Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su
programa “Síganme los buenos” emitido el domingo 08/09/13 por AM580 Radio
Universidad de Córdoba.
¿ES
HORA DE LA SINCERIDAD?
Haber elevado el piso para el cobro del
impuesto a las ganancias es una medida digna de todo aplauso y reconocimiento,
como reacción ante el clamor popular que de la manera como se aplicaba, no
dejaba de ser un despojo.
Los jubilados siguen siendo víctimas de la
sinrazón porque lo que cobran no es ninguna ganancia ni lucro, sino que
recuperan una parte de todo lo que le prestaron al Estado durante años y años,
para que lo administrara correctamente.
Pero si le buscamos la quinta pata al gato,
debemos tomar esa medida como una reacción lógica emergente del último
resultado electoral.
Y como se trata de un oportuno movimiento
nacido en el sinceramiento, le aporta al poder central un plus de credibilidad
y sensibilidad social.
De la misma manera, entonces, sería oportuno
sincerar otras situaciones pendientes como por ejemplo ciertas inauditas trabas
a importaciones estratégicas que mantengan la industrialización del país, los
patrimonios cuestionados, la situación judicial de Boudoú, el “affaire” de las
viviendas que manejaba Schoklender en nombre de una entidad tan cara al
sentimiento nacional, el creciente endeudamiento externo y otras materias que
necesitan la aprobación de la ciudadanía.
Así como el decreto sobre el impuesto a las
ganancias fue aplaudido, más nos encantaría saber que la sinceridad también
alcanza a todas las acciones en las que el gobierno o sus funcionarios tienen
que ver.
Simplemente en homenaje a un detalle: la
salud republicana que los argentinos merecemos sea preservada.
ESTREPITO
CIUDADANO
Los ruidos molestos son
una lacra que nació en la tecnología del sonido, cuando multiplicarlo equivalía
a status, porque era más alto y agudo que el del vecino.
Desde los barrios marginales con la bullera
hasta llegar a los coquetos boliches de Nueva Córdoba, el ruido que se hizo rey
de la noche ocasionó más de una reacción violenta y muchas enemistades.
Ser vecino de un boliche, de un departamento
ocupado por estudiantes ruidosos o por habitantes que abusan de la paciencia
ajena, en cualquier punto de la ciudad, es una desvalorización de la propiedad
y un constante padecimiento que se agudiza los fines de semana.
La Municipalidad no cuenta con tantos inspectores
como los que se necesitan para controlar desbordes, terminar con las
permanentes agresiones acústicas y restablecer una necesaria corriente de
respeto por el prójimo y por las leyes y ordenanzas.
Además, no han sido pocos los casos de
connivencia entre controladores e infractores.
Por eso fue que ocurrió ese reciente
episodio en que un vecino tuvo que llegar a la amenaza armada para hacer
respetar su derecho al descanso.
Porque si las autoridades ejercieran su
cometido, estas situaciones no se repetirían.
No es buena la justicia por mano propia,
pero es peor la indiferencia de quien debe protegernos.
LA POLICIA Y LOS NARCOS
Como si viviéramos algo nuevo, la realidad
nos demostró la sospecha que aquí en Córdoba, muy cerca de nosotros, existen
nexos y obvios arreglos entre malos policías y patriarcas del narcotráfico.
Por aquello de que cualquiera sabe donde,
quienes y a cuánto se comercializa la droga, era de cajón que la impunidad se
compraba, porque era más que llamativo que el único sector desde donde miraban
para otro lado, era el de las autoridades.
No quiero abundar en consideraciones porque
el asunto está en manos de la
Justicia y hay por menos en lo visible, una muerte que bien
puede haber sido -inventemos una palabra- algo así como un “suicinato”.
La cadena de complicidades, la prosperidad
súbita y otros indicios, abrieron por ejemplo en Colombia, después Brasil,
luego en México y en otras geografías, el camino hacia la cartelización que es
el peor escenario que estamos avizorando los cordobeses.
