fundamento aquello de la supervivencia del más apto, cuando en realidad ahora
se impone pelear por tal objetivo con una base de respeto, solidaridad y
acatamiento de los dictados que parten de aquellos que están científicamente
capacitados para guiarnos, más allá de los contenidos y las miserias que muchos
políticos atesoran como parte de su personalidad y modelo de gestión.
Guiarnos hacia la recuperación de la
normalidad es tarea de inteligentes y sensibles funcionarios, mientras que
aprovecharse de contingencias tan tenebrosas solo cabe en la mentalidad de los
mezquinos, de esos que solo se miran hacia adentro, desoyen al exterior y se
aprovechan de su vulnerabilidad.
Es cierto que ya estamos
transitando por esta “setentena” en mucha medida llevados por el poder central
que con mal disimulada angustia viene observando que las cosas, al menos en sus
latitudes, no se están dando como lo señalaban los pronósticos más optimistas,
un optimismo que muchos confunden con la demagogia, y alguna razón les asiste.
Las estadísticas, si es que
buscamos darles la trascendencia que muchos les niegan, colocan a los porteños y
bonaerenses en una posición poco esperanzadora de terminar de una buena vez con
los encierros, habida cuenta de la curva que sigue siendo ascendente en los
sectores marginales, donde diariamente se vienen descubriendo brotes de
contagio que en los primeros dos meses permanecieron ocultos o fueron
malignamente escondidos.
Por otra parte una especie de
absurda rebeldía llevó a violar el aislamiento en base a caprichos o
impaciencias que científicamente tuvieron su temida consecuencia de expansión
del mal, cuando se pensaba en un ingreso a las etapas de recuperación de la
libertad de desplazamiento y de ejercicio de ciertas actividades como el paseo,
el deporte, la asistencia a espectáculos artísticos y otras distracciones.
Ahora resulta que con sugestiva
tardanza, se descubre que en las villas marginales, algunas cercanas y otras
alejadas del puerto, la gente convivió y aún convive con el espanto del
contagio y los números así lo están revelando: esa es la consecuencia de los
infradotados con vocación de indemnidad que en su delirio no advierten el daño
que le hacen a la sociedad.
En Córdoba tuvimos que
retroceder por otras razones que aparecen ahora alejadas del fundamento
científico y se incorporan a maniobras políticas, en cuyas sombras se
legalizaron medidas que afectan a buena parte de la sociedad cordobesa en el
ámbito laboral, porque milagrosamente en 48 horas pasamos a un estado ideal
como de incontaminación, reforzándose esa impresión que la vacuna “Unicameral
Compósitum” había resultado exitosa.
Ahora, en La Matanza, predio de
luchas y batallas políticas por el predominio territorial, se está esperando lo
peor, habiéndose informado que el pico del coronavirus aún no ha llegado y
ensombrece las expectativas.
Roguemos que la situación pueda
ser controlada, siempre y cuando la población de los sectores más afectados
comprenda y aunque sea a través del miedo, que esto no es joda; que es la
antesala de un final que nadie quiere ni merece padecer.
Entonces y para terminar esta
especie de declaración de principios y preocupaciones, vale consignar conceptos
de un cordobés, poeta radicado en Oliva, quien sostiene, en su visión crítica
de las medidas que se toman para controlar el mal, preguntándose “¿Abren las cárceles y liberan a los presos
para evitar contagios y cierran las villasmiseria para evitar los contagios?”
Y además, navegando por su geografía más
cercana vuelve a preguntarse “¿Por qué si junto dos amigos me imputan, pero
Roberto Urquía puede juntar 200 camioneros en su aceitera durante tres días y
nadie le dice nada?
Realmente, sería como para que
la autoridad, si de algo sirve en este caso, tendría que tomar medidas.
Y es entonces que bien vale
aconsejar una acción primaria pero absolutamente imprescindible para estos días
cruciales: respetar a la autoridad porque es la única manera de coincidir en
esta lucha, siempre y cuando no advirtamos tan a la vista, maniobras como las
que hemos padecido entre nosotros.
