Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su
programa “Síganme los buenos” del domingo 17-08-14 emitido por AM580 Radio
Universidad de Córdoba.
Las versiones escolares sobre la vida y la obra
de José de San Martín, por allí no encajan con lo que fue la realidad del Padre
de la Patria.
Por eso cuando uno carga algunos años, en
las cuestiones históricas entiende que lo mejor es consultar a distintos
autores, más allá de los libros que nos hacían leer.
Se sabe que nació en los últimos días de
febrero en Yapeyú, de donde un par de años atrás habían expulsado a los
jesuitas.
El pueblito lejos estaba de ser un paraíso,
sino un asentamiento de indios guaraníes y escasa presencia del hombre blanco.
Seguramente los únicos españoles eran don
Juan de San Martín, designado allí por la corona gobernador intendente, y su
familia.
El enclave era tan poco acogedor, que no se
sabe si el nombramiento representaba un premio o un castigo.
El matrimonio no era noble ni mucho menos.
Doña Gregoria Matorras no aportó dinero ni alcurnia.
Vivieron y murieron en un marco de pobreza.
José de San Martín fue hijo de carenciados.
No tuvo sangre azul, cuna de oro ni
privilegios.
Hasta se decía que era hijo de una india.
Los libros de la primaria sostenían que San
Martín era hijo de nobles y debía casarse con una dama de la sociedad porteña.
Se casa con Remeditos, hija de un
comerciante ligado a intereses británicos.
No se dice, pero la familia de ella
cuestionaba esa relación.
Tanto
fue así, que al pariente lo nombraban despectivamente como plebeyo, soldadote, indio o el tape.
Cuentan que una vez, cuando los Escalada no
invitaron a que se sentara a la mesa de la familia al asistente de San Martín,
el Libertador se instaló en la cocina para comer con él.
Y cuando le regalaron un costoso ajuar a la
novia, hizo que lo devolviera: la esposa de un soldado no necesitaba esos
lujos.
San Martín formó el Regimiento de Granaderos
a Caballo, lo armó y adiestró uno a uno a oficiales y soldados.
Lo integró con gauchos, indios oriundos de
su tierra, artesanos y algunos marineros varados en el puerto de Buenos Aires.
Después incorporó a un grupo muy reducido de
jóvenes de la alta sociedad.
A este ejército de composición popular se
agregaron luego en Mendoza algunos escuadrones de negros, ex esclavos.
En el actual norte argentino, San Martín
hizo buenas migas con otros grandes revolucionarios de la época como Manuel
Belgrano y Martín Güemes, ambos despreciados por los poderosos.
Fue
con Güemes que acordó una táctica de pueblo en armas para contener a los
realistas que se proyectaban desde el Alto Perú.
Con Belgrano, abogado y economista, hizo buena
amistad y recibió experimentados y oportunos consejos para la lucha contra la
minoría conservadora, provinciana y porteña.
Los libros de la primaria omiten por
ejemplo, que Güemes fue muerto por una partida realista, a la que Martín Miguel
fue entregado por la oligarquía salteña.
El guerrillero patriota irritaba a los
grandes terratenientes, ya que la aplicación de la
Ley Gaucha, una especie de reforma agraria
en medio de la guerra, era perjudicial para sus consolidados intereses.
Tanto se acosó a Manuel Belgrano, que murió
pobre y abandonado, cuando había dado generosamente su fortuna a la causa
revolucionaria
Y cuando en la ciudad puerto las masas
populares se levantan contra los déspotas de Buenos Aires, los poderosos
convocan al Ejército de los Andes para reprimir a los insurrectos.
San Martín se niega; no acepta ser verdugo
de su pueblo y esa desobediencia le cuesta la enemistad de la oligarquía
rioplatense y por otro lado el cariño de los patriotas.
En la proclama de 1820 a sus soldados, entre
otras cosas San Martín dijo “la guerra tiene que hacerse como podamos, si no tenemos
dinero, carne ni tabaco y cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con
balletillas que nos dejen nuestras mujeres.
Si no, andaremos en pelotas, como nuestros
paisanos los indios.
Seamos
libres y lo demás no importa nada.
Compañeros, juremos no dejar las armas de
las manos hasta ver el país enteramente
libre, o morir por ellas como hombres de coraje”.
Después el penoso exilio y la muerte.
Fue en Boulogne-sur-mer, de hoy hacen 164
años.
En estos datos, por supuesto que coinciden
los libros.
Desde entonces, ¡cuánta falta nos hace San
Martín!
BUITRES
EXTERNOS E INTERNOS
Estos últimos días han sido vertiginosos en
materia de noticias, rumores, comentarios, análisis, descalificaciones y
pronósticos optimistas por un lado y agoreros por otro, con relación a esa
puesta en escena que ha sido rotulada como la maldición de los fondos buitres y
sus consecuencias.
