ESTES DONDE ESTES
Borges
tenía razón al decir que
“No son más silenciosos los
espejos
ni más furtiva el alma aventurera …
Eres, bajo la
luna esa pantera
que nos es dado divisar de lejos”.
Un
soneto maravilloso que termina
“En otro tiempo estás. Eres el
dueño
de un ámbito cerrado, como un sueño”.
Mi
Fellini tiene -o tenía- más de 9 años sobreviviendo en base a
mimos, amor, atención médica y consentidas correrías vecinales sin
horario, desde su incierto y negro origen que el abandono colocó a
la intemperie en plena calle para que muriera de frio, de auto o de
perro.
Destrozó con ronroneos esa mala prensa que
acompaña a los gatos negros, negros de toda negrura, porque agradece
-o agradecía- cada mimo, cada comida gourmet o el simple y doméstico
bofe trayendo una paloma hasta mis piés o durmiéndose sobre el
teclado entregando al misterio del sueño esas dos piedras amarillas
que tiene -o tenía- en el lugar reservado a los ojos.
Hace un mes dejó de maullar en mi terraza.
Nunca
había dejado de venir a la hora de sus comidas, de los topetazos en
la puerta, de las caricias y lamidas a su arisca compañera, la
Grisha ahora solitaria.
Pero no vino más.
Apuesto a la maldad de los hombres más que a un accidente.
Estoy seguro que Fellini habla -o hablaba- y por eso lo que más me
duele es su silencio, lo que más extraño es su saludo, lo que me
desorienta es su ausencia que con certeza no es voluntaria.
Alguien se lo llevó.
¡Cuán dichoso sería este
mortal con solo saber que está, que no fue, que es feliz esté donde
esté!
O que el destino, ese invisible e insobornable
dueño de los tiempos, me haya reservado el privilegio de mantenerme
soñando, desde hace un mes.
Y que me hiciera
despertar con un maullido …
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