Desgrabación de los
comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos”
del 22 de junio de 2014 emitido por AM580 Radio
Universidad de Córdoba.
El buitre ya de por sí es un bicho
desagradable, de feo aspecto, color indefinido, carroñero y por todo eso,
despreciable y supongo que con esos fundamentos en ningún hogar creo que pueda
ser tenido como mascota.
Por eso me había hecho a la idea de no
hablar de ellos porque la verdad ya estoy harto con todas las comparaciones
inteligentes, oportunas, bobas o imbéciles que se han hecho con este pajarraco
y la tarea de algunos cobradores internacionales que pretenden que les
paguemos.
Entonces, en lugar de hablar de buitres,
quiero hablar de hogares o casas y de países, si se me permite sintetizar que
un país es un hogar o una casa grande, y un hogar equivale a un país chico.
Espero entenderme.
Si en la casa se dan cuenta durante varios
meses que no van a llegar a fin de mes, lo más simple es que hagan compras de
plasmas, aires acondicionados, electrodomésticos y otros chiches con dinero
plástico, que comienza a generar esa especie de bola de nieve que termina en la
desfinanciación, el incumplimiento y la inhabilitación de la tarjeta.
Al banco no se puede ir porque los dueños de
casa están en la tapa del Veraz, y aparte porque los bancos en general, con sus
exigencias, solo le prestan dinero a
todo aquél que demuestre que no lo necesita.
Las opciones no son muchas: hay que apelar
al usurero y cuando se firman los papeles con ese carancho, se sabe cuánto
costará y en dónde hay que pagarlo.
Pero como hay necesidad, no importa a cuánto
suba la deuda, total la pateamos para adelante. De todas maneras los bienes
comprados ya están en la casa: vemos el mundial con el plasma enorme, gozamos
del placentero ambiente climatizado y buscamos convencernos que eso es el
Paraíso.
Con los países pasa lo mismo, pero en mucho
mayor escala.
Cuando las autoridades fueron al usurero
porque nadie hacía cola para prestarnos plata, ya sabían cuáles eran las
condiciones de la operación, pero la desesperación les hizo firmar pese a leer
la letra chica y sabiendo que nos estaban arrancando la cabeza.
Y al no pagar, sucede lo mismo tanto en la
casa como en el país.
Los que prestan quieren cobrar y van a la
casa, se llevan el plasma, los aires acondicionados y todos los otros chiches,
y aparte siguen apretando por más efectivo.
En el país hay alguna diferencia, porque
cuando a veces se pone como pretexto que la toma de deuda es para caminos,
hospitales, escuelas, viviendas, tecnología, industrialización, seguridad,
justicia y otros rubros, los prestamistas se ponen locos al advertir que no
tienen qué llevarse para satisfacer lo que no les pagan.
Entonces, es cuando en el país no quieren
sacar sus aviones ni sus barcos afuera ni exponer nada que sea embargable y
desde esa posición de debilidad, sus autoridades pretenden imponer condiciones
que ya eran harto conocidas por lo desventajosas.
Es para pensar que sería aconsejable no tan
solo descalificar al usurero cabrón y abusivo, sino mirar un poquito hacia
adentro, con algo de honestidad y de sentido autocrítico, para hurgar en qué
agujero negro fue a parar el caudal de millones que nos reclaman.
DIA DE LA BANDERA
Cuando de símbolos se habla, los argentinos no somos lo que se dice un ejemplo, porque enarbolamos la bandera si la recibimos de regalo en alguna promoción, no cantamos el himno sino que hacemos playback y ponernos una escarapela es para muchos insensibles como si les violaran el corazón.
No pocos argentinos harían un papelón si les pidiéramos, simplemente, que hicieran tan solo una somera descripción de nuestro Escudo Nacional.
Esto no es un ataque de nacionalismo, sino la enunciación de una realidad, que por lo general tratamos de pasar por alto cuando somos mayores, porque al hacer memoria advertimos cuán pocos se ocuparon de que sintiéramos en el alma los colores celeste y blanco.
Los intentos de la escuela no siempre se ajustan a una normativa, o no alcanzan.
Es en el hogar donde se deben fortalecer los lazos entre la persona y la Patria en la enseñanza diaria, en lo cotidiano, en lo simple, para no llegar a lo que ahora vemos, que se considera más a la bandera de un partido político o de un equipo de fútbol, que a la enseña nacional.
Nuestra bandera merece respeto y reverencia.
Y la mejor manera de respetarla es ser fieles a los principios, preceptos, derechos y también obligaciones que encierra en sus pliegues ese sagrado trozo de tela.
