Desgrabación de comentarios del
periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos” emitido por AM580
Radio Universidad de Córdoba el domingo 11/11/12.
LA
OBLIGACION DE ESCUCHAR
Pareciera que para la historia de los
argentinos serían necesarias varias expresiones populares como las del jueves
último en todo el país y en el exterior, si de sacudir la soberbia política de
la dirigencia nacional se tratara. Lo que más debiera alarmar a esa sorda y
ciega conducción, es el crecimiento de una convocatoria que no apeló a los
ómnibus fletados, a los subsidios, a la promesa de nuevos planes o a la presión
en sus mil formas. Nadie puede, ahora, adjudicar al 8N la paternidad formal de
ningún partido político, organizaciones sindicales o entidades parecidas.
No se advertía la presencia de conspiradores, encapuchados, destituyentes o manipulados por los medios periodísticos que discrepan con las posturas oficiales. Tampoco había gente armada, símbolos nazis, estrellas de David ni banderas o estandartes rojos con la hoz y el martillo.
Porque su bandera -esa gigantesca e insobornable bandera de la gente- tenía los colores de la espontaneidad, del respetuoso reclamo por la bronca contenida, las frustraciones cotidianas, la impune corrupción que ampara a ciertos y encumbrados personajes, a los delirios de D'Elia y su prepotencia, a la desmemoria de Larroque, a la inmovilización y condicionamiento del dinero de los ciudadanos, a la creciente inseguridad, a la caida de nuestra imagen internacional y el crecimiento del riesgo país, al endeudamiento de la provincia, al caos de la ciudad, en fin, a todo lo que se viene transformando en un permanente y sintomático perjuicio hacia el pueblo.
No fueron "las clases dominantes", las señoras cogotudas, los sojeros ni los profesionales porque en las multitudes sobresalía por encima de cualquier consideración veladamente discriminatoria, la presencia de trabajadores, estudiantes, obreros y jubilados, todos hartos de la desidia; del maltrato, del atropello y del olímpico e injuriante desconocimiento, desprecio y avasallamiento a sus derechos.
Imprudente y exagerado sería considerar lo del 8N como una especie de plebiscito porque no fue tal ni por asomo y me animo a sostener que tampoco ese era el espíritu de quienes se daban el gusto de ejercer su democrática libertad de expresarse, aventando aquellos viejos miedos que se fortalecieran bajo el autoritarismo y el terror que sembraran los militares en su penosa y sangriencia experiencia de pretender gobernar. Aunque el miedo no fue patrimonio de esos genocidas, sino también de los que se autotitulaban "románticos luchadores" en la clandestinidad, que comenzaron a operar desde el seno mismo de un gobierno democrático y peronista.
No es ni siquiera una velada manera de reivindicar la devaluada teoría de los dos demonios, sino apelar a la memoria y no olvidar esos oscuros tramos de la historia de los argentinos, esa parte que ahora se pretende ignorar en un absurdo intento por santificar a ciertos protagonistas, responsables de la masacre de jóvenes y del desperdicio político de toda una generación.
Repudio aparte hacia la agresión a un periodista, hecho aislado que los medios kadictos se cansaron de multiplicar como ejemplo de violencia, olvidando la violencia acostumbrada que cae sobre los jubilados, los ahorristas, los empresarios o toda aquella provincia o entidad que no comulgue con el estilo y la ideología instalados desde hace casi una década en el gobierno nacional.
El 8N no fue tan solo un grito, un reclamo o la catarsis de una parte de la población, sino más bien un moderado -por ahora- pedido de auxilio en un intento por hacer cambiar algunas cosas y ciertos rumbos con futuro de abismo.
Pero por encima de cualquier especulación, ha sido un poderoso llamado de atención, un clamor por justicia independiente, un reclamo de igualdad ante la ley, un angustioso alarido de los que han dejado de creer.
Es una pena, una pena enorme y ominosa, que se cierren los oidos de la mayoría de los funcionarios nacionales, en una obsecada, lamentable y soberbia actitud de mirar hacia otra parte y negar -o disfrazar- una realidad agobiante que se instaló en casi todas las plazas del país y viajó raudamente a las principales capitales del mundo.
