Desgrabación de los
comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos”
del 10 de julio de 2016, emitido por AM580 Radio Universidad de Córdoba.
GAS
PARA LA DISCORDIA
No es positivo para nadie, tanto desde el poder como en cuanto a la
gente, la complicada situación emergente del intempestivo, inconsulto y elevado
incremento en la tarifa del gas, medida que en lo gruesamente comparativo, casi
equivalente a interrumpir el servicio de agua potable en todo el país.
Las idas y venidas del asunto sólo han
contribuido a que sea mayor la incertidumbre, como si la improvisación hubiera
ganado a la cordura y a la prolijidad para gobernar, argumentos de venta, por
así decirlo, que desplegara el PRO en su campaña proselitista.
Porque si el gas como otros vitales
servicios tiene un fin social, llama la atención que virtualmente se lo aleje
de las posibilidades de los sectores menos afortunados al asignarle carácter
prohibitivo y casi inaccesible, precisamente, para quienes están en condiciones
de gozar menos abrigo.
Es cierto que fue más de una década el lapso
en que los precios de ese combustible estuvieron muy por debajo de su valor
real, pero no es el pueblo quien debe afrontar las consecuencias del
desgobierno, del despilfarro y de la demagogia de subvencionarlo hasta niveles
ridículos, que ahora se advierten a la hora de tener que pagar el fiado de la
fiesta que se vivió.
Es casi imposible pensar en sensibilidad
social cuando nos referimos a un funcionario poderoso en el ámbito particular y
con evidentes intereses, como para que piense en la imposibilidad de una
marcada mayoría, para afrontar los nuevos y exorbitantes valores que se les
pretende cobrar.
La gradualidad del aumento hubiera sido lo
más aconsejable y volver atrás no sería un acto de debilidad política, sino de
respeto hacia los más necesitados, que no son pocos.
Haber recalado el tema en la Justicia para
que decida, es más una alternativa necesaria, frente a la indefensión ante el
poder que parece robotizado para recaudar, sin medir adecuadamente el impacto
de tal medida en la sociedad.
Así las cosas, que desde el gobierno no
esperen aceptación sino repudio.
NO ES
TANTA LA INDEPENDENCIA
El pensamiento propio me obliga a sostener con el paso y el peso
de los años, que la independencia es igual a la libertad: si no es salvaje, no
es aconsejable cometer la exageración de llamarle independencia.
Porque una cosa es el legado de aquellos próceres
que en Tucumán sacudieron el yugo de entonces y otra es la realidad actual que
si somos absolutamente sinceros en la evaluación, llegaremos a la convicción
que en muchos aspectos, seguimos tanto o más dependientes que en 1816.
Generalmente los argentinos, apegados por idiosincrasia
a las nostalgias, en los días patrios solemos deleitarnos al escuchar las
radios copadas por fervores folklóricos de antaño, que se volatilizan en pocas
horas cuando los intereses comerciales manejados desde el exterior, nos vuelven
a invadir.
Citando esa situación como ejemplo, en todos los
órdenes de la vida nacional ocurre casi lo mismo al advertir lo que sucede en
la economía, en el deporte y en todos los usos y costumbres que son parte de
nuestra no definida identidad, que soportó y todavía soporta influencias no
sólo de nuestros antepasados nativos sino de quienes alguna vez nos sojuzgaron.

Por creernos independientes y autoválidos nos
encerramos y la tecnología extranjera nos superó sin esfuerzos y en la mayoría
de los casos, llegamos tarde y nos conformamos con llamarle progreso a nuestra
condición de armadores más que de fabricantes, de productos que en el exterior
ya están discontinuados.
No ha perdido actualidad lo que comentara un año
atrás en este mismo espacio: “En lo político, los del interior dependemos del
humor porteño, de las trenzas que se arman, de los acuerdos que se concretan,
de las fidelidades que se exijan, de las broncas que se generen o de las
mentiras a las que estaríamos obligados a tomar como verdades.
