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1 de mayo de 2019

1 de Mayo en el mundo

¡CUÁNTA  RAZÓN  TENÍA GANDHI!: “AQUEL
QUE COME SIN TRABAJAR ES UN LADRON”

    Hoy es el día nuestro, de los que abrazamos la cultura del trabajo, que no deja de ser una innegociable convicción que nos enaltece ante la sociedad. No hay para qué extendernos en discursos, sino más bien en una especie de enunciación de principios, que hacen a la dignidad de trabajar. 
    Como siempre y en casi todo el mundo, la celebración del día del trabajo, o del trabajador, es motivo para reuniones multitudinarias como los casos de La Habana y Moscú por ejemplo, o con la sagrada expresión del locro, entre nosotros. Aquí el clima en los años más recientes ha sido adverso para los seguidores del criollo potaje, porque la temperatura más cercana al calor que al fresco, acentúa los efectos de una ingesta que por lo general, es descontrolada.
   Los “daños colaterales” se advierten recién por la noche o entrada la madrugada, cuando es común que en los casos de los matrimonios, se produzcan ruidosos y momentáneos divorcios o abandonos del lecho.
   Quiero de paso ofrecer un humilde reconocimiento a todos los dirigentes sindicales que ofrendaron buena parte de sus vidas, en la diaria fragua de la lucha gremial, sin claudicaciones ni privilegios. A los que siguieron siendo ejemplo de fervor laboral en su trabajo cotidiano y no vivieron prendidos a la licencia sindical, en cuyo nombre se cometen tantos abusos. 
     También quiero ya que estamos, eximir de tal condecoración social, por estrictas cuestiones de justicia, a los pícaros y ventajeros que se sirven de su condición de dirigentes, en provecho propio, de sus familiares, de los amigos y de las amigas, porque no merecen figurar en el cuadro de honor de los honestos. 
    Quiero, en definitiva, valorar el esfuerzo de tantos hombres y mujeres que se dignifican laburando, sacrificando su descanso, buscando siempre algo más para hacer; para sentirse útiles, para saberse capaces, que es la manera más maravillosa de sentirnos libres. El actual marco referencial no es el mejor con el creciente número de desocupados reflejado en las estadísticas, el deterioro del salario en su poder de compra, los aumentos en mercaderías y servicios y una inflación tan agazapada como perniciosa y políticamente utilizada, que nos castiga sin misericordia. 
     Por otra parte las becas a la vagancia (algunos les llaman planes sociales o subsidios) no hacen otra cosa que robar la poca dignidad que les queda a muchos argentinos que prefieren eso: la dádiva en lugar de transpirar, precisamente para dignificar y adecentar lo que ganan.
   Debemos reconocer también la culpa de muchas empresas que cuentan con dos curiosos mecanismos destinados a la reducción de sus planteles: las tecnologías aplicadas a mansalva y la injuria del pago en negro, no para beneficiar al trabajador, sino como otra manera de evadir tributos e impuestos y seguir acumulando utilidades pese a lo cual no dejan de llorar.
   Expresión de censura y escrache para aquellos inescrupulosos y angurrientos, violadores de tácitos códigos de honestidad y espíritu solidario que se enriquecieron en la función sindical y como por arte de magia, avidez e indecencia se transformaron en impunes y prósperos empresarios poseedores de sólidas fortunas, inversiones en el extranjero y en muchos casos con acceso a bancas legislativas con lo que gozaron de una llamativa y repudiable indemnidad.
   Repudio para los que piensan y actúan sosteniendo que van a conseguir ventajas presionando con  paros inútiles y condenados al fracaso, como el “capricho moyanista” de ayer que tuvo un 19 por ciento de adhesión y ancló la figura del camionero con el triste recuerdo de Ubaldini. Seguramente con la madurez democrática que aún no hemos alcanzado, llegará el momento en que la sinceridad se coloque por encima de la especulación. 
     Y se haga carne en los argentinos aquello que sostenía Ghandi: “Dios ha creado al hombre para que gane su sustento trabajando, y ha dicho que aquel que come sin trabajar, es un ladrón”.
   Y más cerca de nosotros y como parte de nuestra historia reciente, tengamos presente una de las frases más célebres de Perón a propósito de este día: “En la nueva Argentina el trabajo es un derecho y un deber porque es justo que  cada  uno produzca por lo menos lo  que consume”. Sin embargo, muchos confunden estos conceptos con la obligación que tendría el Estado de albergar a todos aquellos para los que, precisamente el Estado debe asumir y pagarles en la mayoría de los casos sin ser cultores del esfuerzo, del sacrificio y del compromiso con la sociedad.

