2 de abril de 2020

La injusticia del olvido


MALVINAS NUESTRAS, A 38 AÑOS
   Mezquino es lo que ha hecho el paso del tiempo para mitigar el intenso dolor que nos provocara la guerra de Malvinas, especialmente en las familias de quienes dejaron allí sus esperanzas, su espíritu de lucha, su inexperiencia y su propia vida.
   Han pasado 38 años y aún se escuchan reclamos de los sobrevivientes, no pocos aún marginados del mercado laboral -más allá de su edad actual- y desatendidos en sus requerimientos de apoyo sicológico y no pocos transformados casi en parias, mientras para otros sectores continúa el festival de subsidios.
   Como si la historia reconociera más blasones y méritos patrióticos a los que se decían románticos y armados setentistas, que a los que debieron ir a enfrentar la superioridad británica apoyados por una tecnología bélica notoriamente obsoleta e insuficiente, empujados al previsible infierno por el desborde etílico del entonces presidente usurpador de la Casa Rosada.
   Algún día llegará la hora de la redención para aquellos que no vacilaron en colocarse muy junto a la muerte, amparados por nuestra bandera y padeciendo el paupérrimo armamento, el frío calando los huesos y el alma, pero con el abrigo de su enorme heroísmo en un escenario adverso que no llegó a congelar su coraje ni sus firmes convicciones.
   Será la hora en que unidos y no tan engañados como estuvimos al menos aquel 2 de Abril, entonaremos nuestro Himno y lo haremos recordando el sacrificado valor de los soldados argentinos.
   Si no hubiera sido por la derrota y el sacrificio de tantos jóvenes inexpertos guiados por quienes siquiera habían jugado a la batalla naval en papel cuadriculado, todavía tendríamos régimen de facto.
   Una de las patas de la democracia recuperada tiene el multitudinario nombre de los titanes del ’82 -antes dolor y luto, ahora cenizas, recuerdos y agradecimiento- cuyo fracaso militar significó que empezáramos a ver una luz de esperanza al final del oprobioso túnel de nuestra historia de aquellos años de plomo, de secuestro, de capucha, de tortura y de muerte.
   Por todo eso y pidiéndoles perdón, sean eternos nuestros héroes que muchos compatriotas amnésicos incluso desde el poder, han optado por olvidar.
Gonio Ferrari

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