HACIA QUIEN FUERA UNA BUENA
PERSONA
No es que se me hubiera
pasado por alto, pero la pandemia y su amenaza de luctuosa cercanía ha
conseguido incluso no modificar pero si atenuar ciertos sentimientos, por eso
tan humano del instinto de conservación que nos lleva a cuidar la vida actual;
la propia y la de nuestros afectos. Es por eso que algunas fechas que en su
momento nos marcaron fueron quedando “para mañana” como tantas otras cosas que
postergamos los argentinos.
Y el jueves pasado se cumplieron 11 años de
la partida al infinito del Dr. Raúl Ricardo Alfonsín y algo tardíamente vuelvo
a rendir homenaje a su memoria, con palabras que más que palabras son
sentimientos escritos y al igual que las oraciones religiosas que no tienen
edad ni tiempos, me place reiterar lo que año tras año vengo evocando como un
rezo:
“El nuestro
debe ser el único país donde los buenos y honestos, para confirmar esas
virtudes tienen que morirse, porque hay otros que sin ser buenos ni honestos,
reciben el beneficio de algo así como una bondad post morten.
Raul
Alfonsín nos dejó serenamente, como turbulentos fueron los años de su gobierno
con una democracia en pañales, unos pañales que todavía tenían el olor a la
caca que le habían dejado los uniformados que se fueron y que nunca -si estamos
unidos para defendernos- volverán a usurpar el poder.
Tanto se
habló del gran muerto, que me parece una irreverencia seguir abusando de su
recuerdo, porque la malsana y reciente costumbre de arrastrar ataúdes es lo que
impide que cicatricen las profundas heridas de los argentinos.
Nos dejó
un estadista en serio.
Se fue once años atrás un
ardoroso defensor de lo que actualmente podemos gozar, que es la libertad, que
algunos nostálgicos se empeñan en injuriar. Que buscó lo mejor para nosotros,
frente a la conducción de un movimiento obrero al servicio de una corriente
política cuyos dirigentes no entendieron que los objetivos republicanos,
estaban por encima
de su beligerancia y de sus apetencias personales.
de su beligerancia y de sus apetencias personales.
Hizo que
la Justicia se aplicara a quienes nos diezmaron en esa sucia bacanal de
picanas, capuchas, desaparición y muerte.
Veló por
nosotros no por debilidad, sino para que los dueños de las armas que todavía
humeaban ominosas y amenazantes, no volvieran con sus ansias de revancha y su
maldito rencor.
Pero por
sobre todas las cosas se murió una buena persona, que como pocos políticos
podía darse el gusto de recorrer las calles del país sin custodia, sin vidrios
polarizados ni disfraces.
Si hay algo que sintetice
todo lo que hizo Alfonsín por la Democracia, se lo digo en pocas palabras, que
me cambiaron la vida.
Hizo que
perdiéramos el miedo a ser libres.
Eso sólo
de por si ya es una enormidad y lo estamos gozando.
Gonio
Ferrari
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