Gonio Ferrari

1 de mayo de 2018

Para celebrar y pensar ----------

HOY, DIA DEL TRABAJADOR
   Hoy es el día nuestro, de los  que  abrazamos  la  cultura del trabajo, que no deja de ser una innegociable  convicción que nos enaltece ante la sociedad. No hay para qué extendernos en discursos, sino más bien en una especie de enunciación de principios,  que hacen  a la dignidad de trabajar.
    Como siempre y en casi todo el mundo, la celebración del día del trabajo, o del trabajador, es motivo para reuniones multitudinarias como los casos de La Habana y Moscú por ejemplo, o con la sagrada expresión del locro, entre nosotros. 
   Aquí el clima en los años más recientes ha sido adverso para los seguidores del criollo potaje, porque la temperatura más cercana al calor que al fresco, acentúa los efectos de una ingesta que por lo general, es descontrolada y los efectos se advierten recién por la noche o entrada la madrugada, cuando es común que en los casos de los matrimonios, se produzcan ruidosos y momentáneos divorcios o abandonos del lecho.
  
Quiero de paso ofrecer un humilde reconocimiento a todos los dirigentes sindicales que ofrendaron buena parte de sus vidas, en la diaria fragua de la lucha gremial, sin claudicaciones ni privilegios. A los que siguieron siendo ejemplo de fervor laboral en su trabajo cotidiano y no vivieron prendidos a la licencia sindical, en cuyo nombre se cometen tantos abusos. 
   Quiero eximir de este reconocimiento, por estrictas cuestiones de justicia, a los que se sirven de su condición de dirigentes, en provecho propio, de sus familiares, de los amigos y de las amigas, porque no merecen figurar en el cuadro de honor de los honestos.
   Quiero, en definitiva, valorar el esfuerzo de tantos hombres y mujeres que se dignifican laburando, sacrificando su descanso, buscando siempre algo más para hacer; para sentirse útiles, para saberse capaces, que es la manera más maravillosa de sentirnos libres.
   El actual marco referencial no es el mejor, con el creciente número de desocupados reflejado en algunas estadísticas, el deterioro del salario en su poder de compra, los aumentos en mercaderías y servicios y una inflación agazapada que nos castiga sin misericordia.
   Por otra parte las becas a la vagancia (algunos les llaman planes o subsidios) no hicieron otra cosa que robar la poca dignidad que les quedaba a muchos argentinos, que optaron por eso: la dádiva en lugar de transpirar, precisamente para dignificar y adecentar lo que ganaban.
   Debemos reconocer también la culpa de muchas empresas, que cuentan con dos curiosos mecanismos destinados a la reducción de sus planteles: las tecnologías aplicadas a mansalva y la injuria del pago en negro, no para beneficiar al trabajador, sino como otra manera de evadir tributos e impuestos. 
   Seguramente con la madurez democrática que aún no hemos alcanzado plenamente pese al imperio de la libertad y la democracia, llegará el momento en que la sinceridad que se viene recuperando en su ejercicio, se coloque por encima de la especulación.
   El movimiento obrero cuando se limita a oficiar de columna vertebral de cualquier corriente política, sacrifica su esencia solidaria para transformarse en un vehículo que generalmente beneficia sólo a la dirigencia y posterga a las bases como resultado de un repudiable estilo de sometimiento de los más débiles a manos de los poderosos, que consiguen encaramarse en la política partidista que es donde nacen para ellos todos los olvidos y las amnesias. Y del yugo patronal se muda a la sumisión y la esclavitud de los que mandan, disfrazados de benefactores del trabajador que pasa a ser instrumento de las apetencias de los popes del sindicalismo que sin trabajar, fortalecen su vocación de prosperidad personal y eternidad en las conducciones.
   Cuando se alcance a comprender que la lucha sindical debe igualar hacia arriba a los trabajadores y no tan sólo encumbrar a la dirigencia, se hará carne en los argentinos aquello que sostenía Ghandi: “Dios ha creado al hombre para que gane su sustento trabajando, y ha dicho que aquel que come sin trabajar, es un ladrón”.
   Es una simple cuestión de entrega, sacrificio y compromiso con y por sus pares.
Gonio Ferrari

7 de mayo de 2017

S.L.B.: QUE SE VAYAN DEL HOGAR NOS RESULTA MUY COSTOSO - TRABAJO Y DIGNIDAD DEBEN HERMANARSE - LA TARIFA DE EPEC, UN DESPOJO INACEPTABLE - UNA POMPOSA EXAGERACIÓN EN LA MEGACAUSA - CORDOBA, CIUDAD SITIADA POR LOS CORTES Y LOS ESCOMBROS - PELIGROSA Y LETAL BALLENA AZUL - CURIOSAS INSTRUCCIONES PARA APRENDER A ESCRACHAR, ETC.

Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos” del 7/5/17, que difunden AM580 Radio Universidad de Córdoba y la FM 88.5

“BORRARSE” RESULTA SUMAMENTE ONEROSO 
   ¿Cuántos casos se vienen dando de la desaparición estudiada, consentida, oculta u obligada de mujeres desde adolescentes desorientadas pasando por jóvenes frustradas familiarmente en sus amoríos, señoras desencantadas de la vida matrimonial, o víctimas de la trata?
   Si las contamos en Córdoba, son decenas al menos de lo que se divulga y conoce, pero han existido y aún existen situaciones mantenidas en secreto, especialmente por algunas familias que optan por evitar el escándalo.
   El tema es que en muchos casos, estamos advirtiendo con alarmante frecuencia que se trata de abandonos del hogar, o de la casa de sus mayores, o de la esfera de padres “guardabosques” que no toleran la vida social -ya sea medida o disipada- de sus hijas.
   Y en todos los casos a la autoridad se le plantea una disyuntiva que vista objetivamente, conspira contra la suerte de la búsqueda y su eventual hallazgo, porque hasta hace poco el protocolo aconsejaba una espera de 24 o 48 horas, por aquella vieja presunción policíaca de que “la nena se habrá ido con algún noviecito”.
   Y dar 48 horas de ventaja en los tiempos actuales, es permitir que la víctima para ese entonces ya esté en Tokio, en Sydney, en Alemania o en Montevideo, Asunción, Sao Paulo o cualquier otra ciudad de nuestra geografía.
   Así las, cosas y pase lo que pase, toda búsqueda demorada o diligente ocasiona al Estado enormes gastos por el despliegue que en todo sentido se debe hacer, desde las comunicaciones hasta el traslado de efectivos, la utilización de aviones y helicópteros y la ímproba tarea de los que trabajan en tierra.
   A toda esa parafernalia que en gran número de casos termina con la ubicación de la afectada en un hotelucho o como se dice, “encanutada” en algún domicilio particular o los casos con desenlaces fatales que pudieran haberse evitado si la búsqueda comenzaba apenas advertida la desaparición.
   Hay mucho de desidia e hipocresía, a veces en el seno de los padres afectados que se niegan a reconocer amistades o aventuras de sus hijas, temerosos de la imbécil condena social que reciben.
   Pero alguien, alguna vez, debe proponer una legislación actualizada con los tiempos que corren, porque así como a quienes se pierden, digamos voluntariamente, en el Champaquí, en las sierras o en cualquier lugar deben responder por los costos, en estos casos tendría que obrarse de la misma manera.
   A lo mejor así, los parientes no se ocuparían tanto de desorientar a la policía y se apresurarían para que la perdida, o fugada fuera ubicada.
   En el caso de los secuestros, otra es la historia que en nada se emparenta con esas estudiadas y proyectadas ausencias de los últimos tiempos.
      
TRABAJO Y DIGNIDAD DEBEN HERMANARSE  

   Tomando conciencia que a veces la situación social demanda el otorgamiento de subsidios, becas y otras ventajas para asegurar el sustento, en la mayoría de los casos esta acción responde a motivos más emparentados con la demagogia que con la preocupación por los más desposeídos.
   En los últimos años los argentinos tuvimos que acostumbrarnos a un festival de la dádiva que finalmente logró que la dignidad se apartara del trabajo y viceversa, porque el tema era cobrar mensualmente sin ninguna contraprestación como ocurre en tantos países, que los beneficiarios devuelven al Estado lo que reciben transformado en la dignidad de tender caminos, construir hospitales, levantar viviendas o limpiar plazas públicas.
   Aquí esa malsana generosidad del gobierno que teníamos que pagar los que trabajamos, nos esforzamos y transpiramos, se integró a dos elementos fundamentales: la cultura popular por una parte y la estafa estadística de hacer figurar a los beneficiarios como fuerza productiva, con lo que los números de la desocupación nunca mostraban síntomas de alarma.
   Ahora, cuando desde la presidencia de la Nación se genera un sistema que permite la recuperación de la dignidad de trabajar, no faltan las voces que se alzan cuestionando la medida, contra este esfuerzo en el que también están involucrados el mundo empresario y la dirigencia sindical.
   Que el presidente haya hecho el anuncio en un marco de trabajadores ha sido tomado desde los desencantados, que aún no asumieron su fracaso, como una invasión de la opulencia en el mundo de los laburantes.
   No saben esos personajes apegados por años al facilismo y la impunidad de la rapiña, que no es posible el capital sin trabajo ni el trabajo sin capital y que ambos sectores deben abrazarse en la lucha contra la crisis que más allá de la herencia recibida que no puede ser perpetua, nos dejó en un estado de postración del que está resultando demasiado difícil resurgir.
   Lo haremos siempre y cuando tengamos la grandeza de conciliar posiciones entendiendo que unos son necesarios a los otros y viceversa.
   No fue casual que en el multitudinario acto llevado a cabo para el lanzamiento oficial del nuevo plan, Macri después de haber apelado a citas de Perón, lo haya terminado gritando que la Argentina es para todos los argentinos y que no va a permitir que nadie nos lleve por delante.
   El sector prepotente del sindicalismo, lógicamente que no simpatizó con el discurso.                                                    



