21 de abril de 2020

Pensando en voz alta


¿Y SI LLEGÁRAMOS A CREER  QUE
HABÍAMOS PERDIDO LA MEMORIA?


  ¿Cómo era aquello?
     Es tanto el tiempo que ha pasado; son tantas e intensas las situaciones vividas como las angustias compartidas y los secretos guardados, que si bien han transcurrido los días fue tan vertiginoso el desfile del espanto que aprendimos a clamar hacia adentro que se acortaran las horas y los momentos.
   ¿Cómo era aquello?
   No es grato evocarlo ahora desde un encierro no deseado e impuesto por una mísera partícula que a lo mejor algún pariente mayor consideró insignificante provocando su enojo. Esa porquería nos cambió la vida, nos incorporó términos ahora ya comunes como virus, barbijo, contagio, cuarentena, pliegue de codo, alcohol en gel, distancia social y otras que se agregaron a embole, aburrimiento, claustrofobia, tedio, raíces del pelo, salvoconducto, rompecabezas, crucigramas y toda la gama de entretenimientos televisivos incluyendo a los más insoportables y evaluados en el nivel de porquería.
   Envidiamos a los que tienen en sus casas amplios patios, balcones a la calle o terraza propia.
   ¿Cómo era aquello? Nos volvemos a preguntar…
   La tos, el estornudo, una inocente febrícola o no distinguir olores como café, vinagre o chocolate nos empujaban hacia la aspirina, el té de limón con miel y los inclinados por la hipocondría apelaban al médico o al servicio de emergencia para insultar después porque demoraban por lo menos dos horas.
   ¿Cómo era aquello? Y seguíamos con la laguna en la memoria…

   La salida al centro, el asado con los amigos, el café de la confidencia, el sexto al truco, el chinchón, el antiguo ludo, el estanciero o la simple caminata barrial habían ingresado a esas brumas que conducen al olvido. Nos aburría a veces leer a Borges o a Lugones porque las revistas de la farándula eran más entretenidas y en el peor de los casos plumereábamos aquel viejo y atesorado ejemplar de “El Eternauta” y lo devorábamos por vigésima vez. Leídos ya todos los libros de la casa, hasta la ya desaparecida guía telefónica pasaba a ser material de entretenida lectura.
   ¿Cómo era aquello? Era lo que nos ocupaba la mente, el alma, las evocaciones y algunas lágrimas.
   Y llegó el día tan ansiado que era como cualquier otro día, pero sin virus, sin gel, sin barbijo, sin lejanías ni temores. Sin angustias por el futuro pero con el lacerante dolor de lo perdido.
   Habíamos dado el paso vital e histórico de sobremorir, a sobrevivir.
   Y cuando experimentamos aquello que rondaba en las tinieblas del drama; en los predios de las desgracias; en los confines de la resignación, llegó ese calor de cuerpo a cuerpo con húmedo jadeo y sin palabras, porque ya no eran necesarias.
   Así pudimos traer al presente, a nuestro presente, que así eran los abrazos.
Gonio Ferrari


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