Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su
programa “Síganme los buenos” emitido el domingo 14/04/13 por AM580 Radio
Universidad de Córdoba.
EL
CAMPO LLOROSO Y DESUBICADO
La verdad, uno por allí no sabe si es
calentura o el apoyo a demandas, a mi gusto demasiado sectoriales como para ser
populares.
Cierta dirigencia de varias e importantes
organizaciones empresarias vinculadas con el campo, tuvieron días atrás una
especie de asamblea, para poner a consideración algunos aspectos que hacen a la
marcha del país.
Primero vamos a algunas consideraciones,
planteadas a lo mejor desde un mirador urbano, para entender que posiblemente uno
está equivocado al analizar ciertas situaciones.
Es cierto que el trabajo en el campo es
sacrificado, exigente, que demanda notables esfuerzos, especialmente para los
peones y empleados y no tanto para los terratenientes o empresarios que ahora
injustamente y a veces en forma despectiva, son tratados de sojeros o yuyeros
aunque cultiven maíz, trigo, cebada o bumbulas de paraíso.
Estoy seguro que no serán pocos los que me
consideren injusto, al sostener que desde algunos añitos a esta parte no les ha
ido nada mal, lo que les permite ahorrar, cambiar sus camionetas, comprar
otras, viajar a Europa, desmontar con las consecuencias que poco les importan,
y erigirse en una poderosa fuerza que en un momento fue considerada la
principal oposición al gobierno central.
Las retenciones les pegaron duro, porque
eran calificadas como excesivas y confiscatorias.
Declaraban en la mayoría de los casos menos
operaciones de las que realmente concretaban, haciendo de la evasión tributaria
una costumbre dolorosa y poco patriótica.
La libertad les permite acopiar a su gusto y
vender cuando les resulte más conveniente, razón por la cual influyen en la
marcha de los mercados del dinero.
Pero llorar, por decirlo vulgarmente,
lloraron siempre con razón o sin ella.
Pero llegar al extremo de alentar
públicamente la ruptura de un proceso democrático, aunque le puedan encontrar
defectos y falencias, es algo que no se debe permitir no tan solo por el
precedente, sino por una simple cuestión de memoria.
Ningún sector, ya sea del campo o de donde
se le antoje, puede caer en la bajeza de proponer y alentar posturas basadas en
la violencia, porque fue la violencia -en aquellos tiempos que la consideraban
romántica- lo que nos hizo caer al abismo de la intolerancia, de la dictadura y
del enfrentamiento.
No conseguimos todavía superar aquellas
heridas, y sale un loquito proponiendo recursos hitlerianos como el mejor
remedio, no al malestar general, sino a lo que sufren sus intereses
sectoriales.
Roguemos que sea un caso aislado; un maligno
virus no contagioso, porque en la defensa del sistema democrático debemos estar
todos unidos y en guardia, pensemos como pensemos, estemos o no de acuerdo con
quienes nos gobiernan.
Para que las cosas cambien, sigamos
preservando el mecanismo del debate, del diálogo, del disenso y del voto, que
son las únicas maneras de fortalecernos como sociedad y como país, para
terminar con cualquier expresión de autoritarismo, venga de donde viniere.
Por allí, se me ocurre que el tiempo de los
loquitos no ha pasado, y si queda alguno con pretensiones tiránicas, sobran los
lugares de internación, descuidados y asquerosos, donde bien merecen ser recluidos.
LOCURA,
DESIDIA Y ABANDONO FAMILIAR
Los viejos manicomios, hoy “aggiornados” en
algo menos drástico en su nombre, tienen la idéntica vigencia que caracterizara
a los ominosos campos de exterminio no tan solo identificables con la Alemania nazi, sino con
cualquier otro lugar del mundo, en cualquier tiempo, donde existan los locos.
Realizando informes periodísticos, me tocó
la suerte -si, la suerte- de conocer algunos de esos depósitos de personas
despersonalizadas que viven en su mundo de tinieblas, en la enorme mayoría de
los casos abandonadas por sus familiares que dicen que se curaron o que viajaron,
que se mudaron o que murieron.
