Desgrabación de los
comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos”
del domingo 21/04/13 por AM580 Radio Universidad de Córdoba.
EL
MENSAJE DE LA PROTESTA
Si tuviéramos que hacer una síntesis de los
deberes y obligaciones de los ciudadanos, debiéramos remitirnos a sostener que
los políticos están para gobernar, la gente para pagar impuestos e intentar
sobrevivir, o sobremorir en el peor de los casos, y los demagogos para
prometer.
Representantes de todos esos segmentos de la
sociedad se vieron compartiendo la masa humana de la protesta, algunos con el
gesto contrariado como si alguien los obligara, otros con el placer de sentirse
acompañados y los restantes -me refiero a los políticos-sintiéndose sapos de
otro pozo.
Pero fue mucha gente, en ciertos puntos del
país, más de lo que se podía esperar sobre todo por parte de los servicios de
inteligencia, esa materia que cada día es más difícil de encontrar.
Y precisamente es esa falta de inteligencia,
lo que seguramente lleva a quienes tienen el poder, a mirar hacia otro lado,
mostrar indiferencia y hacer como que la situación les resulta ajena y esa
protesta corresponde a otro país, a cualquiera menos al nuestro.
Esa especie de onanismo político; de
satisfacción íntima y secretamente vergonzante de saber que no es lo correcto,
pero que provoca al menos un placer ideológico: el placer de negar una realidad
que los abruma.
No deja de ser una pose; una peligrosa
actitud de menoscabo y de pernicioso ninguneo y empecinamiento, inclinado hacia
la ceguera cívica que supera largamente a la miopía gubernamental.
Todos estos síntomas, consecuencia de ese
virus nacional y popular que es la soberbia, necesitan ser tratados y en
consecuencia medicados, siempre y cuando el paciente reconozca la existencia de
la enfermedad aunque este no sea el caso.
El descontento existe y no me parece
correcto ni atinado marcarle un nivel cuantitativo de su vigencia.
Lo que si considero procedente y oportuno,
como una refirmación democrática y respeto por la opinión divergente,
recordarle a quien corresponda que las minorías no siempre son eternas.
Y las mayorías, tampoco.
LANATA DENUNCIADOR
Si el objetivo del grupo Clarín y en
particular de Canal 13 y sus asociados fue instalar un disparador de rating,
resultó ampliamente logrado a nivel nacional, y desató paralelamente un enorme
beneficio para la industria farmacéutica, por la inusual demanda en la venta de
Valium y otros ansiolíticos.
El gordo con sus documentos televisivos, hayan
sido cámaras ocultas o consentidas, aportó detalles de operaciones ilegales
perpetradas por oscuros personajes más cercanos a la farándula que a los
círculos empresarios o de la política.
Encendió innumerables luces de alerta, movió
estudios de famosos abogados y motorizó una maratón de desmentidas, inútiles
aclaraciones y risibles excusas.
¿Le parece poco?
Y para colmo, prometió para esta noche
algunas revelaciones inéditas, como por ejemplo develar la identidad de quien
comandaba esa ilícita organización que la juntaba por kilo y la llevaba a
distintos paraísos del dinero, donde nadie pregunta por su origen.
Por allí se me hace que las cosas no se
iniciaron de la manera que lo cuenta el creador y luego expulsado del ahora
oficialista Página 12.
Me gustaría que supiera, aunque a lo mejor
los tiene, que hay antecedentes anteriores a los que revelara, en materia de
negocios con los amigos y sus lamentables consecuencias en algunos casos.
Les quiero hablar de los Gotti.
Los Gotti eran unos gringos laboriosos de
sol a sol, desde el padre y la madre hasta los hijos Vittorio, Gigi, Roberto,
Italo y creo que una hermana, que tuvieron una empresa familiar dedicada a
levantar casas.
Vivían en Bajo Palermo, a dos cuadras del
cruce de Caraffa y Octavio Pinto, en una casita que ellos mismos habían
edificado a fuerza de sudor y sacrificio.
