25 de mayo de 2023

Argentina somos todos

TAMBIÉN LA PATRIA ES GOBERNAR
SIN  SOBERBIA  NI  AUTORITARISMO

   Aunque hoy celebramos más de dos siglos, precisamente 213 años como Nación, la realidad pone en duda que hubiéramos aprovechado las lecciones de nuestra propia historia. Los políticos coinciden y es bueno que en algo lo hagan, pensando a la Patria como la construcción de una gigantesca obra para nuestro bienestar y para todos los hombres de buena voluntad, sin distinciones de orígenes o de castas que quieran habitar su suelo.
   Y cada 25 de Mayo desde que me acuerdo, hoy a 213 años de aquella gesta, vuelvo a considerar oportuno pensar en voz alta qué es la Patria, desde mi simple condición de ciudadano.
   Debe ser la Patria el paraíso real y no virtual donde podamos vivir en paz y en libertad porque representa decencia, trabajo, sacrificio.
   La Patria no es el bolsón, el subsidio o la beca para no trabajar.
   Es honestidad a ultranza; es entrega, amor por las raíces y generosidad con nuestro prójimo.
   La Patria es construir y no mentir.
   Es buscar el bien común.
   Es gobernar y obrar sin soberbia ni autoritarismo.
   La Patria es administrar honradamente lo que tenemos y elaborar aquello que necesitamos.
   La Patria, por muchos devaluada en su concepto, es educación, seguridad, justicia y salud para todos, sin elegidos ni marginados.
   La Patria también es el respeto a los que piensan distinto y a la Patria la hacemos en la ciudad y en el campo porque la transpiramos por igual en la calle, en las escuelas y en el surco.
   La Patria es diálogo, debate, disenso, discusión.
   No es de civiles ni de militares, sino de argentinos.
   La Patria no se limita a triunfar en mundiales de fútbol.
   La Patria no es Menéndez ni es Videla, pero tampoco lo son Firmenich ni los  que se autotitularon “románticos combatientes” que luego ascendieron.
   La Patria es también rebeldía ante la injusticia, cariño por lo nuestro y consideración hacia el prójimo porque a la Patria envilecida por la corrupción, el atraso, la miseria y la desidia sólo se la cura con justicia honestamente independiente y no con la obediencia debida de algunos jueces.
   Trabajemos unidos, codo a codo y empecemos ya, desde arriba hacia abajo pese al tiempo dilapidado, para que la desunión y los desencuentros no sigan siendo más rápidos que los relojes ni más venenosos que los odios y es por eso que viene como anillo al dedo una declaración que quiero compartir con todos: “Los medios de protección que la Constitución nos proporciona, son la libertad y los privilegios y recompensas conciliables con la libertad.
   Los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente.
   Se nos alentó a consumir sin producir.
   Nuestras ciudades capitales son escuelas de vagancia, de quienes se desparraman por el resto del territorio después de haberse educado entre las fiestas, la jarana y la disipación.
   Nuestro pueblo no carece de alimentos sino de educación y por eso tenemos pauperismo mental.
   En realidad, nuestro pueblo argentino se muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos y de ignorancia en el arte de hacer bien las cosas.
   Sobre todo se muere de pereza, es decir de abundancia. Quieren pan sin trabajo, viven del maná del Estado y eso les mantiene desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición.
   El origen de la riqueza son el trabajo y el capital.
   ¿Qué duda cabe que la ociosidad es el manantial de la miseria? La ociosidad es el gran enemigo del pueblo en las provincias argentinas.
   Es preciso marcarla de infamia: ella engendra la miseria y el atraso mental de los cuales surgen los tiranos y la guerra civil, que serían imposibles en medio del progreso y la mejora del pueblo”.
   Son verdades añejas pero de implacable actualidad, que vienen superando a los tiempos tanto de bonanza que supimos tener como de crisis que estoicamente soportamos mientras intentamos recuperarnos.
   ¿Quién dijo todas estas verdades?
   Fue Juan Bautista Alberdi, en marzo de 1855 firmando con el seudónimo “Figarillo”.
   Han pasado 168 años y es como si lo hubiera dicho ayer.
Gonio Ferrari

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