Desgrabación de los
comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos”
del 04-05-14 emitido por AM580 Radio Universidad de Córdoba
LOS CAMBIOS EN LA
MUNI
La crisis municipal, derivada no tan solo de
las sospechas de actos reprobables mediáticamente divulgados que pudieran haber
cometido los renunciantes, sino por tomar una simple visión de la ciudad y su
estado, ha provocado cambios de nombres y algunos anuncios bien nacidos de una
leve autocrítica de su principal responsable, es decir el joven intendente.
Lógicamente, el contribuyente tiene siempre
el derecho a protestar por aquello que paga y no se le brinda, o es de mala
calidad, pero también es cierto que no siempre la responsabilidad absoluta debe
caer en la conducción política de esta Córdoba padeciente.
Es demasiado complicado vivir enfrentando un
estado de conflicto permanente como el que a veces con alevosía plantea la
conducción sindical, sin importarle un pito las carencias de quienes, por vía
impositiva, tributan para que los empleados municipales de esta ciudad sean por
lejos los mejor pagos del país que se llevan en sueldos, la verdad, más del 60
por ciento de lo que se recauda.
Y lo más ridículo, que como hay tareas que
no realizan debido a paros, asambleas que son paros encubiertos, tomas de
dependencias y otras medidas de acción directa, la comuna debe tercerizarlas en
un intento por cubrir las necesidades y demandas de los vecinos.
Sin embargo, no siempre se conocen los
reales alcances de los acuerdos que cierran la conducción política y la
dirigencia sindical, aunque nunca falta quien los haga trascender.
Parte del núcleo de la negociación, me
comentaron, es la incorporación de familiares de los dirigentes y delegados, a
la planta de personal.
Ahora con los concursos, es probable que eso
resulte más complicado de alcanzar, a menos que existan los acomodos de
siempre, las ayudas y el innegable peso del amiguismo, disfrazado de compromiso.
Detectar esas actitudes resulta demasiado
fácil: basta con hurgar en los legajos y establecer los parentescos, aunque en
el caso de los pagos de facturas políticas es siempre complicado que existan
pruebas.
Lo importante no es anunciar cambios para
librarse del lazo de los cuestionamientos, sino que esos cambios, con el
tiempo, se noten en los resultados de la gestión y en la calidad y continuidad
de los servicios.
Porque pase lo que pase con los meneados
concursos, ya está a la vista un mayor crecimiento de la planta de personal.
Y nuestra municipalidad, “la muni”, no
necesita más gente que cobre y figure, sino que sobra holgadamente con los que
están, pero que trabajen.
Como debe ser.
EL DESQUICIO CARCELARIO
Si se llega a un grado de impunidad como el
demostrado, es porque todos los frenos legales y éticos se han visto superados,
avasallados por una realidad que no es nueva pero a la que siempre se le dio la
espalda.
Las cárceles
cordobesas son un desastre, porque el Estado provincial lo permite o no le
preocupa que sean así.
Una boba
explicación es que si no se aflojan las exigencias, los controles y la
seguridad, los motines florecerían a diario y es más barato hacer la vista
gorda que enfrentarse a un sangriento desastre como ya tantas veces ha
ocurrido.
Lo que llama la
atención, si así fue, que los propios presos ya identificados hayan puesto sus
cabezas a merced del verdugo que para ellos es la ley: mostrarse en tales
actitudes les asegura por lo menos mayor dureza en el trato que han de recibir,
con relación a las visitas.
Un famoso
preso alojado tiempo atrás en la Penitenciaría me supo comentar en un reportaje que
“por lo que se sabe, a la droga no la salimos a comprar nosotros y es difícil
que las traigan las visitas por el rigor de las requisas personales. A muchas
visitas las conocen más por el culo que por la cara”, me decía el preso.
Toda una
sentencia que al tomar estado público en nada modificó el reiterado ingreso de
sustancias prohibidas al penal, tanto así que el alcohol y las pastillas
pasaron al casi intrascendente chiquitaje del segundo plano.
Era la hora
de la marihuana y de la cocaína.
La droga no
llega en paracaídas, pero allí está.
Igual que los
celulares y las armas, hasta el punto que funcionan virtuales “call’s center’s”
para la consumación de variados delitos.
Pese a este develado panorama infernal,
nadie renunció.
