7 de julio de 2024

S.L.B.: CÓRDOBA CUMPLIÓ FELIZMENTE 451 AÑOS - ¿MARCHAMOS HACIA LA NORMALIDAD QUE MERECEMOS? - DUDAS QUE EL MINISTRO DE SEGURIDAD CONOZCA LA INSEGURIDAD QUE NOS RODEA- TERMINARÁ LA ESTIGMATIZACION DE UN PROCESO JUDICIAL – ES BUENO HABLAR DE LOS MIEDOS QUE NOS ACOSAN – NIÑOS, VERDADEROS REHENES DE UNA DEMANDA SALARIAL, ETC.

Desgrabación de los comentarios del periodista cordobés Gonio Ferrari difundidos en su programa “Síganme los buenos” edición nº 838 del domingo 7 de julio de 2024 emitido por  la AM580 Radio Universidad Nacional de Córdoba.
 
Gran urbe, caótica en muchos aspectos
CUMPLIÓ LA CIUDAD UN NUEVO ANIVERSARIO DE
SU FUNDACIÓN MÁS DE 4 SIGLOS Y MEDIO ATRÁS
 
   Mi Córdoba es para muchos el show de ver desfilar a la “Papa de hortensia”, la “Pelada de la Cañada”,  Efrain Bischoff,”, Alberto Cognigni, “Sapo” Cativa, Jaime Kloner, Ana María Alfaro, “Pelado” Alonso, Las Ponce, “Los del Suquía”,  Miguel Bravo Tedín, “Mona” Giménez,  Azor Grimaut y tantos otros señeros personajes que se traspapelan en la maraña del tiempo y en la senil desmemoria en la que debió aposentarse su fundador, don Jerónimo Luis de Cabrera allá por el 1573.
   Cordobés no es tan solo ser cuartetero, haber vivido en
El Abrojal, gustar del fernet, tomar mate con peperina, bañarse en las dudosas aguas del Suquía, saberse protagonista de la gesta de mayo del ’69, sentir orgullo por la reforma universitaria, evocar etílicas trasnochadas en “L’escargot” o en “El Príncipe”, incursiones por el 990, los corsos de San Vicente, las exposiciones en el Pabellón de las Industrias, la chetura de Los Pozos Verdes y el Parque Autóctono o los bailes en la pista “Teneme el chico”, el Sargento Cabral o “La Toscana”; haber leído Los Principios, Meridiano y el Córdoba y todavía leer lo que queda de La Voz del Interior en estos vertiginosos tiempos en que Internet te abre las puertas del mundo y te deja hojear sin medida diarios y revistas tanto cordobesas como de cualquier otro confín geográfico.
   Se me antoja que ser cordobés incluye también otras sensaciones, placeres  y
nostalgias no tan sólo dignas de la memoria.
   Ser cordobés contiene en tan pocas letras -sólo 11- también el espanto de las crecientes de su inestable río parcialmente urbanizado, de su tránsito caótico, de la impostada solemnidad de sus políticos, como los simples placeres de fanatizarse con el folklore de sus colores deportivos, de los íconos ciudadanos que el tiempo aporta en recuerdos, del concierto de campanas en cualquier mediodía…
   Ser cordobés supone la rebeldía mediterránea llevada a las nubes de su práctica, ejercicio y consecuencias como una especie de rito casi, casi fundamentalista que se identifica con el placer cotidiano de sentirlo así.
   Y como en un rezo me encanta hacer retumbar en mis oídos y en todos los rincones del alma esa especie de oración de amor, de entrega, de agradecimiento por sentirme genuinamente cordobés en toda la enorme pureza étnica y documentada de la condición de tal.
   Porque desde que me acuerdo, y que no son pocos años ahora más cerca del “no me extrañen” que del “hola varón…”, lo digo desde el alma y con orgullo porque así lo siento: Argentina es mi país, pero Córdoba es mi Patria.  
   Simple y cariñosamente porque crecemos amando a la ciudad como es: anárquica y sensual; desordenada y doctoral, con humor de sobra  para exportar y un agrio y desoído malhumor social para atender de lo que el poder suele ocuparse frente a la inminencia de elecciones y cíclicamente hasta el cansancio de la gente.
   Aquí en Córdoba anidan el orgullo de las raíces, la histórica arrogancia de sus luchas, la humildad mediterránea y entre otras, las industrias del humor, del apodo y de los yuyos no tan sólo aquellos para infusiones.
   Porque somos sus hijos, amamos a esta Córdoba magnética, romántica, mágica y soberbia, aunque la descuiden los que debieran mimarla y hermosearla y aunque otros pretendan certificar autenticidad de origen pese a que vienen de lejanías.
   Córdoba tiene la protectora calidez de una mamá.
   También asume su condición de genuina madre sustituta.
   Ciudad símbolo, ruidosa, altiva, insegura y sorprendente, quiero abrazar ese poco prolijo laberinto de tus barrios, los rumorosos bares de cada esquina, la
estridencia de tus avenidas, los colores de tus clubes, el malo y caro transporte urbano, los candados de tus conventos, la pasión de tus políticos, la dañina insolencia de tu río cuando crece, la intemperie de tus villas, la sonoridad de tus campanas, el catálogo de tus baches, la penosa sorpresa de los cortes de luz, la casi permanente asamblea de los municipales, la fiestera pachorra de tu Justicia, la inimitable contundencia de tu tonada, la frescura de tus estudiantes, la protocolar etiqueta de tus doctores, la columna vertebral de tu Cañada, la mugre sabatina de tu invadida peatonal, la añosa certidumbre de tus templos, tu maravillosa lozanía en el otoño, el silencioso abrigo del invierno…
   Quiero más que nada, confesarte cuánto te amo.
   Por la generosa hospitalidad de tu tierra.
   Por el linaje de esas cadenas que me ataron férreamente a tu historia, a tus días y a tu gente…
   En este cumpleaños, y aunque vayan muriéndose los siglos, ¡salud mi ciudad, patria de siempre…!
   ¿Es necesario que lo repita? Porque Argentina es mi país, pero Córdoba es mi Patria…

