8 de septiembre de 2013

SLB 08/09/13 ¿LLEGÓ LA HORA DEL SINCERAMIENTO? - LA POLICIA Y LOS NARCOS - RUIDOS MOLESTOS - 55 AÑOS DE EJERCER EL PERIODISMO - EL DIA DEL MAESTRO - INSEGURIDAD Y SENSACIONES - LA MEGACAUSA - MIRAR HACIA ARRIBA, etc.



Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos” emitido el domingo 08/09/13 por AM580 Radio Universidad de Córdoba.


¿ES HORA DE LA SINCERIDAD?

   Haber elevado el piso para el cobro del impuesto a las ganancias es una medida digna de todo aplauso y reconocimiento, como reacción ante el clamor popular que de la manera como se aplicaba, no dejaba de ser un despojo.
   Los jubilados siguen siendo víctimas de la sinrazón porque lo que cobran no es ninguna ganancia ni lucro, sino que recuperan una parte de todo lo que le prestaron al Estado durante años y años, para que lo administrara correctamente.
   Pero si le buscamos la quinta pata al gato, debemos tomar esa medida como una reacción lógica emergente del último resultado electoral.
   Y como se trata de un oportuno movimiento nacido en el sinceramiento, le aporta al poder central un plus de credibilidad y sensibilidad social.
   De la misma manera, entonces, sería oportuno sincerar otras situaciones pendientes como por ejemplo ciertas inauditas trabas a importaciones estratégicas que mantengan la industrialización del país, los patrimonios cuestionados, la situación judicial de Boudoú, el “affaire” de las viviendas que manejaba Schoklender en nombre de una entidad tan cara al sentimiento nacional, el creciente endeudamiento externo y otras materias que necesitan la aprobación de la ciudadanía.
   Así como el decreto sobre el impuesto a las ganancias fue aplaudido, más nos encantaría saber que la sinceridad también alcanza a todas las acciones en las que el gobierno o sus funcionarios tienen que ver.
   Simplemente en homenaje a un detalle: la salud republicana que los argentinos merecemos sea preservada.

ESTREPITO CIUDADANO

   Los ruidos molestos son una lacra que nació en la tecnología del sonido, cuando multiplicarlo equivalía a status, porque era más alto y agudo que el del vecino.
   Desde los barrios marginales con la bullera hasta llegar a los coquetos boliches de Nueva Córdoba, el ruido que se hizo rey de la noche ocasionó más de una reacción violenta y muchas enemistades.
   Ser vecino de un boliche, de un departamento ocupado por estudiantes ruidosos o por habitantes que abusan de la paciencia ajena, en cualquier punto de la ciudad, es una desvalorización de la propiedad y un constante padecimiento que se agudiza los fines de semana.
   La Municipalidad no cuenta con tantos inspectores como los que se necesitan para controlar desbordes, terminar con las permanentes agresiones acústicas y restablecer una necesaria corriente de respeto por el prójimo y por las leyes y ordenanzas.
   Además, no han sido pocos los casos de connivencia entre controladores e infractores.
   Por eso fue que ocurrió ese reciente episodio en que un vecino tuvo que llegar a la amenaza armada para hacer respetar su derecho al descanso.
   Porque si las autoridades ejercieran su cometido, estas situaciones no se repetirían.
   No es buena la justicia por mano propia, pero es peor la indiferencia de quien debe protegernos.