A eso se le llama arrogancia política, falta de respeto o deliberada ignorancia de los problemas que más nos afligen.
No deja de ser un síntoma alarmante de autoritarismo, cuando la grandeza impone la sinceridad de reconocer errores y tratar de solucionarlos partiendo de la saludable humildad de no negar una crisis instalada en distintos estamentos que a todos, en distinta medida, nos afecta.
"Vox populi, vox dei", la voz del pueblo es la voz de Dios.
Siempre y cuando la vocación atea no sea tan fuerte como la hipoacusia o la ceguera.
No se advertía la presencia de conspiradores, encapuchados, destituyentes o manipulados por los medios periodísticos que discrepan con las posturas oficiales. Tampoco había gente armada, símbolos nazis, estrellas de David ni banderas o estandartes rojos con la hoz y el martillo.
Porque su bandera -esa gigantesca e insobornable bandera de la gente- tenía los colores de la espontaneidad, del respetuoso reclamo por la bronca contenida, las frustraciones cotidianas, la impune corrupción que ampara a ciertos y encumbrados personajes, a los delirios de D'Elia y su prepotencia, a la desmemoria de Larroque, a la inmovilización y condicionamiento del dinero de los ciudadanos, a la creciente inseguridad, a la caida de nuestra imagen internacional y el crecimiento del riesgo país, al endeudamiento de la provincia, al caos de la ciudad, en fin, a todo lo que se viene transformando en un permanente y sintomático perjuicio hacia el pueblo.
No fueron "las clases dominantes", las señoras cogotudas, los sojeros ni los profesionales porque en las multitudes sobresalía por encima de cualquier consideración veladamente discriminatoria, la presencia de trabajadores, estudiantes, obreros y jubilados, todos hartos de la desidia; del maltrato, del atropello y del olímpico e injuriante desconocimiento, desprecio y avasallamiento a sus derechos.
Imprudente y exagerado sería considerar lo del 8N como una especie de plebiscito porque no fue tal ni por asomo y me animo a sostener que tampoco ese era el espíritu de quienes se daban el gusto de ejercer su democrática libertad de expresarse, aventando aquellos viejos miedos que se fortalecieran bajo el autoritarismo y el terror que sembraran los militares en su penosa y sangriencia experiencia de pretender gobernar. Aunque el miedo no fue patrimonio de esos genocidas, sino también de los que se autotitulaban "románticos luchadores" en la clandestinidad, que comenzaron a operar desde el seno mismo de un gobierno democrático y peronista.
No es ni siquiera una velada manera de reivindicar la devaluada teoría de los dos demonios, sino apelar a la memoria y no olvidar esos oscuros tramos de la historia de los argentinos, esa parte que ahora se pretende ignorar en un absurdo intento por santificar a ciertos protagonistas, responsables de la masacre de jóvenes y del desperdicio político de toda una generación.
Repudio aparte hacia la agresión a un periodista, hecho aislado que los medios kadictos se cansaron de multiplicar como ejemplo de violencia, olvidando la violencia acostumbrada que cae sobre los jubilados, los ahorristas, los empresarios o toda aquella provincia o entidad que no comulgue con el estilo y la ideología instalados desde hace casi una década en el gobierno nacional.
El 8N no fue tan solo un grito, un reclamo o la catarsis de una parte de la población, sino más bien un moderado -por ahora- pedido de auxilio en un intento por hacer cambiar algunas cosas y ciertos rumbos con futuro de abismo.
Pero por encima de cualquier especulación, ha sido un poderoso llamado de atención, un clamor por justicia independiente, un reclamo de igualdad ante la ley, un angustioso alarido de los que han dejado de creer.
Es una pena, una pena enorme y ominosa, que se cierren los oidos de la mayoría de los funcionarios nacionales, en una obsecada, lamentable y soberbia actitud de mirar hacia otra parte y negar -o disfrazar- una realidad agobiante que se instaló en casi todas las plazas del país y viajó raudamente a las principales capitales del mundo.
