EL PERVERSO NEGOCIO POLÍTICO
DE SEGUIR FABRICANDO POBRES
“Si una sociedad libre no puede ayudar
a sus muchos pobres, tampoco
podrá
salvar a sus pocos ricos” (J.F.Kennedy)
Lo sabemos por
duras e históricas experiencias que uno de los principales objetivos de los
políticos es la permanencia en la conducción, lo que a veces se transforma en
algo parecido a una vocación por la eternidad y de esos ejemplos tenemos para
regalarle al mundo.
La cuestión es que existen
maneras y maneras de alcanzar esa meta que van desde el populismo hasta la
correcta administración de los recursos que permita una equitativa distribución
de las riquezas, más aún en un país que las cuenta a raudales por su geografía,
acceso al mar, industrialización, minería, agricultura y otras fuentes
naturales.
Con la aplicación de políticas
progresistas se crece cuando es la honestidad el camino sin exclusiones de
corte ideológico, religioso, racial o de cualquier otro fundamento que lleve a
la marginación de los más débiles y al encumbramiento de los poderosos, porque
al medio queda el segmento más importante de la sociedad que vive penando en
saber si se ubicarán arriba o irán aún más abajo.
Evaluando la situación en
Córdoba, es complicado aceptar que con su nivel industrial, la producción
agropecuaria y su pujanza comercial, tenga para exhibir con mucho de vergüenza,
una cantidad creciente de pobres y de pobreza que en las últimas dos décadas no
ha sido posible revertir hacia el bienestar, la inclusión y la bonanza que son
elementos básicos para recuperar eso que los políticos tan pomposamente le
llaman dignidad.
Entonces a la hora de sondear
la realidad en procura de una explicación certera y coherente para tal desastre
social, tenemos que llegar a la penosa conclusión que es desde el poder que se
alienta tal situación, o sea la generación de pobreza y de pobres, que es lo
que permite luego el triunfo del populismo y la charlatanería a través del
subsidio, las becas sin contraprestación laboral y las políticas de ajuste
tarifario e impositivo que llevan al achicamiento de las empresas en sus
plantas de personal, pero que a la hora de los votos son los postergados,
destinatarios de las promesas y los bolsones, los que cegados por esa esperanza
que les venden los gobernantes, reinciden en elegirlos.
¿Cuántos años llevamos
sosteniendo en la cúpula al mismo signo político que no ha sabido, no ha podido
o no ha querido solucionar el problema de los pobres y de su pobreza? En la
evaluación de los índices estadísticos están las respuestas que muchos
pretenden esconder si no las pueden manipular, aunque salen a vociferar
tildándolas de irreales cuando poco hacen para superarlas.
Estamos a menos de un mes de
una consulta popular y llega a niveles de escándalo la
publicidad oficial que
con su envolvente y oneroso palabrerío asegura que podrá, en el corto plazo,
revertir una situación lamentable que a lo largo de tanto tiempo más que
mantenerse se agravó, porque ellos, los malos dirigentes, para quedarse
necesitan que los voten y para que los voten tienen que seguir prometiendo,
mientras vilmente ven que pobres y pobreza siguen creciendo.
Por suerte también la sociedad
de la que los pobres son buena parte, viene aprendiendo en base a dolor de qué
manera es utilizada y bastardeada y poco a poco cuando se expresa en las urnas,
divulga su mensaje de bronca e impotencia que además tiene un sonoro grito de
esperanza, ilusiones y reales perspectivas.
Es hora que a los pobres se los
deje de utilizar como pretexto y se los atienda como futuro, como el porvenir
que anhelan, como el venturoso destino que merecen.
Porque todos los que prometen
-todos- seguramente jamás vivieron privaciones.
Gonio Ferrari
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