En lo deportivo, dependemos de cómo se estructuren
los campeonatos, de cómo se comporten los árbitros y de qué apoyo económico
estatal reciban nuestras instituciones.
En lo cultural, de qué música nos impongan como
moda, qué ropa nos insten a usar, qué comidas y bebidas nos sugieran casi como
una obligación de consumo”.
Sostener desde un curioso sentido del patriotismo
que somos independientes, tomado con algo de escepticismo es para confesarnos
cultores de una mal disimulada hipocresía en coincidencia con lo que siglos
atrás sostuviera Cicerón: “De todos los hechos culpables ninguno tan grande
como el de aquellos que, cuando más nos están engañando, tratan de aparentar
bondad”.
Aranguren, por caso, no puede sentirse
independiente ni pretender que lo tengamos como tal.
TRANSPORTE
INCORREGIBLE
Ya no se trata de echarle la culpa sólo a la Municipalidad frente a la
deplorable calidad del servicio de transporte urbano de pasajeros de la ciudad,
sino acusar a las empresas prestatarias de regular el servicio para obtener
mayores utilidades, a expensas de los usuarios que están pagando el boleto más
caro del país.
Esto sucede por la simple y sencilla razón
que los controles no existen, que la ciudad en materia de transporte urbano es
un feudo que cogobiernan la Fetap y la UTA, ambos en una luna de miel que están
pagando los miles de rehenes que son los humillados pasajeros.
Un simple y elemental chequeo en algunas
paradas, dio el resultado sospechado: que las esperas se han duplicado en los
últimos días, y por manifestaciones de choferes -ellos y ellas- es virtualmente
la mitad de la flota la que está en servicio, pero quienes cobran óptimos
sueldos para controlar, están gozando de unas inmerecidas vacaciones de invierno.
De esa manera los empresarios, injustos
beneficiarios con un 10 por ciento que la Muni les quitó a los pasajeros, están
haciendo su evidente colchoncito “por si las moscas” ya que sería inminente un
nuevo estudio para actualizar la tarifa, a lo que sucedería como es costumbre,
una demanda de la UTA por mejores salarios.
Es una maligna rueda que soportamos los
cordobeses, para tener un servicio de calidad ciclotímica y un precio que no se
da en ninguna otra ciudad del país.
UNA
INJUSTA OMISIÓN
No es
la primera vez que se comete el atropello del olvido o la equivocación, ambos
con groseras características, en la persona del Dr. Ramón Bautista Mestre, ya
sea en vida o después de su fallecimiento.
Allá por 1995 en el solemne acto de entrega
de su diploma de gobernador, cargo que asumiría días después, al recibir el
colorido documento Mestre cayó en cuenta que lo habían rebautizado, porque
antes de su apellido decía Juan Bautista en lugar de Ramón Bautista.
El gobernador electo no lo aceptó y
visiblemente indignado dejó el escenario de nuestro teatro mayor donde se
desarrollaba la ceremonia y el episodio derivó después en varias renuncias en
el Tribunal Superior de Justicia.
Pero lo que sucedió días atrás cuando en una
placa se rinde homenaje por el bicentenario, a los gobernadores cordobeses que
asumieron tras la recuperación de la democracia, el único que no aparece en el
mármol ni en el bronce, es Ramón Bautista Mestre.
Mas allá de la reacción o no de su hijo
intendente que estaba en la ceremonia y de la airada protesta del radicalismo,
lo que se pretende resaltar es la displicente actitud del gobierno anfitrión,
muy cercana a la indiferencia que si bien suele ser costumbre entre políticos,
no lo es si de respeto queremos hablar.
A Ramón Bautista Mestre se lo puede admirar
u odiar por su desempeño, pero no es de buena gente ignorarlo si lo que miramos
es el vaso de la historia medio lleno, porque la provincia no está en situación
floreciente, con un inédito nivel de endeudamiento en números y en gestión,
con los de ahora.
Se impone no tan solo la corrección de la
placa y la sanción a los responsables de la marginación histórica de Mestre,
sino un acto de desagravio a su memoria, como homenaje al cercano devenir de
los cordobeses.