En buena hora que el campanazo para iniciar
una lucha en serio haya partido del periodismo, y más desde esta casa.
Roguemos que la ciudadanía aporte lo suyo al
igual que los legisladores, para evitar el horror de ver tanta sangre y tanta
mugre humana, partiendo desde el definido sector de los narcos.
Porque esos dos elementos, la mugre y la sangre,
ya nos ha salpicado demasiado.
MIRAR
HACIA ARRIBA
Desde que era jovencito,
uno de mis placeres caminando por el centro, era mirar hacia los balcones no
por una actitud de romanticismo, sino para descubrir una estética urbana en la
que pocos reparaban.
Luego con los años el progreso le puso una
cortina a ese paisaje y surgieron las glorietas, las enredaderas, los carteles
publicitarios y la invasión de palomas con su vocación de bombardearnos con lo
suyo.
Las cosas han cambiado.
Ahora con una simple, necesaria e
impostergable poda, volvemos a recrear la vista y el espíritu mirando hacia
arriba, para descubrir detalles magníficos de una arquitectura olvidada, vaya
ironía, por el progreso.
Haga la prueba, recorra la peatonal y sin
descuidarse y mirando por donde camina porque el olvidado ahora es el piso,
levante los ojos y prepárese para la sorpresa a cada paso.
Y comprenderá, a lo mejor con algo de intima
vergüenza, que no conocía a esta Córdoba sorprendente, en la plenitud de cada
rincón.
Realmente es un placer que lo invito a
experimentar.
HOY,
55 AÑOS EN LA PROFESION
No se equivocó Malcolm Forbes, que para
pensar no era tonto, cuando sostuvo que “La jubilación mata más gente que el
trabajo”.
Y es cierto, porque si a uno le toca -como a
la enorme mayoría- la mala suerte de no cobrar una jubilación de privilegio,
corre el riesgo de pasar a las huestes de los desposeídos.
Por eso, porque me encantan los manjares, el
buen vino, viajar y esquivarle a las penurias, no me jubilé de mi vocación y he
seguido trabajando, para llegar, precisamente hoy, a cumplir 55 años
ininterrumpidos en el ejercicio del periodismo que para mí no es un trabajo
sino una pasión, un vicio, una adicción.
He pasado ya ni me acuerdo por cuántas
redacciones de diarios, revistas, radios, noticieros de cine y canales de
televisión, en muchos tramos de mi vida con una curiosa simultaneidad, que a la
hora de hacer números, suman 110 años efectivos.
No es lo mío un acontecimiento social, no es
para tapa de diarios, recibir distinciones, reconocimientos, estatuillas o
saludos protocolares.
Los que abrazamos esta profesión, sin dudas
la más invadida del universo, sabemos que nuestra lucha es hacia fuera y hacia
adentro, contra los oportunistas y los avivados de siempre que se cuelgan de
una ideología, de un personaje o de una promesa; pontifican aquí y allá, a los
cuatro vientos y juegan a que son comunicadores.
Puede que eso sea divertido, que les permita
facturar y socializar mejor que si fueran carpinteros, farmacéuticos o
artesanos -solo por citar casos distintos- pero cuando desnudan su liviandad de
conceptos o el compromiso es solo parcial, interesado y sectorizado, es que
descubrimos a los invasores de los que recién hablaba.
Lo quiero festejar simbólicamente, sin
ceremonias, misas de acción de gracias, homenajes o cualquier otra de las
acostumbradas manifestaciones para casos similares.
Todavía tengo amigos de fierro y colegas a
los que admiro y frecuento, porque quiero seguir aprendiendo.
Quiero celebrarlo evocando momentos,
trayendo al alma instantes únicos, recordando a los afectos que me acompañaron
y me acompañan: a mi familia que le tocó sufrir las persecuciones que me
agobiaron, las presiones, las amenazas y los malos ratos.
De no ser por ellos, probablemente hubieran
tambaleado mis convicciones y al primer traspié hubiera tirado la toalla.
