El jefe nacional de los
ministros sigue en su ímproba tarea de culpar a cualquiera con tal de no
ejercer eso tan preciado para la democracia, como lo es la autocrítica. Deja de
lado las internas partidarias, los desacuerdos y las evidentes improlijidades
en su relación con el joven Kicillof pero hasta el momento ha evitado señalar al
o a los responsables -que desde adentro y por impericia o error- nos llevó a la
situación que estamos viviendo. Resumiendo y con respecto a la actual crisis
“verdeazulada” del país, habló de una presión psicológica sobre la economía y
dijo ”sentir vergüenza por la actitud antipatriótica” de comerciantes y
empresarios, al considerarla una postura “de desestabilización de carácter
económico”.
Me pareció entonces pertinente, más allá de
la sorda lucha de los números, las estadísticas, las cotizaciones, los cepos y
el blue, recrear algunos conceptos enunciados en mi espacio radial con relación
al patriotismo:
“Cumplimos más de dos siglos como Nación y
es como si no hubiéramos aprovechado las lecciones de nuestra propia
historia.
Desde la escuela primaria nos vienen
metiendo en la cabeza algo parecido a la simpleza sin complicaciones, para
hacernos entender que la Patria
es la Bandera,
la escarapela o el Himno Nacional.
Los políticos en algo coinciden, al pensar a
la Patria como
la construcción de una obra gigantesca, para nuestro bienestar y para todos los
hombres del mundo que quieran habitar su suelo y considero oportuno opinar qué
es la Patria,
al menos desde mi humilde condición de ciudadano.
La
Patria debe ser el paraíso donde podamos vivir en paz y en
libertad.
La
Patria es decencia, trabajo, sacrificio.
La
Patria no es la beca para no trabajar, ni es el bolsón.
La
Patria es honestidad, entrega, amor por las raíces y
generosidad con nuestro prójimo.
La
Patria es construir y no mentir.
Es buscar el bien común.
Es gobernar y obrar sin soberbia ni
autoritarismo.
La
Patria es administrar honradamente lo que tenemos y erigir
aquello que necesitamos.
La
Patria, por muchos bastardamente devaluada en su concepto, es
educación, seguridad, justicia y salud para todos, sin elegidos ni marginados.
La
Patria es el respeto a los que piensan distinto.
A la Patria -para no olvidarlo jamás- la hacemos en la
ciudad y en el campo.
La transpiramos en la calle, en las escuelas
y en el surco.
Más nos demoraremos en gozarla, cuanto más
nos demoremos en construirla.
Y la
vida que merecemos los argentinos, por las riquezas que la Patria tiene, nos lleva más
de dos siglos de ventaja.
Nos
estamos resignando peligrosamente a perder demasiado tiempo, mientras seguimos
esperando aquella Revolución que se inició en 1810.
A la Patria enferma no se la cura con jarabe de pico,
dijo Anzoátegui.
La
Patria no es un reñidero donde las pasiones se desbordan y la
violencia nos domina.
La
Patria es el diálogo, el disenso, la discusión, el debate.
La
Patria no es de civiles ni de militares, sino de argentinos.
La
Patria no es Lanata, ni es fútbol para todos.
La
Patria no es Menéndez, pero tampoco lo es Firmenich.
No lo es de los ricos ni de los pobres, sino
de los ciudadanos probos y honestos.
La
Patria se dignifica con el trabajo, y cuando no hay, es
necesario crearlo, porque la
Patria es producción más que subsidios.
La
Patria es también rebeldía ante lo injusto, cariño por lo
nuestro y respeto hacia los demás.
La
Patria envilecida por la corrupción, solo se sana con
justicia independiente.
A esta Patria la haremos grande cuando
estemos unidos, y juntos ahuyentemos a los fantasmas de la discordia y las
miserias que se fortalecen con los resentimientos.
Parece mentira, que a más de dos siglos de
su nacimiento, la Patria
todavía no tenga definida su identidad.
La tendrá sin dudas, cuando podamos
coincidir pobres y ricos, ciudad y campo, profesionales y estudiantes, civiles
y militares, peronistas y radicales, liberales e izquierdosos, rubios y morochos, en que la
única bandera del país debe ser el esfuerzo con decencia.
Ese día maravilloso, marcará la verdadera
fecha de nuestro alumbramiento como Nación.
Trabajemos juntos, empecemos ya, para que la
desunión y los desencuentros no sigan siendo más rápidos que los almanaques”.
Gonio Ferrari
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