LA
MEGACAUSA
En estos días de reposo por la feria
judicial, no se han producido novedades acerca de la megacausa del Registro de
la Propiedad, aunque en realidad hubo un hecho lamentable que mucho tiene que
ver con este dilatado asunto: la muerte de un hombre que debió soportar una
prisión anticipada de tres años y nunca llegó a juicio.
Ese debe haber sido el motivo para que los
familiares de los involucrados en esta causa, dieran a conocer una carta
dirigida a la comunidad, que dice: “El fallecimiento de Roque
"Cacho" Finós nos ha sacudido profundamente, dejándonos el sabor
amargo de una Justicia ausente. Su caso es un paradigma de lo que reclamamos. El Poder Judicial,
en nombre del Estado, tiene el deber de investigar delitos, debiendo hacerlo en
forma pronta y eficiente.
Ningún derecho legítimo justifica encerrar inocentes por las dudas y durante años, sin ninguna preocupación por sus vidas. Y si se
tienen pruebas para encarcelarlo, ¿ por qué no se realiza un juicio rápido para
establecer la verdad?.
Todos los derechos fueron pisoteados en
esta causa convirtiendo a los imputados en chivos expiatorios ante la comunidad. La prisión preventiva sistemática a la que se
los condenó durante años se robó sin razón válida la libertad, las fiestas
familiares, los cumpleaños, los actos de la escuela, las pascuas, las
navidades, y cuántos momentos más, imposibles de recuperar.
Separó hijos de padres, familias, hermanos y
amigos; devoró alegrías, ilusiones, sueños y esperanzas. Se
convirtió en tortura, buscando
obtener confesiones o vaya a saber Dios qué más.
Cacho Finós no se doblegó mostrando siempre
para quienes lo rodearon, valores de solidaridad y compañerismo que
quedarán grabados.
Y se puso a disposición de la Justicia
cumpliendo su parte en el proceso, proceso que para siempre, quedará sin respuesta”.
Ese es el texto que cumplimos en divulgar,
porque tengo la seguridad que para estas instancias que cuestionan a la
Justicia, seguiremos siendo el único espacio que lo haga, como hace más de tres
años.
No somos fiscales, defensores, jueces ni
verdugos, pero a veces indigna advertir ciertas dependencias entre poderes, que
no debieran existir.
LA POLICÍA AUSENTE
Baste un solo ejemplo por experiencia propia y reciente, como para tener
idea del despropósito del abandono policial en una noche de intensa circulación
entre nuestra capital mediterránea y Alta Gracia, por la hermosa y amplia autovía
que une a ambas ciudades.
El viernes último, día de notable incremento
en el tránsito hacia puntos claves de nuestra geografía debido al largo fin de
semana que se iniciaba, me tocó un viaje desde nuestra capital hasta la cercana
Alta Gracia, dejando constancia que no soy adepto a los casinos, sino a la
buena cocina.
Ida y regreso por un billar de autopista,
sin un bache, muy bien señalizada, correcta atención en los peajes tanto de ida
como de regreso, pero un detalle que rompió con la imagen integral del paseo:
¡ni un policía, patrullero, policía caminera o motociclista!
Aquella costumbre de apostarse cerca de las
cabinas de pillaje controlando de ojito las luces encendidas e imaginando
cinturones colocados, parece haber caído en desuso o es que estamos demasiado
lejos de elecciones, como para vender una imagen de prevención que tanto
necesitamos y se nos niega a los pocos días de cualquier comicio.
Si me dijeran que se trata de una exageración
puedo asegurar que no, porque lo reitero, ni tan sólo un policía en un camino
que lo requiere porque no faltan quienes por la impunidad que les regalan,
abusan de la velocidad en el trayecto y de las copas en el destino.
Alguna vez las autoridades, más enfrascadas
en un desfile que en la prevención que se nos niega, tendrán la inteligencia de
trabajar para la gente, que es la que paga impuestos y sin embargo la dejan
librada a su buena suerte, si la tienen.