Cambiar los días en que se escribió nuestra historia es un insulto a la memoria, como suele suceder, según caigan las fiestas cívicas, con nuestro ciclotímico almanaque.
Y por lo que se dice, para estimular el turismo interno.
La Patria es posiblemente como la familia: solo sentimos su valor cuando la perdemos.
Tampoco se equivoca el pensador Jaime Barylko al sostener que “El abanderado tiene sentido si se integra a todos los elementos simbólicos. Hoy, las fiestas patrias son para lavar el auto”.
Si a veces, duele ver esa indiferencia, que es la hermana menor de esa otra tortura a la que muchos le llaman olvido.
Cuando de símbolos se habla, los argentinos no somos lo que se dice un ejemplo, porque enarbolamos la bandera si la recibimos de regalo en alguna promoción, no cantamos el himno sino que hacemos playback y ponernos una escarapela es para muchos insensibles como si les violaran el corazón.
No pocos argentinos harían un papelón si les pidiéramos, simplemente, que hicieran tan solo una somera descripción de nuestro Escudo Nacional.
Esto no es un ataque de nacionalismo, sino la enunciación de una realidad, que por lo general tratamos de pasar por alto cuando somos mayores, porque al hacer memoria advertimos cuán pocos se ocuparon de que sintiéramos en el alma los colores celeste y blanco.
Los intentos de la escuela no siempre se ajustan a una normativa, o no alcanzan.
Es en el hogar donde se deben fortalecer los lazos entre la persona y la Patria en la enseñanza diaria, en lo cotidiano, en lo simple, para no llegar a lo que ahora vemos, que se considera más a la bandera de un partido político o de un equipo de fútbol, que a la enseña nacional.
Nuestra bandera merece respeto y reverencia.
Y la mejor manera de respetarla es ser fieles a los principios, preceptos, derechos y también obligaciones que encierra en sus pliegues ese sagrado trozo de tela.
Cambiar los días en que se escribió nuestra historia es un insulto a la memoria, como suele suceder, según caigan las fiestas cívicas, con nuestro ciclotímico almanaque.
Y por lo que se dice, para estimular el turismo interno.
La Patria es posiblemente como la familia: solo sentimos su valor cuando la perdemos.
Tampoco se equivoca el pensador Jaime Barylko al sostener que “El abanderado tiene sentido si se integra a todos los elementos simbólicos. Hoy, las fiestas patrias son para lavar el auto”.
Si a veces, duele ver esa indiferencia, que es la hermana menor de esa otra tortura a la que muchos le llaman olvido.
NUESTRA SELECCIÓN
Cuando en un partido de fútbol la estrella
resulta ser el arquero de un equipo, es porque les cascotearon el rancho y
estuvieron los guantes salvadores del buzo número uno.
Ayer nuestro representativo, para su
entrenador nacional y popular, le ganó a un conjunto que en Córdoba
participaría de la liga comercial que existía años antes, con Gath & Cháves,
Imprenta La Moneda,
etc. que sabían jugar cerca de la cancha de Talleres o junto al Puente La Tablada.
Si hacemos otras comparaciones y barajando
números, con el sueldo que cobra Higuain en su club, alcanza para pagarle a
todo el plantel iraní que se maneja por un sistema mucho más emparentado con lo
amateur que con el profesionalismo.
En pocas palabras, transpirar la camiseta,
dejar de lado actitudes soberbias y honrar los colores porque están
representando a una Nación.
Es probable que vayamos de menor a mayor, de
acuerdo con las exigencias que planteen los próximos adversarios, pero se me
escaparon todas las alarmas de la angustia, cuando pensé qué podría suceder si
con la displicencia argentina de ayer, nos agarraba Alemania o Ghana.
Las cosas no comenzaron bien porque en el
primer partido terminamos pidiendo la hora y en el segundo, agradeciendo tanta
habilidad concentrada en las piernitas cortas de Messi.
Pero el resto, aparte del sentido de
heroísmo del arquero, último bastión de una casi carente vergüenza deportiva,
pensó que era un simple trámite y que en el primer tiempo ya tendrían definido
el resultado.
Es probable que se hayan contagiado del
absurdo y desmedido triunfalismo de un sector del periodismo, que vive
comercialmente de los éxitos y no cobra por los fracasos.
Y un último detalle al margen: me revienta
la irrespetuosidad con esa manera de graznar nuestro Himno Nacional.
DEFAULT NACIONAL Y QUIEBRA CORDOBESA
Por momentos aparece como alarmante la
postura de nuestro cordobesísimo gobernador
cuando concurre a
encriptados y onerosos espacios de opinión -algunos
periodísticos- y se expresa como si estuviera en un púlpito, enjuiciando a los
pecadores, evitando el “mea culpa” y planteando situaciones ideales y totalmente
divorciadas de la realidad.
