EVA
PERON ES PARTE DE
LA
MITOLOGÍA ARGENTINA
Seguramente la historia,
esa implacable madre de todas las verdades que atesora el tiempo,
será la encargada de guardar y reflejar la realidad documentada de
aquella época especial, para nuestro país, que fue la década -se
sabrá si ganada o perdida- del 45 al 55.
Al reseñar algunos
aspectos de la corta vida de Eva Perón, solamente podemos resumir
las pasiones que inspiraba, entre la admiración y el recelo, según
fuera quien opinara, porque la historia aunque parezca mentira es
demasiado reciente como para poner en la balanza los criterios
citados por distintos autores que, sin dudas, abrazan disímiles
ideologías y corrientes de pensamiento.
Pero a esta hora, cuando
se cumple un nuevo aniversario de su muerte, el número 64, miramos
en todas direcciones y llegamos al convencimiento que no fueron
muchos los homenajes ni las evocaciones como lo eran tiempo atrás.
El signo político que
gobierna a la provincia, enfrascado en sus agudos problemas de índole
social y en otras cuestiones francamente traumáticas e irresueltas,
cayó en la omisión, o en la desmemoria.
La señera figura de Eva
Perón, abanderada de los humildes, Santa Evita, líder de los
descamisados, Jefa Espiritual de la Nación, no merece ser parte de
ningún olvido.
Amada por unos y odiada
por otros, fue un jalón trascendente de nuestra historia.
Desde el siglo pasado y
aún ahora se la puede amar, discutir, imitar, tomar como ejemplo o
repudiar.
Pero nunca ignorarla.
Y menos, esconderla.
Gonio
Ferrari
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