Debo ser agradecido con los que me
enseñaron, cuando el periodismo se ejercía y no había aulas para aprender.
Debo caer a la folklórica simpleza de
confesar que mi universidad fue la calle, las angustias, conocer el mundo,
acercarme al horror, vivir instancias mágicas, llorar a escondidas y ser feliz
con la sencillez de un abrazo, de una caricia o de una palabra.
Porque pese a los contratiempos, al
sufrimiento, a la marginación laboral de algunos sectores, cada uno de nosotros
tiene el mejor antídoto contra eso que es sentirse libre; sentirse útil.
Solo esto quería decirles, como una
confesión de vida, que en 55 años de trabajo me colmó de sorpresas.
En este mundo, aquí donde nadie regala nada
salvo que sea un despreciable demagogo, no existe placer mayor que seguir
trabajando; no abandonar lo alcanzado, porque la meta está siempre enfrente de
nosotros.
Y los malos momentos, la indiferencia y las
traiciones, en lugar de amontonarlos para que te hagan daño, hay que seguir el
dictado de Roberto Stevenson, quien tuvo la genialidad de decir “Mi memoria es
magnífica para olvidar”.
A mi edad y con 55 años de periodismo sobre
mis hombros y dentro del alma, no es necesario tocarle el timbre a la
nostalgia.
Ella, esa dama sensual e imprescindible,
tiene siempre sus puertas abiertas.
EL
DIA DEL MAESTRO
Cuando activo
la memoria y mi neurona me lleva hacia la escuela primaria, me encuentro con
que una de las que fui alumno ahora es un Shopping y la otra, el Pio Décimo de
los salesianos, se me traspapeló en la bruma de los almanaques.
Soy de los tiempos en que la maestra, hasta
primero superior, era nuestra segunda mamá.
De tercero a quinto grado era la persona que
más sabía de la vida y sobre todo la que no perdonaba los horrores de
ortografía, mi desequilibrio matemático o los intrincados tiempos de los
verbos.
Ya en sexto, dejaba de ser la segunda mamá,
y era la peor de nuestras censoras, la que nos convencía que el Everest era más
alto que el Cerro de las Rosas, y que San Martín había cruzado los Andes.
Y la maestra, frente a nuestra explosión
hormonal, se transformaba mágicamente en un precoz objeto de deseo.
Así es como no olvido mis primeros viajes
imaginarios a los más recónditos rincones del planeta, la importancia del Pi
3,1416 o aquella fantasía de las frases que según la edulcorada historia,
habían pronunciado nuestros próceres al morir.
Pero tampoco olvido las torneadas piernas de
Marta Ceballos, la ternura y los ojazos de Perla Grimaut de Milich que debe
andar por noventa y tantos años, siempre lúcida, madre de La Larva que es mi amigo y de
Cristina.
También me resulta inolvidable el fervor
etílico de un par de maestros que tenía en los salesianos.
Son parte de mis nostalgias como ejemplos
docentes, la Mima,
Rosalba y Lucy Scanferlatto.
Es ahora, que valoro mucho más el sacrificio
y el compromiso de la vocación por enseñar, al menos en aquellos tiempos que la
maestra era modelo y ejemplo y no compinche para sus alumnos.
Que educaba y se llevaba tareas a su casa.
Que nos instruía para el aula y para la
vida, a diferencia de la actualidad que por imposición de circunstancias son
cocineras, confidentes, enfermeras, asesoras de sexo y administradoras.
Si el niño por aquellos tiempos tenía malas
notas, el culpable era el niño, como nunca debió ser de otra manera.
Ahora si el niño repite grado, la culpa es
de la maestra, muchas veces obligada a soportar agresiones del grupo familiar
de algún descarriado.
Por eso mi homenaje, no tan solo a quienes
con su sentido del sacrificio tuvieron la dura tarea de intentar desburrarme,
sino a las que me marcaron un camino de decencia, de honestidad, de respeto y
de compromiso con el prójimo.
