6 de marzo de 2016

UN SOLO DIA ES DE MEZQUINOS




   La situación hoy por hoy es similar al día de la madre, del padre, del niño, del amigo o del arquero, como si cediéramos a esa obligación consumista de regalar algo y por ende, dejar casi para el “que me importa” los otros 365 restantes días de este año bisiesto. 
   Es ya demasiado odioso y vetusto establecer una fecha que marque el techo especial de un afecto, porque al dedicarle formalmente un solo día del almanaque, ya las estamos discriminando.
   Igual que el ajado argumento de que todos los días son el día de la madre, del padre, del niño, del abuelo, del tío solterón, del amigo o de la Patria …
   Somos especímenes de un amplio universo acelerado cuyo consumismo llevado a niveles ridículos impone conductas que en la mayoría de los casos aceptamos, a sabiendas que se trata de una evitable exigencia del mercado.
   Pero hay un día de la mujer y no hay un día del hombre.
   Festejamos un día del niño pero no hay un día para agasajar al adolescente.
   En cualquier ámbito se menciona al día del arquero y no hay un día del mediocampista, del falso carrilero o del wing.
   Cholulamente nos apropiamos de un Halloween importado y no inventamos un autóctono día del ángel.
   ¿Por qué no hay un día de la soltera, otro de la solterona, uno de la casada, otro de la viuda, uno de la separada, otro de la divorciada, uno de la concubina, otro de la arrimada?
   Dicen que pasado mañana es el Día de la Mujer.

   Como el mejor homenaje a la igualdad por la que ellas tanto luchan, se lo han ganado para que sea un día como cualquiera.
   Como todos los días…
   Pero seamos ecuánimes porque bien merece y vale abrazarla, hacerle crujir dulcemente los huesitos, plantarle un beso, despeinarla y decirle que es lo más maravilloso que el Supremo -en cualquiera de sus tantas versiones religiosas- puso en la Creación …
   Y así más que un agasajo gastronómico o el paquetito con moño o el ramo de flores, recrearemos cada día y no tan solo el 8 de marzo, un dulce, mágico, merecido y encantador acto de justicia.


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