6 de julio de 2019

446 años

LO  SIGO SOSTENIENDO: ARGENTINA
ES MI PAÍS Y CORDOBA ES MI PATRIA


   Debo jurar por si es necesario, que pasan y seguirán pasando los años y en nada cambia ni cambiará mi homenaje de cada 6 de julio a esta ciudad donde nací, crecí, no terminé de estudiar, me malcrié protestando, trabajé y no pienso despedirme de ella ni un minuto antes de lo que sentencie el implacable Dueño de Todos los Relojes.
   Porque desde que me acuerdo y que no son pocos años, lo digo desde el más inaccesible rincón de mi alma y con orgullo porque así lo siento: Argentina es mi país, pero Córdoba es mi Patria.  
   Crecemos amando a mi ciudad como es: anárquica y sensual; desordenada y doctoral con humor de sobra para exportar y un cíclico malhumor social para atender.
   Ciudad aporreada por la desidia de los que dicen que mandan y por la anarquía que permiten esos mismos, los que creen que la gobiernan, porque si lo hicieran, no serían tan permeables a los caprichos de sectores que todos conocemos.
   Aquí en Córdoba anidan el orgullo de las raíces, la histórica arrogancia de sus luchas, la humildad mediterránea y las industrias del humor, del apodo, de los yuyos, del cuarteto y del fernet.
   Y porque somos sus hijos, amamos a esta Córdoba magnética,  romántica, mágica y soberbia, aunque la arruinen con su negligencia los que debieran mimarla y hermosearla y la ensucien los que a veces la convierten en un chiquero… que les molesta.
   Amamos a la ciudad avasallante que ejerce idéntica atracción en sus hijos adoptivos, en los que la visitan desde cualquier lejanía o cercanía geográfica para después quedarse y en los que se aquerencian con el pretexto de estudiar.
   Córdoba tiene la protectora calidez de una mamá.
   También en miles de casos sin fijarse en el origen asume su condición de genuina madre sustituta.
   Ciudad símbolo, ruidosa, altiva, insegura y sorprendente, quiero abrazar otra vez ese poco prolijo laberinto de tus barrios, los rumorosos bares de cada esquina, la estridencia de tus avenidas, los colores de tus clubes, el malo y caro transporte urbano, los candados de tus conventos, la pasión de tus políticos, la dañina insolencia de tu río cuando crece, la intemperie de tus villas, la sonoridad de tus campanas, el catálogo de tus baches, la penosa sorpresa de los cortes de luz, los agresivos piquetes que injurian a mi libertad de andar, la golosa redondez de tus alfajores, la fiestera pachorra de tu Justicia, la inimitable contundencia de tu tonada, la frescura de tus estudiantes, la mentirosa solemnidad de tus doctores, la altivez de tus universidades, la columna vertebral de tu hermoseada Cañada, la mugre sabatina de tu invadida peatonal, la añosa certidumbre de tus templos, tu maravillosa lozanía en el otoño, los calorones del verano, la explosión estudiantil de cada primavera, el silencioso abrigo de todos los inviernos…
   Quiero más que nada, confesarte en mi rito anual, cuánto te amo.
   Por la generosa hospitalidad de tu tierra.
   Por el linaje de esas cadenas que me atan a tu historia, a tus luchas, a tus días y a tu gente…
   En este cumpleaños y aunque pasen los tiempos que nos lleven, ¡salud mi ciudad!, patria de siempre…

Gonio Ferrari

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