9 de noviembre de 2012

PARTE DE LA SOBERBIA POLITICA: LA OLVIDADA HUMILDAD DE ESCUCHAR


   Pareciera que para la historia de los argentinos serían necesarias varias expresiones populares como las de ayer en todo el país y en el exterior, si de sacudir la soberbia política de la dirigencia nacional se tratara. Lo que más debiera alarmar a esa sorda y ciega conducción, es el crecimiento de una convocatoria que no apeló a los ómnibus fletados, a los subsidios, a la promesa de nuevos planes o a la presión en sus mil formas. Nadie puede, ahora, adjudicar al 8N la paternidad formal de ningún partido político, organizaciones sindicales o entidades parecidas.
   No se advertía la presencia de conspiradores, encapuchados, destituyentes o manipulados por los medios periodísticos que discrepan con las posturas oficiales. Tampoco había gente armada, símbolos nazis, estrellas de David ni banderas o estandartes rojos con la hoz y el martillo.
   Porque su bandera -esa gigantesca e insobornable bandera de la gente- tenía los colores de la espontaneidad, del respetuoso reclamo por la bronca contenida, las frustraciones cotidianas, la impune corrupción que ampara a ciertos y encumbrados personajes, a los delirios de D'Elia y su prepotencia, a la desmemoria de Larroque, a la inmovilización y condicionamiento del dinero de los ciudadanos, a la creciente inseguridad, a la caida de nuestra imagen internacional y el crecimiento del riesgo país, al endeudamiento de la provincia, al caos de la ciudad, en fin, a todo lo que se viene transformando en un permanente y sintomático perjuicio hacia el pueblo.
   No fueron "las clases dominantes", las señoras cogotudas, los sojeros ni los profesionales porque en las multitudes sobresalía por encima de cualquier consideración veladamente discriminatoria, la presencia de trabajadores, estudiantes, obreros y jubilados, todos hartos de la desidia; del maltrato, del atropello y del olímpico e injuriante desconocimiento, desprecio y avasallamiento a sus derechos.
   Imprudente y exagerado sería considerar lo del 8N como una especie de plebiscito porque no fue tal ni por asomo y me animo a sostener que tampoco ese era el espíritu de quienes se daban el gusto de ejercer su democrática libertad de expresarse, aventando aquellos viejos miedos que se fortalecieran bajo el autoritarismo y el terror que sembraran los militares en su penosa y sangriencia experiencia de pretender gobernar. Aunque el miedo no fue patrimonio de esos genocidas, sino también de los que se autotitulaban "románticos luchadores" en la clandestinidad, que comenzaron a operar desde el seno mismo de un gobierno democrático y peronista.
   No es ni siquiera una velada manera de reivindicar la devaluada teoría de los dos demonios, sino apelar a la memoria y no olvidar esos oscuros tramos de la historia de los argentinos, esa parte que ahora se pretende ignorar en un absurdo intento por santificar a ciertos protagonistas, responsables de la masacre de jóvenes y del desperdicio político de toda una generación.
   Repudio aparte hacia la agresión a un periodista, hecho aislado que los medios kadictos se cansaron de multiplicar como ejemplo de violencia, olvidando la violencia acostumbrada que cae sobre los jubilados, los ahorristas, los empresarios o toda aquella provincia o entidad que no comulgue con el estilo y la ideología instalados desde hace casi una década en el gobierno nacional.
   El 8N no fue tan solo un grito, un reclamo o la catarsis de una parte de la población, sino más bien un moderado -por ahora- pedido de auxilio en un intento por hacer cambiar algunas cosas y ciertos rumbos con futuro de abismo.
   Pero por encima de cualquier especulación, ha sido un poderoso llamado de atención, un clamor por justicia independiente, un reclamo de igualdad ante la ley, un angustioso alarido de los que han dejado de creer.
   Es una pena, una pena enorme y ominosa, que se cierren los oidos de la mayoría de los funcionarios nacionales, en una obsecada, lamentable y soberbia actitud de mirar hacia otra parte y negar -o disfrazar-  una realidad agobiante que se instaló en casi todas las plazas del país y viajó raudamente a las principales capitales del mundo.
   A eso se le llama arrogancia política, falta de respeto o deliberada ignorancia de los problemas que más nos afligen.
   No deja de ser un síntoma alarmante de autoritarismo, cuando la grandeza impone la sinceridad de reconocer errores y tratar de solucionarlos partiendo de la saludable humildad de no negar una crisis instalada en distintos estamentos que a todos, en distinta medida, nos afecta.
   "Vox populi, vox dei", la voz del pueblo es la voz de Dios.
   Siempre y cuando la vocación atea no sea tan fuerte como la hipoacusia o la ceguera.

