20 de agosto de 2012

Síganme los buenos. Comentarios 19 08 12. ¿Somos pobres o ricos?. Pihen y su disyuntiva. Homenaje a San Martín. Libro sobre Menéndez.

Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos” emitido por AM580 Radio Universidad de Córdoba el domingo 19/08/12


PIHEN Y LA DISYUNTIVA

   Este jueves, nuevamente la protesta de los empleados dependientes del estado provincial y de la municipalidad, ganará las calles de la ciudad para volver a demandar la derogación de la reciente disposición que modifica las jubilaciones que perciben los beneficiarios.
   En la protesta anterior, con algunos incidentes que no fueron más allá de empujones, insultos arrojados hacia arriba, quema de gomas y profusión de las prohibidas bombas de estruendo, no hubo repercusiones en el gobierno, hasta el punto que el super ministro González declaró que con respecto a la ley recientemente aprobada por la Unicameral, no había vuelta atrás.
   Lo más curioso de este asunto es la participación de José Pihén, histórico dirigente del Sindicato de Empleados Públicos de la Provincia y que a su vez ocupa una banca oficialista en el cuerpo legislativo.
   O sea que en la calle protesta, y en el recinto acata las órdenes que le bajan desde el ejecutivo, porque aquello de la independencia de los poderes es un viejo verso.
   Es claro: en la última votación se manifestó en contra de modificar la modalidad de ajustes en las jubilaciones, pero se me hace que lo hizo porque de todas maneras, la mayoría propia de su bloque en el cuerpo legislativo no necesitaba, imprescindiblemente, que votara como ellos.
   Vaya Dios a saber cómo funcionan los mecanismos de la ética en las mentes de todos aquellos, que por hacer los deberes como parte de la columna vertebral del justicialismo en su condición de dirigentes sindicales, fueron premiados con bancas.
   Por allí se me ocurre que la ambición por espacios de poder ciega las mentes, estimula la sed del bolsillo y claudica en todo lo que se refiere a principios.
   Tañir las campanas y estar en la procesión queda descartado por lo absurdo e imposible.
   A menos que la soga de la campana seas tan larga que permita estar en ambos lugares a la vez.
   Porque de lo contrario, el propio sentido común impondría la obligación de renunciar a la actividad sindical, al menos para ahuyentar todas las suspicacias que, lógicamente, campean en situaciones tan anormales como ridículas.
   No se le ocurra a nadie pensar que desde mi posición de periodista, le puedo reclamar la renuncia a nadie.
   De ninguna manera.
   Lejos de mí.
   Simplemente, lo que se busca es despertar en los indecisos, o en los ávidos de poder, esa lucecita de sentido común, que últimamente muestra tan bajo voltaje.

LA REACCION AUTORITARIA DE AIMARETTO

   Fernando Aimaretto, dentro de nuestra profesión, está considerado como un buen tipo, laburador, empeñoso, que llegó desde el llano a ocupar la dirección del poco difundido matutino La Mañana de Córdoba.
   Ahora, con rango de vocero del gobernador o algo parecido, ha recibido algunos chirlos mediáticos, acusado de maltrato a una colega, movilera de televisión.
   No quiero poner en duda la denuncia en contra del funcionario, pero me parece que existe una exageración en cuanto a la gravedad del episodio.
   Quienes magnifican el asunto, sin dudas ignoran que trabajando en la calle estamos expuestos a distintas maneras de agresión, desde el lanzamiento deliberado de bombas de estruendo hasta nuestra posición, aprietes a los camarógrafos, amenazas a los cronistas y otras ofensas laborales que por ser tantas, a veces se pasan por alto para no caer en el terreno del escándalo o del amarillismo.
   Lo que sí es cuestionable, que el funcionario haya limitado la tarea de una comunicadora condicionando sus preguntas, de acuerdo con la acusación.
   Es para imaginar que la calentura no es para periodistas, aunque en este caso al gringo Aimaretto le toque estar del otro lado, que es desde donde mejor se entiende la profesión.
   La cuestión debiera terminar allí, sin agrandar escenarios ni exagerar ventilando el asunto ante organismos empresarios nacionales o extranjeros.
   Si Aimaretto se equivocó, si la calentura lo dominó o solo cumplió órdenes, bastaría con que invite a la colega ofendida a tomar un café y pongan las cosas en claro.
   Darle mayor trascendencia a una tontera, es quitarle seriedad a las situaciones realmente conflictivas que suelen presentarse entre los periodistas y el poder.
   Esas si, merecen ser consideradas bilateralmente, si es que desde ambos sectores se coincide en hacer prevalecer la verdad, por encima de intereses sectoriales.
   Porque en definitiva, suele ser más agresiva la política de distribución de la pauta oficial, sujeta a esa cuestionable costumbre de los premios y los castigos.