Como siempre, ahora por un par de días veremos
policías por todas partes.
INHIBICIONES Y MORSAS
Ya cuando las exitosas “leonas” de nuestro
hockey femenino sobre césped le dieron la espalda, el bueno y soberbio Aníbal
Fernández debiera haberse dado cuenta que el mundo se le venía abajo, porque si
desde el deporte nacía tamaño e inédito desprecio, su viveza de funcionario
polifuncional tendría que haberle advertido que en el campo de la política y de
la justicia el ensañamiento de la realidad con su figura sería mayor.
Igual que ella, La Que se Fue, conocedora
como nadie de su propia fortuna, que no calculó -o lo hizo como burla a todos y
todas- que una de las medidas que adoptaría la ley, sería encapsularle sus
bienes como medida cautelar, posiblemente con la peregrina intención de
recuperar algo de la rapiña de la que el pueblo fuera víctima a lo largo de
tantos años.
Ayer en el Canal 26 y sin repreguntas,
Anibal Fernández se mostró con la pureza de las Carmelitas Descalzas, impoluto
y víctima de las maledicencias propias de una persecución atroz de la que se
siente víctima y afirmó entre otros delirantes conceptos que si la Sra. que se
fue se presentara ahora a elecciones, ganaría por escándalo.
Y le asiste la razón, porque más que
adhesiones, la doña está inmersa en un escándalo de corrupción cuyo resultado y
derivaciones depende de la rapidez e inteligencia con que actúe la justicia, en
cuyo ámbito -y en ningún otro- debe ventilarse -por una simple cuestión de
respeto a la democracia- la situación de la expresidenta.
Podrá presentarse a elecciones en su
momento, si se dejan de lado las culpabilidades que la sociedad y algunos de
sus ex funcionarios de confianza hacen pesar sobre ella.
Pero lo más curioso de esa entrevista
televisiva, fue que en ningún momento se mencionó esa palabra que altera el
pulso de muchos ex funcionarios y que más vincula a Anibal Fernández con actos
de depravación política, como si el término “efedrina” no figurara en el
actualizado vocabulario periodístico.
Es probable entonces que Pérez Corradi, si
no tiene la pésima idea de suicidarse, refresque la memoria de tantos
olvidadizos.
NUESTRO
ETERNO ENDEUDAMIENTO
Cada vez son menos los fanáticos que enarbolan como estandartes algunas
estadísticas y cifras de curiosos orígenes o autorías, en un desesperado e
inútil intento por defender lo indefendible, seguramente por haber sido
beneficiarios de alguna ventaja en lo económico, en lo político o en lo
ideológico, cuando ya está resquebrajada aquella ciega actitud de
acompañamiento a un modelo que derrapó en la historia de los argentinos.
Desde aquella fantasiosa historia del
desendeudamiento casi mágico que desde la cúpula kirchnerista se anunciara como
el mayor logro del siglo es una infinidad de números lo que es parte de una
curiosa historia de verdades y mentiras.
Pero nadie, absolutamente nadie, puede negar
que estamos hasta las manos desde años atrás, siempre creciendo y nunca
amortizando los monstruosos números que históricamente nos agobian y
condicionan el futuro nacional.
Ningún gobierno en los últimos tiempos -y
confieso que puedo equivocarme de medio a medio, lo reconozco- entregó el poder
con menos de lo que debíamos y ese es un síntoma no tan sólo alarmante sino
peligroso.
Dentro del exagerado caudal del dinero de
todos que los políticos, sin excepciones han gastado en autopromocionarse como
los mejores, tendrían que disponer a futuro, de recursos para informarnos sin
ocultamientos ni mentiras, cuánto es el monto real de nuestra deuda externa.
Y no caer a los perversos efectos de aquella
circular 1050, que pagábamos una cuota del auto y al mes siguiente teníamos una
deuda superior a la contraída.
Así no vamos a ninguna parte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será valorado