La función periodística no es en absoluto
equiparable a las de los defensores, fiscales, jueces ni verdugos, pero frente
a la crisis de autoridad, cuando la sociedad advierte que el respeto a la ley
ha sido derrotado por la impunidad delictiva y la inacción gubernamental, apela
a los medios de comunicación por entender que las soluciones se alcanzan solo
por la vía del escándalo.
Es por eso
que muchas veces hemos calificado al nuestro como “país de soluciones pos
mortem” porque siempre es necesario que alguien muera para que las autoridades
se movilicen en procura de solucionar un determinado problema.
Pero el tema
de las cárceles ya ha sobrepasado la más febril de las imaginaciones, cuando nos enteramos de manera
fílmicamente documentada, de la existencia real de teléfonos ligados a
Internet, armas y drogas en un penal de máxima seguridad, lo que nos lleva a
pensar que en los otros más permeables el comercio y el consumo ilegales
son una fiesta.
No es cuestión de acusar a nadie al voleo,
sino de investigar con seriedad y sin compromisos, amiguismos u ocultas
“relaciones comerciales”.
No es bueno
tender la cortina de humo que significan los consumidores de cocaína, los
tenedores de armas o los usuarios de teléfonos, porque esa cortina les otorga
tiempo y cubre a los verdaderos responsables de esta ridícula aunque no inédita
situación.
Investigar a
todos, pero con todo, a través de la Justicia: en sus costumbres, en sus amistades, en
su patrimonio, en sus legajos, pero que no se salve nadie.
Es la mejor
manera de rendir homenaje de reconocimiento a la sacrificada y riesgosa tarea
de los guardiacárceles decentes, que deben soportar la eterna mochila de la sospecha
por la deshonestidad de algunos vivillos que seguramente no actúan solos, a la
hora de hacer daño y enriquecerse.
DIA
MUNDIAL DE LA LIBERTAD DE
PRENSA
Ayer fue el Día Universal de la Libertad de Expresión.
Suele ser un argumento de los gobiernos
autoritarios, sostener que le esta otorgando a los medios periodísticos y por
ende a la ciudadanía, el beneficio o la gracia de poder decir lo que se les
antoje.
La necedad está en que ningún gobierno
debiera asumir esa temeraria potestad, porque la verdad sea dicha, es un
derecho consagrado en nuestra Constitución Nacional y es básico en los genuinos
sistemas democráticos.
Si desde el poder se pregona la generosidad
de dejarnos opinar o hablar, es cuando más se esconde la censura disfrazada de
varias sutiles maneras, como son el condicionamiento económico a través de la
pauta publicitaria, la discriminación a la hora de informar o el perverso y tan
aplicado sistema de premios y castigos.
Existe entre nosotros y ya es conocida por
su práctica habitual, la malsana costumbre oficial de suponer que con la
onerosa y por lo general inoportuna publicidad de los actos de gobierno, que es
un disfraz de promoción partidaria, se compran aplausos.
O que con los montos exagerados que se
destinan a los medios de mayor audiencia, se pagan silencios.
Ambas posturas, en definitiva, son dos de
las visiones que nos aporta esa insuperable vocación por la hipocresía que
caracteriza a muchos de nuestros políticos, y más aún cuando manejan eso tan
sensual que es el poder.
Después de todo, el hecho de sentirse
salvajemente libre está en cada uno de nosotros, con una sutil diferencia: los
que tomamos esa actitud como una forma de vida, y los grises que al quedar bien
con Dios y con Satanás, creen que transmiten una imagen de libertad.
Y a la hora de hablar de libertad de prensa,
mi abierto desdén profesional a los que se dicen colegas, enrolados ahora en
esa curiosa y obsecuente figura del “periodismo militante”, cuando solo son
exagerados propagandistas de un modelo que con tal actitud exacerbada, luce
decadente.
Por suerte, nos conocemos todos.
MAS SOBRE LA
MEGACAUSA
En la última y reciente audiencia por la Megacausa del Registro,
Guillermo solicitó la palabra y manifestó alguna de las
irregularidades que le tocara padecer en
este proceso: la prisión preventiva, convertida en esta causa en
sistemática y extorsiva, declaró que ni bien llegó a Bouwer un grupo de
presos y abogados le aconsejaron que en "la causa del
Registro" había que declararse culpable, porque a quienes defendían su
inocencia les iba peor.
Además, la conformación de una comisión
especial para juzgar, siempre el mismo fiscal, el mismo juez y la misma Cámara,
quienes al contar con una idea preconcebida, condenan a todos por igual,
con pruebas o sin ellas.