Como la materia economía no estuvo entre las
que fuera un desvelo personal, prefiero referirme a la cuestión desde una
ignorancia técnica, alimentada por mi amplia visión de la realidad, pero desde
la óptica del ciudadano común que es más una consecuencia que un artífice de la
situación.
Los tenedores de los fondos quieren su
dinero, decente o indecentemente negociado, pero debemos entender que son de
ellos.
La justicia neoyorkina hace lo suyo, en una
jurisdicción que ella no pidió pero que la tiene, y eso allá se respeta y no es
motivo de negociaciones ni de chicanas, como sucede entre nosotros.
Nuestro gobierno que ha hecho de sus
reservas un barril sin fondo, no reconoce estar en jaque desde afuera y desde
adentro, pretendiendo vendernos un paraíso que no es tal, y es la realidad
vivencial de la gente que padece la crisis, el mejor de los testigos.
Por último y para tener un cuadro completo,
es como si se quisiera escindir del escenario a la situación interna, como si
nada tuviera que ver con la apremiante presencia de la disputa internacional.
El frente interno está deteriorado por su
propia realidad y no por Lanata, los medios de la opo o la maledicencia de
quienes no comulgan con el modelo nacional y popular, que por lo que nos vamos
enterando, se acerca más a Venezuela que a Suiza o Australia, como una vez nos
compararon.
Mientras no lavemos la ropa interior,
seguiremos jediendo aunque por encima le pongamos un esmoquin.
Los buitres internos, igual que los otros,
también son hediondos.
Y una pregunta que me acosa desde hace
tiempo: ¿quién nos endeudó tanto desde el 2005 hasta el presente?
BOMBAS
DE ESTRUENDO Y JUICIO PARA DOS
Ahora los señores
gremialistas, acostumbrados a que mansamente fuéramos rehenes de sus demandas y
caprichos, no quieren que la sensatez retorne a una sociedad cansada de sus
desplantes, intimidaciones y violencias.
Ahora también, sus dirigentes quieren
hacernos creer que se pretende a través de la ley limitar el derecho de huelga,
cuando lo que se busca es garantizarle a la comunidad la prestación de
servicios esenciales, cada vez que se les ocurre avasallar con su derecho al
paro y la protesta, los derechos del resto de la gente.
Eso ocurre porque el sindicalismo agresivo y
patotero cree que la violencia les otorga cartel frente a sus bases, y no
entienden que esas bases son parte de un pueblo cansado de imposiciones.
Lo mismo que con el uso ilegal de
explosivos, distintivo de las manifestaciones que solo amedrentan a los
ciudadanos, perjudican la actividad en general, ocasionan daños en el
patrimonio de todos, lastiman a personas tan trabajadoras como ellos, y gozan
de la más perversa y estudiada impunidad.
Alguna vez hay que decir basta, para ponerle
final a los abusos que se perpetran en nombre de una libertad pésimamente
entendida.
Dos delegados gremiales han sido imputados
por arrojar explosivos en un vehículo de bomberos, durante una protesta del
agresivo gremio municipal y deben
responder por ese vandálico acto ante la Justicia.
No deja de ser un soplo de aire fresco y
ruego que se haga extensivo a todos los casos similares aún pendientes, que
como burla a las víctimas permanecen dentro de la más absurda y cómplice
indemnidad.
Que ahora esas causas prosperen, es resorte
exclusivo de la Justicia,
en homenaje al respeto que merecemos como miembros de una sociedad que se dice
organizada.
EL
TRANSPORTE URBANO HA MEJORADO
Por allí la gente -y me incluyo- muestra
ansiedades frente a situaciones que surgen para superar traumas urbanos, que al
demorar en su implementación integral, logran despertar más dudas que
aceptaciones.
Y eso es lo que me parece que está
ocurriendo con el transporte urbano de pasajeros, servicio vapuleado por las
improvisaciones y los remiendos de siempre, sin llegar a una solución integral
que justifique pagar la tarifa más cara del país.
Conversando con los usuarios, hay
coincidencia en que poco a poco, lentamente, va mejorando la prestación por
sectores y que las esperas no son ya tan prolongadas y que es una cuestión de
ajustes para llegar a lo ideal.
Es cierto que todo al mismo tiempo, en una
ciudad que crece sin planificación como la nuestra, es complicado de conseguir,
pero todo indica que vamos por buen camino.
Es de rogar que la confluencia
empresario-sindical no encienda sus turbinas de la angurria, porque sin dudas
alguna manera encontrarán de tomarnos otra vez como rehenes para cumplir con su
objetivo, que siempre ha sido, es y será seguir embolsando a costillas de las
angustias ajenas.
Y esas angustias son de la gente.