A eso se le llama arrogancia política, falta de respeto o deliberada ignorancia de los problemas que más nos afligen.
No deja de ser un síntoma alarmante de autoritarismo, cuando la grandeza impone la sinceridad de reconocer errores y tratar de solucionarlos partiendo de la saludable humildad de no negar una crisis instalada en distintos estamentos que a todos, en distinta medida, nos afecta.
"Vox populi, vox dei", la voz del pueblo es la voz de Dios.
Siempre y cuando la vocación atea no sea tan fuerte como la hipoacusia o la ceguera.
MAS ACERCA DE LA MEGACAUSA
Por fortuna y con
relación a la megacausa del Registro de la Propiedad, que se tramita en los tribunales
provinciales de Córdoba, existen los archivos y los testimonios como para
reconstruir una penosa historia de abusos y desprecio por la ley. Vamos a
omitir los nombres, porque caeríamos en dos aspectos sumamente negativos:
volveríamos a victimizar a las personas afectadas, y caeríamos a un amarillismo
periodístico que no es mi estilo ni el de este espacio.
Hay muchos casos que
son dignos de divulgar, por la enorme gravedad que acerca a la justicia más al
ensañamiento, que a la dilucidación de la verdad.
Comenzamos con una
señora, escribana, que fue detenida en junio de 2007 a los 69 años de edad.
Los certificados médicos acreditaban estado depresivo agravado con
severos trastornos, Parkinson asociado a isquemia cerebral localizada,
artrosis, hipertensión y dislipemia, con múltiples medicaciones. Tenía un hijo
con enfermedad grave con alta dependencia de su madre. Estas razones
motivaron que 6 días después se le otorgara la libertad bajo caución, aclarando
los magistrados que era el estado de salud de la imputada y del hijo,
gravísimos, lo que motivaba la libertad.
Una señora que realizaba
trámites para una escribana imputada en la causa, se suicidó el 24 de febrero
de 2007 constando en la sentencia nº 4 del 2012 que su madre
expresó que sufría de depresión. En este caso, se le habían realizado dos
allanamientos.
Una abogada, iniciales
T.F: Su cuerpo apareció colgado con una sábana en su celda de Bouwer el 7 de
diciembre de 2009. Se encontraba con prisión preventiva desde hacía más de un
año sin sentencia firme.
Una señora de 62 años
jubilada por invalidez por cáncer de mama, a quien se le realizó radio y
quimioterapia. Padecía también neurosis depresiva mayor.
De la pericia médica de
agosto de 2010, surge que al momento del
examen la interna puede permanecer alojada con el mínimo de actividad física
posible y con control médico permanente. Detenida previamente al juicio,
después se le dictó prisión preventiva en esas condiciones.
Otra señora de 64 años
que estando detenida debió ser internada más de tres meses en un
neuropsiquiátrico por depresión y llegó a juicio después de 2 años y 8
meses detenida.
Una mujer de 55 años, a
quien en diciembre de 2010 le diagnosticaron cáncer de mama, estuvo detenida
ocho meses y registra un intento de suicidio. Tenía diagnóstico de
depresión. Compareció a las audiencias mientras estaba realizando las
sesiones de quimioterapia.
Fue derivada durante el
juicio para una pericia sobre su enfermedad al Instituto Oncológico Provincial,
estudio que permitió confirmar su mal irreversible: un carcinoma Invasor de mama
Izquierda localmente avanzado desde noviembre de 2010.
Resultó condenada en el
juicio, realizado en julio de 2011 y mantenida en prisión. Se le concedió
prisión domiciliaria un mes antes de su muerte, acaecida el 25 de febrero de
este año. Tenía dos hijos de 21 y 13 años.
Otra mujer que fue empleada
del Registro, se suicidó y una compañera imputada declaró que sufría de
depresión por este tema.
A una abogada se le practicó un allanamiento
en su estudio jurídico mientras se realizaba el debate en el que participaba
como defensora, secuestrándosele en ese acto la caja con las pruebas de la
defensa, en una acción considerada ilegal, y con soberano desprecio por la ética.