A los cordobeses nos llega el
momento de luchar por la supervivencia y al poder, una lucha que se instalará
pretendiendo superar al valor de la vida: la necesidad de afrontar las
consecuencias de su desmedido endeudamiento y de evitar la quiebra comercial,
industrial y laboral que puede llegar a ser la peor de las consecuencias.
Porque sería la no deseada
antesala del quiebre de la paz social y de nuestra tranquilidad.
UTA, AOITA Y SUOEM
TRES CONFLICTOS -QUE EN PLENA
PANDEMIA-
SON UNA DOLOROSA AFRENTA A LA SOCIEDAD
Muchas veces nos asaltan las
dudas acerca de estar viviendo o soñando, ciertas situaciones o alternativas
que nos rodean y esto del conflicto gremial ya transformado en virus vendría a
ser uno de esos casos porque por mayor buena voluntad que le pongamos como
espectadores o víctimas de esta situación, no se avizora una solución en lo
inmediato.
Estamos paralizados como
provincia y más allá de las imposiciones necesarias por la lucha contra el
coronavirus está lo otro: eso de sentirnos inmovilizados por la falta de
transporte lo que se suma a las limitaciones de circulación por calles y rutas
para aquellos que no están incluidos en las excepciones al decreto presidencial
de cuarentena y sus derivaciones.
Entre nosotros la dirigencia de
UTA y de AOITA, que tienen que ver con el transporte de pasajeros una en el
ámbito local y la otra en el territorio provincial, decretaron un paro por
tiempo indeterminado que si bien no deja de ser un reclamo auténticamente
avalado por la realidad de no cobrar sus haberes, contiene el saldo negativo de
su afrenta a la sociedad especialmente a los de menores recursos, que no
cuentan con dinero para movilizarse a través de otros servicios.
Parte de la responsabilidad es
la intransigencia patronal, que de paso se beneficia porque no sacan a la calle
los coches, con lo que ahorran considerables sumas de todas las utilidades a
las que se acostumbraron por vivir de los subsidios estatales y de la
aplicación de las tarifas más elevadas del país.
Y el poder, que en el caso de Córdoba pudo ser aprovechado para impedir
entre otras los desplazamientos de gente que pretendía participar de piquetes o
de manifestaciones de protesta, es como si no interviniera en los conflictos
porque sólo se limitó, en la parte Cordoba capital, a declarar que no aportarán
más subsidios porque la Nación no les envía los fondos necesarios.
Tal actitud puede ser tomada
como coacción en muchos aspectos, pero ese detalle debiera quedar marginado
frente a las necesidades populares, tratando de rescatar aunque sea en parte el
perdido sentido de la solidaridad entre trabajadores.
Y el caso de los municipales ya
roza en lo inaudito, porque restrinjen servicios que malamente suelen prestar
en razón de las disminuciones salariales que les fueron aplicadas, la
eliminación de un caudal innecesario de horas extras y de esa histórica jugada
de la extensión de jornada, cuando muchos servicios deben ser tercerizados por
el absurdo argumento de la falta de personal.
Y los cortes en las
jubilaciones, es otro de los ríspidos temas ya resueltos por el gobierno
cordobés a través de una cerrada componenda legislativa que evidentemente
lesionó eso de la declamada independencia de los poderes
Pero busquemos las
explicaciones que busquemos, los conflictos están allí y pocos se mueven en
procura de superarlos.
Lo pésimo y de consecuencias
impensadas en cuanto al crecimiento del malestar social que ya se advierte, es
una actitud casi meramente contemplativa de las autoridades, aplastadas por la
realidad de una pandemia que se agrava ante la falta de servicios esenciales,
esos que alguna vez fueron garantizados acerca de su cumplimento en medida
mínima.
Mínima es ahora la preocupación
oficial por superar estos tres dramas.