LA POLICIA Y LOS NARCOS

   Como si viviéramos algo nuevo, la realidad nos demostró la sospecha que aquí en Córdoba, muy cerca de nosotros, existen nexos y obvios arreglos entre malos policías y patriarcas del narcotráfico.
   Por aquello de que cualquiera sabe donde, quienes y a cuánto se comercializa la droga, era de cajón que la impunidad se compraba, porque era más que llamativo que el único sector desde donde miraban para otro lado, era el de las autoridades.
   No quiero abundar en consideraciones porque el asunto está en manos de la Justicia y hay por menos en lo visible, una muerte que bien puede haber sido -inventemos una palabra- algo así como un “suicinato”.
   La cadena de complicidades, la prosperidad súbita y otros indicios, abrieron por ejemplo en Colombia, después Brasil, luego en México y en otras geografías, el camino hacia la cartelización que es el peor escenario que estamos avizorando los cordobeses.
   En buena hora que el campanazo para iniciar una lucha en serio haya partido del periodismo, y más desde esta casa.
   Roguemos que la ciudadanía aporte lo suyo al igual que los legisladores, para evitar el horror de ver tanta sangre y tanta mugre humana, partiendo desde el definido sector de los narcos.
   Porque esos dos elementos, la mugre y la sangre, ya nos ha salpicado demasiado.

MIRAR HACIA ARRIBA

   Desde que era jovencito, uno de mis placeres caminando por el centro, era mirar hacia los balcones no por una actitud de romanticismo, sino para descubrir una estética urbana en la que pocos reparaban.
   Luego con los años el progreso le puso una cortina a ese paisaje y surgieron las glorietas, las enredaderas, los carteles publicitarios y la invasión de palomas con su vocación de bombardearnos con lo suyo.
   Las cosas han cambiado.
   Ahora con una simple, necesaria e impostergable poda, volvemos a recrear la vista y el espíritu mirando hacia arriba, para descubrir detalles magníficos de una arquitectura olvidada, vaya ironía, por el progreso.
   Haga la prueba, recorra la peatonal y sin descuidarse y mirando por donde camina porque el olvidado ahora es el piso, levante los ojos y prepárese para la sorpresa a cada paso.
   Y comprenderá, a lo mejor con algo de intima vergüenza, que no conocía a esta Córdoba sorprendente, en la plenitud de cada rincón.
   Realmente es un placer que lo invito a experimentar.

HOY, 55 AÑOS EN LA PROFESION

   No se equivocó Malcolm Forbes, que para pensar no era tonto, cuando sostuvo que “La jubilación mata más gente que el trabajo”.
   Y es cierto, porque si a uno le toca -como a la enorme mayoría- la mala suerte de no cobrar una jubilación de privilegio, corre el riesgo de pasar a las huestes de los desposeídos.
   Por eso, porque me encantan los manjares, el buen vino, viajar y esquivarle a las penurias, no me jubilé de mi vocación y he seguido trabajando, para llegar, precisamente hoy, a cumplir 55 años ininterrumpidos en el ejercicio del periodismo que para mí no es un trabajo sino una pasión, un vicio, una adicción.
   He pasado ya ni me acuerdo por cuántas redacciones de diarios, revistas, radios, noticieros de cine y canales de televisión, en muchos tramos de mi vida con una curiosa simultaneidad, que a la hora de hacer números, suman 110 años efectivos.
   No es lo mío un acontecimiento social, no es para tapa de diarios, recibir distinciones, reconocimientos, estatuillas o saludos protocolares.
   Los que abrazamos esta profesión, sin dudas la más invadida del universo, sabemos que nuestra lucha es hacia fuera y hacia adentro, contra los oportunistas y los avivados de siempre que se cuelgan de una ideología, de un personaje o de una promesa; pontifican aquí y allá, a los cuatro vientos y juegan a que son comunicadores.
   Puede que eso sea divertido, que les permita facturar y socializar mejor que si fueran carpinteros, farmacéuticos o artesanos -solo por citar casos distintos- pero cuando desnudan su liviandad de conceptos o el compromiso es solo parcial, interesado y sectorizado, es que descubrimos a los invasores de los que recién hablaba.
   Lo quiero festejar simbólicamente, sin ceremonias, misas de acción de gracias, homenajes o cualquier otra de las acostumbradas manifestaciones para casos similares.
   Todavía tengo amigos de fierro y colegas a los que admiro y frecuento, porque quiero seguir aprendiendo.
   Quiero celebrarlo evocando momentos, trayendo al alma instantes únicos, recordando a los afectos que me acompañaron y me acompañan: a mi familia que le tocó sufrir las persecuciones que me agobiaron, las presiones, las amenazas y los malos ratos.
   De no ser por ellos, probablemente hubieran tambaleado mis convicciones y al primer traspié hubiera tirado la toalla.
   Debo ser agradecido con los que me enseñaron, cuando el periodismo se ejercía y no había aulas para aprender.
   Debo caer a la folklórica simpleza de confesar que mi universidad fue la calle, las angustias, conocer el mundo, acercarme al horror, vivir instancias mágicas, llorar a escondidas y ser feliz con la sencillez de un abrazo, de una caricia o de una palabra.
   Porque pese a los contratiempos, al sufrimiento, a la marginación laboral de algunos sectores, cada uno de nosotros tiene el mejor antídoto contra eso que es sentirse libre; sentirse útil.
   Solo esto quería decirles, como una confesión de vida, que en 55 años de trabajo me colmó de sorpresas.
   En este mundo, aquí donde nadie regala nada salvo que sea un despreciable demagogo, no existe placer mayor que seguir trabajando; no abandonar lo alcanzado, porque la meta está siempre enfrente de nosotros.
   Y los malos momentos, la indiferencia y las traiciones, en lugar de amontonarlos para que te hagan daño, hay que seguir el dictado de Roberto Stevenson, quien tuvo la genialidad de decir “Mi memoria es magnífica para olvidar”.
   A mi edad y con 55 años de periodismo sobre mis hombros y dentro del alma, no es necesario tocarle el timbre a la nostalgia.
   Ella, esa dama sensual e imprescindible, tiene siempre sus puertas abiertas.