Un mes después fué
detenida e imputada en la misma causa que defendía. Permaneció dos meses
internada en un neuropsiquátrico por la gran descompensación que le provocó esta situación e intentó
suicidarse.
Pese a estar todo
acreditado con certificados médicos se le negó repetidas veces la libertad y
sólo se le concedió prisión domiciliaria. Lleva 14 meses de prisión preventiva.
Una escribana que estuvo
4 años y 9 meses preventivamente presa. En un momento solicitó la prisión
domiciliaria para poder acompañar y ayudar a su hija adolescente a salir de la
adicción a drogas en que había caído. Esto le fue constantemente denegado y además,
usado por un camarista de la causa, en un reportaje periodístico como anécdota,
sobre las excusas de los imputados para salir de prisión.
He referido solamente
los casos de mujeres.
No todo termina aquí;
faltan los hombres.
¿QUIEN MANDA EN EL PALACIO MUNICIPAL?
Con una nueva expresión de su gataflorismo,
el sindicato de los municipales rechazó ahora la posibilidad que los ganadores
de un concurso para ingresar, pasen a revistar como planta permanente.
Sostienen que ese derecho es prioritario
para otros empleados, que están en condición de monotributistas desde tiempo
atrás, y que sería injusto dejarlos de lado.
Curiosa actitud la de los danielistas, o al
menos un alarde de pésima memoria.
¿Por qué no adoptaron el mismo temperamento cuando
Juez les encajó más de 4.000 empleados a la planta permanente?
¿Fue aquel un acuerdo que consolidara una
pausa en las protestas crónicas?
¿Fue el resultado de una negociación
política para asegurarle a Juez una gestión sin mayores sobresaltos?
¿Fue acaso la angurria de contar con más de
4000 nuevos aportantes a las arcas sindicales?
Resulta que ahora, por ocho empleados que se
ganarán el derecho a trabajar, han reactivado ese perverso estado de conflicto
permanente, porque hoy las asambleas son en una dependencia y mañana saltan a
otra.
La consigna es molestar a las autoridades y
desatender a los vecinos que con sus impuestos, les están pagando los sueldos
más altos del país.
Además, reaparece el fantasma tan temido
como absurdo del cogobierno, cuando los que mandan están para mandar y los que
trabajan, para ganarse el sustento sin pretender erigirse en funcionarios.
Pero si los que mandan todavía abrigan
temores de reacciones violentas y no ejecutan su plataforma, estarán defraudando
las expectativas de los vecinos, que los pusieron en sus cargos para ordenar de
una buena vez todo el desquicio de tantos años.
Y si los que deben trabajar siguen añorando
sus tiempos de cogobierno, displicencia y abandono de la ciudad, nada cambiará
en el desquiciado paisaje urbano.
Es muy simple: están los que mandan sin ser
autoritarios y los que obedecen, sin ser esclavos.
Lo bueno sería que ambos estamentos, tengan
la grandeza y el buen criterio de ser ubicados.
FAVIO SE FUE DE GIRA
Fue un
baluarte del romanticismo para un par de generaciones que décadas atrás, nos
prodigábamos la dulzura de bailar apretados, fundidos en un abrazo inolvidable
y sin desplazarnos más allá de una baldosa.
Era el Favio cantante, sentido, expresivo y
avasallante que había saltado de la gran pantalla a las radios, al disco y a
las tenuemente iluminadas pistas de los que eran nigth clubes, y que el
progreso transformara en disquerías y boliches.
Leonardo Favio era un tipo tan jugado en su
calidad de creador cinematográfico, como en sus convicciones políticas.
Un ídolo integral, respetable y querible.
Un luchador contra todos los fantasmas de
una enfermedad que le impuso el pañuelo anudado que derrotó al sombrero.
El mal, ese mal que siempre vence, lo
derrotó en su postrer intento de quedarse entre nosotros.
Por eso, Leonardo Favio se fue de gira,
cerca o lejos es lo de menos, pero siempre en el recuerdo y en la memoria de
quienes, sin haberle jamás abrazado, nos considerábamos sus amigos.
Los ídolos son así, con su merecida
eternidad.