LA TARIFA DE EPEC, UN DESPOJO INTOLERABLE

   Esa contundente sentencia que sostiene que cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto, pertenece sin dudas a alguno de los grandes pensadores en la historia de la Humanidad, pero vendría a ser la síntesis de un embrión que los propios desaciertos y la indiferencia del gobierno están incubando, amparados en la maldita y altanera impunidad que les otorga su permanencia de casi dos décadas en el poder.
   Casos hubo de igual o mayor vigencia, pero es difícil encontrar algún modelo similar que durante tan prolongado ejercicio del poder, hubieran quedado pendientes cuestiones fundamentales que hacen a la calidad de vida como lo son la seguridad, la educación, la vivienda, la salud pública y otros rubros de trascendencia. Porque el drama de las inundaciones en el sur no se solucionó, porque la delincuencia avanza más rápido que la autoridad, porque el comercio de la droga se expande más que la prevención, porque las
escuelas están deterioradas y “se maquillan” una semana antes de reiniciarse las clases, porque los insumos en los hospitales nunca alcanzan, porque los asentamientos marginales crecen y crecen, porque la Justicia es lenta y sospechada de dependencia política, porque tenemos un faro sin mar, porque se hacen caminos que se pagan tres o cuatro veces su valor, porque la pobreza en sectores puntuales no se atendió ni se atiende, porque… porque…
   La ciudadanía ha mostrado un inusitado grado de tolerancia ante tantas falencias y es como si una especie de amnesia cívica atacara en cada nuevo acto eleccionario: la memoria es demasiado corta o los dueños de la demagogia son mucho más cerebrales que los votantes pese a la indiferencia reforzada con la soberbia que incorporan como parte de su personalidad una vez que llegan al poder.
   Lo de las tarifas eléctricas más se acerca a la alevosía que al error o la falta de recursos. Las tarifas aplicadas en los últimos meses adquieren el nivel de confiscatorias, ofensivas, desmesuradas, inoportunas y salvajes, por si lo que se necesitan son calificativos para emparentarlos con la inoperancia y la ineficiencia.
   Los comercios medianos y pequeños deben sacrificar la calidad de sus servicios para poder afrontar la factura, que en muchos casos supera el valor del alquiler del local. Y ni qué hablar de los usuarios residenciales, también rehenes de los caprichos y los excesos de pagos que injustamente se hacen a los jerarcas de la EPEC en nombre de una “eficiencia” que no existe pero se cobra.
   El componente impositivo es otro contrapeso y el descontrol con los “enganchados” es creciente, porque son los usuarios quienes los pagan y no la empresa, que es la responsable que existan y se multipliquen pero no los ataca.
   En cualquier otra comunidad organizada del mundo, el despojo legal que significa la factura por el consumo eléctrico, obtendría como respuesta aparte de una baja en el consumo, la rebeldía de negarse a pagar en una actitud de legítima defensa.
   Si aquí masivamente nos uniéramos sin banderías partidarias pero en una resistencia hermanada y nos negáramos a pagar las facturas de la EPEC, “silla eléctrica” de los cordobeses, ¿tendría el gobierno las agallas y la espalda política para cortar el servicio a mansalva?. 
   No se trata de una incitación a la rebelión sino un llamado de atención para quienes dicen que rigen nuestros destinos y ahora pretenden seguir quedándose en este mar de injusticias y ceguera social, abdicando de una realidad dolorosa que durante tantos años prometieron superar y no han sabido solucionar.
   Porque más allá de lo que sostenía Ibsen que “Un verdadero espíritu de rebeldía es aquel que busca la felicidad en esta vida”, suena más contundente, actualizado y aplicable el concepto del genial Schopenhauer: “La desobediencia es la virtud original del hombre. Mediante la desobediencia y la rebelión se ha realizado el progreso”.
   Y no serán los angurrientos malos políticos con vocación de eternidad en el poder los que sepulten ese progreso, el futuro -y el presente- que los cordobeses nos merecemos.

