MALVINAS NUESTRAS, A 38 AÑOS
Mezquino es lo que ha hecho el paso del
tiempo para mitigar el intenso dolor que nos provocara la guerra de Malvinas,
especialmente en las familias de quienes dejaron allí sus esperanzas, su
espíritu de lucha, su inexperiencia y su propia vida.
Han pasado 38 años y aún se escuchan
reclamos de los sobrevivientes, no pocos aún marginados del mercado laboral
-más allá de su edad actual- y desatendidos en sus requerimientos de apoyo
sicológico y no pocos transformados casi en parias, mientras para otros sectores
continúa el festival de subsidios.
Como si la historia reconociera más blasones
y méritos patrióticos a los que se decían románticos y armados setentistas, que
a los que debieron ir a enfrentar la superioridad británica apoyados por una
tecnología bélica notoriamente obsoleta e insuficiente, empujados al previsible
infierno por el desborde etílico del entonces presidente usurpador de la Casa Rosada.
Algún día llegará la hora de la redención
para aquellos que no vacilaron en colocarse muy junto a la muerte, amparados
por nuestra bandera y padeciendo el paupérrimo armamento, el frío calando los
huesos y el alma, pero con el abrigo de su enorme heroísmo en un escenario
adverso que no llegó a congelar su coraje ni sus firmes convicciones.
Será la hora en que unidos y no tan
engañados como estuvimos al menos aquel 2 de Abril, entonaremos nuestro Himno y
lo haremos recordando el sacrificado valor de los soldados argentinos.
Si no hubiera sido por la derrota y el
sacrificio de tantos jóvenes inexpertos guiados por quienes siquiera habían
jugado a la batalla naval en papel cuadriculado, todavía tendríamos régimen de
facto.
Una de las patas de la democracia recuperada
tiene el multitudinario nombre de los titanes del ’82 -antes dolor y luto, ahora
cenizas, recuerdos y agradecimiento- cuyo fracaso militar significó que
empezáramos a ver una luz de esperanza al final del oprobioso túnel de nuestra
historia de aquellos años de plomo, de secuestro, de capucha, de tortura y de
muerte.
Por todo eso y pidiéndoles perdón, sean
eternos nuestros héroes que muchos compatriotas amnésicos incluso desde el
poder, han optado por olvidar.
Gonio
Ferrari
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