DE CANUTOS, EMBUTES, AMURAMIENTOS Y
LA KIRCHNERISTA POLÍTICA DE “LA BURRA”
En la marginalidad del hampa se
utilizan términos que han superado al lunfardo y que sin llegar a constituir un
“slang” como el que aplican en los bajos neoyorkinos o en los suburbios
londinenses, no deja de inspirar curiosidad cuando trascienden y la sociedad en
su conjunto se entera de su existencia.
Esconder algo valioso que ha
sido malhabido, aún se practica en pozos cavados y aislados del agua, la tierra
y la humedad, debajo de un mosaico determinado cuya ubicación en la casa
“aguantadero” es conocida por unos pocos “beneficiarios” del botín. Allí
también se esconden armas y municiones.
Son asimismo parte de viejas
historias los amuramientos, que es cerrar cavidades en las paredes como si
fuera un muro normal, en casos empapelado o coquetamente pintado, a donde las
novelas policiales refieren que incluso dejaron a más de un ser humano
condenado a una espantosa muerte entre sordos alaridos, decretada por los
integrantes de la gavilla.
Otra de las maneras de aislarse
de pruebas comprometedoras como es la tenencia de dinero “físico” en papel
contante y sonante o metálico, solía ser habitual en los funcionarios venales
de algunos países africanos o fuera de esa geografía, no tan importantes en el
concierto mundial: gestionaban cuentas en Suiza donde les ofrecían absolutas
garantías de secreto y discrecionalidad y allí dejaban el producto de sus
fechorías.
Es probable que existan mil
maniobras distintas surgidas de la necesidad de ocultar dinero y la imaginación
y creatividad de los delincuentes fueron llevadas a la práctica cuando se conocieron
tantas grupos terroristas o del fundamentalismo religioso de cualquier color.
Panteones, nichos, sillones, ataúdes,
entretelas de sobretodos, arcones blindados, anaqueles de heladeras, barriles
con oscuros líquidos y doble fondo, paneles interiores de vehículos, quillas de
barcos, ruedas de aviones y en centenares de lugares inimaginables se
escondieron fortunas cuya recuperación corrió suerte diversa y no existen
estadísticas al respecto.
En viejas capillas de siglos
atrás, oratorios, iglesias y catedrales seguramente contaban con espacios
secretos para esconder tesoros al resguardo de los pillos.
Viajando en el tiempo, sabemos
ahora que “la burra” es el nombre que para los “soldados de la causa” enrolados en la
corriente depredadora de los “K” -sin dejar de reconocer que también había
algunos decentes- tenían los dineros producto de coimas, “retornos” y otras
maniobras que se perpetraron a lo largo de la década ganada (que lo fue para
muchos) para apropiarse de fondos del tesoro nacional, mientras declamaban sus
intenciones destinadas a los desposeídos y marginados, con el mentiroso rótulo
de la inclusión social.
Se trata del “dinero físico”
que embriagaba a El Que Partió, a quien le encantaba verlo, olerlo y abrazarlo
emulando a lo que de chicos pensábamos que era una fantasía, cuando mirábamos
en las revistas al Tio Patilludo nadando en su piscina repleta de dinero.
La Justicia aunque no es tanto
que haya pisado el acelerador, al menos ha soltado el pedal del freno y viene
apurando las acciones tendientes a poner en claro lo del convento de las
monjitas, que es solo un resonante episodio por sus características, pero que
en lo cuantitativo y a la luz de lo que se viene ventilando, no sería otra cosa
que “un vuelto”.
López no está loco pese a que
la endeble defensa de la cumbiera le haya aconsejado que obrara como tal. Lo
bueno es que por lo general la cercanía de una celda frunce el que te dije,
afloja memorias y destroza silenciosos pactos.
Y si De Vido y la Señora Que Ya
Fue sostienen que ignoraban las oscuras
maniobras de su empleado jerarquizado y de absoluta y añeja confianza, no deja
de ser un insulto hacia la propia y pretendida inteligencia de ambos. Y en
cuanto a las monjitas destinatarias de tantas limosnas, visitas y regalos, el
mismísimo Papa Francisco debiera activar sus mecanismos de sospechas, esos
mecanismos que cualquier alto dignatario posee.
“La burra” que ya está a buen
recaudo en manos de la Severa Imparcialidad, tuvo el destino que merece un
pueblo sufrido, engañado, saqueado y ofendido por quienes soñaron con tener en
sus vastedades geográficas, mil piletas como la del Tio Patilludo.
Gonio Ferrari
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