¡CUÁNTA RAZÓN TENÍA GANDHI!: “AQUEL
QUE COME SIN TRABAJAR ES UN LADRON”
Hoy es el día nuestro, de los que abrazamos
la cultura del trabajo, que no deja de ser una innegociable convicción que nos
enaltece ante la sociedad. No hay para qué
extendernos en discursos, sino más bien en una especie de enunciación de
principios, que hacen a la dignidad de trabajar.
Como siempre y en casi todo el mundo, la celebración
del día del trabajo, o del trabajador, es motivo para reuniones multitudinarias como los casos de La
Habana y Moscú por ejemplo, o con la sagrada expresión del locro, entre
nosotros. Aquí el clima en los años más
recientes ha sido adverso para los seguidores del criollo potaje, porque la
temperatura más cercana al calor que al fresco, acentúa los efectos de una
ingesta que por lo general, es descontrolada.
Los “daños colaterales” se advierten recién por la noche o entrada la madrugada, cuando es común que en los casos de los matrimonios, se produzcan ruidosos y momentáneos divorcios o abandonos del lecho.
Quiero de paso ofrecer un humilde reconocimiento a todos los dirigentes sindicales que ofrendaron buena parte de sus vidas, en la diaria fragua de la lucha gremial, sin claudicaciones ni privilegios. A los que siguieron siendo ejemplo de fervor laboral en su trabajo cotidiano y no vivieron prendidos a la licencia sindical, en cuyo nombre se cometen tantos abusos.
Los “daños colaterales” se advierten recién por la noche o entrada la madrugada, cuando es común que en los casos de los matrimonios, se produzcan ruidosos y momentáneos divorcios o abandonos del lecho.
Quiero de paso ofrecer un humilde reconocimiento a todos los dirigentes sindicales que ofrendaron buena parte de sus vidas, en la diaria fragua de la lucha gremial, sin claudicaciones ni privilegios. A los que siguieron siendo ejemplo de fervor laboral en su trabajo cotidiano y no vivieron prendidos a la licencia sindical, en cuyo nombre se cometen tantos abusos.
También quiero ya que estamos,
eximir de tal condecoración social, por estrictas cuestiones de justicia, a los
pícaros y ventajeros que se sirven de su condición de dirigentes, en provecho
propio, de sus familiares, de los amigos y de las amigas, porque no merecen
figurar en el cuadro de honor de los honestos.
Quiero, en definitiva, valorar el esfuerzo
de tantos hombres y mujeres que se dignifican laburando, sacrificando su
descanso, buscando siempre algo más para hacer; para sentirse útiles, para
saberse capaces, que es la manera más maravillosa de sentirnos libres. El
actual marco referencial no es el mejor con el creciente número de desocupados
reflejado en las estadísticas, el deterioro del salario en su poder de compra,
los aumentos en mercaderías y servicios y una inflación tan agazapada como
perniciosa y políticamente utilizada, que nos castiga sin misericordia.
Por otra parte las becas a la
vagancia (algunos les llaman planes sociales o subsidios) no hacen otra cosa
que robar la poca dignidad que les queda a muchos argentinos que prefieren eso:
la dádiva en lugar de transpirar, precisamente para dignificar y adecentar lo
que ganan.
Debemos reconocer también la culpa de muchas empresas que cuentan con dos curiosos mecanismos destinados a la reducción de sus planteles: las tecnologías aplicadas a mansalva y la injuria del pago en negro, no para beneficiar al trabajador, sino como otra manera de evadir tributos e impuestos y seguir acumulando utilidades pese a lo cual no dejan de llorar.
Debemos reconocer también la culpa de muchas empresas que cuentan con dos curiosos mecanismos destinados a la reducción de sus planteles: las tecnologías aplicadas a mansalva y la injuria del pago en negro, no para beneficiar al trabajador, sino como otra manera de evadir tributos e impuestos y seguir acumulando utilidades pese a lo cual no dejan de llorar.
Expresión de censura y escrache para aquellos inescrupulosos y
angurrientos, violadores de tácitos códigos de honestidad y espíritu solidario
que se enriquecieron en la función sindical y como por arte de magia, avidez e
indecencia se transformaron en impunes y prósperos empresarios poseedores de
sólidas fortunas, inversiones en el extranjero y en muchos casos con acceso a
bancas legislativas con lo que gozaron de una llamativa y repudiable
indemnidad.
Repudio
para los que piensan y actúan sosteniendo que van a conseguir ventajas
presionando con paros inútiles y
condenados al fracaso, como el “capricho moyanista” de ayer que tuvo un 19 por
ciento de adhesión y ancló la figura del camionero con el triste recuerdo de
Ubaldini. Seguramente con
la madurez democrática que aún no hemos alcanzado, llegará el momento en que la
sinceridad se coloque por encima de la especulación.
Y se haga carne en los argentinos
aquello que sostenía Ghandi: “Dios ha creado al hombre para que gane su
sustento trabajando, y ha dicho que aquel que come sin trabajar, es un ladrón”.
Y más cerca de nosotros y como parte de nuestra historia reciente,
tengamos presente una de las frases más célebres de Perón a propósito de este día:
“En la nueva Argentina el trabajo es un derecho y un deber porque es justo
que cada
uno produzca por lo menos lo que
consume”. Sin embargo, muchos confunden estos conceptos con la obligación que
tendría el Estado de albergar a todos aquellos para los que, precisamente el
Estado debe asumir y pagarles en la mayoría de los casos sin ser cultores del
esfuerzo, del sacrificio y del compromiso con la sociedad.
Gonio
Ferrari
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