José Manuel De la Sota calificó de “grave” a la
coyuntura en la que quedó el país, tras el rechazo de la Corte Suprema de
Estados Unidos al pedido de la
Argentina para revisar los fallos adversos contra los fondos
buitre y preguntó a la presidenta Cristina Fernández: “¿por qué no arregló
antes?”. Si ella sabía que nos iba a salir en contra hubiera mandado a alguien
que arreglara. Ahora tenemos el fallo y una situación enorme”, dijo en el
lagartísimo show de la mañana.
De la Sota aseguró que escuchó “con
preocupación el mensaje de la
Presidenta” y le aconsejó “que llame a los gobernadores, a
los dirigentes de la oposición” porque “este es un tema que supera el mandato
de ella”.
Le pidió a la Sra. Cristina “que a
la decisión no la tome en soledad, que escuche a otras partes. A ella le quedan
500 días de Presidenta y no puede tomar sola una decisión de este tipo, tiene
que participar el Congreso. Hay que ver cómo de manera práctica podemos
encontrar una salida”.
Una pinturita, palabras sentidas, consejos
de un político casi veterano pero con menos sustento lógico que un rinoceronte
en vuelo.
¿Por qué el querido cordobés no arregló
antes la injusticia con los jubilados, a los que somete al escarnio del despojo
disfrazado de legalidad, solo porque pasó por una unicameral con brazos de yeso
y obediencia debida?
¿Por qué se siguieron despilfarrando
recursos de los pasivos con la repartija alevosa de beneficios a gente que no
aportó jamás o lo hizo con una consentida mezquindad?
¿Por qué tantos otros gastos superfluos y
las cifras monstruosas que mueve la publicidad oficial?
¿Por qué no se reúne el gobernador con los
jubilados -dueños de esos dineros- para consensuar una solución y no anunciar
las medidas perjudiciales y negativas en la soledad de su egoísmo político?
Así como ahora exige a la Nación el pago de lo que
dice que nos debe, que tenga la grandeza de cancelar esa otra deuda, más
doméstica, ofensiva y avasallante del derecho que sin ninguna duda ni vergüenza
mantiene con los pasivos cordobeses.
Se inquieta y asombra por el “default”
nacional y esconde su propia quiebra.
Una quiebra que más allá de los números
negativos y los padecimientos de los postergados que todo lo merecen por
viejos, ha quebrado el cristal de la confianza, del respeto y del compromiso,
que son los elementos que más votos recogen en las campañas proselitistas donde
la hipocresía es la primera actriz.
Así, ¿presidente? ni de un club de barrio.
LA MEGACAUSA
Si se trata de reflexionar sobre las
condenas, bueno sería refrescar la memoria de la gente con el caso de Andrés
Pérez, quien continúa bregando por su inocencia.
Fue condenado en el marco de esta causa
en julio del 2011 y la sentencia no está firme por cuanto se encuentra en
Casación ante el TSJ de Córdoba desde aquella época.
Hace pocos días le devolvieron a Perez
la computadora que le fuera secuestrada en el año 2009 con motivo de su
detención, y que había reclamado reiteradamente, por ser la única que posee.
Creo que ni siquiera analizaron su contenido ni nada de eso fue utilizado como
prueba.
El Manual de Amnistía Internacional sobre
juicios justos describe el derecho a la presunción de inocencia, a ser juzgado
por un tribunal competente, independiente e imparcial, a un juicio público y a
una sentencia fundada.
La presunción de inocencia implica que
la acusación ha de probar la culpabilidad de la persona acusada y si
existe una duda razonable, el acusado no puede ser declarado
culpable.
La Comisión Interamericana
considera que debe eliminarse toda definición de delito que se fundamente
en mera sospecha o asociación, pues traspasa la carga de la prueba y
viola la presunción de inocencia.
Es en este marco que muchos en la causa del
Registro continúan reclamando una revisión de sus sentencias, que fueron
basadas en meras sospechas, contactos o agendas telefónicas o lugar de trabajo
y no en pruebas reales.
La misma Comisión ha establecido el Derecho
a que una persona condenada pueda reclamar una revisión auténtica de su
sentencia evitando toda excesiva burocracia y ateniéndose a los mismos
principios exigidos para los juicios justos.
José Saramago dice que “cada día va
quedando mas claro en todo el mundo que el problema de la justicia no es de la
justicia, sino de los jueces. La justicia está en las leyes, en los
códigos, luego debería ser fácil aplicarla. Bastaría saber leer, entender
lo que está escrito, escuchar de manera imparcial las alegaciones del
acusador y del acusado, las testimonios, si los hubiere, y finalmente, en
conciencia, juzgar."