LA MEGACAUSA Y UNA POMPOSA EXAGERACIÓN
   La Real Academia Española define al funcionario como un empleado jerárquico, que actúa en un nivel superior, y al empleado como a quien se encuentra  por debajo de aquel.     
   El artículo del diario Comercio y Justicia sobre la causa del Registro de la Propiedad, de días atrás, afirma que según se informó desde la Fiscalía, fueron condenados 10 funcionarios y ex funcionarios del Registro, entre ellos un exdirector (Belmaña Juárez).  
   Haciendo la salvedad de que el Sr Andrés Pérez, como ya comentamos, fue  Jefe de Sección, es una realidad que los otros condenados de la repartición eran sólo empleados, en algunos casos, ordenanzas.
   Se genera un fenómeno confuso en la mente cuando al leer una causa cualquiera se advierte que se señala como presunto delincuente  a cualquier persona  que hubiera estado cercana al hecho, y  así se imputa y luego se condena, a la secretaria de la escribanía, a la que hacía la limpieza, al que le vendió el celular a otro imputado, a los contactos de la agenda, y a muchos más, posibilitando convertir el proceso en una megacausa.
   Se puede colegir que muchos de los condenados son incluso víctimas de los verdaderos estafadores, a quienes la justicia en lugar de proteger,  utiliza como combustible para generar más causa.
   Además, la condena que anticipadamente cumplen en prisión preventiva, facilita el trabajo de los jueces, que por otra parte, son siempre los mismos. Dado que 10 es el 1000% de 1, cuando se informa que se condenaron 10 funcionarios y en realidad  fue sólo uno, la más elemental matemática se convierte en prueba objetiva del pomposo agrandamiento de los datos.
   Y parecería que a muy pocos les interesa descubrir el más elemental por qué.

CIUDAD SITIADA POR LOS CORTES

   Una vieja maña de los políticos imponía hacer las obras urbanas a la luz del día, para que los vecinos se enteraran que estaban trabajando y así toleraban todo el caos de la ciudad y sus consecuencias.
   Eso de trabajar cuando no molestan o aprovechando la quietud nocturna son costumbres que han pasado a la historia, porque al día siguiente nadie se entera que han pintado las sendas aunque las pisen, que han embellecido una plaza aunque la recorran o que han erradicado la mugre de las peatonales.
   Pero llegar al extremo opuesto tampoco es del todo saludable porque las broncas del ciudadano pasan por encima a lo que se llama costo-beneficio y se transforma en elevado costo y peor perjuicio.
   Lo importante dentro de todo es que las cosas se hagan, sin perder de vista la situación actual de deterioro de la ciudad y otro detalle para tomar muy en cuenta: estamos en un año electoral y todo lo que haga o se deje de hacer, mucho tendrá que ver con las campañas de los candidatos.
   Más aún si el actual intendente quiere repetir mandato y después lanzarse a pelear la
gobernación, total no estará del todo desgastado y el ciclo del instalado “tomala vos, dámela a mí” que tiene como protagonistas a De la Sota y Schiaretti, muestra demasiadas fisuras que se llaman pobreza, endeudamiento, derroche publicitario, camino del Cuadrado, faro sin mar, inseguridad, escuelas deterioradas, nichos de corrupción en la policía, avance incontenible del narcotráfico, sueldos docentes, caprichosas liquidaciones de las jubilaciones provinciales y alguna otra pavada por el estilo.
   Eso es el desgaste de dos décadas, el aburguesamiento que provoca el ejercicio del poder y la vocación de eternidad de ambos apellidos con alguna ayudita parental.
   Las obras que está encarando la Municipalidad en estos últimos meses, que han transformado a Córdoba en una ciudad sitiada por obras, zanjas y escombros son imprescindibles, pero siempre chocamos contra el mismo muro.
   La gente no maneja los mismos tiempos que los políticos, que instrumentan toda su gestión en parámetros de campaña, cometiendo a veces imprudencias por falta de oportunismo o apresuramientos en su intento por levantar aplazos.
   Como quiera que sea y aunque hagan cosas, a la gente le molesta demasiado que la usen.

PELIGROSA Y LETAL BALLENA AZUL
   No es un juego lo que inventara ese ruso que seguramente tenía demasiado tiempo de alpedismo sino una abyecta manera de provocar daño en un segmento demasiado vulnerable a entretenimientos que parecen de diversión, pero que resultan letales.
   Eso de crear grupos de niños y adolescentes para que cumplan medio centenar de retos o consignas, parece inocente pero encierra un final espantoso como lo es la muerte por autoeliminación, el colofón de eso que le llaman diversión a través de las redes sociales.
   ¿Es que no existen elementos informáticos como para neutralizar esta locura? ¿Tantos padres pueden ser lo suficientemente insensibles y ausentes como para no intervenir en salvaguarda de la salud y la integridad de sus niños o jóvenes?
   Es para suponer que si alguien advierte que su hijo o la nena tienen lastimaduras en sus brazos, siguiendo la imagen de una ballena, les debe llamar la atención al menos por curiosidad aunque sean practicantes de la
libertad irrestricta, incluso para chicos que no llegan a los 10 años pero manejan la computadora mejor que ellos.
   “La ballena azul” que es el nombre del maldito juego, los va llevando desde la inocencia de una iniciación intrascendente hasta la incitación a arrojarse desde un píso alto, previamente a lo cual deben lastimarse el cuerpo y otras exigencias que realmente asombran por lo crueles.
   Es hora que tanto las autoridades, si cuentan con los medios y los padres, en ejercicio de su autoridad, terminen con esta estupidez que puede ser muy divertida de comenzar pero que su final es irremediable.
   Velar por la salud y la entereza física y mental de los chicos no es solo obligación de sus padres y de sus educadores, sino que el Estado tiene el deber de protegerlos con leyes que cumplan con tal cometido.
  No hacerlo, será para un penoso arrepentimiento.



