Tiempo
atrás cuando la indignación y la impotencia se hicieron carne en
los cordobeses, cansados de los desplantes e ineficiencias de nuestra
EPEC, se me ocurrió cuestionar algunas veces con vehemencia, la
vigencia de esa institucionalizada injusticia que es la bonificación
“por eficiencia” que anualmente se paga en ese organismo a todo
el personal, incluyendo a su volátil y acomodaticia planta política.
Una
empresa que vive dando pérdidas no es de ninguna manera eficiente y
menos aún cuando su servicio bien puede calificarse como incompleto,
deficiente o mal conducido porque en invierno o en verano las
carencias son constantes y para la EPEC la culpa es de los usuarios
por consumir y no de ellos por no reinvertir ni actualizarse
tecnológicamente.
No
faltaron quienes menoscabaran y repudiaran mi crítica actitud
tildándola de anti obrera, por aquel viejo discurso de las
conquistas sindicales, el derecho adquirido u otros justificativos.
Ahora
parece que un legislador provincial activó sus baterías y ha
propuesto que esa bonificación por eficiencia deje de tener el
carácter de “malhabida” por parte de la planta política, que es
precisamente la responsable directa de una prestación ciclotímica
con elevado costo en relación al resto del país.
¿Cómo
no va a ser cara la energía eléctrica en Córdoba, si unos 200
funcionarios (creo que ese es el número de los políticamente
designados) cobran cada uno entre 90.000 y 120.000 pesos anuales de
regalo, aparte de sus jugosos haberes?
Lo
peor del caso, es que cobran esa enormidad a sabiendas de no
merecerlo, porque son ellos mismos los que reconocen en sus informes
el alto déficit de la empresa que conducen.
Que
lo cobren los empleados, vaya y pase, si es que no tienen sanciones,
sumarios resueltos, inasistencias reiteradas u otros motivos
invalidantes que seguramente contempla la reglamentación del acuerdo
oportunamente suscripto para la vigencia de la BAE.
Pero
lo mismo hay un aspecto que suena discordante a la hora de hacernos
un planteo de eso que le llaman la igualdad ante la ley y también a
la igualdad de oportunidades y al acerto que a igual tarea, igual
paga: un mero asunto de igualdades.
Porque
con idéntico criterio, bueno sería pagar premio por eficiencia a
los maestros que enseñan, a los policías que arriesgan su vida, a
los bomberos que apagan incendios, a los médicos que curan o a los
abogados que litigan.
Es
como si en la EPEC, donde los cargos en la mayoría de los casos son
hereditarios, se hubiera cerrado una dinastía o una casta de
ventajas y privilegios, apoyados en el poder que implica ser dueños
de la electricidad; ser dueños de la luz y patrones de las tinieblas
cuando se les antoja.
No
vamos tan lejos: mientras la iniciativa de ese legislador apenas se
conocía y comenzaba a entrar en el debate de la gente, un amplio
sector de Alberdi incluyendo al viejo y querido Hospital Nacional de
Clínicas, padecía un prolongado corte de energía que se había
originado a las 14 de ayer lunes y a la medianoche todavía tenía
oscura vigencia, con todas sus negativas consecuencias.
Que
se sepa no hubo tormenta, ni ciclón, ni granizada, ni helada ni nada
que sirviera para echarle la culpa, como siempre se hace burlándose
de la inteligencia, del bolsillo y de los bienes de los usuarios.
Y
más aún: pese a que ninguna ley puede tener efecto retroactivo,
alguien debiera proponer como gesto ético, que aquellos directivos
que cobraron esa ridícula “bonificación por eficiencia” en una
empresa reconocidamente más cerca de la quiebra que de la
normalidad, la devolvieran.
Así,
todos estaríamos seguros que en esta batalla contra los abusos de
los funcionarios ineficientes, ha ganado finalmente la honestidad por
encima de la angurria.
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