HAN PASADO 57 AÑOS DE
PERIODISMO SIN PAUSAS
Es tanto lo que ha pasado por la vida; lo bueno y lo malo, lo grato y lo dramático, lo feliz y lo olvidable, que repasar estos 57 años de ejercicio ininterrumpido de esta viciosa pasión que es el periodismo me obliga más que a un honesto ejercicio de la memoria, a la evocación de instantes mágicos cuya calificación será parte de la historia aún no escrita.
En mis lejanos comienzos entraba a la redacción de La Voz del Interior en el viejo y señorial edificio de Av. Colón 37 en puntas de pie, sufriendo con cada crujido del piso de parquet que pudiera molestar a los próceres -eran entonces unos viejos como de 40 años- quienes con gesto mentirosamente solemne miraban por encima de sus lentes lo que estaban escribiendo en las ya vetustas Olivetti o Remington.
Se me cruzan ahora las caras de todos -no había mujeres-pero no los nombro por temor a olvidarme de alguno, no tan solo de los escribas sino de linotipistas, fotógrafos, fotograbadores, matriceros, regentes, ordenanzas, operarios de la rotativa y de expedición y administración lo que sería una soberana injusticia.
Allí varios años, más de dos décadas felices, intensas e inolvidables, que me llevaron a escribir sobre deportes, policiales, sociales, espectáculos, catástrofes, política y algún otro rubro que abrazara tales como corrección, diagramación, las pizarras callejeras con las últimas noticias “a la tiza” y algo muy poquito de fotografía.
Hasta tuve el gusto de escribir contadas editoriales.
La buena suerte hizo que cumpliera importantes misiones tanto en el país como en el exterior, recordando con especial cariño las coberturas de los disturbios en México, los Juegos Olímpicos en tierra azteca allá por octubre de 1968 y las peleas que protagonizaran en Nueva Orleans nuestros compatriotas Ramón La Cruz y Víctor Emilio Galíndez, al igual
que la participación -un tiempo más tarde- de Carlos Reuteman en varios “Grand Prix” de la Fórmula 1.
Los años duros del desgobierno militar me tuvieron como uno de los protagonistas de las páginas diarias y pude vivir momentos tanto de gloria como de miedo que ahora atesoro y que prefiero algún día volcar en un amplio homenaje a la memoria.
Finalizando la década de los ‘60 debuté en TV realizando reportajes en el programa “Meridiano 64” que producía Cine Press, empresa de Julio Serbali, para quien también elaboraba los guiones del Semanario Latinoamericano, que se proyectaba en cines de todo el país.
En forma simultánea pasé varios años en LV3 Radio Córdoba y unos pocos en la que fuera LV17 Radio Municipal. Luego de mi traumática y no deseada pero impuesta desvinculación de La Voz tuve años felices en la corresponsalía de La Razón, de donde surgió mi incorporación al Canal 11 de Buenos (hoy Telefé) y un paso fugaz por los diarios locales Córdoba y Tiempo de Córdoba
y la conducción de dos espacios periodísticos en Canal 8: “Antesala” y “Cuestionario”, con participación en el noticiario de esa señal.
Tuve a cargo la dirección del diario Los Principios, decano de la prensa mediterránea por casi dos años y durante el conflicto del Atlántico Sur. Cerrado el diario ingresé al multimedio América de Buenos Aires cubriendo para la radio y los canales CVN de cable y América, abierto.
Simultáneamente me había tocado ser uno de los fundadores y columnista de Hortensia, la revista de humor cordobés que invadió el país como ninguna otra publicación gráfica lo había logrado.
Más adelante por mi tarea en la cobertura de la guerra entre Irak y Kuwait que realicé para “Muy buenas noches”, entrega diaria que producía Audiovisión y difundía Canal 10, fui premiado con el Martín Fierro en 1992 y recibí otras varias distinciones anuales que entregaba ACORCA, por mi desempeño en el intimista programa “Conmigo” que emitía la TV por cable, ciclo que duró una década.
Paralelamente en Radio Universidad conduje “Casi humanos” y luego en Radio Nacional “El lunes que viene” y “Despidiendo al sol”.
En los primeros años de este siglo llevé “Conmigo” a la TV abierta con dos ciclos anuales por Canal 10 y desde unos siete u ocho años a la actualidad tengo la responsabilidad de producir y conducir “Síganme los buenos”, espacio periodístico con música clásica de diferentes géneros y opinión comprometida, verdadera tribuna del pensamiento libre sin mordazas ni condicionamientos.
Algunos tiempos libres estuvieron dedicados a la elaboración de videos documentales tanto por encargo de empresas como para gobiernos extranjeros.
El vicio del periodismo ha sido generoso conmigo, al brindarme la
posibilidad de conocer buena parte del mundo; sus culturas, su vida y costumbres, al recorrer alrededor de 70 países en estos 57 años de actividad sin pausas, más allá de alguna que otra vacación y uno que otro crucero que colmaba mi pasión por lo infinito del mar.
Soy un agradecido al Destino que me ha regalado un premio demasiado valioso, desde aquellos tiempos en que fue necesario trabajar por imperio de circunstrancias, siendo casi niño en lugar de estudiar y buscar la graduación, la que no pude concretar .
Mi máximo logro fue constituir una familia que lo ha sido y es parte de mi inviolable e innegociable privacidad.
Tengo la suficiente fuerza para levantar la copa del brindis, coincidiendo en lo que comentara Sófocles: “Los dados del Destino siempre caen bien de la mano de Dios”.
Aunque ese Dios se llame Cristo, Alah, Visnú, Brahama, Jehová o como se te antoje, porque será siempre el mismo Ser, dueño de los relojes, del viento, la calma y las distancias.
Sabio también fue quien sostuvo que “cuanto antes nos percatemos de que nuestro destino está en nosotros mismos y no en las estrellas, tanto mejor para nosotros”.
Si me pidieran unas pocas palabras que me definieran, no dudaría en jurar que siempre he sido respetuosamente luchador y salvajemente libre, lo que llevado a simplificar me permite asegurar que soy nada más que un periodista independiente no por imposición de nada ni de nadie, sino por simple e íntima convicción.
Ver pasar los años y hacer un apasionado repaso de lo vivido, es casi como empezar a despedirse.
La verdad, en tal sentido no tengo ningún apuro.
G.F.
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