Eso de “mejor amigo o amiga” es un verso.
Porque si hay mejor también existe el peor.
Una bobada porque si es peor, no es amigo.
Hay cientos de definiciones, citas y célebres frases que hablan de los amigos, de la amistad, de la casi hermandad y de esa química especial que rodea y distingue a quienes se consideran amigos.
Los pensadores, desde el fondo de la historia, han brindado un sinnúmero de interpretaciones poéticas, filosóficas y entrañables y en consecuencia, sin pretender confundirme con los abusadores de la inteligencia, hay muchas cosas que uno, desde la razón y la experiencia, puede arriesgar a definir.
Mis amigos, que no son muchos, no necesitan que los salude en un día especial, por la simple razón que con los amigos nos queremos, sólo por ser amigos, por encima de la contundencia de los almanaques.
No por hinchar por el mismo club.
No por compartir ideales políticos.
No porque nos veamos todos los días.
No porque nos prestemos plata.
No porque trabajemos juntos.
No porque nos conozcamos hace más de medio siglo o hace un par de meses.
Somos amigos porque nos une el respeto, como en distintos momentos de la vida nos unió el espanto o esas alegrías que uno atesora para enfrentar la adversidad.
Somos amigos porque sabemos que el otro siempre está allí, como el sol, aunque a veces no lo veamos.
Somos amigos porque al igual que los gatos, cuidamos nuestro territorio, pero se lo entregaríamos si el amigo lo necesitara.
Somos amigos porque se nos ocurrió y lo sentimos, sin que nadie, ni siquiera un parentesco lo impusiera.
Somos amigos porque compartimos lo que tenemos, aunque a veces el todo no alcance ni para uno.
Somos amigos, porque es un encuentro con abrazos que consolida el cariño; es una pasión instintiva de la cordialidad que se comparte, ahuyenta envidias y nos eleva como personas.
Sea como crean que es, bien vale de vez en cuando acercarnos al amigo, a esa alma melliza puesta en el cuero de otro, y decirle que lo extrañamos, que lo amamos, que estaremos siempre que nos requiera, no tan solo para la joda.
Los amigos no necesitan, no necesitamos, estar todo el día franeleándonos para expresar nuestros afectos que muchas veces se confunden con la más penosa de las hipocresías.
Basta con que el amigo, nuestro amigo, sepa que siempre en las buenas o en las malas, sin distancias ni adioses, estaremos con él.
Y a eso, si, tenemos la obligación y el mágico placer de festejarlo.
Por eso -cualquier día y todos los días- quiero abrazar a ese amigo universal; al que me consuela en la tristeza; al que me recuerda en la distancia; al que me brinda su abrigo aunque él pase frio; al que me cobija con su comprensión; al que comparte ilusiones; al que llora sobre mi hombro y me presta su hombro para que allí me desahogue.
Amigo o amiga, es lo mismo.
La amistad verdadera es asexuada.
No tan solo se abrazan los cuerpos.
Las almas también pueden hacerlo.
La amistad está más allá del sexo, que es una necesidad orgánica y en la mayoría de los casos una expresión de amor.
Por eso la amistad es así, lo que es: sólo un sentimiento profundo y maravilloso.
Que no es poco, amigo …
Gonio Ferrari
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