SON 215 AÑOS EN QUE LA HISTORIA NOS
HA VENIDO DEMOSTRANDO SU VÉRTIGO
HA VENIDO DEMOSTRANDO SU VÉRTIGO
Nos
vienen metiendo en la cabeza desde allá lejos en la escuela primaria algo
parecido a la simpleza sin complicaciones, procurando hacernos entender que la
Patria es la bandera, la escarapela, el escudo o el Himno Nacional, respetables
aunque insuficientes símbolos. Los políticos correctos coinciden, pensando a la
Patria como la construcción de una gigantesca obra para nuestro bienestar y
para todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar su suelo.
Y cada
25 de Mayo desde que me acuerdo, habiendo superado hoy holgadamente los dos
siglos de aquella gesta, vuelvo a considerar oportuno aunque reiterativo, pensar
en voz alta a mi modesto entender qué es la Patria, desde mi simple condición
de ciudadano, lo que vengo sosteniendo desde chiquito y jamás me cansaré de
repetir.
Debe
ser la Patria el paraíso donde podamos vivir en paz y en libertad porque
representa decencia, trabajo, sacrificio y compromiso.
La
Patria no es el bolsón, el subsidio o la beca para no trabajar. Es honestidad a
ultranza; entrega, amor por las raíces y generosidad con nuestro prójimo.
La
Patria es construir y no mentir ni anunciar ni prometer sin cumplir.
Es
buscar el bien común como asimismo gobernar y obrar sin soberbia, derroche del
tesoro que es de todos, ni
autoritarismo.
La
Patria es administrar honradamente lo que tenemos y elaborar aquello que
necesitamos.
La
Patria, por muchos burdamente devaluada en su concepto, es educación,
seguridad, justicia, trabajo, vivienda digna y salud para todos, sin
privilegiados ni marginados.
La
Patria también es el respeto a los que piensan distinto y fortalezcamos en
consecuencia la convicción que a la Patria la hacemos en la ciudad y en el
campo, que la transpiramos en la calle, en las escuelas y en el surco.
Más
nos demandará llegar a gozarla cuanto más tardemos en empezar a construirla,
quitándole las muletas aportadas por la ocasional y tantas veces encumbrada
mediocridad que se endulzara con la sensualidad del poder y su impunidad
emergente.
Peligrosamente nos estamos resignando a perder demasiado tiempo mientras
seguimos aguardando la bonanza de aquella Revolución que según la historia se
inició en 1810.
La
Patria no crece porque mediáticamente se lo declame ni es un reñidero para que
desborden las pasiones y triunfe la intolerancia, porque al costo en sangre ya
lo hemos pagado en demasiadas circunstancias y con creces.
La
Patria es el diálogo, el debate, el disenso, la discusión.
No es
de civiles ni de militares, sino de argentinos patriotas y no patrioteros.
La
Patria no es vocinglería oficialista ni opositora y tampoco lo es ese
lamentable engendro del periodismo militante nacional y popular, con su
vocación por el aplauso o el rechazo, de acuerdo con las conveniencias del
poder.
La
Patria es el placer laboral del diario sacrificio y no lo es el golpismo
político, la prepotencia de la cúpula sindical ni los caprichos del
empresariado.
Vamos
a la historia no muy lejana para entender, racionalmente, que la Patria no es
ni fueron Menéndez ni Videla, pero tampoco la representaron Firmenich ni los
violentos jóvenes setentistas que se
proclamaban románticos.
No lo
es de los ricos ni de los pobres, sino de los ciudadanos probos y honestos.
Alguna
vez asumamos que a la Patria la dignificamos con el trabajo, y cuando disminuye
o no hay, es necesario crearlo, porque la Patria es producción más que dádivas
y es apego a la cultura del esfuerzo y del sacrificio.
La
Patria es también rebeldía ante la injusticia, cariño por lo nuestro y respeto
hacia el prójimo.
La
Patria envilecida por la corrupción, solo se cura con justicia honestamente
independiente y no con la obediencia debida de algunos jueces ni con la
“domesticación” de la Justicia dicha con mayúsculas.
Esta
Patria será grande cuando estemos unidos y juntos derrotemos a los fantasmas de
la discordia y las miserias que se fortalecen con los resentimientos,
alimentados por los sectores creadores de caos económico y social.
Parece
cosa de locos y para sociólogos, que la Patria todavía no tenga definida su
identidad.
La va
a tener, cuando podamos coincidir y abrazarnos pobres y ricos, ciudad y campo,
profesionales y estudiantes, civiles y militares, peronistas y radicales,
kirchneristas fracasados y libertarios apresurados, rubios y morochos, para
convencernos que la única bandera del país debe ser el común esfuerzo con
decencia, sacrificio, hermandad y mucho de tolerancia sin dejar de lado la
memoria....
Será
el día maravilloso y mágico que marcará la verdadera fecha de nuestro
alumbramiento como Nación.
En
estos duros tiempos de angustias, sufrimientos, frustraciones y adioses sin
despedidas como nos ocurriera en recientes años sin olvidos, que al menos sea
que el destino de grandeza que largamente merecemos nos encuentre unidos en la
lucha fraternal contra cualquier amenaza interna o externa por parte de los
“iluminados” que lucen la violencia como válido aunque raquítico argumento de
sus delirios que tanto nos han costado.
Entonces trabajemos hermanados codo a codo y
empecemos ya, dejemos atrás el tiempo ominosamente perdido, entendiendo ahora que
ese tiempo no se detiene y lo hagamos desde arriba hacia abajo para que la
desunión, la absurda grieta y los desencuentros no sigan siendo más rápidos que
los relojes ni más letales que los virus.
Y de
abajo hacia arriba, entendamos de una buena vez que con lamentos, acusaciones y
revanchas sólo conseguiremos distanciar a quienes se oponen a la grandeza,
pretendiendo reflotar tiempos pasados que nos supieran hundir en la pobreza, la
desocupación, la inseguridad y el endeudamiento, siendo un país como el
nuestro, fabulosamente rico pero con la mala fortuna de haber soportado a
demagógicos e impunes gobernantes que con sus errores nos llevaron a la
postración, que no merecemos
En verdad,
cuando consigamos los objetivos en base a esfuerzo y sacrificio, podremos
sostener el éxito de aquella revolución de 1810 tan postergada, que esta
generación pudo llevar a transformarla en una ansiada realidad que debemos forjar los argentinos.
GONIO FERRARI
Periodista censurado
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