Los molestos dolores del crecimiento
¿ESTAMOS MARCHANDO HACIA LA NORMALIDAD
QUE  MERECEMOS Y SE EMPEÑA EN NO LLEGAR?
 
   Una de las consecuencias menos deseada de cualquier espera es no resultar beneficiados con los resultados de la gestión encarada, para la solución de un conflicto o la superación de una situación crítica o conflictiva.
   Esa se me ocurre que es la síntesis de la situación en la que nos encontramos la mayoría de los argentinos, en la tensa y casi eterna como histórica espera de tiempos mejores, como adhiriendo en la mayoría de los casos sin saberlo, a lo que Aristóteles sostenía que “la esperanza es el sueño del hombre despierto”, aunque otro gran pensador como lo era Gustavo Le Bon asegurara que los pueblos viven sobre todo de esperanzas, y que sus revoluciones tienen por objeto sustituir con esperanzas nuevas a las antiguas que perdieron su fuerza.
   Pero está demostrado en la misma historia de la humanidad que la esperanza misma deja de ser felicidad -si pretendemos que lo sea- si su compañía y cómplices son la impaciencia y la falta de soluciones.
   Tendríamos que ingresar a la evaluación de la seriedad o no que asuman eso que les llaman milagros, como manera válida de seguir aferrados a la idea que la única alternativa para salir de las frustraciones y los tiempos adversos está condicionada a la aparición, precisamente de un milagro, dado que las otras alternativas ya vividas no han dado los resultados que ansiamos, esperamos y merecemos por esa inacabable inclinación al aguante que tenemos nosotros como sociedad.
   Vivimos dominados por innumerables promesas de cambios que reparten todos los colores políticos con apetencias de poder y de vocación por la eternidad.
   Votamos influenciados por la demagogia en cualquiera de sus manifestaciones y somos demasiado lentos para reaccionar, frente a los derrapes y fracasos como si estuviéramos obligados a tolerar errores y carencias de las tantas que nos toman como objetivo, porque los poderosos no fracasan, sino que las culpas son nuestras, de los que sospechamos que vamos a fracasar.
   La oración cívica con la que el restaurador de nuestra democracia cerraba cada uno de sus discursos de campaña, allá por los albores de la década del ’80 en el pasado siglo, pregonaba que con la democracia comíamos, trabajábamos, estudiábamos, nos curábamos, crecíamos y algunas otras utilidades que nos aportaba ese estilo tan vulnerado en los últimos tiempos.
   Pero los resultados que saltan a la vista nos muestran el absurdo de carencias imperdonables, en un país ubérrimo como el nuestro, lo que lleva a ver crecer en la gente el desencanto por aquel lirismo alfonsinista, que pese al paso de los años no vemos en el duro terreno de la realidad.
   ¿Vamos ahora por el camino correcto?
   ¿Hacemos las cosas como esperando que los resultados sean masivamente positivos para todos?
   Evidentemente que no; que hay grietas en todos los terrenos, que hay máquinas de impedir en todos los estamentos de la sociedad; que la burocracia sigue imperando y los juegos de intereses dentro de la política llegan a niveles escandalosos y los “promesómetros” de las ideologías están al rojo vivo.
   No es ese el mejor de los caminos para que superemos nuestro eterno estado de crisis, mientras las apetencias se fortalezcan, siga imperando la ley del más pícaro y la comunidad siga valorando como logros los cambios epidérmicos que como tales, poco es lo que duran.
   Porque son para el consuelo y no para la solución…
 