CURIOSA LECCION PARA APRENDER A ESCRACHAR 
   Cuando se conoció una grabación donde se escucha a una supuesta dirigente o “puntera” justicialista aleccionar a sus activistas en la manera como deben escrachar al presidente Macri en una visita que haría a La Matanza, histórico reducto peronista, era para suponer que de inmediato ese mensaje sería descalificado y desmentido porque si bien es repudiable el método que se aconseja, no deja de ser divertido su contenido y la manera “profesional” de expresarlo, a la luz del anuncio presidencial de un nuevo logro de la gestión.
   Pero por fortuna y como fue un impacto mediático que no trascendió tanto entre nosotros, tenemos la grabación de un par de minutos que ahora les queremos ofrecer para que individualmente sea evaluada y pueda ser motivo de debate en los mentideros y cenáculos que frecuenta la clase política argentina.


La grabación a la que se hace referencia en el comentario forma parte del audio del programa, ubicado en la columna derecha de este blog, debidamente identificado. Para evitar demoras es que no se incluyó la desgrabación de ese material.


   Ahora las consideraciones… Después de todo y aunque la descalifiquen, no perdamos de vista que a la hora de las tácticas y las estrategias dicen que todo vale y lo importante es socavar la base de apoyo que pudiera tener un político.
   En este caso, del propio presidente de la Nación y de la gobernadora de Buenos Aires.
   Por fortuna también, el inefable piquetero generosamente rentado que sigue siendo el bueno y pacifista Luis D’Elía, se encargó de difundir desde su espacio y por las redes sociales, que el escrache “espontaneo” hacia Macri y Vidal había sido multitudinario y ruidoso.
   Pobre muchacho… y peor ahora, que se le acaba el curro… 

1 de mayo de 2017

Más que festejo, evocación --------

UN  JUSTO  HOMENAJE  A  LA
MEMORIA Y AL SACRIFICIO DE
LOS  MÁRTIRES  DE  CHICAGO
José Martí suscribió un vívido comentario que se
transformó en documento histórico, que el diario
“La Nación” hiciera público el 1 de enero de 1888