En un estado de Norteamérica se ha creado
desde el año 2010 un "Programa de Condenas Injustas", así se titula,
como iniciativa innovadora para responder a los reclamos de inocencia y evitar
que se pronuncien sentencias ilegales.
Existe también en el mundo, y desde el año
2012 también en Latinoamérica, el Proyecto Inocente, dedicado a la liberación
de personas sentenciadas erróneamente y a colaborar en la implementación de
reformas judiciales para la construcción de mejores sistemas de justicia.
Alcanzar verdadera Justicia es una
construcción y una responsabilidad de todos.
EL
SEÑOR INVIERNO
Mi termostato, que lógicamente no funciona
como en sus mejores épocas, todavía no me hizo sentir el rigor de una helada.
Así y todo, el invierno se vino casi sin aviso, precedido por temperaturas
agradables, salvo algunos días que presagiaron el frío inminente, durante ese
casi eterno y único otoño que por fortuna gozamos los cordobeses.
El invierno tiene para muchos un encanto
particular y para otros, muchos también, la incomodidad de tanta ropa encima,
el peligro de la gripe, las narices húmedas y la molestia de la escarcha en las
veredas.
Y ahora que llegó, es cuando vemos que se
presentan problemas iguales o más graves que en ese otro extremo del
calendario, porque el voltaje de la 220 baja y daña, mientras aumentan el
consumo y el costo de la electricidad.
En consecuencia, los culpables de esos
problemas somos nosotros, los usuarios que sostenemos el sistema porque
consumimos en exceso, y no los dueños de la energía que gastan la recaudación
en obras que anuncian, a veces colocan la piedra fundamental, lo publicitan a
diestra y siniestra pero que jamás alcanzan.
Y vemos con pena y mucho de impotencia que
la historieta se repite: en verano la culpa es de los acondicionadores de aire,
de los ventiladores y de las heladeras, mientras que en invierno la
responsabilidad por el deficiente servicio se la endilgan a las estufas, los
caloventores y los calefactores.
Resumiendo, la culpa es nuestra y jamás de
la imprevisión de ellos, que bien se ocupan de cobrar sumas suculentas por una
eficiencia que no tienen, pero se olvidan de equiparse para enfrentar algo tan
previsible como el calor del verano o el frío del invierno.
Y no nos respeten como usuarios, porque
tienen la soberbia del monopolio.
Pero si alguna vez las cosas se hicieran con
seriedad, y se permitiera la generación de energía por otros prestadores, muy
distinta sería la situación.
No me refiero, de ninguna manera, a la
privatización de la EPEC,
sino a su modernización tecnológica y a su despolitización, para que alguna vez
sea eficiente y con tarifas accesibles, y no con los absurdos excesos actuales
que más se destinan al pago de sueldos que al sostenimiento del sistema.
Porque de última, a ellos poco les importa
cobrar la energía más cara del país, porque tienen más de tres millones de
rehenes que religiosamente pagan los caprichos de los inoperantes.
En pocas palabras, porque pagamos nosotros,
y ellos jamás pagaron mi un mísero kilovatio.
LA CIUDAD
CONTRA EL
VANDALISMO
Si recorremos la ciudad, podemos advertir
que poco a poco, lentamente, algunas cosas van cambiando aunque reste mucho por
hacer todavía.
En la iluminación de los barrios se avanzó,
hubo reemplazo de luminarias y las tan postergadas tareas de bacheo mejoraron
bastante el deplorable aspecto que mostraban nuestras calles.
En las plazas públicas fueron repuestos los
juegos y en otros casos agregados a las que no contaban con ellos.
La gente es como si recién comenzara a
descifrar el sistema de transporte urbano y con los cambios que se hacen sobre
la marcha para optimizarlos, se ajusta cada vez más a las necesidades de los
vecinos.
Sin embargo hay un detalle pernicioso, que
para su erradicación es necesario el firme compromiso de los cordobeses, que es
terminar con el vandalismo.
Las luces que se reponen duran a veces solo
horas, lo mismo que los juegos de las plazas, porque al no ser eficiente el
patrullaje policial, los dañinos de siempre que necesitan el amparo de las
penumbras hacen lo que se les antoja.
Y los que se llevan los juegos a sus casas,
o se contentan con romperlos, también lo hacen porque saben que cuentan con
impunidad.
El día
que exista una tarea conjunta en ese sentido entre municipalidad y policía,
habremos dado como ciudad un importante paso hacia el progreso.
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