Cada
vez que el ala violenta de la UTA hace sus urbanas manifestaciones de
daño y prepotencia, advertimos que con el paso de pocos días, el
sector empresario apela a su lacrimógena, irracional y arbitraria
costumbre de pedir un aumento en el precio del boleto.
Es
para pensar, entonces, que el acuerdo entre cúpulas está vigente
porque los dueños del sistema y quienes timonean al sindicato del
área, siguen jugando con la paciencia ¿ilimitada? de los usuarios y
el impropio manejo de tiempos por parte del poder concedente que es
la Municipalidad.
El
cuento de nunca acabar: ellos inmovilizan el servicio, cortan calles,
dañan la propiedad privada, destrozan mobiliario urbano que es de
todos, golpean a ciudadanos, contaminan con humo y pirotecnia el
medio ambiente, les roban presentismo y puntualidad a trabajadores
como ellos, paralizan la ciudad, después graciosamente cobran por
los días no trabajados y de postre, desde el otro sector, los
empresarios demandan mayores subsidios y actualización de la tarifa
porque dicen no poder cumplir con el pago de sueldos.
Y
los imbéciles de esta opereta parecen ser los usuarios, esos mismos
que sostienen nuestro perverso y pedorro servicio de transporte
urbano, que nunca brinda una seguridad total acerca de su
cumplimiento y que las frecuencias son manejadas al capricho infame
que plantean empresarios del sector y el gremio que nuclea a los
choferes, inspectores, mecánicos, etc.
No
se trata de ponerle techo a los suculentos salarios de todos los
actores de este sainete, pero se me ocurre que ha llegado la hora de
desarticular la maldita trenza que tiene a los pasajeros como
rehenes, desamparados por una autoridad ausente que solo reaparece a
la hora de los discursos, de las promesas y de los anuncios que
diluyen la gravedad de la situación.
Los
muchachos de la UTA se quejan por el obvio maltrato de la gente
después de cada acostumbrado conflicto, pero olvidan las torturas y
los perjuicios de que son capaces en nombre de su insaciable
voracidad, fortalecida por su acuerdo con los empresarios y la
indiferencia del poder.
Este
nuevo desplante, absurdo y casi delictual por la presión que supone,
es un serio y posiblemente postrero llamado de atención por lo que
pudiera ocurrir de ahora en más, si el precio del boleto se vuelve a
incrementar más allá del aumento dispuesto en enero último, con lo
que quedaba cubierta la expectativa anual de inflación.
Que
los adinerados y ambiciosos empresarios, los famélicos e
insatisfechos dirigentes de la UTA y los claudicantes del poder,
sepan que Brasil no está tan lejos, y que la gente está cada vez
más cerca de Brasil.
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