EL DIA DEL MAESTRO

   Cuando activo la memoria y mi neurona me lleva hacia la escuela primaria, me encuentro con que una de las que fui alumno ahora es un Shopping y la otra, el Pio Décimo de los salesianos, se me traspapeló en la bruma de los almanaques.
   Soy de los tiempos en que la maestra, hasta primero superior, era nuestra segunda mamá.
   De tercero a quinto grado era la persona que más sabía de la vida y sobre todo la que no perdonaba los horrores de ortografía, mi desequilibrio matemático o los intrincados tiempos de los verbos.
   Ya en sexto, dejaba de ser la segunda mamá, y era la peor de nuestras censoras, la que nos convencía que el Everest era más alto que el Cerro de las Rosas, y que San Martín había cruzado los Andes.
   Y la maestra, frente a nuestra explosión hormonal, se transformaba mágicamente en un precoz objeto de deseo.
   Así es como no olvido mis primeros viajes imaginarios a los más recónditos rincones del planeta, la importancia del Pi 3,1416 o aquella fantasía de las frases que según la edulcorada historia, habían pronunciado nuestros próceres al morir.
   Pero tampoco olvido las torneadas piernas de Marta Ceballos, la ternura y los ojazos de Perla Grimaut de Milich que debe andar por noventa y tantos años, siempre lúcida, madre de La Larva que es mi amigo y de Cristina.  
   También me resulta inolvidable el fervor etílico de un par de maestros que tenía en los salesianos.
    Son parte de mis nostalgias como ejemplos docentes, la Mima, Rosalba y Lucy Scanferlatto.
   Es ahora, que valoro mucho más el sacrificio y el compromiso de la vocación por enseñar, al menos en aquellos tiempos que la maestra era modelo y ejemplo y no compinche para sus alumnos.
   Que educaba y se llevaba tareas a su casa.
   Que nos instruía para el aula y para la vida, a diferencia de la actualidad que por imposición de circunstancias son cocineras, confidentes, enfermeras, asesoras de sexo y administradoras.
   Si el niño por aquellos tiempos tenía malas notas, el culpable era el niño, como nunca debió ser de otra manera.
   Ahora si el niño repite grado, la culpa es de la maestra, muchas veces obligada a soportar agresiones del grupo familiar de algún descarriado.
   Por eso mi homenaje, no tan solo a quienes con su sentido del sacrificio tuvieron la dura tarea de intentar desburrarme, sino a las que me marcaron un camino de decencia, de honestidad, de respeto y de compromiso con el prójimo.
   Aquellas maestras, mis maestras, siguen siendo iguales a las maestras de hoy, con los cambios lógicos que sobrevinieron con la llegada del progreso en las comunicaciones.
   Si hablamos de vocación, cada maestra sabe cuál es la cuota de entrega que ha puesto al servicio de sus alumnos.
   Mi admiración, mi respeto y mi cariño por ellas.
   Por las de ahora y por las otras, las que quedaron allá lejos pero muy dentro de mí, atesoradas en un rincón de mi alma de niño.

