LOS MAL DISIMULADOS SILENCIOS
POSTERIORES A UN DRAMA AL QUE
BUSCAN RESTARLE IMPORTANCIA
Seguramente el fervor desestabilizante del gorilaje enquistado en los
medios concentrados y hegemónicos liderados por ese traidor a la Patria que es Magnetto y
alentado por el gordo “Larrata”, los Leuco y todo ese periodismo cipayo que
responde a los mandatos de “la opo”, son los responsables que en algunos
sectores vendepatrias se asigne calidad de drama para el kirchnerismo, lo
ocurrido en las elecciones de Córdoba, Mendoza, La Pampa , Santa Fe, la Capital Federal y algún otro
lugar del territorio argentino.
Y más llaman la atención los descalificados pretextos que se esgrimen,
por ejemplo sostener que “siguen creciendo en Buenos Aires” o que el
apabullante triunfo del “Sr. Geniol” como un conocido columnista bautizara a
Rodríguez Larreta, es fácilmente reversible en una segunda vuelta, pese a que
el candidato a enfrentarlo se expone a un papelón aún mayor y ha quedado fuera
de carrera “el caballo del/la comisario/a”, ese genial administrador de dineros
del pueblo que dilapida un millón de dólares diarios para vender la imagen de
una línea aérea de bandera próspera y correctamente equilibrada.
Tampoco es cuestión de tomar esos resultados nacionalizándolos, creyendo
que es el rostro anticipado de octubre, porque a esta altura del año, de la
gestión y de las indefiniciones de los opositores que es más lo que se pelean
que lo que coinciden, sería aventurado pensar así en lugar de asignarles a las
derrotas del oficialismo el rango de llamados de atención o voces de alarma que
a veces la soberbia desoye.
Los disculpadores de siempre se han tomado vacaciones de invierno, o
viven con resignación la espera del libreto con instrucciones, que les permitan
encarar a cámaras y micrófonos con alguna cuota de seriedad y de ese elemento
más requerido como escaso, que es la aceptación de lo ocurrido.
De paso, bueno sería que alguien se ocupara de replantear el respeto por
las reglas de juego y la observancia de las leyes, sin caer al impune autoritarismo
fascista de utilizar medios del Estado -que pagamos todos- al servicio del
partido gobernante, en función de la campaña proselitista que persigue
“entronizar” a los candidatos del poder y sus aliados.
Es cierto y en tal sentido los números son terminantes: el kirchnerismo
ha crecido en todo el país y desde la nada con relación a su pasado
inexistente, carente de blasones, de luchas o de conquistas que ha venido
consolidando durante más de una década de la mano del asistencialismo, la
demagogia y el endeudamiento.
No hay que negar -necio sería caer en eso- que parte del malestar social
con el que se encontraron al asumir está siendo superado merced a la generosa
mecánica del subsidio, alimentado por el despojo a buena parte de la clase
trabajadora y de los jubilados que deben tributar obligadamente como si el
sueldo fuera ganancia neta.
Pero volviendo al tema del comentario, que es el abordaje de las últimas
elecciones, lo que más extraña es esa actitud de ocultamiento de una realidad
que es auspiciosa para muchos y calamitosa para otros, sobre todo por tratarse
de una situación que amerita la divulgación de la postura gubernamental frente
a un hecho cívico y tan trascendente en el ejercicio de la democracia.
Eso no sería mezclar al Estado con el partido gobernante, sino orientar
a la sociedad que ahora afronta la inquietud de no encontrar adecuada
contención frente a un hecho impensado, si nos atenemos al exitismo previo que
implantara en la gente el conjunto de medios afines al kirchnerismo, que solo
se ocuparon de minimizar y descalificar a los adversarios y a la matemática certeza
de los números.
Los argentinos, o una inmensa mayoría, esperábamos esta vez con ansias
el domingo a la noche, que la cadena nacional sirviera para fortalecer los
lazos que aún dentro del disenso, unen a gobernantes y gobernados.
En verdad, debimos conformarnos con conocer vía redes sociales y en
idioma inglés, que la realidad griega era más trascendente que la nuestra.
De los griegos, de su ciencia, de sus ruinas y de sus enormes
pensadores, la mayoría solo sabe que para comprar cigarrillos, hay que pedir
“papastratos”.
Gonio Ferrari
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