28 de octubre de 2018

S.L.B.: DE CALMAS, TEMPESTADES , DUDAS Y BONANZAS – SOBRE QUE AQUÍ SOBRAN, IMPORTAMOS AGITADORES – ES IRRACIONAL CEDER AL MIEDO QUE BUSCAN IMPONERNOS – LA MEGACAUSA Y EL MENOS COMÚN DE LOS SENTIDOS – GENDARMERÍA EN LAS CALLES, NO ES PARA ESCANDALIZARSE – CÓRDOBA NO MERECE TRANSFORMARSE EN UN CHIQUERO, ETC.

Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos” emitifo el 28/10/18 por AM580 y la FM88.5 ambas de Radio Universidad de Córdoba.

LA DUDOSA Y RELATIVA CALMA
   Sostienen los expertos, al menos en cuestiones meteorológicas, que después de la tempestad sobreviene la calma, mientras que un dicho popular asegura que siempre que llovió paró.
   Ambas posturas están en lo cierto, aunque cuando se trata de panoramas y escenarios políticos no siempre ocurre como lo vaticinan tanto los brujos de vientos y tempestades, como los fabricantes de sentencias que luego se popularizan.
   ¿Estamos viviendo tiempos de calma?
   Tras un meduloso análisis, es para sostener que lejos estamos de tal situación ideal porque aunque aparezca el sol, la tormenta está siempre sobre nosotros con su amenaza de desastre.
   Con una ciclotimia virtualmente histórica no estaríamos en condiciones de asegurar que vivimos tiempos de calma ni tampoco la bonanza de la serenidad ambiental en cuanto a lo político, lo económico, la seguridad en general u otros aspectos de la vida ciudadana.
   En realidad somos nosotros los dueños y patrones tanto de las calmas como de las tempestades, de acuerdo con la concepción personal de la situación y los factores que a unos agobian y otros no les molestan.
   Lo peor de todo, es que viendo el panorama que nos rodea, más acertado sería el pronóstico si pudiéramos suponer a futuro, que no siempre la calma es el umbral de la tormenta.
   No es tan sólo una cuestión de desmedido optimismo, sino más bien una expresión de anhelos porque los argentinos, alguna vez, merecemos vivir sin sobresaltos.
   A la tranquilidad la podemos conquistar siendo cautos y no alarmistas y exigiéndole al poder, siempre, que nos gobierne con la verdad, sin mentiras ni maquillajes a la situación.
   Vivir la realidad sin deformaciones impuestas es la mejor manera de afrontar tanto el presente como el futuro.