SENSACIONES DEMASIADO MOLESTAS

   Estoy seguro que no faltarán quienes consideren que desde este espacio el tema inseguridad es recurrente, reiterativo y tomado como un ataque casi permanente a la institución policial.
   Pero la realidad es la realidad y eso que dejamos de lado todo lo que pueda emparentarse con las estadísticas, porque desde el poder las manejan a su antojo y las interpretan como mejor les conviene.
   Ocurre con la inflación, con la desocupación, con la pobreza, con los resultados electorales y con otros índices vinculados a la vida de los argentinos.
   ¿Se habrán convencido también en Córdoba, que la inseguridad no es solo una sensación?
   La enorme cantidad de asaltos, arrebatos, secuestros virtuales y otros delitos contra la propiedad y la seguridad de las personas, es alarmante aunque solo tomemos en cuenta los hechos que se denuncian o que trascienden.
   Porque lo otro: lo oculto; la basura debajo de la alfombra de muchos despachos oficiales, es parte de una realidad que nos esconden, para culpar a los medios de instaurar lo que ellos le llaman sensación.
   El delito crece exponencialmente.
   La gente lo sabe, pero nada cambiará mientras no exista una política integral de seguridad, que tenga a la protección del ciudadano como prioridad.
   Que los de arriba caigan en cuenta, por favor, que los remiendos no sirven para nada.

LA MEGACAUSA

   Durante dos meses, el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales, organizó un Concurso de monografías sobre Medidas Cautelares en el Proceso Penal.
   Guillermo Luis Lucas, abogado, actualmente preso en Bouwer con prisión preventiva, desde agosto de 2011, recibió una mención especial por su trabajo y quiero leer algunos párrafos.
   “La prisión preventiva es la más grave de las medidas cautelares y su aplicación debe ser excepcional. En Córdoba, el sistema penal existente la ha consagrado como sinónimo y única manera de aplicación de una cautelar, lo que significa lisa y llanamente que la mínima sospecha contra una persona sobre la comisión de un delito conduce al encierro, con el consiguiente aislamiento.
   Preocupa a los organismos internacionales la excesiva duración y el excesivo recurso a la detención preventiva por delitos que no parecen ser mayormente graves... Constituye un grave problema la sistemática falta de datos sobre el uso excesivo de la prisión preventiva.
   Un relevamiento de la situación actual en el Pabellón B-2 del Módulo MD II del complejo Carcelario Padre Luchesse, en Bouwer, correspondiente al Servicio Penitenciario de Córdoba, plasma que 46,7% son presos sin juicio y 58,3% llegan presos al debate, con lo cual la probabilidad de condena se incrementa y además supera el 60 por ciento los imputados por delitos excarcelables.
  Concluye el Dr. Lucas sosteniendo que “Es necesario investigar en profundidad el problema para conocerlo y encontrar soluciones... Las propuestas de cambio planteadas comprenden: debatir el dictado de la prisión en una audiencia oral, con un juez imparcial, garantizando al imputado el derecho a ser oído y crear un organismo que pueda realizar un permanente monitoreo de la situación”.
   Los números hablan por sí solos. Parece que a Bouwer le están sobrando varios presos, mientras que al Poder Judicial le falta trabajo, control y alguien que descubra la verdad real, que parece inquietar a más de uno de los poderosos.
   La monografía completa puede ser consultada en la edición del diario “Comercio y Justicia” del martes pasado.































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