   Uno de los fragmentos más salientes por lo claro y descriptivo, merece ser tomado como centro del histórico escrito: “Ni el miedo a las justicias sociales, ni la simpatía ciega por los que las intentan, debe guiar a los pueblos en sus crisis, ni al que las narra.
   Sólo sirve dignamente a la libertad el que, a riesgo de ser tomado por su enemigo, la preserva sin temblar de los que la comprometen con sus errores. No merece el dictado de defensor de la libertad quien excusa sus vicios y crímenes por el temor mujeril de parecer tibio en su defensa.
   Ni merecen perdón los que, incapaces de domar el odio y la antipatía que el crimen inspira, juzgan los delitos sociales sin conocer y pesar las causas históricas de que nacieron, ni los impulsos de generosidad que los producen.
   En procesión solemne, cubiertos los féretros de flores y los rostros de sus sectarios de luto, acaban de ser llevados a la tumba los cuatro anarquistas que sentenció Chicago a la horca, y el que por no morir en ella hizo estallar en su propio cuerpo una bomba de dinamita que llevaba oculta en los rizos espesos de su cabello de joven, su selvoso cabello castaño.
  Acusados de autores o cómplices de la muerte espantable de uno de los policías que, intimó la dispersión del concurso reunido, para protestar contra la muerte de seis obreros, a manos de la policía, en el ataque a la única fábrica que trabajaba a pesar de la huelga: acusados de haber compuesto y ayudado a lanzar, cuando no lanzado, la bomba del tamaño de una naranja que tendió por tierra las filas delanteras de los policías, dejó a uno muerto, causó después la muerte a seis más y abrió en otros cincuenta heridas graves, el juez, conforme al veredicto del jurado, condenó a uno de los reos a quince años de penitenciaría y a pena de horca a siete.
   Jamás, desde la guerra del Sur, desde los días trágicos en que John Brown murió como criminal por intentar solo en Harper’s Ferry lo que como corona de gloria intentó luego la nación precipitada por su bravura, hubo en los Estados Unidos tal clamor e interés alrededor de un cadalso.
  La república entera ha peleado, con rabia semejante a la del lobo, para que los esfuerzos de un abogado benévolo, una niña enamorada de uno de los presos, y una mestiza de india y español, mujer de otro, solas contra el país iracundo, no arrebatasen al cadalso los siete cuerpos humanos que creía esenciales a su mantenimiento.
   Amedrentada la república por el poder creciente de la casta llana, por el acuerdo súbito de las masas obreras, contenido sólo ante las rivalidades de sus jefes, por el deslinde próximo de la población nacional en las dos clases de privilegiados y descontentos que agitan las sociedades europeas, determinó valerse por un convenio tácito semejante a la complicidad, de un crimen nacido de sus propios delitos tanto como del fanatismo de los criminales, para aterrar con el ejemplo de ellos, no a la chusma adolorida que jamás podrá triunfar en un país de razón, sino a las tremendas capas nacientes. El horror natural del hombre libre al crimen, junto con el acerbo encono del irlandés despótico que mira a este país como suyo y al alemán y eslavo como su invasor, pusieron de parte de los privilegios, en este proceso que ha sido una batalla, una batalla mal ganada e hipócrita, las simpatías y casi inhumana ayuda de los que padecen de los mismos males, el mismo desamparo, el mismo bestial trabajo, la misma desgarradora miseria cuyo espectáculo constante encendió en los anarquistas de Chicago tal ansia de remediarlos que les embotó el juicio.
   Avergonzados los unos y temerosos de la venganza bárbara los otros, acudieron, ya cuando el carpintero ensamblaba las vigas del cadalso, a pedir merced al gobernador del Estado, anciano flojo rendido a la súplica y a la lisonja de la casta rica que le pedía que, aun a riesgo de su vida, salvara a la sociedad amenazada.
   Tres voces nada más habían osado hasta entonces interceder, fuera de sus defensores de oficio y sus amigos naturales; por los que, so pretexto de una acusación concreta que no llegó a probarse, so pretexto de haber procurado establecer el reino del terror, morían victimas del terror social: Howells, el novelista bostoniano que al mostrarse generoso sacrificó fama y amigos; Adler, el pensador cauto y robusto que vislumbra en la pena de nuestro siglo el mundo nuevo; y Train, un nomaníaco que vive en la plaza pública dando pan a los pájaros y hablando con los niños.
   Ya, en danza horrible, murieron dando vueltas en el aire, embutidos en sayones blancos.
   Ya, sin que haya más fuego en las estufas, ni mas pan en las despensas, ni más justicia en el reparto social, ni más salvaguardia contra el hambre de los útiles, ni más luz y esperanza para los tugurioa, ni mas bálsamo para todo lo que hierve y padece, pusieron en un ataúd de nogal los pedazos mal juntos del que, creyendo dar sublime ejemplo de amor a los hombres aventó su vida, con el arma que creyó revelada para redimirlos. Esta república, por el culto desmedido a la riqueza, ha caído, sin ninguna de las trabas de la tradición, en la desigualdad, injusticia y violencia de los países monárquicos”  
   Y en la parte final de esta joya literaria, José Martí decía: “Salen de sus celdas al pasadizo angosto: ¿Bien?-“¡Bien!“; Se dan la mano, sonríen, crecen. “¡vamos!” El médico les había dado estimulantes: a Spies y a Fischer les trajeron vestidos nuevos; Engel no quiere quitarse sus pantuflas de estambre. Les leen la sentencia a cada uno en su celda ; les sujetan las manos por la espalda con esposas plateadas: les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero: les echan por sobre la cabeza, como la túnica de los catecúmenos cristianos, una mortaja blanca: ¡abajo la concurrencia sentada en hileras de sillas delante del cadalso como en un teatro! Ya vienen por el pasadizo de las celdas, a cuyo remate se levanta la horca; delante va el alcaide, lívido: al lado de cada reo, marcha un corchete. Spies va a paso grave, desgarradores los ojos azules, hacia atrás el cabello bien peinado, blanco como su misma mortaja, magnífica la frente: Fischer le sigue, robusto y poderoso, enseñándose por el cuello la sangre pujante, realzados por el sudario los fornidos miembros. Engel anda detrás a la manera de quien va a una casa amiga, sacudiéndose el sayón incómodo con los talones. Parsons, como si tuviese miedo a no morir, fiero, determinado, cierra la procesión a paso vivo. Acaba el corredor, y ponen el pie en la trampa: las cuerdas colgantes, las cabezas erizadas, las cuatro mortajas.
   Plegaria es el rostro de Spies; el de Fischer, firmeza, el de Parsons, orgullo radioso; a Engel, que hace reír con un chiste a su corchete, se le ha hundido la cabeza en la espalda. Les atan las piernas, al uno tras el otro, con una correa. A Spies el primero, a Fischer, a Engel, a Parsons, les echan sobre la cabeza, como el apagavelas sobre las bujías, las cuatro caperuzas. Y resuena la voz de Spies, mientras están cubriendo las cabezas de sus compañeros, con un acento que a los que lo oyen la entra en las carnes: “‘La voz que vais a sofocar será más poderosa en lo futuro, que cuantas palabras pudiera yo decir ahora.”  
   Fischer dice, mientras atiende el corchete a Engel: “¡Este es el momento más feliz de mi vida!” “¡Hurra por la anarquía!” dice Engel, que había eatado moviendo bajo el sudario hacia el alcaide las manos amarradas. “¡Hombre y mujeres de mi querida América...” empieza a decir Parsons. Una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen a la vez en el aire, dando vueltas y chocando. Parsons ha muerto al caer, gira de prisa, y cesa: Fischer se balancea, retiembla, quiere zafar del nudo el cuello entero, estira y encoge las piernas, muere: Engel se mece en su sayón flotante, le sube y baja el pecho como la marejada, y se ahoga: Spies, en danza espantable, cuelga girando como un saco de muecas, se encorva, se alza de lado, se da en la frente con las rodillas, sube una pierna, extiende las dos, sacude los brazos, tamborinea: y al fin expira, rota la nuca hacia adelante, saludando con la cabeza a los espectadores”.
   La nota es más que extensa pero merece su lectura completa, para ayudarnos a comprender que este 1 de mayo, igual que todos los 1 de mayo desde aquel sacrificio de Chicago, es un día no para festejos, sino para reiterar un homenaje a la memoria de aquellos trabajadores que ofrendaron sus vidas por indomable espíritu de lucha y honda convicción.
   Esos son ejemplos.
   Ellos son símbolos.
   Esos mártires eran luchadores por muchas de las conquistas que luego se universalizaron.
   Para ellos, la gloria de haberse transformado en ejemplos.
Gonio Ferrari