LOS VÁNDALOS EXTRANJEROS

   Por tener ciertas experiencias en cuanto a comportamientos tanto propios como ajenos en cualquier actividad que se desarrolle fuera de nuestro país, me voy a permitir hacer ciertas comparaciones que para muchos pueden resultar odiosas, xenófobas o injustas, aunque por una cuestión de objetividad testimonial, se advertirá que no existe en este análisis ninguno de esos componentes.
   Vivir, pasear, trabajar o estar de paso en cualquier país que no sea el nuestro, obviamente nos obliga a respetar las leyes locales, sus usos y costumbres, aunque las buenas conductas por lo general no requieren códigos escritos.
   Tradicionalmente tenemos los argentinos un enorme sentido de la hospitalidad, somos correctos anfitriones, les abrimos nuestras puertas generosamente a los visitantes extranjeros y en general procuramos que lo pasen bien, gozando todo lo que les podamos ofrecer.
   Pero no en todas partes es lo mismo, porque entre nosotros damos trabajo, asistencia médica y sustento diario unos más y otros menos, de acuerdo con sus posibilidades, a cualquier extranjero que llegue a nuestro territorio y lo hacemos por convicción y sentido solidario.
   Sin embargo a la inversa, cuando nos toca por suerte o por desgracia ir a parar al extranjero, somos los sudacas que tanto en España, en los Estados Unidos o en Bolivia solo para citar tres casos aislados, debemos cumplimentar una serie de exigencias, trámites y demoras sumamente engorrosas y lentas.
   Por eso es que desde muchos sectores de la sociedad se demanda de las autoridades un trato con los extranjeros, igual al que recibimos cuando nos toca ser visitantes.
   Es complicado ahora, por las benignas leyes que protegen a los inmigrantes, resolver como resuelven en el exterior las situaciones en las que existe delito o mala conducta por parte de algún extranjero.
   En la mayoría de los casos la deportación al país de origen es casi sumaria.
   Pero nosotros tenemos mil vueltas y vericuetos legales que llevan a demoras a veces inauditas, para casos de transgresiones a nuestras leyes por parte de visitantes de otros países.
   En los disturbios de días pasados en inmediaciones del Congreso fueron detenidos cuatro extranjeros: un turco, un paraguayo y dos venezolanos a quienes se comprobó su participación en los enfrentamientos con la policía utilizando proyectiles y otros elementos.
   ¿Es posible que seamos tan tolerantes, con quienes en sus países nos atosigan con exigencias?
   Vaya e intente trabajar en Turquía, en Paraguay o en Venezuela y caerá en cuenta que tiene que disponer de mucho tiempo para hacer los trámites que le exigen y no se le ocurra trabajar ilegalmente porque irá preso o le pondrán un puntazo en el tugges y lo mandarán de vuelta.
   Agilizar el tramiterío para evitar que agitadores profesionales nos tomen por idiotas, es un imperativo para los fabricantes de leyes, especialistas en faltar a las sesiones y no faltar en los días del pago de dietas.
   El problema fue que sólo detuvieron a cuatro, pero me comentaron que ese número es sumamente reducido si lo comparamos con la realidad, que fueron muchos más los que se aprovecharon de nuestra hospitalidad para agredirnos.
   Alguna vez tendremos que actuar como las circunstancias lo exigen.

LA MEGACAUSA Y EL MENOS
COMÚN   DE  LOS   SENTIDOS
 
   En esto de honrar y recuperar valores ausentes, no quiero dejar de mencionar el “sentido común”,  comúnmente desaparecido en la causa del Registro de la Propiedad de Córdoba.   
   ¿Con qué sentido un juez dice que no tiene ninguna prueba contra un imputado, pero igual lo encarcela en prisión preventiva por su convicción? ¿Con qué sentido se dice de un imputado que no tiene antecedentes penales, pero que es un peligroso delincuente? ¿Con qué sentido se dice que una persona sin fortuna, participa en negocios millonarios? ¿Con qué sentido se encarcela a personas inocentes durante tres años, sin llevarlas a juicio? ¿Con qué sentido se designa una comisión especial para juzgarlos,  en lugar de los jueces que por sorteo corresponden? ¿Con qué sentido se juzga repetidamente a los mismos imputados? ¿Con qué sentido se ignoran las repetidas acusaciones de los testigos contra   funcionarios encumbrados?
   La lista de preguntas podría continuar hasta el ridículo infinito.
   El sentido común se define como la capacidad natural de juzgar los acontecimientos de forma lógica y razonable. 
   Se supone que nos ahorra tonterías, permitiéndonos calcular lo razonable y lo absurdo.  
   Los jueces están obligados a aplicarlo bajo el nombre de “sana crítica racional”, y si acaso les faltara, apegándose estrictamente a la ley.  
   Ninguna de estas definiciones se practica en  lo arriba cuestionado.   
   Ni sentido común, ni sana crítica, ni apego a la ley se encuentra en las decisiones judiciales de la causa del Registro de la Propiedad de Córdoba, y sí absurdo, sinrazón y distancia de la ley.  
   Pero con qué sentido, es lo que falta aún desentrañar.
   No es cuestión de tiempo ni de circunstancias.
   Es simplemente una cuestión de Justicia.

