25 de mayo de 2025

Edición escrita de Síganme los buenos - 25/05/2025

SON  215 AÑOS EN QUE LA HISTORIA NOS
HA VENIDO DEMOSTRANDO  SU  VÉRTIGO


    Estamos conmemorando nada menos que 215 años de ser una Nación y la realidad pone en duda que hubiéramos aprovechado como patriótico y generoso beneficio, las lecciones de nuestra propia historia.  
   Nos vienen metiendo en la cabeza desde allá lejos en la escuela primaria algo parecido a la simpleza sin complicaciones, procurando hacernos entender que la Patria es la bandera, la escarapela, el escudo o el Himno Nacional, respetables aunque insuficientes símbolos. Los políticos correctos coinciden, pensando a la Patria como la construcción de una gigantesca obra para nuestro bienestar y para todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar su suelo.
   Y cada 25 de Mayo desde que me acuerdo, habiendo superado hoy holgadamente los dos siglos de aquella gesta, vuelvo a considerar oportuno aunque reiterativo, pensar en voz alta a mi modesto entender qué es la Patria, desde mi simple condición de ciudadano, lo que vengo sosteniendo desde chiquito y jamás me cansaré de repetir.
   Debe ser la Patria el paraíso donde podamos vivir en paz y en libertad porque representa decencia, trabajo, sacrificio y compromiso.
   La Patria no es el bolsón, el subsidio o la beca para no trabajar. Es honestidad a ultranza; entrega, amor por las raíces y generosidad con nuestro prójimo.
   La Patria es construir y no mentir ni anunciar ni prometer sin cumplir.
   Es buscar el bien común como asimismo gobernar y obrar sin soberbia, derroche del tesoro que es de todos,  ni autoritarismo.
   La Patria es administrar honradamente lo que tenemos y elaborar aquello que necesitamos.
   La Patria, por muchos burdamente devaluada en su concepto, es educación, seguridad, justicia, trabajo, vivienda digna y salud para todos, sin privilegiados ni marginados.
   La Patria también es el respeto a los que piensan distinto y fortalezcamos en consecuencia la convicción que a la Patria la hacemos en la ciudad y en el campo, que la transpiramos en la calle, en las escuelas y en el surco.
   Más nos demandará llegar a gozarla cuanto más tardemos en empezar a construirla, quitándole las muletas aportadas por la ocasional y tantas veces encumbrada mediocridad que se endulzara con la sensualidad del poder y su impunidad emergente.
   Peligrosamente nos estamos resignando a perder demasiado tiempo mientras seguimos aguardando la bonanza de aquella Revolución que según la historia se inició en 1810.
  La Patria no crece porque mediáticamente se lo declame ni es un reñidero para que desborden las pasiones y triunfe la intolerancia, porque al costo en sangre ya lo hemos pagado en demasiadas circunstancias y con creces.
   La Patria es el diálogo, el debate, el disenso, la discusión.
   No es de civiles ni de militares, sino de argentinos patriotas y no patrioteros.
   La Patria no es vocinglería oficialista ni opositora y tampoco lo es ese lamentable engendro del periodismo militante nacional y popular, con su vocación por el aplauso o el rechazo, de acuerdo con las conveniencias del poder.
   La Patria es el placer laboral del diario sacrificio y no lo es el golpismo político, la prepotencia de la cúpula sindical ni los caprichos del empresariado.
   Vamos a la historia no muy lejana para entender, racionalmente, que la Patria no es ni fueron Menéndez ni Videla, pero tampoco la representaron Firmenich ni los violentos  jóvenes setentistas que se proclamaban románticos.
   No lo es de los ricos ni de los pobres, sino de los ciudadanos probos y honestos.
   Alguna vez asumamos que a la Patria la dignificamos con el trabajo, y cuando disminuye o no hay, es necesario crearlo, porque la Patria es producción más que dádivas y es apego a la cultura del esfuerzo y del sacrificio.
   La Patria es también rebeldía ante la injusticia, cariño por lo nuestro y respeto hacia el prójimo.
   La Patria envilecida por la corrupción, solo se cura con justicia honestamente independiente y no con la obediencia debida de algunos jueces ni con la “domesticación” de la Justicia dicha con mayúsculas.
   Esta Patria será grande cuando estemos unidos y juntos derrotemos a los fantasmas de la discordia y las miserias que se fortalecen con los resentimientos, alimentados por los sectores creadores de caos económico y social.
   Parece cosa de locos y para sociólogos, que la Patria todavía no tenga definida su identidad.
   La va a tener, cuando podamos coincidir y abrazarnos pobres y ricos, ciudad y campo, profesionales y estudiantes, civiles y militares, peronistas y radicales, kirchneristas fracasados y libertarios apresurados, rubios y morochos, para convencernos que la única bandera del país debe ser el común esfuerzo con decencia, sacrificio, hermandad y mucho de tolerancia sin dejar de lado la memoria....
   Será el día maravilloso y mágico que marcará la verdadera fecha de nuestro alumbramiento como Nación.
   En estos duros tiempos de angustias, sufrimientos, frustraciones y adioses sin despedidas como nos ocurriera en recientes años sin olvidos, que al menos sea que el destino de grandeza que largamente merecemos nos encuentre unidos en la lucha fraternal contra cualquier amenaza interna o externa por parte de los “iluminados” que lucen la violencia como válido aunque raquítico argumento de sus delirios que tanto nos han costado.
   Entonces trabajemos hermanados codo a codo y empecemos ya, dejemos atrás el tiempo ominosamente perdido, entendiendo ahora que ese tiempo no se detiene y lo hagamos desde arriba hacia abajo para que la desunión, la absurda grieta y los desencuentros no sigan siendo más rápidos que los relojes ni más letales que los virus.
   Y de abajo hacia arriba, entendamos de una buena vez que con lamentos, acusaciones y revanchas sólo conseguiremos distanciar a quienes se oponen a la grandeza, pretendiendo reflotar tiempos pasados que nos supieran hundir en la pobreza, la desocupación, la inseguridad y el endeudamiento, siendo un país como el nuestro, fabulosamente rico pero con la mala fortuna de haber soportado a demagógicos e impunes gobernantes que con sus errores nos llevaron a la postración, que no merecemos
    En verdad, cuando consigamos los objetivos en base a esfuerzo y sacrificio, podremos sostener el éxito de aquella revolución de 1810 tan postergada, que esta generación pudo llevar a transformarla en una ansiada  realidad que debemos forjar  los argentinos.
                                                                                                                                   GONIO FERRARI
Periodista censurado

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