7 de enero de 2014

“YO, CARMONA” TESTIMONIO PERIODISTICO QUE OFRECE LA VOZ DEL INTERIOR EN SU EDICION DEL DOMINGO 12





   La vida de Roberto José Carmona es un compendio de violencia, terror, sangre, rejas y condenas. El autor de varios crímenes cayó finalmente en Córdoba después de ultimar a la jovencita Gabriela Ceppi, por cuyo homicidio purga una de sus sanciones a perpetuidad, sumadas a otras por distintas fechorías. Ya en prisión, nació una especie de aureola misteriosa sobre su personalidad, que incluía amoríos pasajeros que le reclamaban desde afuera, condición de ”carteludo” que siempre fue dudosa y otras alternativas de una vida que de por sí, comenzó a escribir su propio libro con las fantasías y las verdades que la condimentaban.
   Gonio Ferrari fue el único periodista que dialogó muchas horas y en repetidas ocasiones con Carmona, de cuyas entrevistas surgieron tres memorables programas difundidos oportunamente por la televisión cordobesa que como es de suponer, dividió las aguas en el sentido de aceptar o no que hablara públicamente, un individuo de tal catadura, que de todas maneras no deja de ser una persona.
   Equivocado frente a la ley, despreciado o lo que fuere, pero persona al fin.
   De esos encuentros, sin presiones ni cancerberos, surgió la edición del libro “Yo, Carmona” que escribió Gonio Ferrari para una serie de cuatro trabajos afines que La Voz del Interior comenzará a entregar en los sucesivos domingos, a partir del próximo día 12.


   Para que los lectores tomen una somera idea del material que incluye este trabajo de 134 páginas, detallamos a continuación algunos de sus párrafos al azar:
   “El historial delictivo de Roberto José Carmona, nacido en un pueblo bonaerense allá por 1963 se remonta casi a la niñez, porque de acuerdo con sus declaraciones a lo largo de varias entrevistas llevadas a cabo en su lugar de encierro -con cámaras de por medio y sin ellas- evocaba que con siete años de edad, o menos, ya había vivido la privación de su libertad cuando su madre (Magdalena Bonet, a quien prefiere ni siquiera recordar) lo depositó en un instituto para contención de menores, en Buenos Aires.
   Pasa el tiempo y Roberto José Carmona sigue siendo un profundo misterio. Se muestra como seductor pretendiendo encubrir su inseguridad intelectual nacida del aislamiento y sus miedos de toda la vida.
   Carmona habla de todo, incluyendo su parecer acerca de aquella habladuría que lo sindicaba haber asumido la culpabilidad de un crimen para proteger al hijo de un ex gobernador cordobés.
   Uno de los presos más peligrosos que haya pisado varias cárceles del país “es un ávido lector que en los últimos años ha paseado su nada disimulada curiosidad por los grandes pensadores universales, los sociólogos y los novelistas clásicos”.
   Divagando, Roberto José Carmona “me recuerda lo de la revuelta
que se dio aquí, (en la Penitenciaría) con la imagen del guardiacárcel Walter Montenegro, tratando de salvarle la vida a un montón de tipos que estaban detrás.
  ¿A sus compañeros? Le pregunté.
   --Montenegro y las otras personas que fueron constituidas como rehenes, esas personas les estaban salvando la vida y de hecho se la salvaron a un montón de presos. El tipo que sujeta a una persona de rehén tiene pánico, miedo, dicen que el terror paraliza, sí, el terror paraliza, el 10 de febrero de 2004 acá ambos lados estaban aterrorizados, los internos y los empleados…”
   Aunque actualmente esté alojado en un penal de Corrientes, fue el único interno en todas las cárceles cordobesas purgando una reclusión por tiempo indeterminado, mecanismo cuya eliminación ha beneficiado a varios presos por distintas causas también graves,
menos a él.
“…yo no podría ser objetivo respecto a la materialización de la libertad, es más, creo que me muero del susto el día que me digan “bueno, macho, andá a donde vas a carecer de alimentos, sino
los vas a tener que buscar”, es muy difícil para mí, hay veces que pienso y tiemblo ante la posibilidad de la libertad”.
   Allí está y sigue persiguiendo el sueño de manejar los tiempos, tal como se manejan los relojes.
   Más que preso por las rejas, lo está de sus utopías.
   Y las utopías, bien lo sabemos, tienen la fuerza de la eternidad.
   Es, en síntesis, el inevitable resultante de un perverso sistema que no perdona, en un Estado que no reeduca y de una sociedad que no olvida.

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