Vittorio, el mayor, secundaba a su padre al
igual que Gigi: Roberto era un imparable jugador de rugby y el pequeño Italo,
un gringuito pintón y exitoso con las mujeres, materia en la que los hermanos
también se destacaban.
Cuando a fines de los años ’50 y principios
de los ’60 vino esa obsesión por hacer fortuna en el Sur, allá se fueron los
Gotti con su voluntad de gringos.
Y durante el kirchnerismo de Santa Cruz, ya
muerto el jefe de la familia y asumido Vittorio en su lugar, levantaron
edificios por licitaciones, hicieron nacer barrios y entre otras cosas le
vendieron su casa, enorme, a Néstor y su entonces joven esposa.
Llegó un momento que las relaciones no
fueron las mejores y se produjo eso que le llaman divorcio empresario, habiendo
de por medio suculentas cantidades de dinero.
Todo indica que nació una oscura rivalidad
entre los protagonistas de esta historia en la que se mezclaron el trabajo, la
inversión, las utilidades y la desconfianza, un cóctel explosivo en cualquier
actividad lucrativa.
¿Qué pasó después?
La verdad, lo que pasó después debiera ser
el comienzo de una investigación integral, si es que se pretende garantizar
seriedad: a plena luz del día, en una de las tantas largas rectas de los
caminos del Sur, Vittorio Gotti, el empeñoso y sacrificado albañil que desde el
cordobés barrio Bajo Palermo edificó un imperio, murió junto con su esposa y un
amigo, en un dudoso accidente.
Ese doloroso episodio, a mi humilde
entender, sería la punta del ovillo que la historia y la justicia debieran
poner en claro.
Porque después de eso, vino todo lo que
vino.
Incluyendo, por supuesto, todo lo que dijo
Lanata y dirá seguramente esta noche.
CORDOBA,
CIUDAD SITIADA
A veces nos sentimos, y lo olemos, que
estamos sitiados por el caos, por la basura, por la venta ilegal ambulante, por
la falta de tomógrafos, por los más de 10.000 empleados municipales y por otras
lindezas que venimos padeciendo los cordobeses capitalinos.
A contrapelo del enorme gasto publicitario
que pregona una actitud de trabajo y gestión, la realidad nos golpéa como si
viviera a los trompadones con el discurso oficial.
El hecho de inaugurar ciclovías, pinturas de
escuelas y dispensarios, obras de bacheo, apertura de calles y otras
menudencias, no cicatriza las heridas de una comunidad que espera otras
soluciones en el tránsito, en el transporte, en la habilitación de negocios, en
el control serio de la vía pública o en el casi inexistente o al menos muy
devaluado alumbrado público, que es el padre de la inseguridad.
La ciudad, todos nosotros, estamos sitiados
por los intolerables y abusivos caprichos del sindicato de municipales,
dirigentes más apegados a la vagancia rentada que al espíritu de servicio.
El pusilánime e inestable manejo de esas
situaciones, por parte de los funcionarios que no quieren conflictos que los
afecten en lo personal, es una injuria para la gente que paga los sueldos tanto
de los empleados, como de los delegados y dirigentes sindicales o de los
timoratos, asustadizos y ciclotímicos funcionarios comunales.
No es posible que los vecinos sigamos siendo
rehenes de un sindicato angurriento, insensible y caprichoso.
Alguna ley debe existir que acuda en defensa
de esa mayoría silenciosa por obligación, que cuando hace escuchar su
indignación y su impotencia, la consideran destituyente o enemiga de un modelo
de gestión municipal que poco positivo está mostrando.
Pero todo llega, aunque lo importante sería
pedir que fuera por la vía pacífica.
Porque para violencia, basta con la que
impunemente exhibe la dirigencia.
EL
ESCONDRIJO DE LA VERGÜENZA
Tiempo atrás era casi normal esconder a los
locos, a los deformes, a los leprosos, a todos aquellos seres humanos con los
que Natura se había quedado sin imaginación
ni argumentos a la hora de hacerlos atractivos o al menos no tan
impresentables.
