6 de julio de 2023

El tiempo que consolida afectos entrañables

CUATRO SIGLOS Y MEDIO PARA AMONTONAR
RECUERDOS Y NOSTALGIAS DE  MI CÓRDOBA
 
  Pese a los años que van debilitando la memoria que es el infalible antídoto contra la maldita peste del olvido, sostengo y reitero con orgullo porque así me lo grabé en el alma, que Argentina es mi país pero Córdoba es mi Patria. 
   Vengo caminando por esas décadas que nos van haciendo viejos, no tan sabios como se comenta y lo digo sin pena, amando a Córdoba como es: anárquica y sensual; desordenada y doctoral, con humor de exportación que sorprende o hace enojar a los mediocres e impone la indeseada vigencia de un cierto malhumor social que es preciso atender.
   Ciudad abofeteada por la desidia de los que mandan y por la confusión que permiten esos mismos, los que siguen creyendo que gobiernan a una aldea inmensa cuyas cicatrices del tiempo no reclaman ni merece exagerados e inoportunos maquillajes.
   Aquí en Córdoba anidan el añejo orgullo de las raíces, la proverbial y callejera arrogancia de sus luchas, la humildad mediterránea y las industrias de los autos, del cuarteto, del apodo, de los diplomas y del fernet. Don Jerónimo Luis de Cabrera se lo pierde por no haberse quedado entre nosotros…
   Y porque somos sus hijos amamos a esta nuestra Córdoba romántica,  única, magnética, mágica y soberbia.
   Ciudad con faro, pero sin mar.
   Ciudad sin nieve pero con demasiados pechos fríos.
   Ciudad que adelgaza sus calles y engorda plazas para que allí se pueda gozar una curiosa libertad enrejada y sujeta a horarios.
   Amamos a esta Córdoba avasallante que ejerce idéntica atracción en sus hijos adoptivos, en los que la visitan para después quedarse y en los que se aquerencian, a veces mintiendo que están estudiando porque Córdoba tiene la protectora calidez de una mamá que puede ser biológica o sustituta.
   Ciudad símbolo, ruidosa, altiva, maltratada, insegura por falencias y omisiones del poder y a la vez sorprendente por su paciencia y tolerancia frente a la chantocracia del folklórico espectro político.   
   Realmente hay un lujurioso placer que se renueva al abrazar ese improlijo laberinto de tus barrios, los rumorosos bares de mil esquinas, el desorden de tus avenidas, la histeria de tu tránsito, los colores de tus clubes, el caro y esquivo transporte urbano, los candados de tus conventos, la pasión de tus políticos con su vocación de eternizarse, la dañina insolencia de tu río cuando crece, esa insuperable y lacerante intemperie de tus villas, la convocante sonoridad de tus campanas, el interminable catálogo de tus baches, la siestera e invariable pachorra de tu Justicia, la mentirosa solemnidad de tus doctores, la inimitable contundencia de tu tonada, la frescura estudiantil, la desviada columna vertebral de tu Cañada, la invadida peatonal criadero de palomas y de falsos artesanos, la añosa certidumbre de tus templos, tu maravillosa y ocre lozanía en el otoño, el silencioso abrigo del invierno…
   Mi ciudad no es tan sólo la gloria y los efectos del “Cordobazo”…
   La camino incansablemente de la mano de la Pelada, de la Papa de Hortensia, del Daniel Willington, de Falucho Laciar, de las hermanitas Ponce, de Jaime Kloner, del “Dr.” Marchesini, de la Mona, de Agustín Tosco y de Azor Grimaut, de Salzano y del Gringo Cognigni, del Brigadier San Martín, de Víctor Brizuela y del “Chino” Torri, de “Jardín Florido”, del “Payo” Remonda con su pipa al viento; con Gradassi en su moto; el Dr.  Ferro y su colega Oscar Roger y su eterno pucho en la boca y con muchos otros personajes simbólicos que aún están o que nunca se fueron…
   Esta es mi ciudad rebelde, jetona y contestataria; generosa anfitriona y antiportuaria; paisajísticamente urbana con la luz del día y peligrosa para desprevenidos noctámbulos que creen lo que les mintieron de estar protegidos hasta que los asaltan.
   Muchas ciudades en el mundo tienen el mismo nombre que la nuestra, porque con idéntico origen las hay en Colombia, en España, más de una decena en los Estados Unidos, un par en Africa y hasta en la mismísima Kuwait donde se escribe “Cortoba” y el ejemplo puede expandirse y ubicarse en cualquier rincón de la geografía universal, sin que esa realidad nos provoque el más mínimo de los celos o algo de envidia.
   ¿Saben por qué? Muy simple, porque esta Córdoba, nuestra Córdoba es nuestra aunque la generosidad de su gente expanda esa sensación de propiedad hacia los cuatro vientos y todas las latitudes. Una simple oración para tomarla como rezo y reafirmación de principios que nos brota desde las entrañas del cariño y la profundidad del alma: Argentina es mi país pero Córdoba es mi Patria y es por eso ¿qué más puedo decirte que no lo sepas?
   Para cada uno de tus cumpleaños, siento la necesidad y la urgencia, como por decreto, de confesarte todo lo que te amo.
   Por la generosa hospitalidad de tu tierra.
   Por el linaje de esas pesadas y dulces cadenas que atan mi alma a tu historia, a tus blasones y a tu gente …
   En este cumpleaños, ¡Salud, mi ciudad, Patria de siempre…!

Gonio Ferrari

 

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