No es exageración sino dura realidad
LA POBLACIÓN  CORDOBESA  ALEJADA  ESTÁ  DE
MERECER EL REINO DE  LA ANGUSTIA Y EL MIEDO
 
   De chicos nos asustaban con “el cuco”, el diablo, “el viejo de la bolsa”, la bruja, el infierno y muchos otros castigos como arma primitiva de los mayores para imponer su autoridad a veces cuestionada, por así decirlo, desde la más tierna de nuestras infancias.
   Pero el miedo es real y los cordobeses lo venimos aguantando a veces calladitos por vergüenza o para evitar que se nos burlen; algunos lo asumen e intentan superarlo con el encierro y algún otro método de aislamiento, y no son pocos quienes lo sienten, pero olímpicamente lo ignoran en una actitud temeraria y excesivamente machista de la que ni siquiera ellos están convencidos.
   La verdad es que los cordobeses vivimos en un estado de miedo creciente:

miedo a que nos asalten a plena luz del día, que nos violen la casa, que nos arrebaten el celular en pleno centro, que un motochorro nos afane e incluso nos mate porque ya están demasiado jugados para conseguir droga; el miedo a la desprotección porque el Estado no cumple con su obligación de protegernos y de últimas, por ese humano instinto de conservación.
   ¿Quiénes en Córdoba se ocupan del miedo? A la autoridad policial parece no preocuparle porque poco hace para remediar la situación, ellos andan armados y con permiso o no para balear -aunque eso y selectivamente poco les importa por lo visto- y los pretextos no faltan: hay cosas más importantes que proteger, el miedo es privativo de los pusilánimes, el miedo es una sensación que experimentamos por contagio social, escaso dominio de esfínteres o para ciertos insensibles, el miedo es inexistente como actitud frente a la vida.
   Pero que existe, no deja de ser una realidad que nos abruma sin que busquemos las maneras más peligrosas de enfrentarlo, porque basta con seguir los noticiarios televisivos, los relatos radiales o las publicaciones gráficas, para tener en el centro del alma y de la mente ese miedo insuperable que se acrecienta con la desprotección, las leyes inadecuadas por lo antiguas y cierta displicencia gubernamental frente a otros temores más trascendentes y mundanos, como lo es por ejemplo la inaccesibilidad al dólar blue.
   Pero que el miedo es una realidad, no es necesario certificarlo, aunque la explicación está en un tal Alain, profundo y sesudo pensador, que entre sus sobresalientes conceptos, afirmó en un momento que “El hombre que tiene miedo sin peligro, inventa el peligro para justificar el miedo”.
   Los cordobeses, al menos, no necesitamos inventarlo porque en estos últimos tiempos, ha pasado a formar parte del vergonzoso ADN que nos está igualando a todos…
 