A ese resultado del pensamiento y el
espíritu de una sociedad hipócrita que pregonaba y pregona igualdades y abomina
de “lo anormal”, todavía lo observamos y padecemos con una vigencia
espectacular.
Los muros, las pantallas y los biombos se
hicieron siempre para separar; para aislar, para negar o al menos esconder.
Por eso ahora a los pobres infelices que se
amontonaban en Bell Ville, los han llevado a distintos lugares no para
atenderlos mejor, sino para esconderlos; para que no los vean; para que las
cámaras no cometan el sacrilegio ni el mal gusto de mostrarlos y desnudar una
realidad que pocos se preocupan por atender y menos de superar.
Porque esos enfermos no son los enfermos que
se quedan en la cama, toman los medicamentos, piden la chata o el papagayo,
conversan entre ellos, se duermen cada noche y seguramente no se privan de
soñar.
Estos enfermos, esos locos, no son
autoválidos y sus casos no se resuelven con tres enfermeras para cien
pacientes, sino que requieren atención especial y personalizada, contención
fuera de lo común y cuidados totalmente distintos a los demás pacientes.
Aquí el presupuesto se desgrana en onerosa,
machacante e inoportuna publicidad política pregonando logros en otros aspectos
como caminos, escuelas, puentes, etc. pero los dineros no alcanzan cuando se
trata de ofrecer alguna calidad de ¿vida? a los que padecen entre la mugre, el
abandono del Estado y el olvido de los parientes.
Y como los malos políticos siempre tienen
una desencajada sonrisa y un argumento para justificar su propia inoperancia y
su mal disimulada indiferencia, enfrenten las cámaras con su arsenal de
gastadas promesas y su estudiado manual de la demagogia.
Pero de soluciones integrales, ni hablemos.
Siempre triunfa la cultura del remiendo.
Como ahora, que tener a 200 locos juntos
representa un peligro nacional e internacional para cualquier aspiración
política a mediano plazo.
Entonces e intentando que el bulto del
escándalo sea menos impactante y perjudicial para esos intereses, hay que
fraccionar a esas víctimas indefensas, separarlas, disolverlas…
Y si las pueden esconder, mejor.
Como ahora lo están haciendo sin siquiera
ponerse colorados.
NUEVO
PARO DEL TRANSPORTE
Ya estoy escuchando el eterno e inútil
pedido de disculpas de la dirigencia de UTA a los sacrificados y siempre
ofendidos usuarios, que son los que por obligación les están pagando los
mejores sueldos para un servicio que esos mal llamados servidores prestan
cuando se les antoja.
Una dirigencia que no conoce límites en su
angurria, ni en los seguros acuerdos que teje con las patronales, no merece
esas disculpas que por pura hipocresía le reclama a la gente, a sabiendas que
en cualquier momento vuelve a dejar de a pié a trabajadores de otras
actividades, sin que eso le importe tres pepinos.
Es el usuario la única e inevitable víctima
de ese perverso juego de intereses alimentado por los empresarios que quieren
toda la torta para empacharse como siempre, y de los que sabedores de su propia
vagancia, no quieren salir de la órbita municipal donde todo se permite, en
nombre de conquistas gremiales alcanzadas en base a coacciones.
El gremio en aviesa y abusiva sociedad con
los malos operadores del servicio, se ha cansado de utilizar al pasajero como
rehén y los resultados de esa repetida maniobra han sido monetariamente
positivos, ante la pasividad y la mal disimulada aplicación de la autoridad que
ha exhibido la
Municipalidad de Córdoba, que es el timorato y pusilánime
poder concedente.
Un nuevo paro; una nueva ofensa a un
importante y numeroso sector de la actividad productiva; un nuevo castigo a los
que menos tienen, menos ganan y más esperan; una nueva muestra de prepotencia
sindical y pobreza de ideas y de soluciones desde las autoridades.
Un paro sin sentido porque la intransigencia
municipal, si ahora se fractura, servirá para que tanto el gremio como las
empresas sigan avanzando, siempre en perjuicio, ridículamente, del principal
sostenedor de este corrompido sistema, que es el resignado usuario, el eslabón
más desprotegido de esta cadena de injusticias.