AHORA QUE PAGUE EL CAMPO
Algunos consideran como un apriete las
palabras que el gobernador deslizó en Jesus María, cuando requirió del campo,
un mayor compromiso tributario.
Si ese fue el sentido del discurso, más allá
de cualquier interpretación interesada, es para despojarse de pasiones y
reconocer que De la Sota
dió en el clavo.
El campo no revalúa sus propiedades como lo
hace la planta urbana, y es notable el atraso que existe en tal sentido con
relación al pago de impuestos.
Entonces el Gallego -.cariñosamente
hablando- les dejó las alternativas: un aporte extra o lisa y llanamente la
actualización de los valores reales de cada hectárea según la región.
Tampoco es cuestión de suscribir esa vieja
impresión popular y urbana, de que la gente del campo vive llorando.
Si no llora, según los campesinos, y es uno
de los principales sostenedores de nuestra economía, nada más justo que
ponerlos en vereda para superar una virtual evasión debida a la subvaluación.
Despues de todo, lo que se puede sintetizar
con relación a la exigencia del gobernador, que no fue otra cosa que un acto de
justicia.
A DOS AÑOS DE UN HISTORICO VETO
Dos años atrás, la Sra. Presidenta de la Nación vetaba la ley que
contemplaba el 82 por ciento móvil para los jubilados.
Ella dijo entonces que no podía permitir que
el Estado quebrara.
Se fortaleció la Anses, hubo tres o cuatro
incrementos para los pasivos nacionales, pero la enorme mayoría de ellos cobra
el mínimo, de 2000 y pico de pesos, muy por debajo de la canasta normal de
supervivencia.
Lo malo de todo esto es que aparte de la
nueva postergación a la clase pasiva, los dineros de aquel organismo fueron
destinados a otros fines, más allá de los naturales.
Hasta el fútbol para todos, que es un
negocio de los clubes, de sus dirigentes, de los jugadores, de los directores técnicos
y de los barrabravas, resultó beneficiario de altos subsidios, con réditos solo
para quienes lucran con una actividad deportiva que más que eso es un comercio.
Sin embargo, existe otro antecedente de
vetos similares, ya que Cleto Cobos, cuando era gobernador de Mendoza, en el
2006 hizo lo propio con el 82 por ciento que se había dispuesto para los
docentes de su provincia.
La
cuestión es que en ninguno de los dos casos, la medida sirvió para fortalecer
al sector, siempre postergado.
"El país no necesita beneficencia
sino justicia social. Yo creo en la equidad social” dijo dos años atrás la Sra. Cristina.
Palabras que se llevó el viento o al menos
las desparramó, porque a los jubilados nacionales, merecedores de aquel vetado
82 por ciento, en su gran mayoría siguen siendo los ofendidos y maltratados por
el sistema.
Un sistema que, visto este asunto, es más
expulsivo que inclusivo.
LA MINISTRA GARRE Y SUS SENSACIONES
Llama la atención que desde algunos niveles
del poder, se siga insistiendo con que la inseguridad que padecemos es solo una
sensación.
Y que para colmo, es una sensación
instrumentada por los medios periodísticos que siembran la zozobra en la
población.
Como si los asaltos no existieran, los robos
a bancos tampoco, los secuestros virtuales fueran un invento o el comercio de
drogas solo una fantasiosa interpretación de una realidad que no existe.
Una ministra de la Nación, que creció en un
ambiente generado por la propia violencia, no puede ahora ofender la
inteligencia de la gente apelando a la liviandad del análisis epidérmico, sin
hurgar en las entrañas sociales del problema.
La delincuencia es hija de la impunidad, de
la desocupación, de la droga, de las privaciones y no de la imaginación
enfermiza de los editores de noticias.
Es para pensar que con un análisis tan
elemental, reduccionista y primario, será complicado atacar un mal que desde
arriba de minimiza o se esconde.
La
Sra. ministra Garré debiera conferirle a la inseguridad un
tratamiento prioritario, como insoslayable cuestión de Estado.
Todo lo que se haga o se diga para pintarnos
una realidad inexistente, solo servirá para fortalecer a un sector, el más
peligroso y detestable de todos: la delincuencia.
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