28 de diciembre de 2023

¿La moneda nacional es un símbolo patrio?

MUCHO PARA DECIR SOBRE LA INTENCIÓN
DE EMITIR BILLETES DE $ 20.000 Y $ 50.000


   Todo indica que la crisis de imaginación ha llegado hasta nuestra moneda, porque parece que para atacar a la galopante inflación no quedaría otra arma o argumento que lanzar billetes de alta denominación, al menos para entretenernos mientras contamos, sin que desde el poder aporten soluciones viables, urgentes y razonables que vayan más allá de lo impactante y cuasi folklórico porque bien vale que nos preguntemos que así como la Bandera
Nacional, el Himno, el escudo y la escarapela son símbolos patrios ¿qué impide que nuestra moneda sea también así considerada?
   Dejando momentáneamente de lado la posibilidad de un debate en tal sentido, vendría a ser parte de la lógica que la moneda nacional, al ser un distintivo esencial y certificación de una nación, forme parte de los símbolos y ante tal calificación, es para suponer que debiera gozar del respeto que tácitamente merecen otras expresiones que signifiquen equivaler a una carta de identidad. Es lo de menos el nombre que se le asigne porque lo trascendente es la función que cumple internamente y ante el mundo, como si fuera una cabal expresión identificatoria de su origen.
   Pesos, libras, dólares son nombres que en varios casos llevan suscorrespondientes apellidos aparte de las denominaciones que vienen trayendo desde el fondo de cada una de sus propias historias, porque por ejemplo el dólar no es exclusivamente estadounidense sino que también existe el dólar australiano o el dinar que es la moneda en algunos emiratos y naciones árabes y lo mismo ocurre con la libra.
   Mi actividad profesional me ha llevado a visitar decenas de países de América en su casi totalidad, desde la opulenta Europa pasando por la enigmática Africa negra y recorrer lejanos territorios de Oceanía, lo que me permitió manejar distintas clases de dinero tanto metálico desde el oro hasta el níquel y en papel, con sus más variadas, sutiles y casi torpes texturas y dándome el privilegio de advertir en cada una de ellas, una especie de ADN de sus gentes merced a una evaluación realizada con relación al trato que se le dispensa al dinero en la geografía universal.
   En cuanto al cuidado que se le brinda al billete corriente en los Estados Unidos de Norteamérica es para sostener que en lúneas generales los billetes desde un Dólar hasta los de 100 en sus varias versiones -en Argentina “descubrieron” que los hay con próceres de cara chica o de cara grande- con banda celeste o sin ella, sumado a  un elemento que le agrega seguridad y dificulta las maniobras de falsificaciones que surgen apenas un nuevo modelo de billete gana la calle y los bolsillos.
   Con el Euro ocurre otro tanto más o menos similar, pero en ambos casos aquellos billetes que presentan manchas, escritos, sellos o la caricaturización de personas o de otras ilustraciones, por lo general son rechazados aunque nunca faltan los “vivillos” (muchos hay en Argentina) que reciben esos billetes, descuentan un porcentaje de su valor que va desde el 10 al 30 por ciento o más y luego los canjean en los bancos sin sufrir descuentos.
   El buen trato o las burdas irrespetuosidades que reciben los billetes en mucho están relacionados con la estabilidad o no de sus países de origen, porque hay ejemplos válidos para tal aseveración: en los EE.UU. circulan billetes desde los de un dólar hasta de 100 (los de 2 dólares ahora son para coleccionistas) con una antigüedad que supera las dos décadas o más; en el emirato de Kuwait que lo menciono como ejemplo por conocerlo “in situ”, el billete de mayor valor es de 20 dinares que se dividen en 1.000 fils, para una economía tan estable que los precios en general se vienen manteniendo desde 35 años o más y cada dinar equivale a casi cuatro dólares.
   ¿Cuántos ceros le hemos venido quitando a nuestros billetes más valiosos o mejor dicho a nuestro decrépito peso desde 1969 hasta 1992, es decir hasta 30 años atrás?