LA MEGACAUSA
Los juicios de la causa Registro de la propiedad continúan y lo
preocupante es que siguen desarrollándose bajo las mismas condiciones, esto es,
a cargo de una Comisión Especial para juzgarlos, situación claramente prohibida
en nuestra Constitución y en el Derecho Internacional.
Dentro de esta Comisión Especial es repetida la participación del mismo
fiscal, quien más allá de cumplir la tarea de investigación que tiene asignada
ha participado en todos los juicios cumpliendo, en la práctica, el papel que el
Código Procesal asigna a otra persona, el fiscal de Cámara, y que tiene por
objeto garantizar la imparcialidad del proceso.
Opinan muchos juristas con respecto a la actuación fiscal, que resulta
difícilmente imparcial un proceso en el cual el órgano que formulará la
acusación sea el que ha decidido en su momento si había mérito para ella.
En otras palabras investiga quien es parte, y por ello mismo, quien es
parcial. Además fundamentan que el fiscal no sólo busca las pruebas sino que
también se extiende a su valoración.
Detener al imputado, ordenar su prisión o su libertad son
manifestaciones típicas de la potestad de juez, convirtiéndose el fiscal al
mismo tiempo en juez y parte.
La prohibición de que los mismos funcionarios participen en procesos que
conozcan de antemano no es un capricho del derecho. La Real Academia
Española define la palabra "prejuicio" como opinión previa y
tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.
Desde la perspectiva penal el prejuicio se define como un sesgo o
predisposición grave contra el acusado, que puede debilitar de un modo
significativo la racionalidad de la decisión, favoreciendo una condena
injustificada.
Así, opinan los conocedores en la materia que un sinfín de información
que no refiere a la esencia del debate ni al tema del juicio, sólo busca
configurar una predisposición de ánimo en el sentenciador.
Y esto es lo que ha ocurrido y continúa sucediendo en la causa del
Registro: en muchos juicios se han dedicado largas horas a ventilar condiciones
personales de los imputados absolutamente ajenas a los hechos juzgados, se han
considerado sospechosos los nombres anotados en sus agendas o teléfonos, los
amigos de sus amigos aunque no los conocieran, los que les dieron clase en la
facultad o los que fueron sus maestros de la escuela.
Todo sirve a la hora de probar, no está de más recordarlo, la condena ya
cumplida en prisión preventiva.
Cuando estos elementos se erigen como conclusiones en reemplazo de
pruebas reales, todo el trabajo de fundamentación se
desvirtúa, dando origen a condenas arbitrarias basadas en la fuerza del
prejuicio.
Dice un reconocido jurista que lo dramático es que "ante una prueba
que no prueba nada, sino que sólo genera prejuicio, prácticamente no hay remedio".
El derecho a la vida, la libertad y la dignidad son propios de la
esencia humana.
En la actualidad el desafío ya no pasa por reconocerlos, sino por
efectivizarlos, y el instrumento adecuado para pretender dicha
efectivización, en el sistema democrático, es la garantía del debido
proceso.
Algo que al Sistema Judicial que juzga en nuestra Córdoba la causa
Registro de la Propiedad,
ha ignorado.
FADEA,
BOLSA DE TRABAJO
Una de las características de este modelo
nacional y popular es su curiosa habilidad para inaugurar la nada. Así como el
justicialismo cordobés corta cintas a cada pocos kilómetros de caminos gastando
más dinero en publicidad y fiestas que en la obra, los jerarcas “K” utilizaron
a Fadea como “bolsa de trabajo” para dar empleo a numerosos militantes de su
corriente.
A la vieja Fábrica Militar de Aviones de
Córdoba, madre de industrias, orgullo nacional fortalecido con el empeño y la
visión del brigadier Juan Ignacio San Martín, le cambiaron sus autoridades
surgidas de la administración kirchnerista nacional por inoperante, y con la
sombra de algunas maniobras poco claras.
No fueron pocos los que creyeron que las
cosas cambiarían y que la planta finalmente sería recuperada para un ambicioso
destino de producción, postergado desde tiempo atrás. Sin embargo y hasta lo
que se puede advertir hoy, los relevos operados en 2013 de poco sirvieron, pese
al pomposo y difundido acto a mediados de octubre último.
Allí con el habitual despliegue mediático
instrumentado por la corporación oficialista, se mostró un avión de cuyo
avanzado modelo se construirían decenas en el mediano plazo.
Tomado como una de las tantas promesas
incumplidas o con la previsible duda de su realización, no dejaba de ser una
bocanada de aire fresco sobre el alicaído panorama que se avizoraba en la
industria nacional. Ya se registraban empresas con procedimiento de crisis,
suspensiones de personal, cierres de fábricas y una creciente conflictividad
sindical.
