23 de junio de 2016

Lo de siempre -----------------------------------------------------

LA SOLUCIÓN POST MORTEM PARA EL CASO DE
UNA JOVENCITA QUE MURIÓ POR NEGLIGENCIA 

El innecesario faro sin mar requería la presencia
simbólica de olas y el cemento  suplantó al agua 
salobre. Esa fue  la  tumba de una niña inocente

   De qué puede servir, ni siquiera de consuelo o de resignación frente a lo inmodificable, conocer de quién fue la responsabilidad de no actuar de manera preventiva, frente a una situación que tarde o temprano, por eso de la vocación transgresora de los argentinos, inexorablemente tenía que suceder.
   Poco y nada sirvieron a lo largo de la historia “No pisar el césped”, “Prohibido escupir en el suelo”, “Se ruega silencio después de las 21 hs.”, “Prohibido descender por la puerta delantera”, “No conversar con el conductor”, “Prohibido fumar” y otras advertencias o imposiciones por el estilo que no se respetaban ni se respetan en ningún estrato de la sociedad.
   El drama de la jovencita que murió al golpearse mientras creía divertirse sanamente en el ondulado techo de un museo en el Parque Sarmiento, ya ni siquiera es un penoso llamado de atención por lo tardío, desde el momento que la dolorosa consecuencia es irreversible.
   Podemos sostener que la responsabilidad mayor está en la familia; en quienes siendo los más cercanos a la preadolescente no le advirtieron del peligro, no conocían su destino, la dejaron ir sola o ignoraban que ese lugar había sido con anterioridad el escenario de otros episodios, sin que se llegara a un desenlace fatal.
   Es posible cargar la culpa a la irresponsabilidad e inexperiencia de la jovencita o cometer la tontera de acusar a los arquitectos que diseñaron y dirigieron la construcción de esa estructura vecina al inútil faro sin mar, ya que husmeando en la descripción del Centro Cultural y Archivo Histórico Provincial, textualmente se consigna que “el proyecto busca simular las olas del mar que rodean al faro…”

 Lo proyectaron y erigieron para que tuviera techo y no pista de riesgoso esparcimiento.
   Pero Selene murió allí, gozando con su luminosa emoción de niña feliz y alegre, cuando en realidad le estaba haciendo señas de inocente satisfacción a una tragedia que seguramente no estaba en sus planes de amplio y venturoso futuro.
   Ya está dicho que de nada sirve buscar culpables, pero es oportuno resaltar una vez más que algo parecido al desprecio por la vida, se manifiesta cada vez que surge esa maldita costumbre de las soluciones post mortem que no consuelan ni le devuelven a nadie la vida, porque esa muerte se pudo haber evitado.
   La custodia preventiva y permanente debiera haberse dispuesto después del primer episodio, o modificar la estructura de manera tal que desalentara su incorrecta, temible e irresponsable utilización. Con toda certeza que en pocos días más, cuando se acalle el estrépito mediático, desaparecerá la consigna policial tardíamente ordenada, hasta la reiteración de otro hecho de gravedad. Igual que en los sectores donde azota el hampa o en los puntos de la ciudad donde sus vecinos se organizan para exigir vigilancia y seguridad.
   Pero si hilamos un poquito más fino, llegaremos a la conclusión que la culpa es del maldito faro inútil, que necesitó un mar de hierro y hormigón para disfrazarse de necesario o decorativo, mofándose de las reales necesidades, urgencias y prioridades de la sociedad cordobesa.
   Todo esto continuará sucediendo mientras a los malos, viejos o cansados políticos que embriagados de poder agotaron su imaginación, se les siga ocurriendo incursionar con sus devaneos demagógicos en las praderas del delirio.
   Un delirio que dolorosamente y en definitiva, se cobró la vida de una inocente.
Gonio Ferrari

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