¡Honor a los mártires de Chicago!

HOY ES EL DÍA DEL TRABAJADOR

   Hoy es el día nuestro, de los que por convicción y alta responsabilidad hemos abrazado desde décadas atrás la cultura del trabajo, que no deja de ser una innegociable actitud frente a la vida que nos enaltece ante la sociedad.
   Y no es tanto para festejar, sino para evocar en el respeto a los mártires de Chicago y su sacrificio, al entregar sus vidas en la lucha por reivindicaciones que por aquellos años eran una de las tantas utopías para el reinado del capitalismo.
   No hay para qué extendernos en discursos, sino más bien en una especie de enunciación de principios, que hacen a la dignidad de trabajar.
   Como siempre y en casi todo el mundo, la celebración del día del trabajo, o del trabajador, es motivo para reuniones multitudinarias como los casos de La Habana, Moscú y la inestable Caracas por ejemplo, o con la sagrada expresión del locro, entre nosotros.
   Aquí el clima en los años más recientes ha sido adverso para los seguidores del criollo potaje, porque la temperatura más cercana al calor que al fresco, acentúa los efectos de una ingesta descontrolada.
   Los efectos se advierten recién por la noche o entrada la madrugada, cuando es común que en los casos de los matrimonios, se produzcan ruidosos y momentáneos divorcios o despavoridos abandonos del lecho.  
  Quiero de paso ofrecer un humilde reconocimiento a todos los dirigentes sindicales que ofrendaron buena parte de sus vidas, en la diaria fragua de la lucha gremial, sin claudicaciones ni privilegios. 
  A los que siguieron siendo ejemplo de fervor laboral en su trabajo cotidiano y no vivieron prendidos a la licencia sindical, en cuyo nombre se cometen tantos abusos.
  Quiero eximir de este reconocimiento, por estrictas cuestiones de justicia, a los que se sirven de su condición de dirigentes en provecho propio, de sus familiares, de los amigos y de las amigas, porque no merecen figurar en el cuadro de honor de los honestos.
  Quiero, en definitiva, valorar el esfuerzo de tantos hombres y mujeres que se dignifican laburando, sacrificando su descanso, buscando siempre algo más para hacer; para sentirse útiles, para saberse capaces, que es la manera más maravillosa de sentirnos libres.   

El actual marco referencial no es el mejor, con el preocupante número de desocupados reflejado en las estadísticas, el deterioro del salario en su poder de compra, los aumentos en mercaderías y servicios y una inflación agazapada pero ahora no escondida ni negada, que nos castiga sin misericordia.
  Por otra parte las becas a la vagancia (algunos les llamaban y les llaman planes o subsidios) no hicieron otra cosa que robar la poca dignidad que les quedaba a muchos argentinos, que preferían eso: la dádiva en lugar de transpirar, precisamente para dignificar y adecentar lo que cobraban como ñoquis.
 Debemos reconocer también la culpa de muchas empresas, que cuentan con dos curiosos mecanismos destinados a la reducción de sus planteles: las tecnologías aplicadas a mansalva y la injuria del pago en negro, no para beneficiar al trabajador, sino como otra manera de evadir tributos e impuestos.  
 Seguramente con la madurez democrática que pese a todo aún no hemos alcanzado, llegará el momento en que la sinceridad se coloque por encima de la especulación.
Y se haga carne en los argentinos aquello que sostenía Ghandi: “Dios ha creado al hombre para que gane su sustento trabajando, y ha dicho que aquel que come sin trabajar, es un ladrón”.

Gonio Ferrari