Y digo la suerte, porque pude vivir, mirar,
sentir y oler una realidad que creía reservada a los oscuros años de aquellos
confinamientos en habitaciones de paredes acolchadas, atados con cadenas y
ataviados con el típico uniforme de ellos, los locos.
Porque pude ver el macabro resultado del
electroshock y el movedizo espectáculo del picnic permanente que allí se hacen
esas reinas de la mugre y el abandono, que son las moscas.
Los enfermos mentales -que es la actual
denominación burocrática de los locos- están condenados al amparo de su propia
inconsciencia, al doble abandono en lo que hacen causa común el Estado y los
parientes.
Ambos protagonistas tienen la misma
responsabilidad de la que huyen unos por falta de presupuesto, dicen, y otros por
la vergüenza social que los abruma y el escarnio de quienes hacen de la
hipocresía una religión.
No hace mucho tiempo y pomposamente, no
recuerdo qué administración provincial se llenó la boca y abrumó micrófonos,
pantallas de TV y páginas de diarios con el término “desmanicomianizacion” o
algo parecido, que suponía una mejora sustancial tanto en lo edilicio como en
lo terapéutico, para alejarse del arcaico modelo de encierro e inhumano
sometimiento que mataba en vida a los sufridos y desahuciados parias de la
sociedad.
Nada ha cambiado en los años ni nada
cambiará en los que vienen.
Como siempre hubo, habrá remiendos y
anuncios de intenciones, que naufragarán
cuando el escándalo mediático caiga derrotado por algo más impactante que
demande la atención de la gente.
Escucharemos y leeremos hasta el hartazgo
vocablos alegóricos como desvalidos, desamparados, olvidados, dementes, insanía, paranoia,
sinrazón o chifladura.
Y todos dirán que “están muy preocupados por
encontrar una solución integral al problema que no es nuestra culpa sino que
viene de otras administraciones”.
Los funcionarios inútiles, los que no
tuvieron la inteligencia para buscar soluciones, en lugar de renunciar por
inoperantes, se pondrán a la cabeza de una ridícula movida para reivindicar a
los locos.
Entonces, apelando a un mínimo de razón, me
parece haber encontrado el porqué de esta situación de tener a esos enfermos
desnudos, desatendidos y amontonados en condiciones infra zoológicas.
La explicación es muy simple: los locos no
votan.
BOUDOU
Y SUS VIAJES
Debe ser lindo, sobre todo en la maravillosa
primavera europea, caminar por las calles de Amsterdam, navegar por sus canales
y observar con pasión el enorme jardín que es esa ciudad, la capital holandesa,
allí donde en pocos días le colocarán la corona a una mujer argentina.
Y nosotros, que a la hora de hacernos
representar no nos fijamos en quien lo hace ni cuánto cuesta, mandamos a
nuestro joven vicepresidente, hombre dedicado a la música, a los negocios con
sus amigos y a ser suplente, cuando las circunstancias así lo exigen.
Pero como sobre el Tango 01, la fragata
Libertad o cualquier otro vehículo de tierra, aire o mar que sea del Estado
argentino, pesan las seguridades de un embargo, ni siquiera viaja, junto con
una innecesaria comitiva algunos de cuyos integrantes llevan a familiares, en
nuestra línea de bandera, sino que lo hace en la coqueta KLM.
Pero como su cargo lo impone, no se
mezcla con la grasada de la clase turista, el muchacho y sus amigos, incluyendo
guardaespaldas que allá no necesita y viajan en Business, una clase superior
que cotiza a casi 7.000 dólares por cada uno, ticket de ida y vuelta.
La cuestión no es tan solo asistir a la
ceremonia de coronación de Máxima -no como reina sino en un nivel equivalente
aunque su marido formal sea el rey- sino aprovechar el viaje y quedarse diez
días más, seguramente percibiendo viáticos y todas esas ventajas que están
reservadas a los funcionarios que pagamos todos.
El nuestro sigue siendo un país demasiado generoso.
Tan generoso, que nos damos el lujo de tener
figurones tan costosos como inútiles, para mostrarlos en el exterior.
Y que por favor, alguien les advierta que en
la calle de las muñecas, no entregan facturas por servicios.