LOS PAROS DE LA PREPOTENCIA

   Entre 200 y 300 mil cordobeses estuvieron un par de días sin transporte urbano, porque un episodio de la interna gremial de la UTA paralizó una empresa que cubre varios corredores.
   De nada sirvió el dictado de la conciliación obligatoria, que los dirigentes se la pasaron ya sabe por donde.
   Nada les importó a los huelguitas que miles de obreros, tan obreros como ellos, perdieran el presentismo, tuvieran que gastar en taxi o se quedaran sin consultas médicas o sin llevar sus hijos a la escuela.
   El egoísmo los impulsó a esta masiva toma de rehenes ante la pasividad del poder concedente, en este caso la municipalidad, que de alguna manera debiera haber operado para atenuar al menos, los efectos de la medida.
   Los caprichos y las luchas por el poder sindical, suelen ser los motivos más frecuentes de planteamientos internos, de los que el único perjudicado es el usuario, sostenedor de un sistema perverso e indominable.
   La hipocresía de siempre los lleva a pedir disculpas a los pasajeros, después que el daño irreparable ha sido consumado.
   Y vuelven a quejarse amargamente cuando los insultan, y ese pasa a ser un nuevo motivo. para amenazar con nuevas paralizaciones de servicios, por sentirse ofendidos.
   Es el verso de nunca acabar; es el macaneo permanente.
   Lamentablemente, habrá que tolerar la reincidencia de estas situaciones, hasta que el poder se decida a aplicar las leyes sin miramientos.
   De lo contrario, cada capricho traerá un nuevo paro.
   Nuevos paros, hasta que los usuarios se decidan a aplicar el castigo que merecen los caprichosos.
   No se olviden de lo que solían hacer nuestros mayores cuando teníamos caprichos.
   Un par de chirlos en el traste, y a seguir con la rutina.

RAMÓN VERDÚ Y SU LIBRO “MENÉNDEZ Y YO” 

   El periodista Ramón Verdú estuvo preso por la dictadura militar más de un año, alojado en la Penitenciaría, sin ninguna explicación a la hora de ser detenido y menos al ser liberado.
   En ese tiempo, solo se le permitió una sola visita familiar y compartió celda con algunos colegas que lo acompañaban en el diario Los Principios, decano de la prensa de Córdoba y con otros personajes, varios de los cuales no sobrevivieron.
   Verdú es un ejemplo de los que vivieron la historia y no de los que tocan de oído.
   Por eso y por varios hechos que no quiero adelantar para no romper la magia de la sorpresa, Ramón Verdú, multipremiado en su condición de fotógrafo, se decidió a escribir un libro que tituló “Menéndez y yo”.
   La presentación se hará el martes 11 de septiembre próximo a las l9,30 en el Museo de las Mujeres, de Rivera Indarte 79, en la cuadra de la Legislatura.
   Me ha tocado conocer algunos aspectos de ese trabajo, y puedo asegurar que el libro va a provocar impacto, tanto en lo literario como por las fotografías que lo ilustran.
   Y si todo anda bien, creo que voy a formar parte de la presentación.
   Se los reitero: el martes 11 de septiembre próximo, a las 19,30 en el Museo de la Mujer, de Rivera Indarte 79, El periodista y fotógrafo Ramon Verdú presenta su libro “Menéndez y yo”.
   Y el próximo domingo, en este espacio, tendré el placer de conversar con Ramón Verdú.
   Me permito aconsejarle que no se lo pierda.

