Desgrabación
de comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos”
del 05-10-14 emitido por AM580 Radio Universidad de Córdoba.
EL
DÓLAR SIEMPRE VIGENTE
Tomado con seriedad, es probable que les
asista la razón a los que piensan que divulgar periodísticamente el valor del
marginal dólar blue, estimule su compra y se contribuya a debilitar aún más a
nuestra moneda y a desquiciar la economía nacional.
Pero en nuestro país conviven tres, cuatro o
cinco clases de dólar, según sea el destino que se les asigne.
Además e históricamente, es como si se
hubiera impuesto la costumbre de comprar el billete verde, en verdad la más
segura manera de ahorrar con disponibilidad inmediata, porque quieran que no,
el dólar nunca retrocede en su cotización.
Desde el poder y por cuestiones ideológicas,
prácticas, políticas, circunstanciales, coyunturales o de piel, se demoniza a
todo aquello que venga del norte salvo que sean de Venezuela o de Cuba, que
también andan por aquellas latitudes.
Por eso bueno sería sugerir, como a muchos
se les ocurre con las drogas, despenalizar su compra y dejar que la oferta y la
demanda hagan lo suyo para establecer su valor real.
No soy autor de tal sugerencia, pero si
hemos probado hasta el cansancio otros métodos, debiéramos inclinarnos por esta
modalidad que le escuché exponer a un economista.
Después de todo, llegaremos a recrear
aquella sabia pregunta de Perón: “¿Qué tanto les preocupa el dólar si nunca
vieron uno?”.
DE LA CORDURA A LA HISTERIA
Que la vida de los argentinos no es un lecho
de rosas, es innecesario señalarlo en tiempos de una crisis que se empeña en
ser protagonista de la vida nacional no tan solo en la política y en la
economía sino en otros escenarios de lo rutinario y cotidiano. No es bueno
echar culpas a diestra y siniestra o solo al norte mientras seamos incapaces,
antes de disparar los dardos de la acusación, de tener la honesta práctica de
la sana autocrítica.
Lo que nos envían desde afuera suele ser el
lógico y previsible rebote de lo que nosotros disparamos -por suerte con
ofuscados proyectiles dialécticos- que maquillan una imprudente pirotecnia
diplomática.
La proclamada grandeza argentina no puede
derrapar en la victimización permanente porque le resta legitimidad a la
seriedad del país y a la sensatez de sus gobernantes. Y el detalle más
cuestionable es que a la hora de enemistarnos, pareciera que buscáramos de
antagonistas a los más poderosos procurando salvar nuestra honra en un campo de
batalla a todas luces adverso, riñendo en un combate desigual por razones y por
fuerzas.
En momentos que la cordura debe tener
firmeza de convicción, no es bueno caer en turbaciones ni “persecutas” porque
se transitan caminos sin retorno, con el agravante que al final de esa ruta nos
encontramos con el aislamiento de un mundo que por eso de la globalización ha
reducido al mínimo las distancias.
Los argentinos debemos preservar antes que
nada la dignidad y pelear exigiendo respeto y justicia, cuando hayamos
satisfecho las demandas en ese sentido dentro de nuestra geografía y entendamos
que lealmente somos capaces de ofrecer esos mismos sentimientos más allá de las
fronteras de la Patria.
Ser respetuoso unilateralmente equivale a
sumisión y la justicia si es curiosamente selectiva, pierde su propia majestad.
A la soberanía la debemos fortalecer con
actitudes adultas y claras sin ninguna clase de sometimientos, dejando de lado
cualquier postura emparentada con la soberbia ni con la implantación de dudas
hacia afuera, porque ya son bastantes las otras dudas, las que tenemos hacia
adentro.
Siempre hemos tenido una personalidad cercana
a lo avasallante, edificada con méritos propios por nuestra histórica
hospitalidad, por el sentido solidario, por la vocación de grandeza tanto de
los nativos en el llano como de la mayoría de nuestros hombres públicos.
No permitamos entonces que de la mano de la
histeria nos lleven de las narices a los predios del desencuentro
internacional, pretendiendo desde el poder que a los trapos sucios los laven en
el exterior si tenemos la grandeza de asumirnos como mínimos responsables de la
mugre.
Lavemos antes que nada nuestras miserias
internas, exijamos aquello del respeto y la justicia y después, con la razón y
la convicción de nuestra parte, arremetamos contra cualquiera, así fuera la más
poderosa de las potencias.
Pero con la casa limpia, la conciencia
tranquila, sin deudas y con el alma en paz.
MOTOCHOROS
LEJOS DEL CENTRO
Días atrás el jefe de policía sostuvo que
los delitos perpetrados por motociclistas delincuentes habían disminuido en
cantidad, lo que es absolutamente cierto si nos limitamos a la fría
estadística.
