Una de las
características de este modelo nac&pop
es su
curiosa habilidad para inaugurar la nada. Así
como el
justicialismo cordobés corta cintas a cada
pocos
kilómetros de caminos gastando más dinero
en
publicidad y fiestas que en la obra, los jerarcas
“K”
utilizaron a Fadea como “bolsa de trabajo” para
dar empleo a
numerosos militantes de su corriente.
A la vieja Fábrica Militar de Aviones de Córdoba, madre de industrias,
orgullo nacional fortalecido con el empeño y la visión del brigadier Juan
Ignacio San Martín, le cambiaron sus autoridades surgidas de la administración
kirchnerista por inoperante, y con la sombra de algunas maniobras poco claras.
No fueron pocos los que creyeron que las
cosas cambiarían y que la planta finalmente sería recuperada para un ambicioso
destino de producción, postergado desde tiempo atrás. Sin embargo y hasta lo
que se puede advertir hoy, los relevos operados en 2013 de poco sirvieron, pese
al pomposo y difundido acto a mediados de octubre último.
Allí con el habitual despliegue mediático
instrumentado por la corporación oficialista, se mostró un avión de cuyo
avanzado modelo se construirían decenas en el mediano plazo.
Tomado
como una de las tantas promesas incumplidas o con la previsible duda de su
realización, no dejaba de ser una bocanada de aire fresco sobre el alicaído
panorama que se avizoraba en la industria nacional. Ya se registraban empresas
con procedimiento de crisis, suspensiones de personal, cierres de fábricas y
una creciente conflictividad sindical.
Todos esos síntomas, que al parecer resbalan
en las abigarradas filas del oficialismo, no fueron tomados en cuenta porque la
situación lejos de superarse adquirió la fuerza de un alud cuyas consecuencias
estamos padeciendo y sin necesidad de ser apocalípticos, advertimos un
agravamiento que ha potenciado el malestar social y la incertidumbre por su
capacidad de contagio.
Siempre desde las usinas del poder se manejó
información tendenciosa, con la misma “seriedad” que a veces tienen los medios
hegemónicos amparados en la penetración de su mensaje. A los argentinos nos
vendieron una recuperación emblemática, tendenciosamente apoyada en la historia
y los blasones de Fadea.
Descorrido el velo de la demagogia, nos
encontramos ahora con la no sorpresa del fiasco, del engaño, de la
charlatanería barata y perniciosa, de la defraudación a la fe y a la esperanza.
Y una estocada de indignidad a la fragua del
trabajo.
El avión modelo, primo hermano de la
motocosechadora de cartón que llevamos a Angola o la máquina parlante de café
que “compró” De la Sota
en los albores del cordobesismo, fue desmantelado cuando todavía resonaban en
los hangares de Fadea los ruidos y las ovaciones del festejado y mentiroso
anuncio.
Pero el timo no termina allí.
Fadea está reactivada, aunque
industrialmente no fabrique ni un mísero tornillo, según ha trascendido.
Pero sí está lozana, robusta, galana y
altanera, reconvertida en bolsa de trabajo para albergar a parte de los
compromisos pendientes con militantes de la primera hora, nuevos adherentes y
paracaidistas asumidos por un modelo que dentro de la decadencia industrial,
procura barnizar las ajadas paredes en una patética muestra de onanismo
ideológico.
Cientos de nombramientos para no fabricar
nada salvo consignas, arengas y culto a esa costumbre del alpedismo, no son el
mejor camino hacia una recuperación que ansiamos los argentinos y que se viene
postergando en algo más de una década dilapidada.
En algo es necesario reconocer absoluta coherencia:
el prolijo y oneroso estilo de seducir a una militancia necesitada de trabajo,
pero bastardeada por el estilo de imponerle la malsana costumbre de la inacción
productiva que es hermana de la vagancia.
Ese avión “desarmable” muestra la imagen
impúdica de la prepotencia del poder.
De pionera, ejemplo y modelo de industria,
sus “salvadores” transformaron a Fadea en una fábrica de humo.
Gonio
Ferrari
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