NO ES POSIBLE QUE CEDAMOS ANTE EL
MIEDO  QUE  PRETENDEN IMPONERNOS
Por allí como cuando era criatura, se me ocurre pensar en los miedos y me pongo en el lugar del hombre primitivo que seguramente uno de sus primeros sustos fue ante la aparición del fuego. Y como si lo estuviera viendo, primero se asustó, por curiosidad se quemó, aprendió a respetarlo y por último lo aprovechó.
Nos asustamos por la corrupción, aprendimos que es posible combatirla con la ley, respetamos a la Justicia y los decentes aprovechamos las enseñanzas de lo que no se debe hacer.
Al miedo hay que combatirlo no tan sólo con coraje y valentía sino con hechos que ahuyenten eso que los aún no resignados a la derrota, están desparramando en la sociedad argentina pretendiendo un regreso, o es lógica secuela de la alergia a los barrotes.
No estamos bien, pero estuvimos peor, muchos encandilados por las luces de un populismo al fiado que ahora tenemos la obligación de pagar. Y regresar a casa después de la terapia intensiva suele ser duro e impactante.
Nos metieron miedo con el tema presupuesto y con el vandalismo y la barbarie, expresiones de una prepotencia estudiada, diagramada y ejecutada para atemorizar y no únicamente para eso, porque se me antoja que fue un entrenamiento para volver a lucirse en la cercana reunión del G-20 porque los amnésicos buscan venderle al mundo una dañina imagen de país en convulsión.
Si hasta apelaron a varios agitadores importados, a fotografías viejas con las que un ex radical, fracasado como tal, consumó otro de los papelones de su curriculum y entre todos, adentro y afuera del recinto, buscaron patotear en lugar de convencer a través del democrático y respetuoso debate.
Gracioso y patético retrato de la realidad que paseó por el mundo encabezado por varios personajes que le deben más a la Justicia que a la historia, una imagen innegable de la provocación y la intolerancia, frente a la majestad de las instituciones de la República,
Se desgañitaron con su alarido de volver.
Los argentinos de bien estamos ansiosos por escucharlos que piensan devolver.
    Actuemos entonces como el hombre primitivo, que frente al miedo primero se asustó, luego se quemó, aprendió a respetarlo y terminó por aprovecharlo.
A esas etapas las estamos viviendo y debemos superarlas.
   Trabajemos por el país, lo saquemos del fuego con el sacrificio que sea necesario y que el miedo, justicia de por medio, se transfiera a quienes con la impunidad del saqueo, nos llevaron a la postración.

GENDARMERÍA EN LAS CALLES
NO ES PARA ESCANDALIZARSE
   Desde el comienzo, vamos por partes de acuerdo con lo escuchado que opinan los entendidos: orden judicial se requiere para abrir el baúl de un auto por ejemplo, pero no es ilegal exigir a un ciudadano que se identifique. Basta con que diga su nombre y apellido y el número de documento, para que la autoridad con la tecnología a su alcance corrobore que se trata de esa persona y que no pesa sobre ella ninguna orden de captura u otra inhibición.
   La desprotección de nuestras fronteras, los olvidos que recayeron sobre el Chaco y Formosa entre otros, habilitó "zonas liberadas" para el contrabando y no eran electrodomésticos, azúcar o nafta lo que pasaba a nuestro país por fuera de la Ley, sino toda la gama de drogas especialmente marihuana y pasta base de cocaina o elaborada, con lo que "se alimentaban" las "cocinas" que alargaban esas sustancias para librarlas a la venta al menudeo.
   Nuestras fronteras eran una delicia para los contrabandistas y narcotraficantes y para que ello sucediera era preciso que se relajaran selectivamente los controles. Secuestraban mercadería barata y "se les pasaban por alto" importantes cargamentos de sustancias prohibidas.
  Desguasaron a la aviación y crecieron en todo el país pero especialmente en el norte, las pistas clandestinas donde con absoluta impunidad llegaban y salían los aviones de la droga.
  Nadie hacía nada por impedirlo y la Gendarmería como ahora también recibía órdenes.
  Efedrina y otros elementos para elaborar drogas pesadas no tenían barreras para el acceso al país y llegaban hasta el corazón de la Provincia de Buenos Aires donde la actividad, junto con la demanda, eran las mayores del país. ¿Para qué seguir enunciando una situación que era "vox pópuli"?
Ya sabemos quiénes son los que repudian la presencia de los gendarmes en controles callejeros, aunque la mayoría de la población está de acuerdo con ese accionar y se sienten másseguros.
     Están en contra de esos operativos algunos sectores de la izquierda, nostálgicos “K”, defensores selectivos de los derechos humanos y todos los delirantes que luchan por instaurar una imagen de represión por parte del actual gobierno nacional.
Quien se sienta decente no le puede tener miedo a los controles.
Y para los que sostengan que es una invasión a la privacidad porque es un derecho humano preservarla y respetarla, que tengan en cuenta que la seguridad es también un derecho humano, posiblemente el más vulnerado que merece asimismo el máximo respeto y la mayor preocupación de los gobernantes.
Basta de vivir con miedo por el desamparo evidente y la ineficiencia de quienes tienen la obligación de proteger nuestras vidas y nuestros bienes.
Nadie se queja, por ejemplo, cuando lo cachean en la cancha o en un festival de rock, pero ponen el grito en el cielo cuando se lo hace como parte de una seguridad que fuimos perdiendo a medida que crecía el comercio más infame que existe: el de la droga.