TAMSE
PRIVADA
Otra vez mañana los irascibles, hipócritas e
indiferentes dependientes de la
Tamse dejarán de a pié a miles de trabajadores, como ellos
dicen ser, para presionar en forma descarada para que la empresa no se
privatice.
Después como es habitual, pedirán disculpas
de la boca para afuera por los daños irreparables que les ocasionan a sus
pares, laburantes con sueldos y prerrogativas muy inferiores a lo que ellos
consiguieron con su mafiosa manera de exigir.
A la gente le importa tres pitos si la
empresa es privada o estatal.
A la gente, a los usuarios sostenedores de
un sistema perverso, solo le interesa poder ir a sus destinos y volver.
Cuando sonaron algunas expresiones de
escarmiento, mariconamente desde la dirigencia de UTA se pretendió cargar con
todas las culpas al poder concedente, que es la Municipalidad,
cuando en realidad la responsabilidad es del bastardo acuerdo entre gremio y
empresa, por tener de rodillas a los pasajeros y a la propia municipalidad.
Es hora del despertar en la conciencia de la
gente.
Algo hay que hacer, sin amenazas pero en
defensa propia.
Nuestra Justicia que solo es espectadora
cuando en lugar de mirar a cualquier parte debiera actuar de oficio, alguna vez
se involucrará en defensa de los usuarios frente a las flagrantes violaciones
de las leyes.
Por allí me suena que la pretensión es
seguir dependiendo de una vaca a la que nunca se le agota la leche.
La leche que alimenta a empleados que
ofenden a los usuarios cuando quieren apoyar caprichos, y al sindicato que
tiene una segura y cautiva fuente de cotizantes a quienes se les descuentan los
aportes gremiales, que es de lo que vive la dirigencia.
Total, el pasajero es el imbécil que solo
sube o baja de un servicio que en muchos casos es una ofensa ciudadana.
DEMOCRATIZAR
LA JUSTICIA
Es probable que para ponernos a tono con la
evolución del tiempo, sea necesario adecuar la Justicia a los
vertiginosos tiempos actuales.
Pero tal objetivo deja de tener legitimidad
cuando se lo perpetra por la tiranía del número, sin debate que de todas
maneras sería inútil porque políticamente ya está decidido, y quitándole a la
sociedad la posibilidad de pensar y evaluar, debido a la ignorancia acerca de
los objetivos que se persiguen.
Muchas son las especulaciones que se tejen sobre
algo que suena ridículo: democratizar por directivas del ejecutivo, el
funcionamiento de un poder que teórica y constitucionalmente, no es un apéndice
del gobierno.
La abstención formal de eso que algunos le
llaman oposición pero que es solo una fuerza virtual por su casi inexistencia
política, es un síntoma alarmante de eso tan temido que es la desintegración
institucional, que le pone una alfombra roja al autoritarismo.
Si democratizar la justicia equivale como
ahora se advierte, a domesticar uno de los pilares de la democracia, me parece
que vamos por mal camino.
Porque a la democracia, más allá de todas
las buenas intenciones que puedan tener ciertos políticos, solo se la fortalece
con más democracia.
Imponer el modelo y el estilo de quienes
manejen ciertas instancias dentro de la justicia, sería un mamarracho que
terminaría con lo que aún queda de la maltrecha seguridad jurídica que luce el
país.
Y bien se sabe que internamente, y para el
entendimiento de la comunidad internacional, con la Justicia no se jode.
A menos que se pretenda ponerla de rodillas.
MARADONA
PUBLICISTA
Es patéticamente gracioso hacer memoria
acerca de Maradona, trayendo los recuerdos desde aquel Pelusa de Villa Fiorito
que maravillaba por sus gambetas, hasta el padre multiabandónico en que se ha
transformado.
Cada uno es dueño de andar desparramando
hijos gracias a la generosidad sexual, o a las ansias de salvarse
económicamente, que puede ser el sueño de algunas mujeres que pasaron
fugazmente por las sábanas del número diez.
Y si realmente es como el astro lo predica,
de cumplir con sus obligaciones, es para pensar que en eso se le van varios
sueldos de los petrodólares que cobra, aparte de haber refinanciado la deuda
que tenía con los impuestos que no pagara en Italia.