¿Cuántos años lleva el pesado trámite?
ALGUNA  VEZ  LLEGARÁ  A  SU FIN  ESE  ESTIGMA
QUE  REINA EN TORNO DE UN PROCESO  JUDICIAL
 
   Algunas situaciones reinstalan el debate de los inocentes presos.  En nuestro país desde 2014 funciona el “Proyecto Inocente”, iniciativa surgida en los EE.UU, y difundida a más de 20 países, que  busca revertir condenas equivocadas. En todos los casos se trata de encontrar errores en la investigación y en el juicio, que producen la condena de un inocente. 
   En el análisis de Argentina se consideró que había problemas en cómo los operadores judiciales valoran las pruebas y cómo las consideran; cómo los jueces justifican y argumentan sus decisiones, y también, casos de corrupción y problemas de ética.
   En tal contexto, y retomando la causa del Registro de la Propiedad de Córdoba, recordé el dictamen de un Juez, en el que confirmaba la prisión preventiva a dos imputados pese a reconocer que se carecía de pruebas contra ellos, como podrían ser firmas o escritos de su parte y que no se contaba tampoco con ningún testigo que los hubiera visto o acusado.
   El apego al diccionario enseña a considerar al error como un concepto equivocado, juicio falso, acción desacertada, o precisamente en Derecho, como vicio causado por equivocación de buena fe que puede anular el acto jurídico.
   Debe ser inevitable que los jueces, limitados y falibles, puedan equivocarse, aun poniendo empeño y dedicación en su trabajo, pero, en este caso, no se puede hablar de errores de valoración, consideración, justificación o argumentación, porque el mismo juez reconoce no tener nada para valorar, considerar, justificar o argumentar.
   Lógicamente, estos imputados fueron absueltos después de casi tres años de prisión injusta. Hubo concepto equivocado, juicio falso, acción desacertada y vicio judicial.
   Es difícil saber si de buena fe, o si puede orientarse hacia la corrupción y la ética.
 
Se impone más lucha que definiciones
NOS ASALTA LA DUDA SI  EL MINISTRO DEL ÁREA
SEGURIDAD  ESTÁ  ENTERADO  DE  LA  REALIDAD
 
   Partamos de una base cierta surgida de los tiempos que vivimos, en el sentido que la cuestión de la seguridad ciudadana corresponde más a las esferas técnicas que a las consideraciones políticas o ideológicas, porque es allí donde por lo general se desubican los conceptos o se alteran las definiciones, en la mayoría de las cosas por una inclinación hacia la facilidad e inmediatez de improvisar, o por escaso concepto  de respeto hacia la sociedad.
   En los últimos tiempos los diarios vienen perdiendo terreno ante ese alucinante ejercicio del ímpetu informativo, porque tanto la radio como la TV ofrecen hechos resonantes en vivo mientras suceden, con sonido y en colores.
   No dejó por eso de ser una mayúscula sorpresa el leer el diario donde aparecen audaces conceptos de nuestro ministro provincial de inseguridad -y así la califico porque es lo predominante-  sosteniendo “Nos preocupa mucho la capacitación. Acá no hay buenos y malos policías. Acá están los policías y los delincuentes que se disfrazan de policías” con lo que el funcionario aporta mayor confusión a una situación que se ha tornado intolerable y de mayúscula peligrosidad por lo inmanejable que se confiesa desde el poder.
   La crisis no es nueva y se han dado demasiados casos que fueron inútiles llamados de atención, en procura de enderezar el rumbo del tratamiento del tema desde el gobierno y los resultados han sido siempre negativos aunque se dibujen las estadísticas y se gasten fortunas en equipamiento, tecnología, etc. todo lo que no alcanza mientras, y lo insisto por enésima vez, no se instrumenten dos medidas básicas; la profesionalización en un nivel más elevado de los planteles y el urgentísimo estudio, elaboración, tratamiento, promulgación, reglamentación, implementación y contralor de su estricto cumplimiento, de una ley integral de seguridad para terminar con los remiendos tan costosos, los reemplazos de nombres, los apresuramientos de incorporar más efectivos y lanzarlos a la calle sin capacitarlos y tratando de dejar de lado esa certeza para muchos, que los cargos policiales suelen ser la resultante de deudas políticas con la militancia, contraídas en períodos precomiciales.
   Los cordobeses ya hemos agotado nuestro enorme caudal de paciencia ante el avance de una delincuencia que domina la ciudad, y no me vengan con el viejo verso de la sensación, que ya nadie cree, salvo como muletilla que parte desde la inoperancia del poder, en este caso culpable también por omisión.
   Es un escándalo el crecimiento del narcotráfico y bueno sería que alguna vez se investigara -aunque sospechas sobran- cuáles son las fronteras de su ingreso, y las maniobras que se perpetran para consolidarlo, aparte de la generosa e inexplicable impunidad que se les regala como valor agregado.
   Las autoridades se alarman por la cantidad de armas que compran los cordobeses, en lugar de ponerse las pilas y neutralizar a un hampa que se expande y serán inútiles los lamentos cuando se produzcan enfrentamientos de civiles en defensa de sus bienes y de sus familias, desamparadas por un Estado con la obligación de protegerlos.
   Sintetizando, la seguridad está visto que no es un tema para que se ocupen los políticos sino los técnicos, sin amiguismos, acuerdos innegables ni privilegios de ninguna clase.
   Y que el gobierno deje de quejarse y actúe de una buena vez, porque de nada sirve tener una ciudad bonita si no la podemos gozar.
   Y consagrar el estado de dominio que actualmente luce la delincuencia, sería una imperdonable bulodez…
 