Y de crueldad social.
Cuando la Justicia encomienda una
tarea a la policía, se comisiona personal de esa fuerza para dicho cometido.
Y a veces, se descubren detalles de delitos
que no están emparentados con la causa motivo de la comisión, pero que por
elementales cuestiones lógicas, la
Justicia tiene la obligación de tomar a su cargo.
Un comisionado policial, Hugo Orlando Velez,
en el tema de la megacausa del Registro de la Propiedad presentó un
escrito a la Cámara Décima
que contenía consideraciones acerca de ese asunto y otros comentarios anexos,
que intentaré resumir:
Sostiene que una persona a la que identifica,
“mantiene relaciones sexuales con menores de edad”, tanto en donde funcionan
las oficinas de cobro de sus empresas en donde “tendría un colchón”, al igual que en otras direcciones céntricas.
Esas menores le son “provistas” por dos
empleados suyos, de quienes también aporta identidades y domicilios.
En consecuencia y dependiendo de las
circunstancias de los hechos, podrían ser: abuso sexual con acceso carnal,
abuso sexual con sometimiento gravemente ultrajante o acceso carnal con menor
de 16 años u otra figura similar.
Mientras se menciona a quien sería autor de
los hechos, las otras personas podrían ser partícipes necesarias.
En otros casos relatados habla de una
persona a la que también identifica, que tiene unos campos de los que aporta
ubicación precisa, donde tiene una pequeña pista de aterrizaje que
aparentemente utilizaría para maniobras relacionadas con el tráfico de drogas
en horas de la noche.
Dependiendo de las circunstancias de los
hechos se podrían configurar los delitos de producción, comercialización e introducción
al país de dichas sustancias.
Aunque del tema megacausa, lo más importante
y curioso es la prórroga de la prisión preventiva por 6 meses más contra Fraga,
Tozzi, Finos y Wolfer, que ya cumplieron dos años encerrados y sin condena.
Es como si la Cámara los quisiera
mantener en calidad de rehenes más allá del tiempo que establece la ley,
utilizándolos de paso como elementos de persuación para ellos y el resto de los
involucrados.
Según tengo entendido y pese a la obligación
legal y formal de actuar ante esas acusaciones policiales, en la Justicia nada se hizo al
respecto.
El caso es entonces, por lo menos, digno de
ser conocido por lo curioso, razón por la cual prefiero no caer en suspicacias
de irracionalidad o desconocimiento de las leyes.
En este caso, de la propia cámara penal.
¿QUE
APORTA UN DESFILE DE MODELOS?
La pregunta más reduccionista sería con
relación al costo del desfile de modelos que organizó la Municipalidad de
Córdoba, junto con algún interesado promotor privado, en las escalinatas del
Coniferal.
Otra menudencia sería describir el caos en
el tránsito, el costo del montaje y otros detalles que hicieron al cholulo
espectáculo, en el que la figura saliente fue una cotizada modelo profesional
de Buenos Aires casada con un hábil empresario de ese metiè.
Baste decir que en ocasión de su casamiento,
el muchacho hizo todo por canje y hasta vendió los derechos para obtener
fotografías de la ceremonia.
Lo trascendente sería conocer cuáles han
sido, para la ciudad y sus habitantes, los beneficios de una inversión tan
innecesaria como lo sería hacer navegable el curso de La Cañada.
No hay en este comentario un reproche
puntual, sino un intento por aconsejar al municipio en materia de prioridades,
que parece una materia no estudiada en el nivel del departamento ejecutivo.
Son otras las urgencias de la ciudad, más
allá de la distracción.
Son mayores las necesidades de los
hospitales y dispensarios.
Es de carácter perentorio la reparación de
la flota de vehículos.
Sin embargo, se ha privilegiado la pavada y
el careteo por encima de lo que la gente necesita y merece.
Una tontera que ya es tarde para remediar,
aunque aún quede tiempo para recapacitar y evitar la tentación de otras boberías,
que nada le aportan a los vecinos, cansados de reclamar sin ser escuchados.
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