   En ese lapso, Argentina cambió cuatro veces su moneda y le quitó 13 ceros,la misma cantidad de ceros que, al ritmo actual, se encamina a exhibir la suma de la base monetaria a la que hay que sumar los pasivos remunerados, apenas cierre el primer semestre del año: 10.000.000.000.000 de pesos, una cifra que en lo personal, no me animo a utilizar porque ignoro cómo se la define y se me ocurre que es algo así como 10 millones de millones. O a lo mejor debo decir 10 billones de pesos…
   Todos estos antecedentes vienen de perlas para imponer una actitud patriótica de protección y recalificación de nuestro signo monetario, reiteradamente ofendido y humillado tanto en su valor nominal como en su “aspecto físico”, hasta el punto que nuestro billete de máxima denominación no alcanza a significar ni un par de dólares y haciendo la comparación con Kuwait nuestros billetes más recientes equivalen a 500 fils, o sea medio dinar.
   Si se concretara en lo inmediato porque marzo está demasiado lejos o peligrosamente cercano, el lanzamiento de los anunciados billetes de 50.000 pesos, esta suma equivaldría -a valor actual del “blue”- a unos 50 dólares y chirolas y lo único que llegaría a solucionar temporalmente, sería el creciente costo logístico de la alimentación de los cajeros automáticos y la dinámica bancaria.  O de lo contrario, habrá que ir viendo el valor de las carretillas que supieron utilizarse para salir de compras en Venezuela, que fue uno de los modelos a imitar por nuestro anterior gobierno nacional, aunque aquí lo hicieron peor aunque lo sigan negando.
   Dejemos momentáneamente el tema del valor monetario de nuestro signo, para abarcar otra cuestión que no es intrascendente como muchos malamente la rotulan y es el respeto que se le debe a nuestros billetes y es una vergüenza mundial descubrir caricaturas, insultos, mensajes de amor, odios reprimidos, invitaciones turísticas, ofertas comerciales, consignas partidarias y pavadas similares y lo peor de todo es que en la mayoría de los casos ese dinero es parte del circulante.
   Para fortalecer la inquietud argentina acerca de los nuevos billetes, en cuanto
a su estética tienen para elegir una multitud de figuras como próceres, banderas, escudos, santos, artistas, científicos, deportistas, paisajes, animales, músicos, políticos o militares y lo aconsejable sería emitirlos de tal manera que dificulten su falsificación, otra de las debilidades de nuestro actual dinero en papel,  incorporando como novedad la utilización de un material impermeable que permite holografías transparentes muy difíciles de imitar, tal como vemos en ejemplares de billetes chilenos, australianos o mexicanos que vienen circulando desde varios años atrás con excelentes resultados.
   Puedo asegurar que en ningún país del mundo, al menos de los que conozco, se maltrata así tan impunemente a su moneda nacional, quedando a la vista esa estúpida manera de ofender a ese elemento que bien vale ser tomado como uno de los símbolos patrios al igual que la Bandera, el Himno, el Escudo y la Escarapela, que tengo entendido lo son por mandato legal cuando nuestro signo monetario es parte del ADN argentino pese a sus caprichosos vaivenes, desvalorizaciones e históricas decadencias.
   Sería interesante que algún legislador tomara la iniciativa de instrumentar auténticas e imprescindibles medidas de protección que aparte de servir para revalorizar el respeto, sirva para ahorrar millones de pesos que se malgastan en reimpresiones, trámites bancarios, para el quehacer cotidiano y para que sirva como afirmación del orgullo que debemos recuperar acerca de nuestro signo monetario, víctima de la indiferencia de quienes al desentenderse  de categorizarlo, lo empujan a una decrepitud histórica que la ciudadanía no merece.

                                                                          Gonio Ferrari

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