Reclamo salarial y sus consecuencias
SI EL PLANTEO SALARIAL AFECTA EL DICTADO DE
CLASES, LOS ALUMNOS SUFRIRÁN  EL  PERJUICIO
 
   No se me ocurriría ni siquiera evaluar la conveniencia, oportunidad ni posibilidades que tiene de imponerse el criterio sindical docente acerca de los reclamos de actualización salarial, en un período en que nuestra estabilidad monetaria es penosa, el Estado sigue presionando con los impuestos y los servicios -tanto estatales como privados, y es como si no tuvieran límites para su actualización hacia arriba y usando como guía los vaivenes del billete verde, tomando en cuenta la ridiculez, que cuando el dólar baja su cotización, los valores que pagamos se mantienen o se siguen incrementando.
   El componente de insensibilidad ya ha sido expresado y llevado a la realidad hasta el cansancio y de poco ha servido, porque los cráneos de la economía nacional, provincial y recaudatoria, poco entienden ni les interesa esa disyuntiva, detalle que mucha consideración merece porque afecta a la dignidad y a la condición humana.
   Y se trata de una percepción personal o es sólo un mal pensamiento, que suele invadirme cuando desde ambas veredas del tironeo están los alumnos, inocentes y aprovechados rehenes de cada prolongado y a veces eterno conflicto, sin pensar en el descalabro hogareño que entra al seno de las familias sin preguntar, cuando no hay maneras de hacer que los pequeños concurran a clases, tratándose de salitas o primarios, como asimismo en el caso de los secundarios, cuyo aprendizaje se resiente severamente y después no sabemos por qué no se registra progreso intelectual, ni atendemos con medidas reparatorias el decreciente nivel de conocimientos.
   Debiera el Estado en su condición indelegable de protector de la
comunicación entre las partes enfrentadas, instrumentar métodos y capacitar a los responsables de las discusiones salariales, para que no sean los niños las víctimas de los desacuerdos y caprichos, que pudieran haberse consolidado en el fuero íntimo de los funcionarios encargados de atender, negociar y ocuparse de las reiteradas y a veces prolongadas situaciones críticas.
   Es muy cierto ese consejo, digamos conminatorio, de “con los niños no” pero en forma de grito para que se cumpla no tanto como obligación de respeto y cariño hacia la inocencia de los pequeños, sino como prenda de paz, justicia y armonía que merecen aquellos que nos educaron, aunque hayan fracasado con tal cometido en algunos obtusos que no tienen otros mecanismos de protesta que dejar de trabajar y que para colmo no les paguen esos días.
   El dirigente gremial, en estos casos, se supone que está amparado y jamás deja de cobrar.





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