Pude saber, en los tiempos en que me
desempeñaba como corresponsal del multimedios América, del cual Maradona era
uno de sus empleados, algunos detalles de su personalidad.
Todo esto, para suponer que su situación
económica no es floreciente y que de alguna manera necesita generar recursos,
más aún cuando el dinero puede apoyarlo en lo que considera sus convicciones.
Y si cobra por ello, mucho mejor.
Maradona está acostumbrado, por su legítima
fama y por su chapa, a no pagar nada.
Todavía se comenta en algunos círculos su
actitud cuando fue necesario, para desintoxicarlo, alojarlo unos días en una
conocida y promocionada posada de nuestras sierras.
Cóppola, su representante, cuando se
entrevistó con los responsables del establecimiento, no esperó que le dijeran
el costo del tratamiento para el Diego y sus acompañantes.
Solo se limitó a preguntar cuánto le
pagarían por tenerlos allí.
A lo mejor, según comentan esas vecinas que
siempre chismorréan, en Venezuela ocurrió lo mismo, con el apoyo del confeso
drogón ex futbolista a la candidatura oficialista.
Se comenta de una facturación superior al
millón de verdes, al cambio blue.
Sin contar, claro está, con el agregado de la
promoción que se adelantó a lanzar para el 2015 en Argentina.
Eso, sin dudas, será motivo de una factura
aparte.
EL
ATENTADO A LA VOZ EN 1974
Puedo asegurar con absoluta certeza, que en
realidad no son muchos los que estuvieron cerca, muy cerca, peligrosamente
cerca de aquel atentado contra La
Voz, en su planta de la calle Avellaneda, aquel 23 de enero
de 1974.
Mandaba por entonces en la provincia al
brigadier Lacabanne, quien por alguna orden superior había derrocado por
intermedio del navarrazo, al gobernador legítimamente constitucional de
entonces, el peronista Dr. Ricardo Obregón Cano.
En este caso, puedo asegurarles que no soy
tocador de oído.
Me tocó, siendo el más joven integrante del
consejo directivo de la Federación Argentina
de Periodistas y del entonces Círculo de la Prensa de Córdoba, acompañar al que fuera
director del diario, el ingeniero Luis Remonda, a una entrevista con el
ministro del Interior, Dr. Rocamora, en Buenos Aires.
No iba con las manos vacías ni me acompañaban
solo los argumentos que certificaban la autoría del atentado por parte de las
tres A, sino un minucioso “dossier” con detalles y planimetría que en Córdoba
no los habíamos revelado a nadie, y entregamos en mano propia al ministro
nacional.
De cuántos eran, por donde huyeron, a dónde
se refugiaron.
Jamás se supo nada, en el sentido que se
hubiera iniciado una investigación seria e inmediata al respecto.
A esto debo emparentarlo con la temeraria
actitud, para aquellos tiempos del desprecio, que tuvo el entonces senador
nacional Eduardo Angeloz, al defender la legitimidad de Obregón Cano desde su
banca en el Congreso Nacional.
Y hubo una situación tensa, rayana en el
serio peligro, que involucró a Angeloz, a tres o cuatro dirigentes provinciales
más y a este periodista, en un restaurante que estaba en la segunda cuadra de
calle Trejo, cuando pocos días después de su indecorosa victoria, Lacabanne se
presentó junto a varios de sus “monos” allí donde estábamos, en una actitud de
abierta, cobarde y desigual provocación.
No quiero, porque no es mi estilo, asignarme
victorias en situaciones tan tensas como esas y lo que posteriormente ocurrió.
A esos instantes, como a todo lo que atesora
mi memoria, los tengo archivados más que en la mente, en el alma.
Y por las dudas, a buen resguardo
documental.
Porque no me gustaría, como con frecuencia
ocurre, que alguno de los tantos tocadores de oído que pululan por allí, diga
tener con relación al atentado a La
Voz o al accionar de Lacabanne, la palabra bíblica.
Mi palabra no será bíblica, pero tiene el
valor de lo testimonial; de lo presencial, de que no me lo contaron.
Tuve el maravilloso privilegio periodístico
de vivirlo.
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