La denegatoria a recibir lo que sea
favorable al imputado, y la demora en acceder a medios como los soportes
técnicos, con los que la fiscalía trabaja.
El acusado y ahora liberado manifestó
también que habiendo pasado más de 30 testigos y culminado el debate, nadie
habló de los hechos que eran motivo de la acusación fiscal.
A lo largo de 5 meses se habló de los
orígenes del Registro, de los Registros de otras provincias, de los diferentes
directores, de la
Universidad de Derecho, de sus cátedras, del examen de la
hija de Olga Riutort, del fútbol y de los asados, pero poco se dijo de los
supuestos delitos por los que se intentó justificar durante años el encierro de
los imputados, que fueron encarcelados mucho antes de ser juzgados, sin
importar el respeto a su inocencia y que han llegado a juicio con una condena
cumplida.
Solo un testigo, empleado del Registro y
colaborador, relató los supuestos hechos, manifestando ante una pregunta
del fiscal que no se había establecido vinculación entre ellos y los imputados.
Se pidió reconstruir el hecho, lo que fue
denegado, alegando que se atribuye participación sobre la base de
indicios como son los contactos del celular o agenda, haber trabajado en
la misma repartición o haber dado clases en la misma cátedra de la
facultad.
Nuestro Código Penal exige que una
acusación sea clara y circunstanciada: debe decir qué hice, cuándo, dónde y
cómo, algo que no se ha visto en este juicio, expresó Guillermo ante el
tribunal.
Las versiones indirectas que no pueden ser
reconstruidas y crecen al amparo de una misma y siempre única comisión
juzgadora, que mantiene encerrados a los acusados durante años vulnerando todos
sus derechos para legitimar finalmente, con
pomposas noticias mediáticas las condenas ya cumplidas, están muy lejos,
demasiado lejos de ser justicia, aunque algún desprevenido pueda creerlo.
TRENES AÑORADOS
Cuando tiempo atrás, en los años de Carlos
Saúl I de Anillaco, el progresista y visionario Felipe Cavallo decretara la
muerte del tren, en el cortejo fúnebre iban también decenas de poblaciones que
nacieron, crecieron y se multiplicaron hasta sucumbir a la vera de los rieles.
Sin velatorio, algunos restos todavía son
herrumbrados y mudos testigos de la ignominia, perpetrada en nombre de
intereses que no eran los de la clase trabajadora ni estaban emparentados con
una economía más abierta a la especulación que a la producción.
La cultura del plazo fijo, de la bicicleta
financiera y de la usura estaban por encima de la acentuada decadencia
nacional, que se traducía en privaciones de las clases más postergadas y en el
obsceno y sostenido enriquecimiento de los poderosos.
Aquellos impúdicos tiempos de la economía
argentina que se robustecía al fiado sin pensar que después -ahora- lo
pagaríamos tan caro, eran movilizados por el motor de un justicialismo distinto
al actual, pero peronismo al fin, aunque entre los que mandan existan
demasiados renegados.
¿Ha llegado acaso la hora de resucitar al
tren?
¿Seguirá el interior, en caso que eso se
produjera, subsidiando a los trenes urbanos de Buenos Aires mientras entre
nosotros volverán a circular los coches desvencijados, las locomotoras
jubiladas, el material rodante de principios del siglo pasado y las vías
gastadas, ruidosas e inseguras?
Uno entiende que porteños y bonaerenses
necesitan desplazarse por una geografía muy distinta a la del interior por su
densidad, pero aquí necesitamos ese servicio vital, para ver si así
descongestionamos las rutas de tránsito pesado e intenso, y de paso bajamos las
espantosas estadísticas de accidentes y de muerte.
Esto, siempre y cuando el poder entienda que
si bien allá aportan la mitad o más de los votos del país, a nosotros nos
asiste el mismo sagrado derecho.
El derecho a la vida.
PESTE NARANJA
En varios puntos de la ciudad, especialmente
en aquellos donde suele darse una elevada concentración de vehículos, se han
apropiado de lo que le llaman cuidar el estacionamiento, varios avivados que
sin escrúpulo alguno aprietan con sus bravatas a los automovilistas, para
cobrar sumas exageradas por una dudosa tarea para la que no están autorizados.
Es probable que algún despistado piense que
esto se trate de un ataque a la libertad de trabajar, que es insensibilidad
social, que no es bueno impedir que los más postergados se la rebusquen y
cualquier otra tontera por el estilo.