Atribuyó el éxito a los severos controles
callejeros que se realizan, siempre y previsiblemente en los accesos al centro
de la ciudad, por lo que se puede sostener que al menos allí, los delitos de
este tipo están en baja.
En los barrios la realidad es absolutamente
distinta porque los ladrones con ese modus operandi, al saber que los están
esperando, cambian el escenario de sus fechorías y lo trasladan a los barrios
donde nunca abundan los patrullajes preventivos ni los controles sorpresivos.
En este sentido y pretendiendo leer las
entrelineas de la acción policial, es para pensar que la limpieza que se
realiza en el centro, es porque por allí circula mucho más gente que en los
suburbios y a la policía se la nota más.
Los arrebatos, asaltos en veredas,
rompepuertas y otros delitos se han hecho fuertes y ahora no tan solo, ocurren
en Nueva Córdoba, Alberdi o Alta Córdoba sino también en los sectores más
alejados todavía, y contra eso parece no haber soluciones.
Salvo, por supuesto, que la policía sin
dejar de controlar los accesos al área central, se ocupe de patrullar la
periferia y realizar controles sobre la marcha y no con el aburguesamiento del
puesto estable que los ladrones ya tienen ubicados.
Porque también en estas cuestiones no tan
solo es importante hacerse ver, sino demostrar imaginación a la hora de
actuar, siempre que las autoridades
entiendan que la sorpresa es un policía más.
Que además no cobra sueldo ni se quiere
agremiar.
LA
INÚTIL INSISTENCIA
La gestión de Giacomino al frente del
Laboratorio de Hemoderivados de la Universidad Nacional
de Córdoba fue brillante por lo positiva, dinámica y ejemplar y esa habrá sido
sin dudas la carta de presentación para que Luis juez lo arrimara a su proyecto
de gobernar la ciudad.
Pasó la gestión del dicharachero y ocurrente
abogado en un segundo plano, pero seguramente se hizo notar de tal manera que
le sirvió para tentar algo mayor, a través de las urnas que lo consagraron.
Pero la complicada Municipalidad de Córdoba
no es el ámbito casi recoleto de un laboratorio, ni ese laboratorio tenía un
sindicato tan combativo y prepotente como lo es el SUOEM, de lo que se
desprende que es tonto comparar aserrín con pan rallado.
Aunque se empeñe en mostrar algo, Giacomino
no hizo una buena intendencia, al menos para la evaluación de la gente que
esperaba soluciones hacia fuera, en su calidad de vida y no tan solo hacia
adentro, para el bienestar de los empleados que se llevaban el 73 por ciento de
la recaudación en sueldos y bajarse los lienzos ante cada demanda no quedaba ni
queda muy elegante.
Y de allí pasos más o pasos menos, el Giaco
se enroló en las filas “K” y ahora lo tenemos como legislador nacional atacado
de sigiloso mutismo e insonoridad discursiva, salvo para volverse a postular
para ser Lord Mayor de esta Córdoba tantas veces castigada por las malas
intendencias.
Seguramente contará con el apoyo político,
ideológico y monetario del poder central, no tan solo para abonar sus
pretensiones, sino más que nada para restarles votos a los otros candidatos.
Y dentro del respeto que por su antigua
honestidad aún inspira, me permitiría sugerirle a Giaco que no busque el debate
con el joven Mestre, porque eso y reconocer estar cola, es más o menos lo
mismo.
Al debate público en la política argentina
contemporánea, únicamente lo proponen los que se saben perdedores.
BASTA
DE JODER ¡Y A GOBERNAR!
Cuando miramos el calendario y tomamos
conciencia de haber ingresado a un mes con dos dígitos, caemos en cuenta que el
año ya se termina aunque le falte todavía una cuarta parte.
Para las elecciones falta exactamente un
año, pero muchos políticos -la mayoría- está operando como si fueran ahora
nomás, en noviembre.
Y han dejado de trabajar, han disminuido un
ritmo de gestión si es que lo tenían y se han metido de lleno a la campaña con
el objetivo de la permanencia a cualquier precio, porque eso, uno que es mal
pensado así lo evalúa, hasta puede ser interpretado como una intención de gozar
de fueros que les aseguren la inmunidad … y consagren la impunidad.
Más allá de la sensualidad del poder subyace
la otra intención, que es la que los aleja de la gente; de la gente que los votó
para que gestionen, que hagan cosas, que se preocupen y se embanderen más con
las necesidades de la sociedad que con sus propias y humanas ambiciones.
Si existe una ley que les impide iniciar sus
campañas con tamaña antelación, cayó en el olvido o deliberadamente se le matan
de risa.
Los argentinos necesitamos que sus
autoridades estén involucradas a tiempo completo en la compleja problemática
que nos abruma, entristece y desmotiva llevándonos a la penosa certeza de bajar
los brazos frente a las adversidades no resueltas, mientras los políticos
recorren el país descerrajando su obsoleta artillería de promesas.
