3 de septiembre de 2015

MÁRTIR DE LA ARENA


El niño es inocente.
   No sabe si la culpa es del Destino o de los hombres que pretenden manejarlo.
   De esos hombres que no lo dejaron crecer y lo condenaron a un inmerecido final de mar.
   De esos hombres enceguecidos de poder y destrucción; de fuego y de sangre hermana.
   ¿Para qué mirar su carita de arena y martirio?
   Es mejor atesorarlo en la conciencia y elevarlo al reino de la vida como un íntimo, piadoso y desesperado mensaje destinado a los desalmados que manosean los relojes de la guerra, de la marginación y del desprecio.
   Y es penoso saber que esos mismos miserables le impidieron ser feliz.
   Que el dolor y la paz de los adioses lo acompañen.
G.F. 


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