Megacausa del
Registro de la Propiedad
EL MENEADO TÉRMINO “PROTOCOLO” QUE
TAMPOCO ESTÁ AUSENTE
EN ESTE CASO
El término “protocolo”, hace
referencia a un conjunto de normas o pautas ordenadas que deben seguirse para
cumplir con una determinada acción.
En pandémicos tiempos de tanta manipulación
de esta palabra, y en referencia a la causa del Registro de la
Propiedad, podría decirse que en la Justicia cordobesa también
existe un “protocolo” por el cual los fiscales tienen un plazo de cuatro
meses para completar una investigación a partir de la detención o
declaración del imputado, que existe un mecanismo de sorteo para elegir jueces
y que esos magistrados tienen también plazos razonables para resolver las
causas.
También es de “protocolo” que un juez no
puede repetirse juzgando a la misma persona por lo mismo y que para decidir
condena debe existir prueba objetiva.
Un vigente conjunto de normas ordenadas
llamadas Constitución de la Nación constituyen un extenso “protocolo” que
explica con claridad cómo debe manejarse la libertad de los ciudadanos y cómo
proceder ante las diferencias de poder.
No hace falta repetir que en la causa
mencionada las investigaciones y juicios eternos, la comisión especialmente
designada para juzgar, las condenas por íntima convicción, las prisiones
preventivas sistemáticas y la impunidad de los poderosos ignoraron todos los
protocolos, pese a que en el Poder Judicial todos esos “protocolos” se llaman
Leyes.
Y así es la cosa, aunque no lo crean…
¿Conflicto de “paternidad”?
El “CORDOBAZO” EVOCADO CASI EN SILENCIO
CAMINA A TRANSFORMARSE
EN UN OLVIDO
Parece mentira que hayan pasado 51 años de
aquel cercano 29 de mayo del 69, cuando Córdoba ocupó primerísimos planos en la
consideración mundial, una vez que las imágenes y los vívidos relatos
alcanzaron las más remotas latitudes. En pocas horas la ciudad fue ocupada por
los manifestantes, que desbordaron a una policía solo entrenada para reprimir
tumultos deportivos o manifestaciones poco numerosas.
La gente, poco a poco, se fue plegando a la
protesta, mientras en Buenos Aires se discutía la conveniencia o no de sacar el
Ejército a la calle.
El miedo fue mayor que la prudencia y el
primer contingente militar que venía del Camino a La Calera desembarcó en el
Pasaje Aguaducho, a metros del acceso al Hospital de Clínicas, en uno de los
sectores transformado en foco principal de la revuelta popular, a las 5 en
punto de la tarde.
Quinientos soldaditos imberbes, con el miedo
pintado en el rostro, se colocaron rodilla a tierra y apuntaron sus vetustos
Mauser 1909 hacia arriba, para producir la más espantosa y atronadora de las
amenazas.
Habían llegado ellos, para restaurar el
orden que no podían implantar apelando a la ley y la Constitución.
Más tarde se conoció la existencia de
víctimas fatales entre los manifestantes que eran obreros y estudiantes,
decenas de heridos y cientos de detenidos. La ciudad pasó a ser una síntesis
del caos, lo que se acrecentó en el atardecer y en la noche, en sectores claves
de la ciudad como lo eran el Barrio Clínicas y la zona industrial, lo que duró
un par de días.
No me lo contaron. Me tocó vivirlo demasiado
de cerca, cuando trabajaba en La Voz y los practicantes de Medicina hasta nos
disfrazaron de médicos en el Hospital de Clínicas, para que estuviéramos en el
centro de la escena, cuando usábamos casco para trabajar y la verdad sea dicha,
miedos y angustias para regalar.
El pueblo se había rebelado, porque aquella
vez se llegó espontáneamente al límite de la paciencia.
Para que los gobernantes lo sepan: la
paciencia tiene un límite y 51 años atrás la imprudencia política lo superó. Y
en ciertos aspectos y situaciones no estamos muy lejos, o demasiado cerca de
alcanzarlo.