Es hora, más que de pensar en la gente,
simplemente de pensar que todos necesitamos reconciliarnos con el bienestar
perdido, con la seguridad que nos robaron, con la alegría que muchos sacrifican
cotidianamente.
Aunque en verdad, también tenemos gente
feliz, a no dudarlo.
Muchos de esos son aquellos, los que devoran
kilómetros a costillas de quienes están obligados a la eterna espera.
LA MEGACAUSA
DEL REGISTRO
Decía Montesquieu, filósofo autor de la
teoría de separación de poderes, que “No existe tiranía peor que la ejercida a
la sombra de las leyes y con apariencias de justicia”.
Definida la tiranía como abuso del poder en
el trato con los demás, se opone a la democracia, forma de gobierno que
Sócrates califica como la más perfecta por la libertad que se disfruta, pero la
más débil, por corruptible y, por ende, derrotable.
Para preservar el disfrute de esta libertad
que garantiza el Estado de Derecho es condición indispensable la independencia
entre los poderes del Estado.
La asamblea general de las Naciones
Unidas estableció que “Los jueces resolverán los asuntos que conozcan con
imparcialidad, basándose en los hechos y en consonancia con el derecho, sin
restricción alguna y sin influencias, alicientes, presiones, amenazas o
intromisiones indebidas, sean directas o indirectas, de cualquier sector o por
cualquier motivo”.
Esta independencia incluye la que
corresponde al conjunto de órganos judiciales y la del juez, que no debe estar
sometido a las presiones de poderes externos, ni tampoco de ningún
tribunal superior.
En la página oficial de la Provincia se ha
publicado un colorido informe sobre algunos aspectos de la megacausa del Registro:
se destaca el número de causas iniciadas, causas en trámite, causas elevadas a
juicio, sentencias dictadas y personas condenadas, muchas de ellas, refiere el
anuncio, con prisión efectiva.
También se relata el inicio de la causa y
algún papel del Estado en la unificación de los procesos en la misma Fiscalía
aunque llama la atención que en la información no se encuentra el número
de personas que permanecieron en prisión preventiva, figura que la ley marca
como excepcional, ni su tiempo de duración.
Tampoco se consigna el número de los que
"cumplieron prisión efectiva" aunque no pasaron por ningún
juicio, no tienen sentencia dictada y no están condenados.
No se hace mención sobre los
organismos de derechos humanos que se expidieron sobre el tema: el CELS, el
SERPAJ, presidido por Adolfo Pérez Esquivel, en cuya presentación textualmente
puede leerse que: “..el accionar de los jueces y funcionarios judiciales
actuantes en la causa podría derivar en que el Estado Nacional incurra en
responsabilidad internacional frente a las violaciones de los derechos humanos
que se encuentran en la causa“, situación ésta que se hizo realidad con un
fallo de la Organización
de las Naciones Unidas en contra del Estado Argentino en diciembre de
2013.
Y por si esto no alcanzara, los fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación han sido
contundentes y repetidos y todos han coincidido en remarcar la irregularidad de
la prisión sin juicio y de la comisión especial para juzgar.
GREMIOS
Y PARITARIAS
La caprichosa economía nacional vive
haciendo piruetas que desorientan al más pintado de los especialistas o
pronosticadores, pero como bien sabemos
que el hilo se corta por lo más delgado, el perjuicio es siempre para los trabajadores.
Una cosa son los gremios de la actividad
privada y otros muy distintos los que agrupan a los dependientes del Estado, un
Estado que pese a todo jamás quiebra y es dueño de la maquinita de imprimir,
salvo Ciccone.
Ese demonio implacable llamado inflación
derrumba cualquier previsión, aunque los mecanismos de protesta y el poder de
fuego de los gremialistas del ámbito privado, es mayor en algunos aspectos con
relación al resto.
Porque a la hora de la represión o los
escarmientos, no es edificante ver a la policía gaseando y apaleando a sus
colegas empleados públicos, a las maestras de sus hijos, a quienes les entregan
los cedulones de los impuestos o a los médicos que los atienden.
En cambio por ejemplo los metalúrgicos, los
mecánicos, los textiles o los empleados de comercio no están unidos por ningún
afecto fraternal, sino únicamente por su condición de laburantes, quizás uno de
los vínculos más dignos.
Es por eso que ahora, con los convenios
desactualizados y sus beneficios licuados por la inflación, es probable que volvamos
a encontrarnos con esos penosos contrasentidos, que se erigen en una pésima
manera de ahondar diferencias.
Porque trabajadores somos todos, salvo los
políticos y los policías que no están agremiados, pero que en definitiva son
los dueños de la manija, de la paz o del conflicto.
¿De quién es la culpa?
Muy simple: de una señora cuya autoridad muchos
niegan y que se llama Puta Inflación.
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