21 de noviembre de 2022

Barrio SEP, al borde del abismo

QUE NADIE DEL PODER DIGA DESPUÉS QUE
NO SE ENTERÓ  DEL  INMINENTE DESASTRE
 
   A veces nos conmovemos cuando la televisión muestra derrumbes de edificios en lejanas geografías terrícolas, nos lamentamos por las víctimas y de manera especial cuando se trata de niños y pensamos si acaso no hubo anuncios o indicios que tal desastre podía ocurrir y si los hubo, sufrimos porque desde el poder, en cada caso, no se registraron reacciones que impidieran el drama.
   En consecuencia, si la situación se descontrola como ahora, no salgan después las autoridades a vociferar lamentaciones, reincidir en la hipocresía y deslindar responsabilidades que como está visto, pueden endilgar a los vecinos por descuidar el mantenimiento de sus departamentos, lo que sería el colmo si apolaran a ese percudido pretexto, pensando que de esa manera quedan eximidos de culpa.
   Para que se enteren aunque lo saben, porque meses atrás los moradores de edificios de barrio SEP padecieron la desgracia de caer enfermos por beber, cocinar e “higienizarse” con el agua “potable” de un tanque convertido en verdadera cloaca. Comentan los vecinos que el SEP (Sindicato de Empleados Públicos comandando por el legislador oficialista Jose Pihen) se desentendió de la responsabilidad por lo que tengo entendido que la Municipalidad debió ocuparse del saneamiento de ese pozo hediondo, obligada por la presión mediática que divulgó una situación intolerable, especialmente por sus consecuencias y derivaciones.
  Se hicieron algunos arreglos, algo mejoró la situación pero cuando se aplica la política de parches y remiendos en lugar de soluciones integrales, los males resurgen y se agravan, como pretender graciosamente curar un cáncer con aspirinas.
   Pero ahora la realidad del barrio SEP es desesperante porque hay edificios que se están hundiendo, escaleras colapsadas, paredes y techos agrietados, desniveles varios, todo lo que  se agrega al espantoso riesgo de un derrumbe porque el movimiento de las estructuras provoca subsidiariamente el daño irreparable en las cañerías del agua, la red de gas y los conductos cloacales, todo lo que  suma para deteriorar aún más la situación contribuyendo a que el suelo siga cediendo inexorablemente.
   Los bloques de edificios seriamente afectados son cuatro por ahora aunque la realidad viene avisando que se añadirán otros en el padecimiento. El conjunto habitacional no depende de ningún consorcio y los vecinos han quedado desprotegidos y a la deriva de un Estado en que la insensibilidad de las autoridades es el sentimiento  que los acongoja, más los gastos que vienen realizando con elevado sacrificio en un barrio de gente laboriosa, sin resultados que les alivien la situación.
   Se comentaba que días atrás se realizó algo parecido a una inspección por parte de un organismo estatal -el gremio SEP otra vez se desentendió de la situación- y comentaban los afectados ya con marcada indignación, que la persona encargada de dicho trámite concluyó comentando que la culpa era de los vecinos por no atender debidamente el mantenimiento de las viviendas.
   Es de rogar y esperar que al menos en este caso, tratándose de los anticipados tiempos precomiciales, cuando se gastan fortunas en publicidad mediática que no erogan los partidos políticos sino que el oficialismo lo hace con dineros de todos, se preste atención a estos dramáticos casos puntuales en que se hace imprescindible la presencia del poder para encaminar soluciones definitivas y no temporarias.
   No vaya a ocurrir que la desgracia sea más veloz que las acciones inmediatas y vengan tardíamente esos tiempos de  lamentaciones, porque estando advertidos y no actuando, es la mejor manera de confesarse inútiles a la hora de acudir en ayuda de quienes imperiosamente lo necesitan.
   Los votos no se ganan sólo sonriendo, cayendo simpáticos o apelando a los gastados mecanismos de la demagogia: la generosidad de soluciones ante la ciudadanía es lo que más se valora a la hora de estar frente a las urnas.
   Hay muchas vidas en riesgo.
   Y con ellas, no se juega.

Gonio Ferrari

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