Un gobierno que gasta enormidades de dinero
en promocionarse; que publicita e inaugura caminos kilómetro a kilómetro; que
construye un faro sin que tengamos mar; que retiene los aumentos a los
jubilados porque no sabe administrar; que aplica un absurdo sobrecargo a los
combustibles; que ilumina edificios y se olvida de los barrios a oscuras
(aunque esto sea de la esfera municipal); que no tiene una política integral de
seguridad; que permite el notorio crecimiento del narcotráfico; que no se ocupa
del mantenimiento edilicio de escuelas ni de hospitales; que ha impuesto las
tarifas eléctricas más altas del país para un servicio que tambalea con el
termómetro hacia arriba o hacia abajo; que mira hacia otro lado cuando hay
conflictos gremiales que afectan a la mayoría de los cordobeses y no hace
intervenir al ministerio del área; que se le quema media provincia y poco hace
para superar el caos, ha perdido el respeto que la población llegó a tenerle.
Para colmo, a un mes y pico de las
elecciones, los queridos cordobeses nos preguntamos qué se hizo con las
millonadas que se recaudan mediante las facturas de EPEC, para el manejo del
fuego.
¿Es que no se dan cuenta esos “cráneos” que
el mejor manejo del fuego es que no haya fuego?
Parece un planteo estúpido pero no lo es
tanto: ese dinero nuestro que posiblemente se esté utilizando para mejorar la
tarea de los bomberos, mantener aviones hidrantes, comprar mochilas y chicotes
o pagar la onerosa e imprescindible logística, debiera invertirse en acciones
de prevención, para evitar o moderar los perniciosos efectos de las llamas.
No se piense, por lo absurdo e imposible,
que lo ideal es pasarse los tiempos de sequía mojando los campos.
Pero la instalación de alertas tempranas, el
uso del monitoreo satelital y la instalación de “cuarteles móviles”
posibilitarían actuar de inmediato y no como ahora, que se lucha contra el
fuego, los vientos y la previsible falta de lluvias.
Todo esto cuesta dinero.
Nuestro dinero, que el Estado provincial
aplica a otros objetivos y lo recauda con evasión cero porque se paga con la
factura de la luz, merece ser empleado en los fines que establece la ley que
impuso ese tributo.
No nos extrañe que en las próximas horas
aparezcan grandes espacios en los medios gráficos, radiales y televisivos,
pidiendo a la población que no envíe donativos, agua, frutas o medicamentos
para los abnegados bomberos, aduciendo que no necesitan ninguna ayuda, aunque
tengan que vender rifas para subsistir.
Aceptarlos, es reconocer el propio fracaso y
darnos la certeza que los dineros recaudados para el manejo del fuego tuvieron
otros destinos … o destinatarios.
Si algo de todo esto no es cierto, estoy
dispuesto a pedir disculpas.
Tan cerca de las elecciones, dejar que se
queme media provincia no es tan solo un previsible desastre natural, sino echar
al fuego proyectos políticos de alternancia de personajes, tomando en cuenta
que el pretendiente también realizó no pocos gastos inútiles.
Así como los demagogos se olvidan de
prevenir e invierten en pavadas prescindibles los dineros de la gente, es la
gente la que les va a incendiar sus pretensiones.
El fuego arrasador ya se llevó lo suyo,
mató, destruyó, repartió angustias y eliminó el paisaje.
Pasarán muchos años para recuperar lo
perdido.
La gente bien sabe, porque lo sufre en
desolación, luto y cenizas, de quiénes son las culpas.
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