6 de abril de 2020

Raúl Alfonsín moría 11 años atrás

AUNQUE TARDÍO, BIEN VALE EL RECUERDO
HACIA QUIEN FUERA UNA BUENA PERSONA
         No es que se me hubiera pasado por alto, pero la pandemia y su amenaza de luctuosa cercanía ha conseguido incluso no modificar pero si atenuar ciertos sentimientos, por eso tan humano del instinto de conservación que nos lleva a cuidar la vida actual; la propia y la de nuestros afectos. Es por eso que algunas fechas que en su momento nos marcaron fueron quedando “para mañana” como tantas otras cosas que postergamos los argentinos.
   Y el jueves pasado se cumplieron 11 años de la partida al infinito del Dr. Raúl Ricardo Alfonsín y algo tardíamente vuelvo a rendir homenaje a su memoria, con palabras que más que palabras son sentimientos escritos y al igual que las oraciones religiosas que no tienen edad ni tiempos, me place reiterar lo que año tras año vengo evocando como un rezo:
 “El nuestro debe ser el único país donde los buenos y honestos, para confirmar esas virtudes tienen que morirse, porque hay otros que sin ser buenos ni honestos, reciben el beneficio de algo así como una bondad post morten.
   Raul Alfonsín nos dejó serenamente, como turbulentos fueron los años de su gobierno con una democracia en pañales, unos pañales que todavía tenían el olor a la caca que le habían dejado los uniformados que se fueron y que nunca -si estamos unidos para defendernos- volverán a usurpar el poder.
   Tanto se habló del gran muerto, que me parece una irreverencia seguir abusando de su recuerdo, porque la malsana y reciente costumbre de arrastrar ataúdes es lo que impide que cicatricen las profundas heridas de los argentinos.
   Nos dejó un estadista en serio.
        Se fue once años atrás un ardoroso defensor de lo que actualmente podemos gozar, que es la libertad, que algunos nostálgicos se empeñan en injuriar. Que buscó lo mejor para nosotros, frente a la conducción de un movimiento obrero al servicio de una corriente política cuyos dirigentes no entendieron que los objetivos republicanos, estaban por encima
de su beligerancia y de sus apetencias personales.
   Hizo que la Justicia se aplicara a quienes nos diezmaron en esa sucia bacanal de picanas, capuchas, desaparición y muerte.
   Veló por nosotros no por debilidad, sino para que los dueños de las armas que todavía humeaban ominosas y amenazantes, no volvieran con sus ansias de revancha y su maldito rencor.
   Pero por sobre todas las cosas se murió una buena persona, que como pocos políticos podía darse el gusto de recorrer las calles del país sin custodia, sin vidrios polarizados ni disfraces.
        Si hay algo que sintetice todo lo que hizo Alfonsín por la Democracia, se lo digo en pocas palabras, que me cambiaron la vida.
   Hizo que perdiéramos el miedo a ser libres.
   Eso sólo de por si ya es una enormidad y lo estamos gozando.
Gonio Ferrari


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