Siempre hay tiempo, y urnas en su momento,
para corregir el rumbo.
Y un párrafo aparte para aquella sana
intención que supimos alentar los y las periodistas, fotógrafos, camarógrafos y
movileros radiales a quienes nos tocara la tarea de cubrir en la calle aquellos
acontecimientos, cuando poco tiempo atrás llegamos a pensar que el gobierno
apoyaría a esa institución a la que le dimos vida bautizándola como “29
testigos de la historia” que éramos los sobrevivientes de aquel mayo del ‘69.
Nos hartaron a promesas, nos usaron más de
una vez como estandarte y al final demostraron su desmemoria, o su memoria
parcial e interesada cuando en tiempos preelectorales se acercaron con un apoyo
hipócrita y de corto plazo.
Nos prometieron audiencias, apoyo,
consideración y toda la batería de versos que se recitan en un escenario
dolorosamente demagógico como lo son las campañas proselitistas.
Y al final, la nada.
La nada porque “29 Testigos de la Historia”,
asociación civil sin fines de lucro pero con intenciones de preservar para los
tiempos la memoria colectiva de aquellas jornadas memorables, se consumió falta
de apoyo, de atención y de interés en su sola intención de resguardar sin
componentes ideológicos y menos aún partidistas, uno de los hechos populares
más relevantes que recuerda esta Córdoba a veces sorprendente y contestataria y
otras, demasiado indiferente.
Pero sin que el concepto siguiente signifique
menoscabo alguno, pero lo manifiesto a título personal y con mucho de
vergüenza, que esta Córdoba tendrá para quienes con las décadas escriban su
historia, la penosa certeza de saber que con el apoyo de su gobierno tiene un
museo del cuarteto y se olvidaron de la gesta de la que aún y pese a todo,
estamos orgullosos quienes más que testigos, fuimos protagonistas.
A eso, y en nombre de los que ya no están
pero aquella vez estuvieron y muy cerca, es imposible que alguien nos lo robe.
Inseguridad imparable
TIEMPOS MÁS COMPLICADOS AÚN PORQUE LA
ATENCIÓN ESTÁ CENTRADA EN LA ANGUSTIA
Vivimos tiempos demasiado complicados por el acoso de un mal implacable,
mortal y silencioso que nos viene condicionando en muchos aspectos de nuestra
vida cotidiana.
Es innegable que las fuerzas policiales en
mucho contribuyen al intento de tener más o menos controlados los
desplazamientos de la gente, de manera especial cuando la impaciencia frente al
encierro condiciona actitudes y conductas, por lo que hay que entender las
reacciones de muchos que sin ser claustrofóbicos están experimentando por
primera vez esta impuesta falta de libertad al menos de movimientos callejeros.
Lo malo es que ante los requerimientos de la
fuerza policial en tal sentido es lógico aunque desde el poder se lo niegue,
que se produzcan carencias que se suman a las ya conocidas, en materia de
garantizar la seguridad tanto de la vida como de los bienes de la ciudadanía.
No me quieran convencer que los índices
delictuales han disminuido, porque a diario vemos y sentimos que no es así,
porque la impunidad se agravó ante los lógicos requerimientos de efectivos para
esos dudosos resultados del control de tránsito en los puentes porque lo mismo,
pese a las obligaciones imperantes, el centro suele ofrecer un panorama no de
normalidad absoluta por el masivo cierre comercial, pero sí en cuanto al
movimiento de la gente que no se sabe para qué lo frecuenta, salvo para sumarse
a las filas que suele distinguir a las cercanías de los bancos.