Todos esos síntomas, que al parecer resbalan
en las abigarradas filas del oficialismo, no fueron tomados en cuenta porque la
situación lejos de superarse adquirió la fuerza de un alud cuyas consecuencias
estamos padeciendo.
Y sin necesidad de ser apocalípticos,
advertimos un agravamiento que ha potenciado el malestar social y la
incertidumbre por su capacidad de contagio.
Siempre desde las usinas del poder se manejó
información maliciosa, con la misma “seriedad” que a veces tienen los medios
hegemónicos amparados en la penetración de su mensaje. A los argentinos nos
vendieron una recuperación emblemática, tendenciosamente apoyada en la historia
y los blasones de Fadea.
Descorrido el velo de la demagogia, nos
encontramos ahora con la no sorpresa del fiasco, del engaño, de la
charlatanería barata y perniciosa, de la defraudación a la fe y a la esperanza.
Y una estocada de indignidad a la fragua del
trabajo.
El avión modelo, primo hermano de la
motocosechadora de cartón que llevamos a Angola, o la máquina parlante de café
que “compró” De la Sota
en los albores del cordobesismo, fue desmantelado cuando todavía resonaban en
los hangares de Fadea los ruidos y las ovaciones del festejado y mentiroso
anuncio.
Pero el timo no termina allí.
Fadea está reactivada, aunque
industrialmente no fabrique ni un mísero tornillo, según ha trascendido.
Pero sí está lozana, robusta, galana y
altanera, reconvertida en bolsa de trabajo para albergar a parte de los
compromisos pendientes con militantes de la primera hora, nuevos adherentes y
paracaidistas asumidos por un modelo que dentro de la decadencia industrial,
procura barnizar las ajadas paredes en una patética muestra de onanismo
ideológico.
Cientos de nombramientos para no fabricar
nada salvo consignas, arengas y culto a esa práctica del alpedismo, no son el
mejor camino hacia una recuperación que ansiamos los argentinos y que se viene
postergando en algo más de una década dilapidada.
En algo es necesario reconocer absoluta
coherencia: el prolijo y oneroso estilo de seducir a una militancia necesitada
de trabajo, pero bastardeada al imponerle la malsana costumbre de la inacción
productiva que es hermana de la vagancia.
Ese avión “desarmable” muestra la imagen
impúdica de la prepotencia del poder.
De pionera, ejemplo y modelo de industrias,
sus salvadores transformaron a Fadea en una fábrica de humo.
Estoy seguro que no aporto ninguna novedad
si sostengo que Lanata tiene la curiosa habilidad de buscar situaciones
polémicas para agigantar el debate, más allá de los K, del judicialmente
acosado vicepresidente que tenemos, de las fotos hot de su novia ni de las
mentiras de los medios hegemónicos y destituyentes.
La cuestión gira en torno de Roberto Carlos
Trinidad, nacido machito en el Chaco, pero que por esas vueltas y vericuetos de
la vida es ahora Flor de la V,
sex symbol argentino, lo que revela peligrosamente la falta de mujeres que
merezcan ocupar ese lugar.
El gordo vocero de Magneto dijo
textualmente: "Hablando de los documentos, ¿por qué hay que poner sexo?
Vos sos una persona, después, con quién te acostás, es un problema tuyo. Eso
que te den el documento de mujer y sos trava, no sos una mina, sos un trava con
documento de mina. Yo no te voy a discriminar, te voy a dar trabajo, pero no
sos una mina...Cuando a Flor de la V
le dan el documento y dice soy mujer, soy madre, disculpame: no sos; en todo
caso sos padre".
Atajando las bombas que me van a tirar
acusándome de discriminador, fascista, retrógrado, desubicado y carente de
criterio, me parece que en este caso Lanata fija su posición tan respetable
como la de cualquier otro: la suya, la del vecino o la mía.
Esa ahora señora, Carlitos para los amigos y
dejando de lado porque no viene al caso su calidad profesional si la tiene, no
es mujer y menos es madre, independientemente de lo que ella -o él- lo sienta,
porque biológicamente no es madre ni genéticamente es mujer.
Los paladines de los derechos humanos que
militan en asociaciones de gays, travestis, lesbianas, trans y denominaciones
por el estilo, no pueden caer en la absurda intolerancia de no aceptar la
realidad.
Personalmente y a esto lo confieso sin
reservas, poco me interesa que Florencia, o Carlitos piense que es mujer porque
es su íntima elección, pero nos convenzamos que no es mujer y si caben dudas,
nada mejor que la ciencia para dilucidar el entredicho.
Y si no es mujer, naturalmente no es madre.
¿Es madre del cariño?
Eso si, es parte de su privacidad.
A la hora de arrugar sábanas, cada uno es
dueño de hacerlo como se le antoje.
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