 
CÓRDOBA NO MERECE  QUE  BUSQUEN
IMPONERNOS A VIVIR EN UN CHIQUERO

   Pueden intentar venderme decenas de pretendidas justificaciones con la vieja costumbre argentina de la autocrítica cero, y esmerarse en echarle las culpas a cualquiera de los sectores involucrados en un problema, eludiendo asumir las propias responsabilidades.
   Es cierto que el vecino en general es descuidado a la hora de respetar la higiene callejera, de organizarse en la limpieza de veredas, en cumplir con los días y horarios de sacar la basura domiciliaria y de otros detalles que hacen a la armónica convivencia en un clima de respeto por el prójimo y por el medio ambiente.
   Pero no es mentira que a todos los males de conductas que puede padecer el cordobés, se le suma la desorientación que le provoca la ciclotimia en el cumplimiento del costosísimo servicio -de alguna manera hay que llamarlo- de recolección de residuos y limpieza de calles.
   Y otra vez, por obligación, hay que hacer referencia a la permanencia o no de las concesionarias del pésimo servicio, una de las cuales ha pasado a otras manos y según se comenta, entraría a operar en diciembre.
   Parece que a nadie le importara la salubridad pública porque la ciudad se ha venido fortaleciendo como capital nacional de la mugre, con una abrumadora y hedionda acumulación de basura no en cualquiera, sino en todos los sectores de la ciudad incluyendo al centro.
   Por allí anunciaban que recuperaríamos las prestaciones y que el drama se había superado, pero el servicio no se restableció con las prestaciones que se proclamaran.
   Por allí anunciaban que la normalidad regresaba a las calles y eso muchas veces fue cierto, porque las bolsas se volvían a acumular para regocijo de las jaurías que se hacían un festival.
   Ergo, la normalidad es la falta del servicio.
   Una vez porque despidieron a uno, otra porque no tienen uniformes, otra porque estaban de fiesta en el sindicato, la cuestión es que los giles de siempre -nosotros- seguimos pagando por una tarea que no se cumple, con el agravante de una mayúscula y perniciosa contaminación de la que los vecinos para nada somos responsables sino reiteradas víctimas.
   La Municipalidad tengo entendido que habría emplazado a quienes tienen aún la responsabilidad de la recolección de residuos domiciliarios y la limpieza de calles, pese a lo cual la porquería reina en las calles, un día pasan y dos días no, cambian los recorridos, los horarios y toda la mecánica que hasta tiempo atrás llegó a ser previsible.
   Y duele  también sospechar o advertir que a ese mocoso que en un alarde de creatividad bautizaron “Cotrequito”,  encargado de anunciar servicios que no se cumplían, ha desaparecido de los lugares que solía frecuentar.

   Lo único que falta es que lo hayan despedido y los cordobeses tengamos que pagar también la indemnización por alguien que se cansó de mentirnos… 

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