Y el
drama de la inseguridad se acrecienta en los barrios más alejados del centro,
donde el malestar social ya es una lógica preocupación gubernamental, por eso
del recipiente hirviente muy cercano a la ebullición. Y quiero repetir
conceptos que manifestara tiempo atrás pero que no han perdido vigencia:
“En los últimos años
se ha incorporado con una fuerza atroz y millonaria el elemento droga, hasta el
punto que hay sectores de la ciudad donde sólo ingresan lo que los narcos
consideran “cobanis amigos”. El
descarado comercio de sustancias prohibidas en las narices policiales no es
sólo un agravio y un ultraje a la inteligencia de los vecinos, sino que
representa el triunfo de la indemnidad por encima de la ley y de quienes están
para hacerla respetar.
Lo
penoso es que muchos buenos policías, honestos y sacrificados servidores,
arriesgan sus vidas en esta lucha desigual”.
Ese es el otro gran problema, porque una de
las consecuencias de todo este ambiente enrarecido son dobles: la disminución
de la venta de droga al menudeo y la falta de dinero emergente de la
desocupación, para solventar el vicio y tal suele ser un cóctel explosivo que
si no se ataca, las consecuencias pueden ser terribles.
Se me ocurre que hay que rediseñar el tema
de los controles en los puentes y en otros lugares sin asignar exceso de
efectivos que no deben dejar esa trascendente gestión preventiva de andar y
andar, de recorrer la ciudad hasta en sus más íntimos rincones, porque se
estima que para eso está esa cantidad de 22.000 policías equipados con material
de última generación y toda la tecnología de acuerdo con lo que se informa
desde el poder.
Es lo correcto e imprescindible que nos
cuiden en cuanto a las limitaciones para circular, pero que ese cometido no
anule ni limite al resto de las necesidades que los cordobeses tenemos acerca
de nuestra seguridad.
No hacerlo, sería una falta de impredecibles
consecuencias.
El retorno a las
aulas
LA NORMALIZACIÓN LLEGARÁ EN SU MOMENTO
CUANDO LAS CIRCUNSTANCIAS LO PERMITAN
Una de las mayores dudas que
late en los corazones cordobeses y por múltiples razones, es conocer con alguna
certeza cuándo se volverá a la normalidad en el dictado de clases en las
escuelas, dejando de lado el costado social que representa no haber interrumpido
la asistencia alimentaria.
Es entendible la preocupación
de la gente de manera especial en aquellos hogares donde el hacinamiento es la
forma de vida, por eso de la contención de los niños que no es como muchos
piensan, que basta con un televisor o con los jueguitos que ofrecen los
celulares, porque no todos tienen acceso a ellos, sino que llega un momento -si
no es que ya estamos inmersos allí- que
el aburrimiento supera a la tecnología.
La cuestión es simple, porque
ese momento llegará cuando la ciencia así lo dictamine y el caso no depende de
los vaivenes políticos ni de las implicancias ideológicas, porque lo que se
intenta y se está consiguiendo merced a esto que ya es “setentena” la
preservación de un par de generaciones o algo más, que forjarán nuestro futuro.
Hay tiempo para apelar después
a la recuperación de lo perdido, de las clases postergadas, de volver a
estimular el interés de los alumnos por aprender, por socializar, por
encaminarse a sentirse útiles a la sociedad y todo lo demás es pirotecnia, tan
inútil como nociva.
Las clases no se normalizarán
mientras existan los riesgos de contagio, más en una actividad donde las
cercanías humanas son irreemplazables; los afectos, las caricias, el
descubrimiento del prójimo en su esencia, todo eso es la niñez que antecede a
la preadolescencia y luego a la juventud.
No me parece correcto ni
conveniente pretender ganarle a los relojes y menos aún a un desastre que
permanece con su ominosa amenaza de no perdonarnos el error del descuido o de
la indiferencia.
Las autoridades del área
respectiva toman en cuenta los dictámenes de los especialistas para poder
elaborar el proceso de la regularización que se supone no será automática, de
un día para el otro, como reabrir un negocio, o una industria, que dependen de
otros factores conexos: las clases volverán a su normalidad cuando existan las
garantías suficientes como para asegurar la salud integral de los pequeños, de
los jóvenes y sin marginar la enorme importancia de cuidar a los docentes y
todos aquellos trabajadores de esa loable actividad.