                                                                                                                                                                                                      Gonio Ferrari

2 comentarios:

  1. Anónimo10:59 p.m.

    No coincido, no me parece que la defensa de ideas y de ideales sea "autoritarismo",porque con la misma logica se podria suponer que los autoritarios son quienes votaron a los perdedores negandose a aceptar la derrota de sus candidatos y de sus plataformas y aun asi "pretenden imponerse" por sobre la mayoria. Es AUTORITARIO y de MAL PERDEDOR no aceptar el triunfo de los que ganaron legitimamente el derecho a gobernar y a poner en practica el PROGRAMA DE GOBIERNO que publicitaron en la campaña politica-¿acaso NESTOR Y CRISTINA mientieron?-.Es comprensible entonces que se defiendan de esta protesta que no ha sido validada en las urnas, sin embargo vi con beneplacito que la TV publica permitio que los protestones se expresaran con total libertad proponiendo debate-algunos interesantes- y hasta aceptando insultos innecesarios hacia la figura PRESIDENCIAL. Creo que los intententos ditactoriales no vienen de este gobierno nacional que no permite un cogobierno porque no fue ESE el mandato del pueblo. Si los supuestos autoconvocados del 8N tienen UN PROGRAMA DE GOBIERNO MEJOR QUE EL ACTUAL y candidato y/o candidatos con propuestas superadoreas tienen que blanquear LA CAMPAÑA y convencer al 50% mas 1 de los ciudadanos con derecho a voto y podran ser gobierno en el 2015. porque ASI entiendo el EJERCICIO DEMOCRATICO...mientras hay que seguir participando.Saludos. SELVA FONSECA

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  2. Gonio Ferrari10:01 a.m.

    Esta no es una cuestión reduccionista de ganadores o perdedores. Eso se llama cómodo simplismo. Nadie niega la legitimidad del triunfo electoral. La verdad, el pregonado (y ahora decreciente) 54% hubiera sido inalcanzable si en aquel programa de gobierno se hubiera anunciado, entre otras cosas, que se buscaría más revancha que justicia, que los trabajadores tendríamos que subsidiar a los vagos, que la Sra. Presidenta vetaría el pago del 82 por ciento a los jubilados, que volvería la inflación, que tomarían como traidores a la Patria y descalificarían a quienes pensaran distinto, que la familia presidencial multiplicaría sospechosamente su patrimonio en menos de una década, que desfinanciarían al Anses para beneficiar a empresas amigas, fútbol para todos, carne para todos (¿dónde está?) autos para todos (¿se acuerdan?), que el Estado dispondría de mis ahorros y mis bienes, que me dejarían viajar cuando al energúmeno, agresivo e impune Moreno se le ocurriera y tantas otras promesas que no pasaron de los anuncios. Se habla de insultos a la investidura presidencial que de ninguna manera pueden ser aceptados, pero se olvidan de los diarios insultos tolerados desde el poder y que tienen como ejecutores, por ejemplo, al impresentable D'Elia y toda su familia viviendo del Estado, a Larroque y la desmemoria de su propia violencia, a la Sra. Hebe y su decadente vocación de barricada, a Moreno y su tolerada prepotencia. Nadie puede alentar un cogobierno porque es cierto, para eso hay que ganar ese derecho en las urnas, pero no me vengan con el verso de la honestidad cuando se amparan las maniobras de Boudou, la desigualdad ante la ley, los "negocios" de De Vido o los que hizo Jaime, la valija de Antonini Wilson, la bolsa de Micheli, el anillo (metálico) de Oyharbide. Entonces, no se pongan nerviosos mirando hacia el 2015 y tomen esas expresiones, como las del 8N en la medida de lo que fueron: una expresión genuina de una buena parte de la sociedad que no tiene cómo canalizar sus reclamos por culpa de una oposición inexistente, muda y atomizada. Dejen que la gente se exprese. No le teman, si es que piensan democraticamente y no los asalta el fantasma de la caida o del fracaso. Recuerden, porque la memoria es la base de la historia, que De la Rua cayó con aquel "Que se vayan todos". Al respecto, casi me jugaría la cabeza que mucha gente todavía guarda aquellos carteles y ese mismo grito. Si el gobierno nacional no modifica su actitud soberbia y omite los retoques necesarios en la situación general, es probable que más de uno esté pensando, sin ser destituyente, en desempolvar aquellos carteles y reiterar el mismo grito. Gonio Ferrari

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