HOMENAJE A LA MEMORIA DE SAN MARTIN

   Las versiones escolares sobre la vida y obra de José de San Martín, medio como que no encajan con lo que fue la realidad del ilustre personaje, Padre de la Patria.
   Y en las cuestiones históricas, cuando uno carga algunos años, entiende que lo mejor es consultar a distintos autores, más allá de los textos que nos hacían leer.
   Es cierto que nació terminando febrero en Yapeyú, de donde dos años atrás habían expulsado a los jesuitas.
   El pequeño pueblo no era un paraíso, sino un asentamiento de indios guaraníes y poca presencia del hombre blanco.
   Seguramente los únicos españoles eran don Juan de San Martín, designado allí por la corona gobernador intendente, y su familia.
   Esa región era tan complicada, que no se sabe si el nombramiento era un premio o un castigo.
   El matrimonio no era noble ni mucho menos.
   Doña Gregoria Matorras no aportó alcurnia ni dinero.
   Vivieron y murieron siendo pobres.
   José de San Martín fue hijo de carenciados.
   No tuvo cuna de oro, sangre azul ni privilegios.
   Hasta se decía que era hijo de una india.
   Los libros de la primaria decían que San Martín era hijo de nobles y por eso tenía que casarse con una dama de la sociedad porteña.
   Se casa con Remeditos, hija de un comerciante ligado a intereses británicos.
   No se dice, pero la familia de ella cuestionaba esa relación.
   Tanto fue así, que al injertado pariente lo nombraban despectivamente el plebeyo, el soldadote, el indio o el tape.
   Cuentan que una vez, cuando los Escalada no invitaron a la mesa de la familia al asistente de San Martín, el Libertador se instaló en la cocina para comer con él.
   Y cuando le regalaron un costoso ajuar a la novia, hizo que lo devolviera porque la esposa de un soldado no necesitaba esos lujos.
   San Martín formó el Regimiento de Granaderos a Caballo, lo armó y adiestró uno a uno a soldados y oficiales.
   Lo integró con gauchos, indios que hizo llevar desde su tierra natal, artesanos y algunos marineros que habían quedado varados en el puerto de Buenos Aires.
   Después incorporó a un grupo muy reducido de jóvenes de la alta sociedad.
   A este ejército de composición popular se agregaron luego en Mendoza algunos escuadrones de negros, ex esclavos.
   En el actual norte argentino, San Martín hizo buenas migas con otros grandes revolucionarios de la época como Manuel Belgrano y Martín Güemes, ambos despreciados por los poderosos.
   Con éste acordó una táctica de pueblo en armas para contener a los realistas que se proyectaban desde el Alto Perú.
   Con Belgrano, que era abogado y economista, hizo gran amistad y recibió experimentados consejos para la lucha contra la minoría conservadora, provinciana y porteña.
   Los libros de la primaria omiten por ejemplo, que Güemes fue muerto por una partida realista, a la que fue entregado por la oligarquía salteña.
   Es que el guerrillero patriota irritaba a los grandes terratenientes, ya que la aplicación de la Ley Gaucha, una especie de reforma agraria en medio de la guerra, era perjudicial para sus intereses.
   Tanto se acosó a Manuel Belgrano, que murió pobre y abandonado, cuando había dado toda su fortuna, que no era poca, a la causa revolucionaria
   En la ciudad puerto, las masas populares se levantan contra los déspotas de Buenos Aires.
   Los poderosos convocan al Ejército de los Andes para reprimir a los insurrectos.
   San Martín se niega a ser verdugo de su pueblo y esa desobediencia le cuesta la enemistad de la oligarquía rioplatense y por otro lado el cariño de los patriotas.
   Esta fue la proclama de San Martín a sus soldados en 1820:
   “Compañeros del Ejército de los Andes, la guerra tiene que hacerse como podamos, si no tenemos dinero, carne ni tabaco.
   Cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con balletillas que nos dejen nuestras mujeres.
   Si no, andaremos en pelotas, como nuestros paisanos los indios.
   Seamos libres y lo demás no importa nada.
   Compañeros, juremos no dejar las armas de las manos hasta ver el  país enteramente libre, o morir por ellas como hombres de coraje”.
   Después el exilio, la enorme pena y la muerte.
   Fue en Boulogne-sur-mer, de hoy hacen 162 años.
   En eso si, coinciden los libros.
   Desde entonces, San Martín nos hace falta.

¿LOS ARGENTINOS SOMOS POBRES O SOMOS RICOS?
  