Aquellas maestras, mis maestras, siguen
siendo iguales a las maestras de hoy, con los cambios lógicos que sobrevinieron
con la llegada del progreso en las comunicaciones.
Si hablamos de vocación, cada maestra sabe
cuál es la cuota de entrega que ha puesto al servicio de sus alumnos.
Mi admiración, mi respeto y mi cariño por
ellas.
Por las de ahora y por las otras, las que
quedaron allá lejos pero muy dentro de mí, atesoradas en un rincón de mi alma
de niño.
SENSACIONES
DEMASIADO MOLESTAS
Estoy seguro que no faltarán quienes
consideren que desde este espacio el tema inseguridad es recurrente,
reiterativo y tomado como un ataque casi permanente a la institución policial.
Pero la realidad es la realidad y eso que
dejamos de lado todo lo que pueda emparentarse con las estadísticas, porque
desde el poder las manejan a su antojo y las interpretan como mejor les
conviene.
Ocurre con la inflación, con la
desocupación, con la pobreza, con los resultados electorales y con otros
índices vinculados a la vida de los argentinos.
¿Se habrán convencido también en Córdoba,
que la inseguridad no es solo una sensación?
La enorme cantidad de asaltos, arrebatos,
secuestros virtuales y otros delitos contra la propiedad y la seguridad de las
personas, es alarmante aunque solo tomemos en cuenta los hechos que se
denuncian o que trascienden.
Porque lo otro: lo oculto; la basura debajo
de la alfombra de muchos despachos oficiales, es parte de una realidad que nos esconden,
para culpar a los medios de instaurar lo que ellos le llaman sensación.
El delito crece exponencialmente.
La gente lo sabe, pero nada cambiará
mientras no exista una política integral de seguridad, que tenga a la
protección del ciudadano como prioridad.
Que los de arriba caigan en cuenta, por
favor, que los remiendos no sirven para nada.
LA MEGACAUSA
Durante
dos meses, el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales,
organizó un Concurso de monografías sobre Medidas Cautelares en el Proceso
Penal.
Guillermo Luis Lucas, abogado, actualmente preso en Bouwer con prisión
preventiva, desde agosto de 2011, recibió una mención especial por su trabajo y
quiero leer algunos párrafos.
“La prisión preventiva es la más grave de
las medidas cautelares y su aplicación debe ser excepcional. En Córdoba, el
sistema penal existente la ha consagrado como sinónimo y única manera de
aplicación de una cautelar, lo que significa lisa y llanamente que la mínima
sospecha contra una persona sobre la comisión de un delito conduce al encierro,
con el consiguiente aislamiento.
Preocupa a los organismos internacionales la
excesiva duración y el excesivo recurso a la detención preventiva por delitos
que no parecen ser mayormente graves... Constituye un grave problema la sistemática
falta de datos sobre el uso excesivo de la prisión preventiva.
Un relevamiento de la situación actual en el
Pabellón B-2 del Módulo MD II del complejo Carcelario Padre Luchesse, en
Bouwer, correspondiente al Servicio Penitenciario de Córdoba, plasma que 46,7%
son presos sin juicio y 58,3% llegan presos al debate, con lo cual la probabilidad
de condena se incrementa y además supera el 60 por ciento los imputados por
delitos excarcelables.
Concluye el Dr. Lucas sosteniendo que “Es
necesario investigar en profundidad el problema para conocerlo y encontrar
soluciones... Las propuestas de cambio planteadas comprenden: debatir el
dictado de la prisión en una audiencia oral, con un juez imparcial,
garantizando al imputado el derecho a ser oído y crear un organismo que pueda
realizar un permanente monitoreo de la situación”.
Los números hablan por sí solos. Parece que
a Bouwer le están sobrando varios presos, mientras que al Poder Judicial le
falta trabajo, control y alguien que descubra la verdad real, que parece
inquietar a más de uno de los poderosos.
La monografía completa puede ser consultada
en la edición del diario “Comercio y Justicia” del martes pasado.
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