5 de julio de 2013

¡FELIZ CUMPLE, PATRIA CORDOBESA!







Desde que tengo memoria, que es la vacuna contra la peste del olvido, sostengo y reitero con orgullo porque así me lo indica el corazón, que Argentina es mi país pero Córdoba es mi Patria. 
   Porque camino la ruta de los que nos vamos haciendo viejos, y lo digo sin pena, amando a Córdoba como es: sensual y anárquica; desordenada y doctoral, con humor de exportación que hace enojar a varios y un cierto malhumor social que es preciso atender.
   Ciudad patoteada por la desidia de los que dicen que mandan y por la anarquía que permiten esos mismos, los que creen que la gobiernan.
   Aquí en Córdoba anidan el añejo orgullo de las raíces, la proverbial y callejera arrogancia de sus luchas, la humildad mediterránea y las industrias del cuarteto, del apodo y del fernet.
   Y porque somos sus hijos, amamos a esta, nuestra Córdoba romántica, magnética, mágica y soberbia.
   Ciudad con faro, pero sin mar.
   Amamos a la ciudad avasallante que ejerce idéntica atracción en sus hijos adoptivos, en los que la visitan para después quedarse y en los que se aquerencian, a veces mintiendo que están estudiando.
   Córdoba tiene la protectora calidez de una mamá que puede ser biológica o sustituta.
   Ciudad símbolo, ruidosa, altiva, maltratada, insegura y sorprendente.   
   Realmente hay un lujurioso placer que se renueva  al abrazar ese improlijo laberinto de tus barrios, los rumorosos bares de mil esquinas, el desorden de tus avenidas, los colores de tus clubes, el malo, caro y esquivo transporte urbano, los candados de tus conventos, la pasión de tus políticos con su vocación de eternidad, la dañina insolencia de tu río cuando crece, esa insuperable y lacerante intemperie de tus villas, la convocante sonoridad de tus campanas, el interminable catálogo de tus baches, la penosa sorpresa de los cortes de luz, el histórico y permanente estado de asamblea de los municipales, la siestera e invariable pachorra de tu Justicia, la mentirosa solemnidad de tus doctores, la inimitable contundencia de tu tonada, la frescura de tus estudiantes, la columna vertebral de tu Cañada, la invadida peatonal, criadero de palomas y de falsos artesanos, la añosa certidumbre de tus templos, tu maravillosa lozanía en el otoño, el silencioso abrigo del invierno…
   ¿Qué más puedo decirte que no lo sepas?
   Para cada uno de tus cumpleaños, siento la necesidad y la urgencia, como por decreto, de confesarte todo lo que te amo.
   Por la generosa hospitalidad de tu tierra.
   Por el linaje de esas pesadas y dulces cadenas que atan mi alma a tu historia, a tus blasones y a tu gente …
   En este cumpleaños, ¡ Salud, mi ciudad !
   Patria de siempre …

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