   A esto me lo comentó una querida amiga, argentina, que está radicada en una importante ciudad de los Estados Unidos.
   Un compatriota le envió un mail preguntándole si podía evaluar, desde la distancia, si los argentinos éramos o somos pobres.
   Cómo puedes llamarte pobre, le contestó la mujer, cuando sos capaz de pagar un litro de nafta más del triple de lo que pago yo.
   Cuando te das el lujo de pagar tarifas de  celular un 80 por ciento más caras de lo que me cuestan a mí.
   Pagar comisiones por servicios bancarios y tarjetas de crédito del triple de lo que aquí nos cuestan, o cuando por un auto que a mí me lo venden a 20,000 dólares, en Argentina al mismo coche lo pagas 38,000 dólares porque sí puedes darte el gusto de regalarle 18,000 dólares al Estado y nosotros no.
   El argentino le envió otro mail diciéndole que no alcanzaba a entender esas razones.
   Entonces la compatriota radicada allá, le escribió diciéndole que pobres somos nosotros, los habitantes de la Florida. Por eso mismo, el Gobierno Estatal, teniendo en cuenta nuestra precaria situación financiera, nos cobra sólo el 2 por ciento de IVA, hay otro 4 por ciento que es Federal; total, 6 por ciento y no 21 por ciento como a  los ricos que viven en Argentina.
   Además, le explicó, son ustedes los que tienen impuestos de lujo como son los impuestos por combustibles y gas, alcohol, cigarrillos, cerveza, vinos, etc. que alcanzan creo que en los cigarrillos hasta el 320 por ciento del valor original del producto.
   Y los otros como ganancias (impuesto sobre las utilidades y sueldos), impuesto sobre automóviles nuevos, impuesto a los bienes personales, impuesto a los bienes de las empresas, Impuesto por uso de automóvil.   
   Y dichoso que todavía te das el lujo de pagar IVA por estos impuestos, además de todos los trámites y pagos estatales y municipales.
   Porque si ustedes no fueran ricos, ¿qué sentido tendría tener unos impuestos tan elevados?    
   ¿Pobres? ¿De dónde? Un país que es capaz de cobrar el impuesto a las ganancias y a los bienes personales mediante anticipos, así por adelantado, como en Argentina necesariamente tiene que nadar en la abundancia, porque considera que los negocios de la Nación y de todos sus habitantes siempre tendrán ganancias a pesar de saqueos y asaltos, corrupción generalizada, terremotos, piquetes, inundaciones, sequías y por supuesto que todos deben ganar muchísimo.
   Los pobres somos nosotros, los que vivimos en los Estados Unidos, que no pagamos Impuesto sobre la renta si ganamos menos de tres mil dólares al mes por persona, más o menos 14.000 pesos argentinos.    
   Y en Argentina  pagan policía privada, vigilancia privada y seguridad privada mientras que nosotros nos conformamos con la pública.
   Allí hasta envían a sus hijos a colegios privados y mirá si seremos pobres aquí en EE.UU., que las escuelas públicas te prestan los libros de estudio, previendo que no te alcanza para comprarlos.
   A veces me asombra la riqueza de los Argentinos que piden un préstamo cualquiera, y son capaces de pagar 35 por ciento anual de intereses, como mínimo.
   A eso le llamo ser rico y no como aquí, que apenas llegamos generalmente al 7,8 por ciento, justamente porque no estamos en condiciones de pagar más.
   Supongo que, como todo rico, tienes un auto y que estás pagando un 8 o 10 por ciento anual de seguro sobre el precio del vehículo; si te sirve de información, yo en los EE.UU. pago sólo 345 dólares por año.
   Y como te sobra el dinero, vos podés efectuar pagos anuales de  más o menos mil pesos por eso que llaman impuesto al automotor, mientras que acá nosotros no podemos darnos esos lujos y cuando mucho pagamos 15 dólares anuales por el sticker sin importar qué modelo de auto manejes, pero claro, eso es para gente apretada de recursos que no puede erogar los enormes flujos que los argentinos manejan.
   Saca la cuenta.
   ¿Quién es el rico, y quién el pobre?
   Por último, me han comentado que más del 25 por ciento de la población económicamente activa en Argentina no trabaja, que recibe planes de ayuda y no les conviene tener relación de dependencia porque pierden esa ganga.
   Aquí, en cambio, sólo hay un 8 por ciento en la misma situación.
   ¿No te parece que el vivir sin trabajar es un lujo que sólo los ricos se pueden dar?
   Se me hace que te quedaste en Argentina porque sos rico y los pobres como yo nos vinimos a probar suerte a otros lados.
   Me contaron también que a los funcionarios se les paga un montón de plata en sueldos, sin contar sobreprecios, corrupción etc.. y que hay jueces y otros privilegiados que no pagan impuestos.
   Qué envidia, querido amigo.
   ¡Eso sí es vivir en la riqueza!     


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