Intentar otras salidas para
conformar apremios y superar lógicas y apremiantes angustias, sería volver
hacia atrás, donde esperan los rebrotes con su certeza letal.
Y nuestros niños, los jóvenes y
los docentes, no lo merecen…
Dady Brieva
“LA IMBECILIDAD ES UNA ROCA
INEXPUNGNABLE.
TODO LO QUE CHOCA CON ELLA SE DESPEDAZA”
La cita es tan real como contundente
y su autor, Flaubert, algo conocía de la vida como para dejarla a manera de testimonio en los tiempos y que de
alguna forma concilia con aquella definición de Bioy Casares cuando sostuvo que
“el mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de los
grandes malvados. Entiendo que subestiman a la estupidez”.
¡Brillante, maestro…!
Ni que hubiera conocido o
escuchado a este jocoso comediante, más clown que gracioso, una curiosa especie
de titiritero de sí mismo, que al parecer con menos conocimientos geográficos
que Ginés González García, le propone a nuestro presidente de la Nación, el Dr.
Alberto Fernández, que cuanto antes debemos transformarnos en Venezuela como
para consolidar nuestro futuro.
Conviene en este caso e
intentando brevedad para dedicarme a un asunto que tiene solamente
trascendencia en el campo de la insanía intelectual y política, pintar algún
rasgo aislado en la personalidad de Dady Brieva, confeso marihuanero y
consumidor de todas esas sustancias hermanadas lo que no lo descalifica en el
campo de la sociedad, porque cada uno es dueño de darse los nariguetazos que
quiera, mientras no comercie sustancias prohibidas por la ley.
En la entrevista, que le hiciera una publicación gráfica autodenominada "revista
de la cultura cannábica", este personaje se reconoció como un consumidor
social de marihuana y sostuvo que el cannabis "es la droga que más une,
sin dudas" y dio sus motivos para pensar así. "El faso genera otra
formalidad social… Si querés está todo bien y si no querés también", sostuvo
al respecto, y agregó: "La marihuana no es como otras sustancias, no es
vergonzante, te podés mirar al espejo, es otra historia, aunque yo ya no curto
tanto" y frescamente dijo que si su hijo cultivara sus propias plantas, se
pondría de su lado.
No se
guardó nada cuando le preguntaron acerca de sus experiencias con otras drogas y
terminó comentando
"De joven he probado todo lo que se
imaginen. Menos inyectarme, he hecho de todo”.
Veamos
entonces si vale o no la pena rebatir algunos de sus conceptos más recientes,
cuando desde esa mente ardida puede tener algún sentido su pedido a la máxima
autoridad de la República, de que cuanto antes y sin perder tiempo, tenemos que
ser como Venezuela, dejando a salvo el respeto que merece su gente que viene
soportando la tiranía de tantas iniquidades que se abaten sobre ella.
Supongo
que nadie, en su sano juicio, puede querer que cinco millones o mayor cantidad
de argentinos emigren sin rumbo, con tal de no quedarse; que la inflación
actual y oficialmente divulgada de un dígito y medio pase a ser de seis dígitos
o más; que tengamos que apelar a diarios viejos en el rollo del baño, a carecer
de medicamentos y de servicios esenciales y lo peor, lo más horrible de todo,
tener limitada nuestra libertad y al futuro -a nuestro futuro que ansiamos
venturoso- lo manejen delirantes enquistados en el poder y apoyados por consentidas
y financiadas bandas armadas que socaven una Democracia que tanta sangre nos
tocó derramar para recuperarla.
Esta,
la actual, no es hora de delirantes que si tienen en la mira ese modelo, es
para proponer una colecta pública destinada a solventarles los pasajes.
De ida
y de vuelta, porque al final, los argentinos somos demasiado caritativos… y
también olvidadizos.