Tiempo atrás era casi normal esconder a los locos, a los deformes, a los
leprosos, a todos aquellos seres humanos con los que Natura se había quedado
sin imaginación ni argumentos a la hora
de hacerlos atractivos o al menos no tan impresentables.
A ese resultado del pensamiento y el espíritu de una sociedad hipócrita
que pregonaba y pregona igualdades y abomina de “lo anormal”, todavía lo
observamos y padecemos con una vigencia espectacular.
Los muros, las pantallas y los biombos se hicieron siempre para separar;
para aislar, para negar o al menos esconder.
Por eso ahora a los pobres infelices que se amontonaban en Bell Ville,
los han llevado a distintos lugares no para atenderlos mejor, sino para
esconderlos; para que no los vean; para que las cámaras no cometan el
sacrilegio ni el mal gusto de mostrarlos y desnudar una realidad que pocos se
preocupan por atender y menos de superar.
Porque esos enfermos no son los enfermos que se quedan en la cama, toman
los medicamentos, piden la chata o el papagayo, conversan entre ellos, se
duermen cada noche y seguramente no se privan de soñar.
Aquí el presupuesto se desgrana en onerosa, machacante e inoportuna
publicidad política pregonando logros en otros aspectos como caminos, escuelas,
puentes, etc. pero los dineros no alcanzan cuando se trata de ofrecer alguna
calidad de ¿vida? a los que padecen entre la mugre, el abandono del Estado y el
olvido de los parientes.
Y como los malos políticos siempre tienen una desencajada sonrisa y un
argumento para justificar su propia inoperancia y su mal disimulada
indiferencia, enfrenten las cámaras con su arsenal de gastadas promesas y su
estudiado manual de la demagogia.
Pero de soluciones integrales, ni hablemos.
Siempre triunfa la cultura del remiendo.
Como ahora, que tener a 200 locos juntos representa un peligro nacional
e internacional para cualquier aspiración política a mediano plazo.
Entonces e intentando que el bulto del escándalo sea menos impactante y
perjudicial para esos intereses, hay que fraccionar a esas víctimas indefensas,
separarlas, disolverlas…
Y si las pueden esconder, mejor.
Como ahora lo están haciendo sin siquiera ponerse colorados.
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