24 de noviembre de 2021

El almanaque retrocede

ESA ENFERMIZA VOCACIÓN POR
SILENCIAR MEDIANTE EL FUEGO

 

Todavía no merecemos el silencio,

aun hay que gritarlo. (Hugo Mujica)

 

   Aquello de la purificación por el fuego pasó a formar parte, dentro de la historia, de los absurdos más contundentes y de las costumbres más irracionales y descarnadas, llevadas a la práctica generalmente por impulsos religiosos. Y los historiadores refieren que las purificaciones se practicaban cuando una comunidad era víctima de la peste, se padecía hambre o la atacaba cualquier otra calamidad. Era entre los griegos que tales prácticas -salvajes para nuestro concepto ateo y actual- se cumplían ante el pueblo reunido buscando entre todos los habitantes del vecindario a la persona más fea y disforme, que era llevada en un lúgubre marco de tristeza hasta el sitio del sacrificio -escenario de múltiples ceremonias supersticiosas- y allí se le inmolaba, se le quemaba y sus cenizas eran arrojadas al mar.

   El tiempo se encargó de modificar costumbres, hábitos y rituales llevando a la

práctica métodos tan repudiables como podamos imaginar, hasta que una especie de ducha de mesura humanizó aquel solemne culto con inevitable y trágico final.

   En la actualidad se imponen los protocolos que son una especie de disfraz del acartonamiento, si se trata de impedir la trascendencia de ciertas situaciones que molestan a los dignatarios del poder y es cuando las fanatizadas hordas de la obediencia debida pretenden, mediante la milenaria amenaza del fuego, torcer la realidad que los desenmascara ante una sociedad harta ya de privaciones, encierros, empobrecimiento, injusticias, prebendas, impunes focos de corrupción y pérdida de la calidad de vida.

   Es entonces que la bronca y el fuego se desatan contra el cartero que lleva las novedades, y no contra quienes perpetran todos los malestares y los miran desde la privilegiada tarima de su consagrada y poco piadosa indemnidad.

   La consigna parece ser acallar a los voceros del desastre; a los pregoneros de los desencuentros y de las hipocresías que ventilan escondidas miserias que se tiñen de masiva vergüenza al tomar estado público y queman la realidad de la que son consecuencia y parte, sin autocrítica ni reconocimiento de errores cometidos ni de agravios reiterados e intercambiados.

   Así como todo libro que ha sido echado a la hoguera ilumina al mundo refirmando conceptos de Emerson, “La censura ha perdido a todos aquellos a quienes quiso servir”.

   En tal sentido, Chateaubriand dio con precisión en el clavo, superando a los tiempos.

Gonio Ferrari 



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