Con
un apresuramiento encomiable, el gobierno puso a consideración de la
gente el boceto de un nuevo billete que suplanta al que lleva la
imagen de Domingo Faustino Sarmiento, (a) “Cuyano alborotador”, y
para algunos es una especie de castigo por el fracaso del insigne
educador en la formación de muchos padres de actuales encumbrados
funcionarios.
Tiempo
atrás y durante los últimos estertores del entonces desgobierno
militar, el tema Malvinas fue un inmejorable y sangriento pretexto
para la delirante vocación de eternidad en el poder, que abrigaban
los que en poco tiempo lograron ser rotulados como salvajes
genocidas.
Sin
ánimo de mezclar pretextos -y roguemos que así sea- vendría de
perillas la aparición del nuevo billete con la actual coyuntura
nacional, complicada en lo monetario por el mayor espacio que día a
día van requiriendo los bolsillos no por abundancia de dinero, sino
por acumulación de billetes con los que se compra mucho menos que
antes.
En
pocas palabras, la sociedad clama por monedas de 5 pesos y papeles de
200 y de 500.
Y
cuando la demanda social es mayor, ¡nos vienen con billetes de $ 50,
que requieren el doble de espacio que nuestro máximo valor!
Dejemos
de lado esta nueva y risueña incoherencia y hagamos fuerza para
imponer el billete de $ 500, que no ocasionaría más trabajo que el
que le llevó a este veterano periodista juguetear con el “pothoshop”
y el modelo tan pomposamente anunciado y mostrado ayer.
Y
de paso, le hagamos aunque sea un lugarcito, en una esquina perdida o
en el reverso del billete, al Ilustre Sanjuanino que seguirá
teniendo detractores, pero algo hizo por la educación en el país.
Porque
no es cuestión que con cada billete nuevo que aparezca, matemos la
memoria de un prócer, haya sido o no cuestionado.
Para
que nadie se ofenda, se puede esgrimir como excusa, en esta ocasión
válida para algunos sectores, que la década ganada ha sido tan
exitosa que la historia, de antemano, ya la está multiplicando por
50.
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