Se puede trabajar, siempre que se haga
dentro de la ley, sin cometer abusos ni aplicar la prepotencia de los que se
adueñan de la calle, especialmente de noche, y esquilman a quienes por temor se
ven obligados a pagar, y peor aún por adelantado, a un servicio que en la
mayoría de los casos no se brinda.
Esto ocurre porque los avivados,
generalmente disfrazados de naranjitas, una vez que hicieron diferencia, se
desplazan a otros sectores o directamente desaparecen.
La violencia es habitual entre estos
personajes, lo que aporta certeza que el negocio es altamente rentable, con
cero de esfuerzo y menos aún de responsabilidad.
La tarifa legal es de cuatro pesos la hora,
en los lugares y con los naranjitas autorizados, que suelen también ser
víctimas de los prepotentes.
Aconsejaría, frente a casos de agresiones,
llamar a la policía, pero sería en vano porque si demoran para concurrir al
lugar de un hecho importante, para estas minucias ni siquiera pensarlo.
Haga una cosa: si tiene celular, sáquele una
foto a quien le exija más de lo legal o lo amenace con dañar su vehículo.
Verá qué buen resultado da esa reacción,
mientras no le rompan el celular por la cabeza.
DE LA SOTA
AYUDADOR
La situación económico financiera de la
provincia, bien lo sabemos, no es floreciente ni mucho menos, con varios
sectores en terapia intensiva y recibiendo oxígeno de a ratos y en algunos
casos por lástima política.
Sin embargo y como parte de su intensa y
onerosa campaña de posicionamiento nacional con ambiciones presidencialistas,
nuestro gobernador pretende hacernos creer que nuestra floreciente provincia
son solo caminos, arreglos de escuelas, boleto educativo gratuito y alguna otra
medida de efecto mediático.
No estamos bien, con una industria en
retroceso lo que se traduce en suspensiones por falta de ventas, comercios que
pretenden salvarse elevando los precios, turismo en baja pese a los feriados
largos, inseguridad en franco ascenso mezclada con el motín y el narconegocio
policial, los secuestros virtuales desde las cárceles y la caprichosa
aplicación de la tasa vial a los combustibles.
Los jubilados siguen padeciendo la ignominia
en la demora de seis meses para el cobro de las actualizaciones, los aumentos
otorgados de palabra que ya están siendo devorados por la inflación, y el
gobernador que invierte esta situación alarmante pregonando que desde el nivel
nacional se niegan a recibir la ayuda que les ofrece.
¿Qué ayuda puede brindar aquel que se lo
lleva la corriente a quien está en tierra más o menos firme?
Es casi lo que le puede ocurrir a una
persona que se está ahogando, pide auxilio, viene alguien a tenderle una mano
cobrándole por el servicio, y la futura víctima con el agua entrándole ya por
la nariz, alcanza a balbucear que prefiere esperar a otro que lo ayude más
barato.
Y así estamos.
NUEVO APRIETE DE MOYANO
No sea cosa que me vayan a cuestionar,
diciendo que estoy contra el derecho de huelga.
Estoy si, abiertamente en desacuerdo, con
los paros inútiles que a nada conducen y que solo sirven a las apetencias de la
dirigencia por posicionarse, y ganar espacios políticos que los acerquen a
otras metas, por lo general alejadas de los intereses de los trabajadores.
Los paros que se anuncian con demasiada
antelación tienen el perfume del apriete, de la presión, del llamado a negociar
algo.
Basta solo con recordar a Saúl Ubaldini y su
despiadado sentido de las paralizaciones, con más de una docena de las cuales
saboteó, desde el brazo gremial del peronismo de entonces, la legitimidad del
gobierno alfonsinista.
Ahora pasa más o menos lo mismo, con otros
nuevos protagonistas pero casi con idéntica mecánica carente de sustento como
lo es la propuesta superadora de una realidad que nos carcome.
¿Pretende el señor Moyano que con un paro
cambien las cosas?
Es ridículo tan solo pensarlo y con eso
basta para descalificar el sentido popular de la medida, como si las bases lo
que quisieran fuera cobrar menos a fin de mes.
Las bases lo que reclaman es más trabajo,
mejores sueldos, mayor respeto a su tarea y basta de cierres, suspensiones y
especulaciones empresarias.
Un día perdido para la inmensa mayoría,
porque no se recuerda que en nuestro país, alguien haya motorizado un paro para
trabajar más, que es lo que necesitamos.
Si ocurriera alguna vez, no dejaría de ser
saludable.
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